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PELIGRO_josemedianagutierrez_puertosantamariaJosé Luis Mediana Gutiérrez, ‘Peligro’, nació en el año 1930, hijo de José Mediana Alcaide --que trabajó como arriero y como guarda en el colegio de San Luis Gonzaga-- y de Carmen Gutiérrez Lubián, siendo el menor de cinco hermanos, por delante estaban Manuel, Juan, Antonio, Rafael y nuestro protagonista, ‘Peligro’.

Vivió en la calle de las Cruces, en la casa conocida como ‘Casa del Olivo’. Durante toda su vida trabajó en una tienda de Ultramarinos --un almacén--, situado en la misma calle Cruces, conocido como ‘la Tienda del Curita’.

Aficionado a los viajes, aprovechó su jubilación para viajar con el INSERSO a varias ciudades españolas. También estuvo dos veces en Argentina, tierra donde viven familiares emigrados en tiempos pretéritos: sus sobrinos María del Carmen --convivió una larga temporada con ‘Peligro’ en El Puerto, para luego regresar a la Argentina--, Milagros y José, que a su vez son padres de nuevos sobrinos, en segundo grado, de ‘Peligro’.

‘Peligro’ vivió a lo largo de toda su vida con el que, afirmaba, era su verdadero padre, pues como un padre lo acogió y trató: Antonio Gutiérrez, su jefe y dueño de la ‘Tienda del Curita’, que fue quien realmente lo sacó adelante.

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La madre de 'Peligro' y su hermano, Juan Mediana Gutiérrez.

El año en el que nació Peligro, 1930, el rey Alfonso XIII visitó las cuevas cantera de la Sierra de San Cristóbal. Se crea el Instituto Colombino de El Puerto. El Castillo de San Marcos es declarado Monumento Nacional. Rafael Alberti publica su libro de poesías 'Sermones y Moradas'. Ese año se casa con María Teresa León.  Se produce relevo de alcaldes, siendo elegido el 26 de febrero José Luis de la Cuesta Aldaz y el 18 de marzo, Eduardo Ruiz Golluri.

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Rafael Mediana y esposas, hermano de 'Peligro'.

El 6 de junio de 1930 se desborda el río Guadalete por el temporal de lluvias, arrastrando millares de haces de trigo y cebada y muchos animales muertos. En agosto se celebró el Campeonato de Tiro de Pichón de El Puerto, resultando premiado el marqués de Villar del Tajo; en señoras, la señorita Lassaleta resultó ganadora.

La Virgen del Carmen realizaría, en esta ocasión el 15 de agosto de 1930, su primera procesión marítima.Durante el verano  el novel equipo del Racing Club Portuense organizó una exitosa verbena en la calle José Navarrete --hoy Palacios--, donde tenía su sede social. En la plaza Marqués del Real Tesoro, se jugó un partido entre el Balompié F.C. de El Puerto de Santa María y el Andalucía F.C. de Puerto Real, venciendo los locales por 1-0.

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Peligro, y sus hermanos Manuel y Juan.

A Pedro Muñoz Seca le dedica en 1930, en Madrid, un teatro con su nombre y ese año estrena, Satanelo (farsa tragicómica), La cursilona (zarzuela), ¡Adelante señores: pasen ustedes! (revista), La perulera (farsa tragicómica), El Padre Alcalde (comedia), Una mujer decidida (juguete cómico), La academia (juguete cómico) y  ¡Un! ... ¡Dos! ... ¡Tres! ... ¡La niña para usted! El restaurador Juan Botaro da a conocer ese año la autoría, por parte de Juan de Mesa, de la imagen del San Francisco Javier, custodiada en la iglesia de San Francisco. Se funda la Hermandad de la Misericordia y Ntra. Sra. de la Piedad.

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Soy Esperanza hija de Felipe Lacarta y Pilar Lagunas (qDtG). Soy la gemela de Carmencita ‘la coja’. como la llamaban los niños malajes, que siempre hay en todos sitios. Mis padres eran ‘los Maños’;  vivíamos en la calle Santa María 1. Yo soy la hija pequeña junto a mi hermana gemela Mamen, y junto a mis hermanos Pili, Gonzalo --que en paz descanse--, Felipe, y Conchita, formábamos la familia Lacarta Laguna.

hermanas_lacartaMe emociono de pensar en esos pocos años que pasé en el Puerto --entre 1954 y 1964--, pero que tengo grabados en mi memoria como si fuesen ayer y, aunque no tengo buena memoría para los nombres, si recuerdo mi niñez en La Placilla.  Jugando todos los días, con mis amigas, Mª Jesús, Milagros, Paqui, Nati, con las que pasé parte de mi infancía, hasta que tuvimos que regresar a Zaragoza. Hasta allí llevó  todos nuestros enseres Agustín Vela Mariscal. Esta familia para nosotros fue, pues eso: nuestra familia; nosotras pasábamos mucho tiempo en su casa jugando, muchos domingos cuando hacía malo jugabamos a la lotería, en aquella habitación que daba a la Placilla y se veía mi casa.  (Esperanza y su hermana gemela Carmen, en el patio de su casa en la calle Santa María).

La señora Carmen nos daba la merienda y así muchas veces. Mi más entrañable recuerdo a los Vela Duran, pués eran una familía ejemplar. Carmen Durán era una mujer muy trabajadora; la recuerdo siempre trabajando, nunca paraba, era el pilar de la familia, la tienda siempre limpia para que cuando bajara su marido estuviera todo en su sitio, como a el le gustaba; cuidar de sus hijos, su casa en fin que la tengo en mi memoria y no la olvidaré nunca, pues nos quería mucho.

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"En esta foto estoy con Mª Jesús Vela Duran, en la puerta de la pescadería que había debajo de mi casa".

Agustín Vela (nótula 326 en GdP) siempre tenía una fruta para darnos; me acuerdo de tantas cosas que no pararía de escribir, el carrillo de Severo, en el que me gustaba comprar altramuces y chuches; los padres de mis amigas, Fermin el carbonero y su mujer, mi amiga Milagritos y su pobre hermana que murió Pepi, por la que mi hermano Felipe estaba colaito, guapísima, y con la que mis hermanas se ponían por las noches junto a ella, a comer pipas y tiraban las cascaras a los chicos y se escondían para que no las vieran tiradas en el suelo, en el balcón que daba a la Placilla.

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El padre de Esperanza, Felipe, con un amigo en una calle de El Puerto.

Esa Placilla, nótula 366 en GdP) en la que tan buenos momentos pasé y tan entrañables. Recuerdo el almacén de Los Pepes, la tienda que había debajo de mi casa, a donde mi madre me mandaba a comprar el aceite, con la botella, pues entonces no se podía, como ahora, comprarlo por litros. Mi padre de vez en cuando nos traía caña de azucar, que estába buenísima, y la cortábamos a trozos y la repartíamos con las amigas, la pelábamos y a tiras la chupabas, era más buena que el mejor caramelo, alli nos poníamos en La Placilla a comérnosla.

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Las gemelas Esperanza y Carmen Lacarta Lagunas.

Tengo en mi memoria un recuerdo muy triste, aunque lo voy a escribir pues lo llevo en el corazón: recuerdo un accidente que pasó con un camión en la calle San Juan, (nótula 195 en GdP) que perdió los frenos, y fue atropellando a la gente que encontró en su camino; el día del funeral, recuerdo que a los niños nos metieron en el bar, y todo el mundo fue al funeral. Que estas letras sirvan como homenaje, a todas esas personas que fallecieron.

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"En el Parque en esta foto estamos de bebes en brazos de mi madre y de nuestra madrina, me gustaría que la publicases ya que no recuerdo su nombre, se que era amiga de mi madre, haber si hay algun familiar suyo, que pueda aportarme algun dato sobre ella, o algun familiar suyo."

Recuerdo, también, los días que mi madre nos llevaba al Parque Calderón, donde montábamos, en las barquitas, en las Cunitas le decían, y nos compraba algún helado;  la calle Larga, el Teatro Princiapl, el cine Colón, que tantos disgustos tuvo mi hermana Pili, pués se enamoró de un americano de la Base de Rota, y siempre llegaba tarde a casa, que luego resultó que él estaba casado, en fin tantos y tantos recuerdos…

familia_lacarta_lagunasMi vecina Soledad con su hermana Milagritos inválida y a la que tenía siempre limpia y guapa, como los chorros de oro, la peinaba siempre con su caracolillo en el flequillo, que parecía una princesa; Soledad sacrificó su vida por su hermana, para cuidarla; me acuerdo que en la planta baja de la casa, creo que se montó una de las primeras emisoras de radio de El Puerto, que la llevaba Carmelo Ciria, un chico muy guapo, que le decía a mi madre, "--Pilar yo me casaré con su Esperancita". Y ponía la canción de Esperanza que no recuerdo el cantante; la ponía todos los días, era un chico mayor que yo, eso lo recuerdo con mucho cariño. (Foto de familia numerosa).

También vivía un chico llamado Antoñito que era disminuido psíquico, con el que jugábamos mucho. Agradezco que haya este foro para que la gente que nacimos allí podamos expresar nuestros recuerdos y pensamientos. Siento no poder dar más datos de aquellas historias que vivimos, pues me vine muy chica y mis padres no eran de allí. Así que solo dispongo de bonitos recuerdos.

lacartalagunasMi padre era ajustador montador de gruas, y estuvo de capataz montando, la Punta de San Felipe, con la empresa Oliden, con la moto iba y venía a Cádiz, por eso cuando lo destinaron fuera, mi padre el pobre iba y venía de Almazan (Soria) cada 15 días, en la moto, fuese invierno o verano, estuvimos así bastante tiempo, y al caer mis abuelos enfermos, ya decidieron venir a Zaragoza capital, el día 30 de octubre de 1964, que fué el mayor disgusto de mi vida, allí dejaba mi niñez, mis amigas que tanto quería, mi amiga Mª Jesús y yó solo hacíamos que llorar, porque nos queremos mucho, pués allí fuí muy feliz, ahora tambien lo soy gracias a Dios. (En la imagen, Felipe Lacarta, abajo a la izquierda de la grua).

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En el año 1959 fue tomada esta instantánea, de niños que vivían en el que fue Casa de Cargador a Indias, luego reconvertida en casa de vecinos, y alrededores. Todavía lucía el barandal de madera, hoy desaparecido. Escalón inferior, de izquierda a derecha, Manolo Soriano, Pepín Soriano, José Antonio Fernández Galloso, conocido como 'el Pollo', su hermana Mari Carmen conocida como Uchi,, Eva Soriano, desconocido, Maribel Soriano Gómez, Carmelo Soriano, José Luis Soriano y desconocido. Escalón de en medio, de derecha a izquierda:  Perfecta (nótula 078 en GdP), Loli Soriano Gómez y Rafael Soriano. El resto, desconocidos. Animamos a los lectores a identificar al resto de los integrantes en la fotografía. En esta casa vivió el jugador del Racing, Manuel Soriano, (nótula 575 en GdP).

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PALACIO DE ROQUE AGUADO.
La conocida popularmente como Casa de Roque Aguado se inscribe dentro del modelo de casas-palacio de El Puerto de Santa María. Su presencia contribuye a delimitar uno de los laterales de la Plaza del Polvorista, ordenando junto a la de Juan de Vizarrón todo el frente sureste de la citada plaza. Esta casa debió construirse sobre una ya existente por cuanto en la documentación gráfica datada en el primer tercio del siglo XVIII, ya aparece este frente de la plaza cerrado, si bien aún no figura la calle Aguado formada probablemente a raíz de la edificación del inmueble.

En 1784 D. Gaspar Aguado presenta un memorial al Municipio, solicitando construir un muelle a espaldas de “sus casas”, Plaza del Polvorista”. Del mismo modo, dos años más tarde, 1786, en la visita de inspección del Maestro Mayor de Albañilería Bartolomé de Ojea Matamoros para la concesión de licencia y acordelado del terreno para la elevación del muelle se cita esta casa como “Casas principales que esta fabricando D. Gaspar Aguado”.

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El modelo de casa diseñado presenta la disposición propia de las casas palacio de la burguesía comercial: tres plantas organizadas en torno a un patio. No obstante, es la propia disposición del patio la que muestra una cierta alternativa. Muy sobrio, asentado sobre pilares, en vez de columnas, parece estar concebido como antesala de la casa. La fachada de tres cuerpos, separada por cornisas y rematada por antepecho con remates piramidales, queda articulada por el eje formado por el vano de entrada, adintelado, en cuya clave figura el escudo de Gaspar Aguado, y el balcón que existe sobre él, que probablemente también tuviera algún tipo de decoración. La fachada  es de extrema sobriedad, únicamente rota por las barrocas molduras mixtilíneas que enmarcan los balcones de la planta principal.

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En esta imagen se puede observar el escudo sobre el dintel de la puerta de abajo. En la inferior ha desaparecido.

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REHABILITACIÓN.
La Junta de Gobierno Local celebrada el 10 de enero de 2008 acordó conceder licencia urbanística ‘de eficacia diferida’, a un proyecto de rehabilitación del inmueble, situado en la Plaza del Polvorista, 11, a la empresa inmobiliaria promotora, propietaria de toda la manzana exenta de Roque Aguado, (formada por las calles Cadenas, Polvorista, Aguado y Avenida de la Bajamar). El proyecto contemplaba la construcción de hasta 14 viviendas, así como locales comerciales. En la actualidad viven seis familias en el edificio -personas mayores--, algunos de los cuales nacieron en la Casa Palacio, fue también la casa de Perico el de la Carlota (Nótula 265 en GdP).

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El Café Bar Playa El Rempujo ejerce su actividad en la planta baja. El edificio está catalogado con el máximo nivel de protección en el PGOU, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2006. Otras casas del entorno, en los años setenta y a principios del nuevo siglo, no tuvieron tanta suerte y cayeron por la piqueta, la incultura y la incuria tan portuense. La crisis económica ha enlentecido la marcha del proyecto.

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El 22 de febrero de 2009 aparecía el cadáver de un hombre de 48 años de edad, nacido en El Puerto, y que respondía a las iniciales de G.G.C. Al parecer llevaba tiempo enfermo, viviendo en la indigencia y el abandono, y acostumbraba a pedir limosna en la puerta de la cercana iglesia del Espíritu Santo.

«No hacía ni un mes que paseaba por el Parque Calderón, cuando observé, que la caseta dedicada a albergar el mecanismo eléctrico que accionaba, la tan pretenciosa como efímera vida del chorro de agua sobre el Rio Guadalete, daba señales de estar habitada, a pesar de  su escaso metro y medio cuadrado.
Saqué mi móvil, e improvisé una fotografía, que al descargarla en el ordenador  y verla con detalle, sentí el impulso de plasmar en un soneto, la escasa poesía que podía generar tan sórdida estampa. No conocía al morador de la caseta, pero lo idealicé convirtiéndolo en  eremita y capitán de  barco anclado al rio.
Que falaz y triste metáfora, que me devuelve la realidad al leer en la prensa, cómo los empleados del Ayuntamiento, han procedido a demoler la caseta donde llevaba muerto tres dias el “Yiyi” , como así se le conocía.

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Operarios municipales, limpiando la zona tras la demolición de la 'vivienda' del Yiyi.

Tuvo su dia de gloria,  al ser noticia morbosa como portada Diario de Cádiz, “llevaba tres dias muerto” pero no era feliz, como yo lo idealizaba, vivía gracias a la escasa caridad que le proporcionaba su pordioseo y feneció de frío, abandono y soledad. Nadie lo echó de menos.
Sabía que un día lo expropiarían, por la remodelación de la ribera del rio, pero no dio la opción y decidió dejarnos.
No se si alguien lo recordará, yo si prometo que su recuerdo me vendrá a la memoria, por lo menos cada vez que pase por el Parque Calderón. Descansa en paz, Yiyi» (Texto: Alberto Boutellier Caparrós).

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En la puerta de la Carnicería Ortega, junto a Los Maera,  esquina Ganado con Cielos, de izquierda a derecha, Rafael García López, conocido como 'el Mijita' o 'Urtain',  'el Furia', 'Remujardo', 'el Furia', desconocido y Cristóbal Bocanegra.

chaparro_puertosantamariaNo sé si en esta  época se siguen poniendo tantos motes como antaño pero en mi infancia era muy natural, podías tratar toda  la vida a alguna  persona sin llegar a conocer  su nombre. (A la izquierda, Chaparro).

Por la Placilla  pasaron muchas de estas personas como: Kunini, Flichi, el Chispa , el Mamarosca, Makika, el Toto, la Tarzana, Kiliqui, el  Caballo, el Corneta, Yayo, Kika, la Diablora,  el Cartucho, el Lele, Tito, Tete, Tatín, Lalo, Noni, el Corteta, el Capataz, la Buy, el Melena, la Cheli, la Jurado, este mote por el parentesco  de esta persona con ‘la más grande, la Toti, la  Maruchi, Marusela, Romualdo o Remujardo, El Furia,  Chamaco…

romualdo_puertosantamariaTambién algunos conocidos  como: el Troca, la Chacha, el Blanco, el Negro, la Esmallá, el  Choco, el Caramá no ‘el calamar, la Fuqui, la Yeye, el Luri, el Chatuti, el Mosca, el Pegote, el Rubi, la Bú, la Mama Chica, el  Chico,  la Fea, el Feito, el Juaneta, la  Achi, la Achu, el Cheri, el Revorve no ‘el revolver’, la Meona, Panete, el May o  el  Maito, el Cabeza, el Chiqui, el Guardia, el Bizco, el Furias, el Cocacola, el Panarria, el Chino, el Cubano, el Cafú. Tagarnina, Chaparro… (A la izquierda, Romualdo o 'Remujardo').

Otros motes relacionados con gentes de la Placilla o vinculados con ella: Malete, el Tóbalo, el Listones, el Mona, el Meneíto, el Ojito, el Lolete, el Lúa, el Cipri, el Pleti, la Camoma, el Ventura, el Chárle.

mamarrosca_puertosantamariaEl Pesca (no el concejal de Urbanismo de IP), el Mosco, el Carlanga, el Pachi, el Vichi, el Lengue, el Chano, el Cristo (el Melena), el Pele (MGB), la Gandinga, la Pelo, (RCG), el Sevillita, el Boli, el Litri (panadero), el Gallego (Leopoldo ), el Cuqui (la Giralda ), el Severo, la Rubia, la Nena (Penita ), Luis el de los huevos, Joselito el Verde, el Jerezano (Paco), el Caito (fallecido de forma trágica), Enrique el de los muertos, etc... (A la izquierda, Mamarrosca).

Todo un repertorio,  les prometo que a todos los conozco  y sin embargo  de muchos no sé  sus nombres. Todos han tenido que ver en alguna etapa de sus vidas con la Placilla, a nivel de trabajo o por querencia y afectividad. Todo mi respeto para todos ellos  y sus familias. (Texto: María Jesús Vela).

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alvarorendon_puertosantamariaNo lo puedo evitar: soy del Puerto de Santa María. De un Puerto que no reconozco en estas calles peatonales repletas de motos, bicicletas y semáforos que guiñan en ámbar; de tiendas que “se traspasan”, de casas con cerrojos dobles y multitud de foráneos en pantalones cortos que miran escaparates, vagabundean preguntones con el dinero justo para una mariscada de gambas sin cabezas en Romerijo. De esa calle Luna desconocida que, a medida que se aleja del muelle, más desierta parece; de la primitiva Larga, cada vez más corta, estrecha y custodiada ahora por espantapaseantes verdes que tapan fachadas de edificios emblemáticos, derribados o a punto de caerse por abandono de sus propietarios; de esa Pescadería reconvertida por exigencias del guión turístico en una inmensa bolsa de aparcamiento.

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Parque Calderón. (Foto: Jorge Roa).

En el Parque ya no huele a patatas fritas, ni las farolas iluminan su piso de albero; no suena la sirena del Tiovivo de Bañuls, ni se practica el plácido juego del bicheo o mireo de esas chicas que huelen a tomillo, romero y espliego, recién lavadas con agua de pozo, que sonreían al cruzarnos durante el tiempo para la exhibición que significaba el tontódromo Larga-Luna-Parque, ida y vuelta, símbolo de la eternidad. Hoy el paseo se ha reconvertido, como casi todo. Ahora se llama sabatina con copita y tapitas por Herrería-Misericoria-Ribera; y ya no se luce el autóctono.

Tampoco se oye el pregoneo de las tajaítas, del pulpo seco, del camarón o del buen higo chumbo, dulce y fresquito, sobre un saco que cubría un cuarto de barra de hielo comprada en Jesús Cautivo. Han cerrado muchos de los comercios más emblemáticos, donde solíamos acudir para ahuyentar el hambre.

monumento_munozseca_puertosantamariaNi siquiera queda albero en la plaza de Peral. Se ha enlosado, quizás para que el genial don Pedro Muñoz Seca pasee sin ensuciarse sus recién estrenados zapatos de bronce, ahora que le pusieron piernas; aunque el injerto quede poco disimulado. De los azulejos de la tramoya decorativa del foro semicircular donde se ubica aún se vislumbra la frescura y el misterio que tuvieron antaño. En las pérgolas laterales, bajo la densa enredadera de buganvillas se reunían las pandillas del centro y de la placilla. Recuerdo que en las largas esperas confeccionábamos collares y pulseras con las hojas escamosas de las viejas Araucarias, después de terminar la merienda de pan con carne de membrillo o aceite y azúcar (poco aceite y poca azúcar). Jugábamos a la palmá y al coger. El palomar, que sólo tuvo palomas un año, lo utilizaban los jardineros como cuarto de aperos; como prisión, la chiquillería, porque su poyete generoso dejaba espacio para el asiento, a medida que se iba llenando de cogidos a la espera de la palmada que los liberase.

En los descansos pelábamos pipas de girasol, compradas en el carrillo de Severo, en una bocacalle de la Placilla, en un lateral del Teatro Principal de Nuchera. Por una perra chica te llenaba el bolsillo de los pantalones cortos; pero, ¿quién tenía una perra chica en aquel tiempo?

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El Carrillo de Severo, atendido por su mujer, Rafaela Morón. (Foto: Misalo).

Abandonábamos la enciclopedia y los cuadernos de cuentas y caligrafía en casa, y corríamos a sentarnos en las espalderas de los bancos de azulejos vidriados, de espaldas al monumento dedicado a la lectura: Cervantes, Fernán Caballero, Góngora, Fray Luis, los Quinteros, Muñoz Seca…, en un pueblo con nimia biblioteca. La que se levantó en los terrenos del Racing Club Portuense vino mucho después, cuando la juventud nos hizo huir buscando lo que creíamos no obtener en el pueblo.

donjuanelcojo__puertosantamariaEl último comentario de don Juan el cojo, el maestro de la calle san Sebastián. Había llamado por enésima vez a Sánchez para castigarle por molestar a los de atrás del largo pupitre compartido con otros diez. El castigo siempre era el mismo: tirarle de las patillas hasta que se le saltasen las lágrimas. Lo de don Juan tenía mérito. Por la mañana, de nueve a dos, y de tres a cinco por la tarde, encerrado en una habitación donde cabíamos unos cien alumnos de distintas edades y niveles. En una casa-palacio que conoció mejores tiempos en el diecinueve, con un balcón que daba a la calle, donde subía el ruido de los mulos cargados con cacharros de barro para cocinar, barquitos con fruta para el Mercado y el chiflado afilador. En la esquina había una tasca donde se expendía vino a granel, lugar asiduo de braceros y desempleados.

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Colegio de don Juan Díaz, en la calle San Sebastián (Foto: JMM).

Yo venía del Asilo, en la calle Cielos, y estaba acostumbrado a formar en el patio vestido con traje de marinero azul marino, frente a una virgen de túnica rosa y toga celeste a juego con los ojos. Me daba pena. Tenía las manos atadas con un rosario y apenas levantaba su retraída mirada, apalancada en una rocalla de cuyos intersticios brotaba una selva tropical. La gigantesca directora, que hacía por monja y media, situada descaradamente junto a la virgen –que no admitía comparación–, y subida al primer peldaño de la escalera de mármol, nos animaba a ir a una batalla contra los protestantes y declararnos amantes del sagrado corazón:? «Fuera, fuera, protestante./ Fuera de nuestra nación/ que queremos ser amantes/ del Sagrado Corazón./ Viva Dios, que nunca muera,/ y la santa Tradición/ estas monjas benditas/ que nos dan la educación.»

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Fachada de la Iglesia del Asilo de Huérfanas, en la calle Cielos. (Foto: Colección Vicente González).

A Pepe Mesa y a mi, que compartíamos el mismo pupitre junto al balcón de la bandera, nos tocó la señorita Luisa, pecosa y agradable. Cuando se abrían los cristales nos llegaban olores dispares, el del carro de la basura y el de los bollos de pan recién hecho. Hablo de los años sesenta, de cuando las panaderías estaban abastecidas y el estraperlo funcionaba para los electrodomésticos y piezas de recambio. El pan se pregonaba por los portales al tiempo que se repartía a los abonados a la viena, al chusco, a la telera o a la barra. El repartidor tiraba de un carrillo con tres ruedas sobre las que se asentaba un cajón abierto por arriba y del que extraía un capazo donde llevaba los distintos tipos.

001. ¡A SANGRE Y FUEGO!No sé cuándo ni dónde aprendí a leer. Si fue con los susurros amables de la señorita María Luisa o con las voces del ogro cojo. Sólo sé que me encantaban los sábados por la mañana, cuando me acercaba a la papelería de Cortés y preguntaba si había venido el cuadernillo apaisado del Capitán Trueno, con carpetilla iluminada e interior en blanco y negro. Del TBO me gustaba  hasta los increíbles disparates del profesor Frank de Copenhague. Mis hermanos eran más de Roberto Alcázar y Pedrín. Mi padre leía El Coyote, sólo para poder dormir por las noches, abatido por un disparo perdido… Hasta los siete años viví entre algodones. Fue durante la primera quincena de aquel florido mayo, cuando renuncié a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometí seguir siempre a Jesucristo.

Del día de tu primera comunión recuerdas que estrenas traje con botones dorados, zapatos que producen rozaduras y calcetines de canalé que te marcan sus dibujos sobre la planta del pie; que te adjudican un rosario blanco como de niña y un misal de tapas anacaradas con cierre de latón que siempre estaba en el suelo, porque se te resbalaba de las manos forradas con guantes de algodón. Sólo soportas la hora larga del ritual, donde todo el mundo trata de endulzar un acto que ha perdido con los años el sentido esotérico, por los regalos del final del banquete con chocolate. Y cincuenta años después te sigues preguntando qué puñetas eran las “pompas” de Satanás. Debían tratarse de las pompas fúnebres, empleadas para acojonar a los niños.

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Ramon Zarco y Luis Ortega. (Fotos: Academia de Bellas Artes).

Me gustaba el dibujo y la música, pero no me gustó que mi madre me apuntara a Solfeo y Dibujo en la Academia santa Cecilia, dos días a la semana. Pronto supe que se habían acabado los bolindres y los hoyos en la calle san Sebastián, y que las tardes se acortaron para siempre. De la Academia recuerdo el olor a pino de Flandes de los pianos del profesor Zarco, en la planta baja, y el olor a goma de borrar y madera de cedro de los carboncillo del piso superior, donde un joven Luis Ortega se esforzaba en habituarnos a mirar a través de sus ojos.

A veces, el tiempo es como el viajero camuflado en los bancos de la estación de la vida, que ve pasar los días como trenes veloces y piensa, desbordado por la frustración, que el siguiente es el suyo. En otras, es la estación la que pasa fulminante detrás del cristal entreabierto de la ventanilla, mientras sigues pensando que en veintitantas estaciones más llegará la tuya. En todos ellos viajan gente solitaria, personas que se resisten a salir de la nube de vapor que rebufa los bajos de la máquina, o se acodan en las escalerillas metálicas de acceso al vagón. Ves jóvenes que sonríen casi con cualquier cosa, señoras desesperadas esperando a que la prima hermana de Diógenes acabe de bajar los bultos donde guarda media vida, y la multitud ansiosa que explora los aledaños del gusano metálico. Asomado a la vida de afuera, con el cristal bajado, escrutas rostros, valoras gestos y evalúas evidencias. Los primeros compases de la puesta en marcha de la torpe máquina te adormecen y sólo treinta segundos antes te apeas. Que aquel no era el tuyo.

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El ferrobús, a su paso por la estación de El Puerto en junio de 1962. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Clavado al único asiento que resistió la embestida de la última litrona, entre la duda de esperar o desesperar, compruebas cómo te quedas solo y que el andén cubierto por la techumbre metálica agrisa un paisaje violeta con leves pinceladas de anaranjado; en un atardecer, lánguido y mortecino.

Sabes que a pesar de la distancia, del tiempo y del deseo, nadie te espera ya. Que los pueblos, las nubes, las vacas paciendo en idílicos prados, incluso la conversación de la señora que se subió en la penúltima parada e intenta desviar tu visión, son un sueño, una ficción creada por tu memoria. La vida, el tiempo son sólo recuerdos, cadáveres que fuiste dejando en la cuneta.

Incapaz de parar lo inevitable, alzas el cuello del abrigo porque empieza a refrescar y cierras el libro que te tiene aprisionado en el ayer de la página 135. Buscas la complicidad del espacio para echar una cabezadita y, entonces, piensas que el haber nacido en el aislamiento de un pueblo como el mío, no significa que hayas crecido en soledad; pero, ¡a quién le puede importar ya…! (Texto: Álvaro Rendón).


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Cruce del Rastrillo procedente de Jerez. A la derecha, antiguas bodegas de Terry, seguida del Convento del Espíritu Santo. Entrada a la Ciudad por Pozos Dulces. 19 de junio de 1977. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

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Cruce del Rastrillo, procedente de Cádiz. A la derecha las vías del tren. 19 de junio de 1977. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

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La salida de El Puerto, por Pozos Dulces. 19 de junio de 1977. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

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Bodega Pedro Domecq, por Pozos Dulces. (Foto: Mata).

El origen de la calle Pozos Dulces dista mucho, realmente, de lo que hoy contemplamos. Tenía dos aceras perfectamente ocupadas por sendas filas de edificios. La de la mano izquierda, conforme se viene de la Estación, se ha perdido totalmente y quedan, en su lugar, los antiguos restos del puente, un gran aparcamiento y el río. Junto a esos restos del puente, se encontraba la antigua ermita de la Consolación. La de la derecha, continúa íntegramente configurada por grandes edificios.

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El Cruce del Rastrillo, parcialmente reformado, con el derribo de una de las viviendas existentes, sustituidas por isletas de ordenación del tráfico, que facilitaba el acceso a la Ciudad. La obra se hizo siendo alcalde Francisco Javier Merello Gaztelu. 3 de enero de 1978. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

A El Puerto se llegaba por el antiguo ‘Rastrillo’, cuyo lugar lo ocupa ahora la rotonda junto al convento del Espíritu Santo. La fisonomía de la calle Pozos Dulces, hasta hace poco tiempo, se caracterizaba por su actividad bodeguera y el ambiente marítimo que le impregnaba el varadero de Pastrana. Eran los dos sectores que saludaban al visitante al entrar en la ciudad.

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El Puente de San Alejandro, acceso desde dirección Cádiz, a la derecha estaba el Varadero de Pastrana. Este puente fue desguazado y desaparecido. Otro de similares características, que sirvió para la línea férrea Madrid-Cádiz y que estaba situado cerca del de San Alejandro, fué rescatado del desguace y está prevista su colocación en el Parque de Los Toruños.

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Varadero de Pastrana, a la derecha estaría el Cruce del Rastrillo. La nave que se ve a lo largo, pertenecía a la bodega de Pedro Domecq. (La zona era conocida como del Corribolo, por la bolera que existió en sus alrrededoeres).

Entre los puentes del ferrocarril y el de San Alejandro, en la ribera del río, había un varadero que se llamaba Varadero de los Hermanos Pastrana. Ahí estuvo hasta hace unos años. Al frente se econtraba Antonio Pastrana y trabjaban con él sus hermanos. Hacían todos los trabajos de los carpinteros de ribera y el calafateado de los barcos. Era también un lugar de llegada de barcas que daba entidad a la fachada de los soportales situada frente al puente. El ir y venir de los barcos, la presencia de los marineros y de los carpinteros de ribera formaba una estampa costumbrista inmortalizada por muchos pintores, entre ellos Juan Lara

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Viscta actual del convento del Espíritu Santo y la Rotonda de las Velas, esta última basada en una idea original de José Alfonso Reimóndez López 'Lete', visto desde el aparcamiento de Pozos Dulces, que estaba ocupado por el Varadero de Pastrana, la Bodega de Domecq, el Taller Hispano Americano o de 'Gomanos', una vivienda de los Gallardo Poullet y una destilería de Terry. (Foto: Vicente Utrera y Alberto Trigueros).

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El convento del Espíritu Santo visto desde el puente, sin los edificios que impedían la visión de esta parte del río, desaparecido el Varadero de Pastrana. (Foto: Vicente Utrera y Alberto Trigueros).

El nombre es paradógico para un puerto de mar y una zona de salinas. Antiguas fotografías reproducen el lugar invadido de aguadores callejeros con sus recuas de borriquillos cargados de cántaros. En realidad siempre fue la calle de los Pozos Dulces, porque aquí había pozos de agua dulce, donde se abastecía la parte de la población que vivía en la zona.  En 1979 volvió a recuperar el nombre de Pozos Dulces, sustituido durante el anterior régimen político. (Texto: Juan Leiva).

5

El martes 25 de junio de 2002, en plena fiebre de la construcción y la especulación, el portuense Juan de la Lastra y Terry escribía en el periódico del Grupo Joly, Diario de Jerez, esta Tribuna Libre, donde su dolor por El Puerto quedaba patente en estas líneas, que reproducimos, desde un Puerto instalado a caballo entre la desidia y  la nostalgia, pasando por la indignación.

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Paseo de la Victoria cuando aquel parque neoclásico estaba en todo su explendor: las cuatro estátuas de terracota representan a las cuatro estaciones.

Cuando El Puerto estaba sumido en la hambruna de la posguerra civil, los fatídicos 1940 y siguientes, en los que más de la mitad de la población subsistía merced de las tagarninas del Ejido de San Francisco, a los troncos de palmitos del Palmar de la Victoria y las vainas dulces de los centenarios algarrobos del Paseo el mismo nombre, una de las alamedas recolectas más sugestivas y umbrías de todo el Sur… Entonces, no obstante, mantenía su dignidad muy erguida y sobre todo su buen gusto en los ámbitos urbanísticos y de ornamentación forestal y de jardinería tanto en los espacios públicos como en los interiores de sus viviendas.

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El Monasterio de la Victoria, enmascarado por las galerías y la puerta principal, flanqueado su acceso por eucaliptos, hoy todo desaparecido delante de una gran superficie de aparcamientos.

Sólo al anochecer los alertas el uno, el dos, etcétera, de la guardia del Penal de entonces, custodiado por el Ejército, ponían un acento tétrico, melancólico y penoso al aire mórbido de la ciudad, si es que el Levante no la azuzaba.

luiscaballero_alcalde_puertosantamariaEl Puerto resucitó gracias al buen hacer de Ignacio Osborne, conde de Osborne, y de Fernando C. de Ferry y del Cuvillo, a quienes se sumó el tesón y la capacidad de trabajo de Luis Caballero Noguera, el impulsor de la urbanización de Valdelagrana. (En la imagen de la izquierda, obra de Torres Brú).

Por su parte, los alicantinos dieron vida al puerto pesquero. Así en la segunda década de 1940. El Puerto había retomado su pulso de siglo y medio atrás, cuando Filipinas y Cuba se perdían sin remisión, y las destilerías de la Habana, Santiago y Cienfuegos vinieron a establecerse por esta zona.

La atmósfera poblacional de El Puerto cuando aquellas corridas de toros en agosto con Carlos Arruza, Manolete, Pepe Luis Vázquez, Conchita Cintrón, Álvaro Domecq, Simao da Veiga… y el ir y venir después de aquéllas, rezumante la Ribera del Río de olores mil a mariscos de La Guachi, a brea, a ostiones, a mar salinero y a jazmín del jardín de la familia Arvilla, son recuerdos vivos para unas de las páginas más coloristas de la historia portuense.

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Ruinas de Fuerte Ciudad, en la Playa de Santa Catalina. (Foto: Javier de Lucas).

Pero hasta aquí y sólo hasta aquí. Después, entró la vorágine de la construcción mediante la especulación. Sucesivas alcaldadas dejaron exangües la alameda de la Victoria, dejaron desmoronarse el fuerte de Santa Catalina, lugar emblemático de los primeros días de las exploraciones en América, pues desde su marina partieron Juan de la Cosa y Alonso de Hojeda en un viaje cuyos resultados geográficos hacen que sólo le exceda en importancia el primero de los colombinos; y poco a poco han ido desapareciendo caminos deliciosamente rústicos como el de chumberas de Fuentebravía y de madroños como el camino de los Enamorados.

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El Cortijo de Las Beatillas, antes de su restauración. En el volúmen cerrado y compacto del cortijo, la torre es el referente continuo que potencia la horizontalidad del conjunto.

Además, cuando los promotores de la construcción toman las riendas a favor de sus intereses aunque abanderen los de la ciudad, con patente de corso en las manos no tienen miramientos para llevar a cabo sus propósitos por no decir fechorías. Ahora con todos los que tenía en su interior y en sus alrededores, El Puerto está necesitado de pulmones verdes. Desmontaron dunas, la bahía se ciega, las playas ya no son para alardear… A la barrabasada de la antigua Quinta de Santiago de Terry le ha seguido el parche de Las Beatillas, la mejor atalaya para recrearse de la Bahía. ¡Qué pena! (Texto: Juan de la Lastra y Terry).

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Fali Gomez, federico y amigos

De los cuatro niños de la izquierda, solo reconocemos a Miguel Rascón Roselló y,junto a él, con corbata, José Crespo Chacón, sobrino de Antonio Márquez Toledo y primo de Antonio Márquez Crespo. Debajo de éste, Juan Luis Perles, a la derecha el farmacéutico Antonio Gil de Reboleño Insúa, Antonio León García, médico; Rafael Gómez Giménez (Fali), Federico Romero Andicoberri, farmacéutico; José Luis Moresco Suárez. Debajo, agachados, Paco Ferrer, el añorado Alfredo Bootello Reyes y José Joaquín Muñoz-Seca Manzanera. (Foto Colección Vicente González Lechuga).

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labecerradaQue rápido pasa el tiempo. Las reproducciones son fotogramas de la película de Jose María Forqué "La Becerrada", rodada en 1962 entre otras localizaciones en El Puerto de Santa María y en Sabiote (Jaen), siendo  estrenada al año siguiente. Solamente resultarán familiares a los de mi generación. Ha pasado medio siglo.

Vemos a un joven y bizarro cobrador en el Vaporcito, el mismo que hasta hace unos años continuaba realizando dicha función; a niños pequeños y jóvenes adolescentes bañándose en la desembocadura del río, "El canal", donde solamente con dos pasos ya se perdía pie, y al fondo la grácil y marinera figura del Adriano II; en la amplia explanada de la actual plaza de las Galeras Reales, donde casi se evaporaba el alquitrán en julio y agosto, dirigía la circulación desde un podium al que añadían sombrilla en estos meses citados un amerengado guardia municipal. Y en los tres fotogramas que siguen vemos a varios personajes populares:  De espaldas, un dinámico vendedor de refrescos, que se mantuvo décadas con ese mismo desaliñado aspecto: rubio pelaje muy terso y pantalones sujetos con guita. En la puerta de la plaza, en el centro de la foto, un expresivo "Guarigüa", con expresión  curiosa y asombrada frente a la cámara que rodaba y, finalmente, el segundo de la guardia municipal, no se si sargento o que otro cargo, intentando impedir que se "colara" Fernando Fernán Gómez. (Texto y reproducciones de fotogramas: AGR).

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El desaparecido Juan Fernández Sanjuán, vestido para la ocasión, haciendo en la película su papel en la vida real como cobrador del Vapor, en esta ocasión a las monjitas interpretadas entre otras por María José Alfonso y Amparo Soler Leal, ante la mirada de Fernando Fernán Gómez.

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El Vapor Adriano II, pasando por 'el canal', cuando aún no estaban los espigones que cierran la desembocadura de río Guadalete.

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Plaza de las Galeras Reales. En el centro de la imagen, Fernán Gómez.

FICHA: ‘La Becerrada’. Género: Comedia. Duración, 87 minutos. Director: José María Forqué. Fotografía: Alejandro Ulloa. Año: 1962. Actores: Fernando Fernán Gómez, María José Alfonso, Amparo Soler Leal, Nuria Torray y José María Rodero. Toreros: Antonio Bienvenida, Antonio Ordoñez y Juan García 'Mondeño'.

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En la puerta de la Plaza de Toros, el vendedor de helados que se instalaba en la puerta, en la vida real, y también para la ficción de la película. Observénse los desaparecidos escalones que se encontraban a ambos lados de la puerta grande.

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Callejón de entrada por la puerta grande de la Plaza de Toros. Vemos a un curioso 'Chato Guarigua'.

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Fernando Fernán Gómez, 'es repelido' en la puerta de la plaza por un guardia municipal, también en la vida real, que era el segundo de la Policía Local en 1962. Al fondo el azulejo con la mítica frase atribuida a 'Joselito'.

ARGUMENTO: Once monjitas que están a cargo del asilo llamado "El hogar del vencido" deciden celebrar una becerrada con el propósito de recaudar fondos y mejorar su delicada situación económica.  Tras consultar con el alcalde y el cura, las hermanas se ponen en contacto con un entendido en el mundo taurino para intentar conseguir la actuación de tres toreros famosos. La lluvia impedirá que la corrida se celebre, pero de todas maneras, las monjas recibirán numerosos donativos que les ayudarán a salir adelante.

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