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Salvo los jóvenes nacidos a partir de la última década de los 90, todos conocimos durante toda nuestras vidas, apostado frente al paseo central del Parque Calderón y a la fuente de la Canastilla, el Kiosco de Pasage (donde hoy está un tiovivo), aquél que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado; que se instaló en 1933 y en sus últimos años fue la sede del Club Taurino Portuense.

En 1991, el Ayuntamiento, en razón a que hacía años que estaba cerrado y que presentaba un pésimo estado de conservación, siendo ocupado por drogadictos, decidió desmantelarlo. Medida, a mi parecer, apresurada y equivocada dado su interés patrimonial –se construyó en Sevilla para ser un establecimiento de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929- y sentimental, porque se tiende a tener querencia y apego por los locales que se han pisado y por los que se ha pasado toda la vida, nosotros y quienes nos precedieron. En aquel venerable establecimiento el Ayuntamiento entró como un elefante en una cacharrería. Dijeron entonces que lo almacenarían para recuperarlo el día de mañana, pero me juego el millón de euros que no tengo que el Kiosco de Pasage desapareció para siempre. Pero ha quedado en nuestras retinas y recuerdos, también para siempre.

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La Mezquita y su terraza en los años 40. Enfrente, la taberna Los Maeras. A la derecha, el espacio que en 1949 ocuparía el Bar Santa María. A la izquierda, no visible, el Bar Buenavista. La farola central se instaló en 1914.

LA MEZQUITA

El kiosco que recordamos fue el segundo que la familia Pasage estableció en el Parque.  El primero se inauguró en abril de 1914, ahora hace un siglo. Ambos fueron sucursales de La Mezquita, el bar que con el mismo nombre, transformado, sigue abierto en la calle Luna esquina a Jesús de los Milagros, que antaño –con sucesivos arcos dispuestos al modo de una mezquita- se prolongaba hasta la plaza de las Galeras. 2

fernandopasagesanchez_puertosantamariaViejo establecimiento, pues se conoce que el 5 de agosto de 1897 se hizo con el negocio, ya existente con el nombre de La Aurora, Miguel Llamas, cocinero que había sido de La Alegría, el popular restaurante que existió en la calle Nevería esquina a Ricardo Alcón, cerrado en 1961. Lo de Aurora se le puso por la inmediata calle así nombrada, cuando se prolongaba hasta las Galeras, rebautizada en 1922 como Micaela Aramburu en homenaje a esta señora entonces fallecida, benefactora que fue del frontero Hospital de San Juan de Dios.

Pero los mejores años del local comenzaron a partir del 4 de agosto de 1905, cuando reinauguró el negocio, bautizado como La Mezquita, Fernando Pasage Blandino, que antes, en 1902, había abierto el Bar La Española en Larga esquina a Palacio. Al paso de los años, hacia 1932, Fernando dejó el negocio a sus hijos Manuel y Fernando Pasage Sánchez, quienes lo mantuvieron, especialmente Fernando, toda la vida. Eran sucesores del primer Passage  (con dos ‘s’) que se asentó en El Puerto en 1742, italiano, pese al apellido francés.

Mediados los 60, Fernando Pérez Pasage, sobrino de los hermanos Pasage, abrió en la parte del local frontera a las Galeras la Cervecería Marítima, que de inmediato se convirtió en el centro de reunión de la marinería porteña. Al paso de unos años se derribó el inmueble, y en el nuevo, José Álvarez, yerno de Fernando Pasage, abrió otra cervecería también llamada Marítima, que cerró a fines de los 70.

LA CASETA DE MARTÍNEZ (1896-1909) 

En 1895, cuando se creó el Parque Calderón, el arquitecto que lo diseñó, Miguel Palacios (atinado apellido para un arquitecto), habilitó un espacio entre la Herrería y Javier de Burgos (entonces Sardinería) para ser ocupado por un establecimiento de bebidas, donde al paso de los años se ubicarían los kioscos de los Pasage.

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El Parque Calderón en el proyecto de Miguel Palacios (1894). En rojo, el espacio reservado para un ‘café’. / Archivo Municipal.

Entonces, el industrial Manuel Martínez García, un burgalés que de niño se asentó en nuestra ciudad en 1878, solicitó al Ayuntamiento, y se le concedió, ocupar el espacio con una cervecería-restaurant: cuadrangular, de 6 metros de longitud por 3’10 m de altura, de madera, con techo de cotonía (lona de cáñamo con trama de algodón) y rodeando el local 12 paños de barandas con 20 pedestales para macetas.

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Alzado del salón de la Caseta de Martínez (1902). / Archivo Municipal.

El local abrió sus puertas en febrero de 1896 y las cerró una vez concluyó el verano de 1909. Fue conocido por todos como ‘la caseta de Martínez’, siendo costumbre que cuando la Revista Portuense se refería a ella, que lo hacía frecuentemente,  intercalara el epíteto de popular: ‘la caseta del popular Martínez’ (sobre su hermano Daniel, ver  nótula 656 en Gente del Puerto).

Durante esos años se convirtió en un popularísimo centro social, donde se celebraron  numerosas reuniones políticas, familiares, deportivas..., y en su salón fue habitual que se ofrecieran audiciones de gramófono, conciertos de música, que actuaran artistas de variedades, prestidigitadores, agrupaciones carnavalescas, cantaores y bailaores flamencos...  Como botón de muestra, por su singularidad, citaré el concierto que el 10 de agosto de 1901 ofreció el virtuoso joven -25 años- Esteban Juez, anunciado como ‘el Sarasate de la guitarra’, que además de ser ciego de nacimiento tenía el mérito añadido de que posicionaba el instrumento sobre las rodillas y al revés, con el mástil a la derecha. Desde Almería, donde residía, media vida se llevó recorriendo España tocando música española: piezas de zarzuelas, pasodobles, guajiras, rondeñas…

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Acceso al Parque por el Vergel en 1903, con el paseo flanqueado de plátanos. A la derecha de los pedestales que daban acceso a la fuente de la Canastilla, apenas perceptible su cubierta, la Caseta de Martínez. / Foto, archivo de Luis Suárez.

Tras cerrar la caseta del Parque en 1909, al año siguiente Martínez abrió una cervecería en la calle Larga –junto al hoy Bar Vega- a la que llamó Sin Nombre. En el solar que su popular caseta ocupó en el Parque Calderón, cinco años después la familia Pasage establecería su primera sucursal de La Mezquita.

kioskopasage7_puertosantamariaEL PRIMER KIOSCO (1914-1932)

El 25 de abril de 1914, mientras se realizaban reformas en el Parque Calderón, que comenzaron en enero y culminaron en junio, Fernando Pasage Blandino solicitó al Ayuntamiento y se le concedió en detrimento de otras ofertas, “establecer –decía en el escrito- en la parte izquierda de lo que fue paseo del Vergel, hoy prolongación del Parque Calderón, entre el primer grupo de jardines y el limitado por las palmeras que forman un cuadrado, frente a la fuente que el pueblo llama Canastilla, un kiosco permanente para la venta de refrescos, vino y café”. Un pequeño kiosco, añado, de madera, confeccionado por el carpintero Antonio Reina y pintado por Julián Suárez, “que es sin temor a equivocarnos -decía la Revista Portuense- el primer kiosco de esa clase que se instala en el Puerto, y aun en la provincia, dando mucho atractivo al paseo, que en nada perderá con su colocación; antes al contrario, embellecerán las obras en él realizadas.” /En la imagen, el primer Kiosco de Pasage en el Parque, anunciado sobre el tejadillo, hacia fines de los años 20. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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A la izquierda, tapado por el arbolado, el kiosco, con un porche delante, en 1917. A su lado, la caseta La Sombrilla que entonces instaló Pedro Morro Jiménez. El paseo, desde 1914, ya con las palmeras. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Y de inmediato el kiosco se convirtió en centro de reunión de propios y extraños. Su espléndida ubicación lo propició. Y también que el Ayuntamiento organizara durante los veranos, los jueves y domingos,  frente al local, en los jardines de la Canastilla, conciertos de la Banda Municipal (la que entonces dirigía José Joaquín Barba Rocafull). Pero en 1917, cuando la Corporación decidió trasladar a la Rotonda de La Puntilla los conciertos, Fernando Pasage, para paliar la falta de música y de ambiente que giraba en torno a su kiosco, decidió ofrecer por su cuenta algunas actuaciones musicales. Como las que entre el 23 y el 31 de julio de aquel año dieron, entre las 9 y las 11 y media de la noche, un terceto de violín, bandurria y guitarra dirigido por el violinista portuense Lorenzo Luna, quien también actuaría durante todo el mes de agosto formando dúo con el paisano y pianista José Luis Benítez, tocando piezas de zarzuelas, óperas, operetas y valses. Actuaciones del dúo que volverían en 1918 y que se interrumpieron al siguiente, cuando falleció Luna, mientras daba recitales en el malagueño pueblo de Arriate.

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Sede de la Academia de Santa Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la derecha, José Luis Benítez. En el centro, el presidente de la institución, Adolfo Barra. A la izquierda, el maestro Caballero, Francisco Javier Caballero y Maldoqui (1853-1933), excelente músico y compositor que murió en la indigencia.  / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

En el Paseo de la Victoria 

José Luis Benítez Rey, que de oficio era profesor de piano en la Academia de Santa Cecilia desde su fundación en 1900, continuó en solitario ofreciendo conciertos en el Kiosco de Pasage del Parque, y también en el Paseo de la Victoria, donde se instaló algunos años el kiosco al celebrarse la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. En la siguiente foto, tomada hacia 1923, vemos el precioso local apostado junto a la verja de la Avenida de Rodrigáñez (donde hoy pasa la carretera), el piano de Benítez y creo que al propio Benítez, que parece ser quien está sentado al fondo junto a dos músicos de la Banda Municipal.

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El primer Kiosco de Pasage en el Paseo de la Victoria. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

En un rincón tan bonito y acogedor como éste, un servidor hasta se tragaría un concierto de piano, a cuatro manos, de Richard Clayderman y Mari Cruz Soriano. (¡Ay, Paseo de la Victoria, quién te ha visto y quienes no te ven! Aprendan quienes tengan que aprender cómo se conforma un parque, a la inglesa, no eso que hoy tenemos, un espacio fantasmal y un agujero negro que parece que no existe, un pequeño desierto que no se atrevería a cruzar -para qué- el mismísimo Lawrence de Arabia.) 

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Otra imagen del kiosco tomada el mismo día. En la mesa, tras una jornada de caza. Apoyados en la verja, los paneles de cierre del establecimiento. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

El kiosco de música de la Canastilla 12 y 13

kioskopasage_12_puertosantamariaLa música, como vemos, tal como lo fue para la Caseta de Martínez, fue un ingrediente importante para que el Kiosco de Pasage y su terraza tuvieran la afluencia de público que tuvieron, un aliciente más de las veladas y las Ferias celebradas en el Parque Calderón y en el Paseo de la Victoria. Destacaría también los conciertos que la Banda Municipal –tras el paréntesis de 1917- daban junto a los parterres de la fuente de la Canastilla y, especialmente, las que como marco escénico se ofrecían en el llamado ‘kiosco japonés’ o ‘caseta de la Canastilla’, el original kiosco de música de quita y pon que se construyó en 1905 y que desde entonces se instalaba en ‘las cuatro esquinas’ de las calles Larga y Luna –espacio para el que se diseñó- y junto al restaurante de la Rotonda de la Puntilla, en el Paseo de la Victoria y en el Parque Calderón; aquí, en ocasiones –consta que al menos en 1927- elevado sobre la misma fuente de la Canastilla, como el pueblo bautizó, en referencia al kiosco de música, al espacio ajardinado frontero al Kiosco de Pasage.  /En la imagen, el kiosco de la Canastilla en el crucero de las calles Larga y Luna al comienzo de los años 20. / Foto, archivo de Luis Suárez.

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En la esquina izquierda, en los jardines de la fuente de la Canastilla, la cubierta del original kiosco de música. Enfrente, el Kiosco de Murga y en la Ribera una parada de coches de caballos y puestos ambulantes junto al caserón que a mediados del siglo XVIII levantó Juan Carlos de Rivas (hoy Romerijo). / Foto, archivo de Luis Suárez.  

Lo habitual era que se tocaran –por tradición, los jueves y domingos- fragmentos de zarzuelas, pasodobles, habaneras, valses, polcas, chotis, aires regionales, marchas triunfales... Y a fines de los años 20, la música de la radio, que comenzaba entonces a escucharse en los domicilios de algunas privilegiadas familias y en algunos establecimientos públicos, como el Kiosco de Pasage, donde en 1927 se instaló un receptor superheterodino Grillet de ocho válvulas, marca que en nuestra ciudad representaba Severiano Ruiz-Calderón Pulito, sobrino del alcalde fundador del Parque.

En otro lugar y otras manos 

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El antiguo kiosco de Pasage, emplazado frente al Kiosco de Murga (el que se levantó –después del primero que se instaló en 1922- en 1927, que antes estuvo en el muelle de Cádiz). La pérgola, construida en 1935, la derribó un temporal en 1965. / Foto, archivo de Luis Suárez.

La familia Pasage llevó el pequeño kiosco del Parque Calderón durante 18 años, hasta 1932, cuando presentaron un proyecto para levantar en su lugar otro de más porte. El primero, el establecido en 1914, continuó siendo propio de la familia pero explotado en régimen de alquiler por otros industriales, hasta comienzos de la década de los 60, cuando por último fue un puesto de venta de helados. A partir del año 32 cambió de ubicación, instalándose en el tramo del antiguo paseo del Vergel, entre el Kiosco de Murga y el Bar Santa María.

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El kiosco, frente a la terraza del Bar Santa María. Las farolas del paseo se instalaron en 1935 y se quitaron en 1960. A la derecha, entre el Vergel y el Parque, el tablado de música de la Banda del maestro Dueñas. / Foto, archivo de Luis Suárez en copia de J. M. Nieto. 

EL SEGUNDO KIOSCO (1933-1991)

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La fachada principal del segundo kiosco en dibujo que en 1932 levantó José Maure Cerquero. Frente a la puerta, el mostrador central. / Archivo Municipal.

El Kiosco de Pasage que todos conocimos se inauguró el 2 de julio de 1933. Fue adquirido por los hermanos Pasage en Sevilla, donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó. La Revista Portuense se hizo eco de su apertura en estos términos: “En la tarde del pasado domingo tuvo lugar la inauguración del artístico kiosco que han instalado en el paseo del Parque Calderón nuestros estimados amigos los acreditados industriales señores don Manuel y don Fernando Pasage Sánchez. El citado kiosco, que constituye en sí una muy bonita instalación, viene a hermosear aquella parte del paseo, dándole una hermosa perspectiva. Al dar la noticia de esta nueva instalación y felicitar a dichos señores por el gusto artístico que preside la misma, hacemos voto porque el éxito más lisonjero corone su empresa.” Y ciertamente, dada la longevidad que tuvo el establecimiento y su raigambre en la ciudad, así fue. En planta tenía 10 metros por 6 m, estructura a la que se añadió, a la espalda de la fachada principal –donde se instaló la cocina- otra de mampostería (6m x 2m).

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Fernando Pasage  desgranó en 1976 en el Diario de Cádiz algunos de sus recuerdos del kiosco: “Aquello tuvo un éxito impresionante. Don Jesús Arbilla me decía que yo era el dueño del Parque. Ponía ciento cincuenta mesas y tenía doce camareros, más dos que sólo se dedicaban a servir café y dos chiquillos encargados exclusivamente de ir llenando de agua las cantarillas de barro que había en cada mesa. Siempre estaba lleno. Había familias que mandaban a la muchacha o a los niños para coger sitio hasta que llegaban todos. Entonces el café costaba quince céntimos. Fíjese cómo sería la cosa que tuvimos que hacer un sótano debajo del kiosco para guardar las gaseosas, que era lo que entonces se tomaba. Tenía seis metros de largo por dos de alto; lo llenábamos hasta arriba y lo cubríamos de hielo y todos los días se vaciaba. En aquel kiosco instalé la primera gramola que hubo en El Puerto para que la oyera el público. Todavía conservo aquí su armazón, que es de caoba. La gramola era de manivela, claro. También la primera radio, que era de baterías. Allí también trabajé lo mío. Siempre ha sido así, porque he tenido mucho amor propio y una gran fe en todo lo que he hecho.

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Los jardines de la fuente de la Canastilla y el kiosco al fondo. 

El Club Taurino 

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El local, atiborrado de ambiente taurino, con el joven José Luis Galloso como protagonista. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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El kiosco de Pasage como tal permaneció abierto durante 36 largos años, hasta que en 1969 se reconvirtió,  por iniciativa de Fernando Pasage, Manuel Almagro y Luis Prieto, en la sede del Club Taurino Portuense, inaugurada el 25 de noviembre. Cerró sus puertas, después de unos años de decadencia, a comienzos de los años 80.

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29 de marzo de 1970. Sentado, segundo a la derecha, Fernando Pasage Sánchez. A su izquierda José Cuevas ‘el Aguja’. Al otro lado de la mesa Luis Prieto. De pie, entre otros no identificados, Rogelio Sánchez, Fernando Camacho, Francisco Bernal ‘Paco Ragel’, Tadeo Sánchez, Victoriano Martínez  y Francisco Abadía. / Foto, Rafa; copia de Vicente González Lechuga.

Aquí lo dejo, no vaya a ser que mi amigo José María Morillo me diga, con razón, que me alargo mucho. En sus propios recuerdos, lector y lectora, continúa la historia del entrañable Kiosco de Pasage, el que desapareció, porque así lo quiso el Ayuntamiento, hace 23 años. /Texto: Enrique Pérez Fernández. Dedicado a Cristina y Manolo Pasage.

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Ricardi, en el balcón de su casa en los soportales de la Ribera. /Foto: Jaro Muñoz.

El pasado miércoles Rafael Ricardi se fue a dormir la siesta y no se despertó. Murió aparentemente tranquilo tras una vida marcada por muchos dramas y un episodio traumático. Pasó 13 años de la cárcel acusado de una violación que no había cometido. Pudo salir y cobrar algo más de un millón de euros, la indemnización más alta que se ha concedido en España por un error judicial. Con ese dinero compró la casa en la que falleció durmiendo.

La vida de Ricardi nunca fue fácil. Nació en 1960. En El Puerto le conocían como El Caballito por su forma de caminar, derivada de un accidente que había tenido de joven. Era drogadicto y deambulaba durmiendo muchas noches en la calle. Esa condición de bala perdida fue fundamental para incriminarle en un delito en el que nunca participó. La noche del 12 de agosto de 1995 una joven de 18 años fue violada y la Policía le detuvo tras descubrirle durmiendo bajo un puente. Él negó todo pero la mujer le identificó.

Empezó la cadena de errores. Un informe del Instituto Nacional de Toxicología de Sevilla sobre restos de semen detectó algunos genes de Ricardi. La Audiencia Provincial le condenó a una doble pena de 18 años de cárcel. Aún siendo inocente, fue encarcelado. La Policía esperaba que con su encierro se acabara la oleada de violaciones en la zona. Pero no fue así. Continuaron y una inspectora, Raquel Díaz, se puso al cargo de la investigación. En el 2000 un estudio sobre el mismo semen determinó, con mejores técnicas, que no pertenecía a Ricardi pero la Audiencia no cambió su pena porque consideraba fundamental la declaración de la víctima.

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El inocente tuvo que esperar a que en 2007 fuera detenido uno de los verdaderos autores, un hombre de 53 años, bajito y con un defecto en la visión. Igual que Ricardi. Fue detenido por otra causa y, al extraerle ADN, coincidió con el encontrado en cuatro violaciones, una de ellas, por la que él había sido detenido. La Policía resolvió poco después el caso con la detención de otro hombre. Tras destaparse el caso, la Asociación Proderechos Humanos de Andalucía llevó su defensa para sacarle de prisión, algo que ocurrió en 2008, y poder cobrar una indemnización por aquel grave error, que cobró en 2010 con medio millón de euros. Mientras tanto malvivió con una ayuda de 421 euros. Ricardi se llevó después la alegría de otra sentencia de la Audiencia Nacional que duplicó su indemnización hasta superar el millón.

Durante su estancia en prisión, Ricardi nunca recibió visitas de familiares, de los que se había alejado a causa de la droga. Sus parientes explicaron que había sido un hombre perdido, de incierto destino, y que, al menos, la cárcel le sirvió para desintoxicarse y tener un plato siempre por delante. Al salir le arroparon en esta nueva oportunidad que le daba la vida. Pero le quedaban aún algunos dramas.

Su hija Macarena, que llegó a aparecer en los platós de televisión, advertía de que su padre estaba siendo manipulado. “No se toma su medicación y va a acabar muy mal”, advirtió en 2012. Tras conseguir la indemnización, abrió un procedimiento judicial para intentar declararle incapacitado y gestionar ella esa nueva fortuna. Alertaba de que en poco tiempo, tras comprar una casa, conseguir pareja y retomar su actividad, apenas quedaban 60.000 euros en su cuenta. El juzgado que, durante unos meses, le retuvo el dinero, determinó en la sentencia que desestimaba aquella declaración de incapacidad que era “comprensible” su deseo de recuperar la vida.

Ricardi había rehecho su vida con una mujer y había recuperado la relación con otros hijos, con los que estuvo trabajando en una caseta de la feria de El Puerto celebrada hace apenas dos semanas. Según publicó Diario de Cádiz, tenía previsto casarse pronto. “Siempre tuvo una sonrisa, a pesar del drama que sufrió. Fue un ejemplo de lucha”, destacaba su abogado Juan Domingo Valderrama. Ricardi siempre decía que nadie le pidió perdón por el error cometido con él pero que, transcurrido todo este tiempo, tampoco lo quería. Quienes le han tratado estos últimos meses han coincidido en señalar que parecía un hombre tranquilo y feliz. Murió con 54 años, aunque sólo 41 años los vivió en libertad. /Texto: Pedro Espinosa.

Más de Rafael Ricardi en GdP: Nótula núm. 938  

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josefasanchezllebret_puertosantamariaDe la familia marinera compuesta por el matrimonio entre José Sánchez Romero (1852), de profesión de la mar y guarda del Vapor, como consta en el padrón de habitantes de 1911, y Dolores Llebret Pellicer (1858), nacieron siete hijos, que relacionamos a continuación por orden de fechas de nacimientos: Manuel (1864) José Benito (1866),  María Dolores (1871-1956), Josefa (1874-1935?), los gemelos Manuel y Ramón (1877) y José Joaquín, (1883-1958), todos nacidos en El Puerto de Santa María.

María Dolores Sánchez Llebret, estuvo casada con Fernando Pasage Blandino, (dueño del Bar “La Mezquita” y del kiosco de bebidas del Parque,  que luego fue Club Taurino). Tuvo tres hijos: María Dolores,  Manuel y Fernando Pasage Sánchez. Este último, contrajo matrimonio con María Martínez Dopeso y tuvieron cuatro hijos: Asunción, Fernando, María Cristina y Manuel, que viven aún en nuestra ciudad.

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El kiosko de Fernando Pasage Blandino, que luego fue Club Taurino, y que despareció por el expedito método de la piqueta en la última década del siglo XX.

El hermano pequeño de Josefa se llamaba Jose Joaquín, fue tipógrafo y realizaba los carnés de propaganda veraniega, patrocinados por el Ayuntamiento del El Puerto. Se casó con Eloísa Artola Ortiz y tuvieron seis hijos: Alberto, Carlota, Josefa, Dolores, Joaquín y Eloísa. Aún viven Dolores,  Eloísa y sus descendientes.

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Carnet oficial del Verano de 1927.

La protagonista de este escrito, Josefa María de los Dolores Sánchez Llebret, como consta en su partida de bautismo,   nació nuestra ciudad en la calle Los Bolos nº 2, el día 22 de Octubre de 1874.

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En el número 2 de la calle Bolos, en el entorno de las Siete Esquinas, nació nuestra protagonista.

Sus primeros comienzos artísticos  los realizaría muy joven en la provincia de Cádiz, actuando en cafés cantantes. Posiblemente,  emigró a finales del siglo diecinueve a Sevilla. En estas fechas partían a la ciudad de la Giralda, todas las jóvenes que soñaban con ser artistas, como lo hicieron nuestras paisanas “Las Coquineras”. Pudo tener como profesor de baile a  Manuel Díaz Rueda, portuense nacido en 1807. Este maestro de la danza  era familiar por parte materna de Las Coquineras. (Ver nótula núm. 1.042 en GdP). 

Josefa partió  de El Puerto con el oficio  del cante y del  baile bien aprendido. Según su nieta Josefa Cárcamo Sánchez, también tocaba la guitarra y en muchas ocasiones se acompañaba con ella. En el padrón de habitantes de Madrid en 1914 figuraba como corista y en el de 1925 tenía la profesión de artista.

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Café Cantante a finales del S. XIX en Sevilla.

Estuvo unida sentimentalmente a un guitarrista flamenco de nombre Antonio Moya, andaluz de nacimiento, probablemente sevillano,  con el que tuvo dos hijas,  a las que no inscribieron en el registro civil,  cuyos  nombres eran  Pilar y Julia. He buscado a Antonio Moya en los padrones de la capital de España,  desgraciadamente sin ningún resultado.  Como última opción me dirigí a los amigos artistas y a algunos aficionados mayores, muy ligados al flamenco de esta ciudad, pero no me dieron datos aclaratorios, aunque sí habían oído hablar de él.

A principios del siglo XX,  Antonio Moya acompañó con su guitarra a Josefa durante diez años por cafés cantantes y representando  sainetes cómicos andaluces por  los teatros de la Península Ibérica. Su fecha de fallecimiento podría haber  tenido lugar entre los años 1927 y 1930, pues en 1926  Josefa y Antonio habían visitado a su hija Pilar con motivo del nacimiento de su nieta Josefa, mientras que en 1930 cuando nace otro nieto, Luis, la abuela Josefa ya era viuda.

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Ilustración de un Café Cantante en Madrid. 

Josefa actuó en muchas ocasiones como actriz y corista, fue una mujer que tocó todos los palos de los espectáculos escénicos. Su óbito no he podido tampoco localizarlo en Madrid, donde creo que dio su último suspiro de vida. Me informó su nieta Josefa de que su abuela falleció cuando ella tenía 5 ó 6 años, por lo que creo que esto pudo ocurrir entre los años 1932 a 1935. Fue una mujer que pisó los escenarios durante cuarenta años de carrera artística.

En el padrón del año 1925 se hospedada en una pensión de la calle Jardines nº 14, con su hija Julia Moya y un grupo de artistas. En esta rúa madrileña tuvieron Pepa Oro y Antonio El Macareno, una casa de huéspedes  en el primer tercio del siglo veinte.

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Según los estudiosos del arte flamenco la calle de los Jardines, número 21, albergó el mejor y más conocido de los cafés de cante tanto de la Villa como del resto del país. El café de la Marina fue escenario del inicio y presentación en Madrid de muchas carreras profesionales con proyección internacional de baile, cante y toque de guitarra con sus diferentes estilos o “palos”.

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Calle de los Jardines en Madrid, donde estuvo el Café de las Marinas y, posteriormente el cine Bello. Hoy es un restaurante. Como podemos apreciar en cuestión de cables en las fachadas: "en todas partes cuecen habas"

Josefa les metió el veneno del artisteo a sus dos hijas, las preparó para vivir de la farándula, fueron a academias de baile flamenco y de escuela bolera,  en estas fechas  muy de moda en nuestro país.

En la Ciudad del Gato, moraron muchos artistas del El Puerto, entre los años 1880 a 1920. Alguno de estos fueron: Antonia y Josefa Gallardo “Las Coquineras”, María del Carmen Gallardo “La Gaditana”, bailaora, cantaora y tía de las Coquineras y madre de la bailarina y bailaora Amparo Pozo Gallardo; Rafael Bermúdez Castro Rivas, el gran actor portuense y galán del teatro de su tiempo, José Talavera Gabriel polifacético actor, director de teatro, cantor de zarzuelas y cantaor conocido en El Puerto, por Talavera o Julepe, Los Monge Antúnez, conocidos por Los Chaquetas, artistas del flamenco y Teresita Mazzantini, nombre artístico de Teresa Ros Uceda o Teresa Uceda, nacida en El Puerto en los años setenta del siglo XIX a la que  he buscado en los archivos de Cádiz, Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Madrid y también en nuestra ciudad sin ningún resultado. Hay mucha leyenda detrás de esta dama del cante. He escuchado comentarios de viejos aficionados portuenses que dicen falleció en Sudamérica y fue trasladada a España y enterrada en Madrid, ¡vaya usted a saber!

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Pilar Moya Sánchez (o Pilar Sánchez Llebret) durante una actuación en Méjico.

Pero volvamos a Josefa Sánchez Llebret. Ésta fue una mujer valiente y liberal, pues tener cinco hijos naturales en aquellos tiempos era una verdadera locura y estaba mal visto por la sociedad.

La primera de sus hijas fue Salvadora Sánchez Llebret,  de la que no conocemos el lugar de nacimiento, aunque suponemos que pudo ser en El Puerto. Falleció de tuberculosis en nuestra ciudad el 23 de noviembre de 1914, con tan solo 21 años en El Puerto de Santa María. La noticia sobre su sepelio aparece en las páginas de Revista Portuense de 25 de noviembre de 1914.  Su acompañamiento estaba formado por todas las clases sociales y presidieron el duelo Manuel y Fernando Pasage Sánchez, sus primos, y sus tíos José Joaquín y Manuel Sánchez Llebret. Se dio la circunstancia de que  Salvadora, que aparece en la prensa con los apellidos Tey Sánchez, se había comprometido y tomado de dichos el 22 de agosto de ese mismo año 1914 con el joven empleado de los Ferrocarriles del Norte Manuel García Robiou, con el que desgraciadamente no pudo llegar a celebrar su matrimonio.

María Sánchez Llebret, fue la segunda, pero no se ha localizado la fecha de nacimiento ni tampoco la de su óbito. Por la información obtenida a través de las nietas de Josefa, conocemos que estuvo internada en un convento de monjas donde se dedicaba a bordar un manto para la Virgen. Allí le sobrevino la muerte.

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En la imagen, las dos hijas de Josefa: de izquierda a derecha Pilar, su marido Antonio Cárcamo y Julia Sánchez Llebret (o Moya Sánchez).

Pilar Moya, nombre artístico de Pilar Sánchez Llebret, fue su tercera hija,  nacida en Zaragoza, el 25 de Abril del 1903. Falleció muy joven en Madrid  en 1933. En la calle Gravina nº 11, según el padrón de 1925 de Madrid, vivía con su esposo e hijos. De profesión artista, recorrió con su madre y su hermana Julia, los teatros de todos los rincones de la Piel de Toro y del Norte de África. Estuvo casada con el artista de teatro Antonio Cárcamo Cañizares, nacido el 21 de Julio de 1899, en La Laguna, estado de Santa Catalina (Brasil). Tuvieron tres hijos: Antonio Cárcamo Sánchez,  Josefa Cárcamo Sánchez y Luis Cárcamo Sánchez.

En los años 1922 y 1923, actuaron Antonio Cárcamo y Pilar Sánchez por varias provincias mejicanas. En 1926 cuentan que se produjo un incendio en el Teatro Pavón mientras actuaba Antonio con su esposa, interviniendo éste en la extinción del fuego.  En el año 1927 actuaban en  el Teatro Alcázar de Madrid.

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El Teatro Pavón, en la Revista de la Construcción Moderna. Año 1925.

Julia Sánchez Llebret, cuarta hija de Josefa,  también tomo el apellido de su padre, Antonio Moya, como nombre artístico. Fue una estupenda bailaora. Nació en la villa de la Línea de la Concepción, el 11 de Julio de 1904 y  muere el 3 de Noviembre del 1968 en Madrid. Esta mujer en sus comienzos artísticos fue bailaora, bailarina y corista, acompañó a su madre y formo dúo con su hermana Pilar. En sus diez últimos años de vida fue actriz de teatro. Julia Moya conoció a su esposo el actor Manuel Trujillo, trabajando en la compañía de Lola Flores. Hay personas mayores que la recuerdan como una gran bailaora y en el mejor momento de su carrera artística abandonó el baile, pasándose a la interpretación. También formó parte de la compañía de El Niño Marchena y  de Valderrama. Del matrimonio  nacería una niña  que recibirá el  nombre de  Julia y será también actriz, de ella hablaremos más adelante.

El quinto y último hijo de Josefa y de Antonio Moya fue José Sánchez Llebret, madrileño que nace el 20 de Mayo de 1914 en la calle Ruda nº 14.  Su muerte ocurrió en 1995 en Dreux, Francia. Estuvo casado con Leonor Quel Martínez, nacida 1924 en Ambite de Tajuña (Madrid). Tuvo tres hijos: Ángel (1945 en Orusco de Tajuña, Madrid) Maria de los Ángeles (1947 en Orusco de Tajuña, Madrid) y María Dolores (1954 en  Madrid).

Josefa, llego actuar con sus hijas Pilar y Julia en  numerosas ocasiones.  Las dos hermanas formaron un dúo conocido como Las Hermanas Moya. También fueron coristas de la compañía de teatro de Celia Gámez, la gran vedette de revista de los años treinta y cuarenta. En la Revista Baleares de 20 de Agosto de 1918, pagina nº 8, dice literalmente: “Todas ellas hicieron las delicias de la escogida concurrencia, pues con gracia sin igual las hermanas Moya y la señorita Pazzi Pons, bailaron unos boleros con grandes aplausos de los asistentes”.

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Pilar Moya aparece actuando en la compañía de Celia Gámez, en su revista musical 'Las Leandras'. Mundo Gráfico. 17.11.1931.

La joya de la corona, Julia Trujillo Sánchez, nieta de Josefa Sánchez Llebret, es una de las grandes cómicas del teatro de este país. De casta le viene por parte de sus abuelos,  Josefa Sánchez Llebret y Antonio Moya, y de sus padres Julia Sánchez Llebret y Manuel Trujillo Carrasco, actor de teatro y guionista. Se dejó caer por la capital del reino un 3 de Mayo de 1923 y se fue con los que no vuelven el 27 de Agosto de 2013. Es una de las grandes actrices española, del siglo veinte. Sus actuaciones son numerosísimas en el cine, en el  teatro y en la  televisión. Debutó en el teatro de la mano de sus padres con tan solo 14 años de edad.

En 1980 fundó junto a Manuel Canseco, la Compañía Española de Teatro Clásico, estrenó obras de Calderón, John Murrel, Salom, Paso y Miras, representó también  a Mihura y a Valle Inclán y ha fallecido a los 81 años en la capital de España. Fue expuesta su capilla ardiente en el Teatro la Victoria,  del mismo modo en el que son despedidas las grandes actrices de la escena de este país.

juliatrujillomoya_o_sanchezllebret_puertosantamariaLa Trujillo, tenía el premio a la mejor actriz de habla Hispana de Estados Unidos, entre otros reconocimientos. En televisión, entre los años 1965 y 1980, llego a los hogares españoles actuando en los “Estudio Uno”. /En la imagen, Julia Trujillo Sánchez (o Sánchez Llebret).

Durante dos décadas fue una de la protagonista de la Compañía Nacional de Teatro de María Guerrero, que bajo la dirección de José Luis Alonso, estrenó obras de Valle Inclán, Pirandello, Gorki, Bertolt Brecht y Galdós. Fue presidenta de la casa del actor, a la que dedicó sus últimos años de vida. En muchas ocasiones visitó y actuó en la tierra de su abuela. Recuerdo haberla visto en el hotel Los Galgos de Madrid en 1988 durante la presentación del Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, de Editorial Cinterco,  allí estaba charlando con el poeta granadino Luis Rosales, presentador del libro de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz. Fue una noche muy bonita para todos los que colaboramos en esta obra.

Esta breve semblanza de las vidas de la portuense Josefa Sánchez Llebret  y de su saga, hubiera sido imposible sacarla a la luz sin la aportación de tres mujeres, a las que hay que agradecerles su ayuda, principalmente,  a Josefa Cárcamo Sánchez, hija de Pilar Sánchez Llebret, a María de los Ángeles Sánchez Quel, hija de José Sánchez Llebret,  y a mi amiga Ana Becerra Fabra.  /Texto: Antonio Cristo Ruiz.

 

cartelcasetarevuelo2014_puertosantamariaUn Clavazo es, en inglés de Wisconsin:  A Rip Off.  Por ejemplo: Don’t go to that caseta, the prices are a total rip off (No vayas a esa caseta, los precios son de clavazo)

Un Colocón es, en inglés de Owatonna (Minesotta): To be out. Por ejemplo: I’m out of it (qué colocón llevo)

Pasarlo bomba, es en ingles de Iwoa: to have a ball. Por ejemplo: We have a ball in this caseta tonight. (Me lo he pasado bomba en esta caseta esta noche).

Se armó una bulla, es en inglés de Pensilvania. To be ding dong. Por ejemplo There was a big dig dong at El Puerto de Santa María tonight. (Se ha armado una bulla esta noche en El Puerto de Santa María).

Comer de balde, es en inglés de Penscola: To munch. Por ejemplo: Is there anything to munch in this caseta, primo? (¿Hay algo pa papear de barde en esta caseta, primo?)

Un Puntazo, es en inglés de Nueva York:  A right piss up. Por ejemplo: We have a right piss up tonight in the Revuelo (Hemos cogido un puntazo esta noche en la caseta El Revuelo).

Un Rollazo, es en inglés de Carolina del Norte: Dead boring: What a dead, dead boring Fair (Que rollazo de Feria). /Del Pregón de la Caseta Revuelo 2014. Ilustración: Cartel Oficial de la Caseta.

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De izquierda a derecha, José Pantoja Leal fundador de la desaparecida firma Muebles Pantoja, camarero de la venta desconocido, el taxista Carreto y Rafael Álvarez ‘el de las gomas’ que tenía la tienda de primeros auxilios para coches. La imagen está tomada en los primeros años de la década de los sesenta del siglo pasado.

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El Teatro Principal realizó esta curiosa campaña de publicidad para anunciar que, hace 62 años, el 10 de mayo de 1952 se estrenaba en El Puerto ‘Lo que el viento se llevó, --una de las películas mas famosas de la historia del Cine--, a los 12 años de su rodaje, en 1939.

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Basada en la película del mismo título de Margaret Mitchell, el rodaje que duró 125 días, supuso cambios importantes en la técnica cinematográfica. El afiche que ilustra esta nótula fue impreso en Gráficas Andaluza, imprenta que estuvo en la calle Larga.

1952

Era alcalde de El Puerto Luis Caballero Noguera. Se estrenaban, además la película ‘La Niña de la Venta’, dirigida por Ramón Torrado, con familia en El Puerto y protagonizada por Lola Flores y Manolo Caracol.

cine-005613En julio se celebró en el Tiro de Pichón la tirada de Copa del Campeonato del Puerto de Santa María, con 58 escopetas. La Plaza de Toros era adjudicada hasta diciembre de 1953 al empresario Manuel Belmonte García, a razón de 50.000 pesetas mensuales. El 3 de agosto de ese año se celebra una corrida de toros con Luis Miguel Dominguín, Rafael Ortega y Antonio Ordóñez; ese día entraron en El Puerto para ver el espectáculo, según estudio encargado al efecto, 1.522 vehículos, de los cuales 1.431 fueron automóviles y 71 autobuses.

Aquel año de 1952 llegaba a El Puerto, destinado al Instituto Santo Domingo, el profesor de Geografía e Historia Enrique Bartolomé López-Somoza. Mariscos Romerijo iniciaba su andadura empresaria. Rafael Alberti publica ‘Buenos Aires en Tinta China’ y ‘Retornos de lo vivo lejano’. El pintor porteño, afincado en Sevilla, Juan Miguel Sánchez pintaba el cartel de la Feria de Primavera. Francisco Dueñas Piñero empezaba a dirigir la Banda Municipal de Música hasta el año 1982. Y desde 1952 y, hasta 1977, la Academia de Bellas Artes, Santa Cecilia organizaba la Cabalgata de los Reyes Magos. En 1952 los hermanos Merello se hacían cargo de la empresa Cacao Pico. Nacían el historiador local Javier Maldonado Rosso, Director del Centro Municipal de Patrimonio Histórico y el profesor de judo Tadeo Díaz; el notario José Ramón Salamero Sánchez-Gabriel; las políticas Rosa Díez y Esperanza Aguirre, la actriz Teresa Rabal, el cantante italiano Umberto Tozzi. Moría Eva Perón.

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Las peleas de gallos, una costumbre sanguinaria que todavía funciona por medio mundo, tuvo en El Puerto sus días de gloria, contando con varios cosos a la medida, que todavía se recuerdan e incluso alguno que está todavía en pié en la calle Santa Clara arriba, junto a la que fue bodega de González Rico.

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El conocido chatarrero 'Churrasca', pesando gallos de pelea en una gallera de El Puerto. /Foto: Colección Luis Sánchez.

Y no es de extrañar que se sigan celebrando, en algún ‘deaconocido’ lugar, riñas clandestinas, donde se mueven altas cifras en apuestas que, además, no tributan a Hacienda. La legislación en España, por comunidades autónomas, es bastante irregular en este mundo de navajazos y espuelas gallísticas, que guarda cierto parecido a la política local. Una gallera, el lugar donde pelean los gallos, donde se azuzan a los gallos e incluso se les ponen espolones artificiales para hacer mas daño e infligir la muerte a su oponente, es una tradición de toda la vida en El Puerto.

También en la política local de los últimos años. Algunos productos de nuestras bodegas han llevado asociado a sus marcas nombres relacionados con este ¿deporte? que, al igual que los toros despierta pasiones encontradas. En la calle la Arena existía otro afamado Reñidero de Gallos al que asistían famosos de la época, entre otros el torero Rafael Ortega quien, metido en el ambiente, casi se olvida de cumplir con la corrida que tenía contratada: “Maestro que son las cinco menos cuarto” y Ortega se fue corriendo a la pensión Loreto a cambiar su ropa de paisano por el traje de luces.

En El Puerto, incluso se criaban y exportaban gallos de pelea con el marchamo nuestra Ciudad, a países latinamericanos donde esta afición permanece viva; hoy, de seguir existiendo, hasta tendrían página web y pondrían el logotipo del vapor en su publicidad. Pero en esto de las peleas de gallos, de las apuestas, si había algo que merecía la pena: el valor de la palabra y del apretón de manos. No hacía falta que se firmaran contratos ni adquirir boletos. Si en el previo al combate se acordaba una apuesta –o durante el desarrollo del mismo- la palabra bastaba para que, el perdedor, cumpliera con su compromiso de satisfacer la deuda.

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Reunión en la Bodega ‘La Gallera en la calle Ganado arriba casi esquina con la calle Yerba’. Reunión de algunos funcionarios del Ayuntamiento. Arriba de izquierda a derecha, podemos ver a Manuel González, Francisco Domínguez, Antonio González Rivera, el Maestro Dueñas, con nótula propia en Gente del Puerto, núm. 197, a su lado, Francisco Lara, funcionario de Aguas y desconocido. Abajo, Pablo Cerdá, Antonio Torres, Juan Ignacio Pérez Salas, Vicente Terrada, que vivía junto al Bar Manolo y y José Luis. La fotografía está tomada el 27 de diciembre de 1961. (Foto Rafael, Cruces, 27). /Foto: Colección Javier González.

En la gallera de la política local, (donde ya se confunde la parte con el todo y el dedo con la luna), perdón, quise decir de la calle la Arena, cuando un gallo ‘cantaba la gallina’, le retorcían el pescuezo y Milagros lo guisaba con arroz. Ese era día de fiesta en el Reñidero, donde José de los Reyes, ‘El Negro’ cantaba por martinetes, ese palo del flamenco que, dicen, era tan genuino en El Puerto. Y es que las gallinas no deben  jugar a ser gallos, ni soltar un cacareo a destiempo, no vayan a confundirlas con cualquier otro tipo de animal menos… noble. Sobre todo ahora, que están próximos los días de arroz y gallos muertos. /Texto: José María Morillo.

 

 

No sabría decir cuál fue la primera película que vi en este Cine de Verano. Lo que sí sé, es que  lo hice sentada en la falda de mi querida tía Antonia.

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La pantalla del Cine de Verano Macario, entre Luna  y Misericordia, donde hoy se encuentra 'Mucho Teatro'.

Y es que al estar la casa de mis abuelos maternos, junto al Cine Macario, a mi tío José, hombre muy apañado y habilidoso, un buen día se le encendió la  bombilla e hizo un tablao de madera, lo suficientemente alto para alcanzar a ver  la pantalla tranquilamente sentados. Dicho y hecho, solo teníamos que salvar los dos peldaños y … ¡Ay, que buen invento! Tío José se esmeró, y aquel tablao resulto muy sólido. Como era lógico, tanto él como tía Antonia, cogieron los primeros puestos, y detrás de ellos lo fueron ocupando el resto de la familia y  amigos.

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La máquina de proyección del Cine

Aquel primer día debió ser antológico, todos sentados, o casi todos, para que cupieran más gente. Para los dueños, no fue ninguna sorpresa, pues una hermana de Mercedes --la propietaria-- vivía en la misma casa, de hecho frente al recién estrenado tablao. La cara de esta señora era un poema,  al ver que ya estaba terminado y con gente disfrutándolo. Se imaginaran, que gracia no le hacía, y que refunfuñaba bastante. Normal, yo también lo habría hecho  si  los propietarios  fueran de mi familia, pero… A ella se le ofreció, por supuesto, pero lo denegó  y jamás hizo amago de subirse.

Como por aquel entonces era muy  pequeña, aguantaba muy poco rato en las faldas de mi tía, entre otras cosas porque no alcanzaba  a ver bien la pantalla, a pesar de que estiraba el cuello, no había nada que hacer. Claro que la naturaleza sigue su curso, y el siguiente verano  ya alcanzaba a verla,  de pie.

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La fachada, por la calle Luna.

Los días de estreno, el tablao estaba al completo, sobre todo si  la película tenía buenas críticas, o los protagonistas eran actores conocidos. Todos queríamos ver  la primera sesión,   y pesar de que casi todos estábamos de pie,  en ocasiones no cabíamos. Más de una vez los  que vivían en la casa nos  cedían el sitio, sin ningún pesar, pues veían la  última sesión.

NODO.
Lo más pesado sin ninguna duda, el Nodo.  Al menos a mí se me hacía aburridísimo. Que le  iba a importar a una mica como yo, en aquella época,  la inauguración de  algún pantano,  y cosas por el estilo... Otra cosa, era ver a S.S. Juan XXIII. Me  gustaba aquel anciano venerable, con franca sonrisa. Lo que no entendía, era que estuviera  subido en esa silla trono. Los que lo alzaban tenía que ser  fuertes, porque lo que se dice delgado, no parecía que estuviera. Para mí, era de los pontífices más queridos, desprendía bondad y cercanía. Una de las noticias que me impactó fue: el asesinato de John Kennedy. Una cría de ocho años  no entendía porque  había muerto  el presidente de América, ¿es que era malo?   Otra de las noticias que no faltaban era de algún suceso, sobre todo si habían cogido al culpable. Una pesadez.

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El interior del cine, tras el acceso por calle Luna.

MUSICALES.
Lo que más les gustaba a los mayores, era los espectáculos musicales. El tablao estaba repleto, todos los días  que el espectáculo duraba y no cabía ni un alfiler. Tengo que decir, que la mayoría de los artistas,  hacían alusión al  público de que  nos habían visto y nos saludaban cortésmente. Nosotros le devolvíamos el saludo en forma de aplauso. Así, vimos a Caracol,  Lola Flores, Juan Valderrama y Dolores Abril, Antonio Molina, Miguel de los Reyes, Farina,  Cristina y Los Stop, Los Cinco Latinos y a muchísimos artistas de la época. Me reí mucho con Emilio el Moro  y Pepe da Rosa. Los que más ilusión me  hicieron  fueron el  Duo Dinámico. Estaban arrasando en esos momentos y además Ramón era bastante guapo y muy alto el chaval. Lo malo fue que solo actuaron un día --quiero recordar-- y fue complicado poder verlo, porque estaba claro que nadie se lo quería perder. En la calle, las colas eran enormes,   y mientras esperaban para entrar, la señora del carrillito de chucherías hacía su agosto.  ¡Que arte por Dios!

Para mí, siempre será un misterio el número de  películas llegué a ver, pero yo diría que muchísimas. Pero no crean que también para mí hubo censura.  Si los mayores consideraban que no había nada ofensivo o pernicioso, me dejaban verla. Claro que a veces me decían… anda bájate un momento y ya te avisamos  cuando puedas subir o simplemente  me hacían un gesto con la mano y  ya sabía que no había nada que hacer.

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Manuel Acosta, que trabajó muchos años con los cines, posando en el patio de butacas, en la parte cubierta de Uralita próxima a la entrada.

PELÍCULAS.
Las  que no me cansaba de ver era, Esplendor en la  hierba,  una historia triste pero muy bonita, con una Natalie Wood  guapísima. Susan Slade --1961-- no menos triste, pero igual de bonita. Me encantaba su banda sonora y sobre todo sus actores; Connie Stevens y Troy Donahue. Parrish --1961-- también de Troy Donahue. Y no digamos  del lejano Oeste con John Wayne,  y  muchos  buenos  actores americanos de este género.  También cómo no, las musicales con un Elvis Presley  arrollador y una  Ann Margret preciosa. Como buen cine que se precie, no faltaron  las  desternillantes, con un  Jerry Lewis pletórico y muy cómico. Había una escena suya con una máquina de escribir que era pura genialidad.

A todo esto en los descansos  se oía --dicho sea con  el máximo respeto--: Macario estafador, dame las tres pesetas que me voy al freidor. Y … Macario, enciende la luz que me mareo, eo, eo. No sé quien se inventó esas letrillas, pero conociendo   el buen humor y la gracia innata de  Merche y Macario hijo,  seguro que les hacía gracia, pues sabían que no había maldad, solo  ganas de sano pitorreo.

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Publicidad en el propio cine.

En los últimos años, los domingos traían a algún grupo y hacían baile. Mis amigas y yo, nos limitábamos a verlos y oírlos desde el tablao, porque no teníamos permiso para entrar. Pero eso sí, chismorreábamos un poquito, de quien estaba y con quien bailaba. No se crean poca cosa, porque como la mayoría eran  ya mayores  no los conocíamos.

Desafortunadamente, la casa  se deterioró tanto que mis familiares, tuvieron que buscar otro sitio para vivir. Más nuevo y más acondicionado sí, pero, desde luego,  no tan céntrico ni tan encantador. En fin,  el dicho progreso nos trajo los vídeos y el poder ver las películas en la intimidad de nuestras casas, pero... desengáñense: nunca será  lo mismo.  /Texto: María Jesús Vela Durán.

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La frutería de Genaro González Sala --ya jubilado-- vuelve al Mercado Central,  ahora a la Plaza de Abastos, después de tres años alejado de sus parroquianos y amigos.

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En la imagen, Genaro, a este lado de las viandas y un sonriente 'Lati'.

Tiempos muy duros para la familia de los 'Listones'. Ha costado salir para adelante pero, el hijo de Genaro, José Manuel González Fuentes (ver nótula núm. 141 en Gente del Puerto) ‘El Lati’ ha vuelto con las frutas y verduras a reencontrarse con sus clientes. Al igual que su padre y su abuela, Ramona González Sala, la tradición vuelve, continúa, en el Mercado de la Placilla.

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Cuadro del desaparecido Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos, expulsados de la Ciudad tras la Revolución de 1868, que estaba situado en el solar de la plaza de Isaac Peral.

Este año el espacio del Mercado cumple los 750 de antigüedad, si bien el edificio que lo alberga, está construidos con los materiales de cantería procedentes del derribo del Convento de los Descalzos que existía en la actual plaza de Isaac Peral, tras la desamortización de los bienes de la iglesia, decretada por la Junta Revolucionaria creada en El Puerto, tras el triunfo del pronunciamiento militar iniciado el 18 de septiembre de 1868.

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En la época de los retratos con negativos al colodión y copias a la albúmina de color marrón pardo, pegados sobre cartulinas, nacía en nuestra ciudad, el 2 de febrero de 1876, Justino Castroverde García, --el autor de la fotografía-- hijo del abogado portuense José Castroverde Quirós. A decir del historiador Rafael Garófano Sánchez -que ha estudiado la vida de Castroverde-, las circunstancias familiares llevaron a Justino a la fotografía.

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Numerados en la propia fotografía, llevan escritos los nombres en el reverso de la cartulina: 1. Fernando Ruiz-Calderón Puerto. 2. Esteban García Raul. 3. Manuel Fernández Martínez. 4. Eduardo Tejada Artola. 5. Manuel Ortega Infante. 6. José Romero. 7. Manuel Sánchez Enríquez (Lunita). 8. Manuel Moratón Curvario. 9. Tomás González Muñoz. 10. Desconocido. 11. Ángel Medinilla Ducros. 12. Moreno. 13. Desconocido. 14. Desconocido. 15. Santiago Biensobas. 16. José Neto Artola. 17 Adolfo Tosar Hano. La fotografía, realizada por Justino Castroverde, (ver nótula 705 en Gente del Puerto) hace aproximadamente 100 años, pertenece a la colección de Carmen Medinilla.

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Lo supe ayer. Un tropezón desagradable en FB me llevó a perfiles de amigas comunes y cuando vi que su foto se repetía empecé a leer los comentarios donde se nos informaba de su muerte. Angela Cala había muerto [el 7 de abril] y yo sin enterarme. Las vacaciones de Semana Santa han hurtado al colegio del runrún funerario que se produce –-cada vez más dolorosamente a menudo-- "cuando una amiga se va".

Angela. Pienso en ella y mi memoria tiene que remontarse casi treinta años, cuando con la barriga hasta la boca y la boca vestida de sonrisa de luna llena, llegaba hasta mis clases de Graduado Escolar en la Casa de la Cultura. Angela. Rabiosamente guapa, rabiosamente viva, tanto, tanto que me ponía nervioso sólo con mirarme.

Angela. ¡Ay, si tú contarás! Nuestra amistad tuvo mil fases diferentes cada una más bonita que la otra, hasta que un día la vida te cambió los pasos y te me perdiste por las islas. Desde entonces sólo supe de ti por voces intermediarias y ya no era lo mismo. Nos mandábamos besos y saludos pero me faltaban tus ojos incendiarios. Supe que enfermabas y que luchabas como sólo un puñado de personas heroicas se atrevan a luchar contra la muerte. No te acompañé en esos pasos. Me ha emocionado la despedida de tu querida Isabel: adiós cacho warra!!

Ahí va la mía:

Angela. No creo en la vida más allá. O sí. Creo que la gente querida permanece en el corazón de los suyos. Y tú estarás siempre en el mío. Que tus hijas no se sientan solas. Aquí queda algo así como un tío que les contara cuando ellas quieran lo bonito y lo bello de su madre. Y que estará a su lado si les hace falta. Que la tierra te sea leve. /Texto: Juan Rincón Ares.

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mujercitamia1_puertosantamariaComedia en tres actos, en prosa, original de : Antonio  Paso, Antonio López Monis y José Pérez López representada a finales de los años cuarenta en el desaparecido Teatro Principal, y estrenada en Madrid, a mediados de los años veinte, en 1925.

La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios, como la imagen de la izquierda, con la obra ¡Mujercita Mía!, objeto de esta nótula. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral

obradeteatro_puertodesantamariaSINOPSIS
Hombres brutos, mujeres manipuladoras, hombres conquistadores, aunque sea con malas artes, mujeres que se dejan seducir, etc. ha habido, hay y habrá siempre visto lo visto. Y si vamos al desenlace de la obra no digamos. Son los hombres los que se creen que manejan el cotarro y resulta que no, que al final las que deciden y eligen son las mujeres y los hombres, como tontos, bailan al son que les tocan.

MUJERCITAMIA2LOS ACTORES.
Los actores pertenecientes al denominado 'Cuadro Artístico Local', también lo fueron del grupo de Acción Católica y de la Academia de Bellas Artes: Ángeles Ayuso, Úrsula Vinuesa, María Perles, Charito Neva, Carmen Sánchez, Milagros Ayuso, Antonio Chamorro, José Buhigas, José Blandino, José Morillo, José Luis Crrasco y Paquito Chamorro, actuando como apuntador Eduardo Maza y traspunte, Francisco V. Argüello.

MUJERCITAMIAPUBLICIDAD.
Una publicidad insistente y muy de la época, no solo de la obra de teatro sino del establecimiento patrocinador ‘Los Dos Pepes’, en la actualidad el ‘Bar Vicente’.

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Francisco Javier Nucete Alba, de 53 años, casado y con un hijo, después de una intensa vida laboral y 32 años cotizados a la Seguridad Social se encuentra en el paro. No es un caso mas ni un caso cualquiera, es la particular historia de un trabajador de toda la vida, sometido a la lacra del desempleo, sin poder sacar su familia adelante a una edad complicada, metido ya en los cincuenta. Una persona multidisciplinar, sociable y extrovertida, con amplia experiencia, con ganas y disposición que, desde Gente del Puerto, pide una oportunidad.

Nació el 13 de febrero de 1961, el hijo más pequeño de los varones, de los 10 que tuvo el matrimonio formado por Juan Nucete Sucino --trabajador de Bodegas Terry fallecido en 1971, apenas pudo disfrutarlo 10 años-- y de Isabel Alba Barbosa, que a sus 93 años aún recuerda aquel parto acaecido en el número 57 de la calle San Juan, y que tuvo que hacer de padre y madre de aquella extensa prole, 7 hijas y 3 hijos: Milagros, Isabel, Carmen, Teresa, María, Marisol la mas pequeña de las mujeres y Pepi, la mayor que falleció en diciembre de 1984, y los varones Antonio, Manuel y nuestro protagonista.

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Entre 1960 y 1969 fue alcalde de El Puerto Luis Portillo Ruiz (ver nótula núm. 966 en Gente del Puerto). Aquel año de 1961, En Madrid, el artista Manolo Prieto, pintaba un cartel publicitario para Anís Castellana. Rafael Alberti visitaba a Picasso para felicitarle en su 80 aniversario y se publicaban las versiones italianas de de Imagen Primera y El Trebol Florido. En El Puerto, la comparsa Los Quasimodos, ganaba el Primer Premio --y las 1.000 pesetas-- en el Concurso de Agrupaciones de las Fiestas Típicas Gaditanas, hoy Carnaval. El poeta José Luis Tejada, pronunciaba el pregón de la Semana Santa. La Hermandad del Olivo hacía su primera salida procesional. En el antiguo Penal se celebra un partido de fútbol entre la familia Benjumeda, contra los penados el 7 de enero.  /En la imagen de la izquierda, cartel de Anís Castellana, pintado por el portuense Manolo Prieto en 1961.

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Seguimos en 1961, los novicios y estudiantes --que ocupaban el edificio del Colegio San Luis Gonzaga-- se llevaron al colegio de Córdoba consigo los fondos de la Biblioteca del citado colegio-noviciado, dejando las estanterías que hoy contienen el Archivo Histórico Municipal. El grupo musical Los Starfis, dirigido por los hermanos Diego y Manuel García Mateos, actuaba en la Sala de Fiestas El Oasis, hoy restaurante El Faro de El Puerto.

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El fútbol, una de sus grandes aficiones, aquí con el equipo del Zeppelin, en la temporada 1976/77. De pie de izquierda a derecha, Ambrosio, López, Joaqui, Juan, Chano, Alejandro, José Luis; agachados, Jose Mari, Reyes, Ariza, Javier Nucete Alba, Ramón y Caco.

ESTUDIOS.

De párvulo nuestro protagonista estuvo en el Hospitalito hoy Sala del Museo Municipal; en los Jesuitas, en SAFA los dos primeros cursos de primaria y luego La Salle, con el cambio de domicilio, de la calle Zarza a la barriada de la Vid, donde obtiene el Certificado de Escolaridad. Al regresar del servicio militar cumplido en Almería, en 1982 --el año del Mundial de Fútbol en España-- cursó el Graduado Escolar en San Agustín, obteniendo en 1983 la calificación de notable.

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Recuerdo del Servicio Militar en Almería.

EXTENSA VIDA LABORAL.
Pronto empezaría su vida laboral: con 13 años la madre le buscó su primer trabajo, en verano, en Muebles Sabino, en la calle Larga. Después, empezó el 8º de Primaria que no terminó por lo que le ‘castigaron’ --el hermano de la disciplina era Martín-- con lo que mas le gustaba, el fútbol, y como consecuencia de ello abandonó los estudios.

javiernucetealba_j_puertosantamariaCon 14 años fue el chicuco, el mandadero de Ferretería Sánchez, en la calle Luna, entre Nevería y Larga, --regentada por Salvador, Pepe y Paco Sánchez-- recordando aquel 5 de mayo de 1975 en el que empezó su trayectoria en dicha empresa, donde pasó de adolescente  a adulto, como aprendiz, ayudante de dependiente y con 18 años dependiente. Aquella fue su universidad; rememora infinidad de anécdotas, vivencias, la vida de entonces, hasta 1981 cuando realiza el servicio militar. En marzo de 1987 entra en Pryca, hoy Carrefour y antes Hiper, donde desempeña las labores de mantenimiento, mozo reponedor y gestor en el departamento de Bazar, hasta el año 2000 en el que pide una excelencia por dos años y vuelve a trabajar con otro Sánchez, en el sector de la ferretería, en Suinbasa (Suministros Industriales Bahía) en calle de los Toreros. En el 2002 regresa a Carrefour a ferretería, bricolage, jardinería, automóvil, menaje, iluminación, material eléctrico, ...

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Con el equipo de Pryca, en 1990, en un encuentro celebrado en Barbate. De pie, de izquierda a derecha, Marín, Herrera, desconocido, Lolo Peinado, Mateo, Fidel y Sandokán; agachados Javi Peinado padre e hijo, Antonio Arévalo, Javier Molina, Poli, Jorge, Javier Nucete Alba y José Molina ‘Petete’.

En 2007 se incorpora a Verinsur, empresa gestora de residuos con sede principal en la finca de Bolaños (El Portal), donde trabaja como peón, operario de planta y carretillero; en 2008 trabaja como auxiliar administrativo y basculista en Marpi Canteras perteneciente a Verinsur, a donde se reincorpora en 2010, como oficial, en cuestiones de reciclaje medioambiental: mercancías peligrosas, gestión de líquidos, reciclaje, medicinas, trapos, cartón, madera, punto limpio en Jerez, escombros, escayolas, hierro, pintura, muebles, pilas, aceites, gamas blanca y marrón (frigoríficos, lavadoras, televisores, vídeos, ...), donde finaliza a finales de 2012, encontrándose, desde entonces, en el paro, buscando una oportunidad.

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En 1986 se casó con Aurora Camacho Reinado, en la Iglesia de San Francisco, con quien tiene un hijo, Francisco Javier, de 27 años.

Es una persona lo suficientemente conocida, por su carácter afable y sus capacidades profesionales que, inexplicablemente, después de 32 años cotizados a la Seguridad Social, se encuentra en paro y sin ayudas, además con problemas en la estructura de su vivienda familiar. Desde Gente del Puerto, pide su oportunidad, iniciando la recta final de su vida profesional

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La semana próxima, el viernes 21, Ángel Mendoza presenta su nuevo libro en la Fundación Rafael Alberti, a las 8 de la tarde, presentado por Enrique García-Máiquez, jr. Publicado por Libros de Canto y Cuento, colección DKV de poesía a cargo de José Mateos. Nos ilumina lo mejor de El Puerto.

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Ángel Mendoza visto por Fito Carreto.

Explicarse a uno mismo es, para Ángel Mendoza, uno de los principales motores del ejercicio de escribir. A veces, la escritura viene marcada por las circunstancias de la propia vida -sus dos anteriores poemarios, Pájaros negros y La vida en invierno, vuelan en torno a la enfermedad paterna y el nacimiento de su hija, respectivamente-, y en otras ocasiones, sin un hito definido: simplemente, a partir de las asunciones que hacemos todos los días. Así, La luz de hoy (Libros Canto y Cuento), el título presentado en Cádiz invitado por la Fundación Carlos Edmundo de Ory, tiene en común con los poemarios anteriores el dar "testimonio del mundo -explica el propio autor-. La poesía como gestora de la verdad".

Quizá entre los nexos de todos ellos se encuentre, admite Mendoza, una visión un "poco patética del mundo", y un intento, por tanto, de transformar "lo patético en poético": "En cualquier caso, lo principal es que el lector se reconozca en esos sentimientos -indica-. Creo que el hondo sentido moral de la poesía debe estar en que el lector sea capaz de reconocer también esas sensaciones como suyas".

laluzdehoy_angelmendoza_puertosantamariaÁngel Mendoza defiende la vigencia de la poesía que "lejos de ser una rareza inútil, tiene mucho que aportar".

"Este libro ha sido escrito en un momento muy complicado, ya que hemos vivido una crisis completa, la seguimos viviendo, que inevitablemente deja una huella en nosotros -prosigue-. Por eso creo que es un buen momento para leer poesía: toda esa vorágine que nos ha ido creando mal rollo por dentro y por fuera, nos ha vuelto también a mirarnos cada uno, a examinar la conciencia individual. Y la poesía puede dar eso: por esto todos la buscamos, quizá no en un poemario, pero sí en canciones, historias, películas... Buscamos identificarnos con una visión del mundo. El poder que tiene la poesía no está en su posible genialidad, sino en lo que puede despertar en cada uno. La poesía nos hace mejores".

La poesía promueve, según el escritor, un "mayor orden interior frente al desorden de la vida. Sirve para contrarrestar el caos -comenta-. Sirve para entender las situaciones personales complejas, buenas o malas, y para entender que se cumplen años, que hay gente que deja de ser importante en tu vida, que llega a ella o se va... Para ir asumiendo eso, la poesía está muy bien. Tiene mucho de refugio". Ese es el aliento de La luz de hoy que, en intención del autor, tiene un arco que va de la resignación al entusiasmo. La línea de conjunto que a Mendoza le gustaría que quedara del volumen es la que apunta la cita de Alberti que abre el libro: "Hoy estamos a hoy".

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Con la gaditana Blanca Flores, en la Fundación Rafael Alberti.

"Esa es una lección muy básica de aprender -comenta el poeta-. De hecho, creo que todo el trabajo tiene que ver con esto: no aplicar esa cita nos llena de angustia y neurosis, vivimos preocupados por lo que hemos hecho o no hecho y por lo que puede pasar. Me gustaría que estos versos quedaran como una celebración del presente". /Texto: Pilar Vera.

LEJANÍAS.
Por corredores, por amaneceres,
sobre la lengua de las avenidas.
Por pasillos enfermos de hospitales
o el ancho río de tu larga herida.
Por senderos de lluvia desquiciada.
Por calles del infierno, por perdidas
autopistas sin luna, por el sueño
que excava túneles de luz dormida.
En andenes de sombra, por cañadas
de animales, por puentes suicidas.
Cualquier camino para susurrar
el idioma secreto de la huida.

Más de Ángel Mendoza en Gente del Puerto, nótula 597.

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A Fernando Gago, aquel concejal y alcalde que, haciendo una pirueta de las suyas y a petición de los carnavaleros locales, cambió de fechas el Carnaval de El Puerto para no hacerlos coincidir con los de la capital gaditana. In Memoriam.

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Quillo, ¿cómo te van las cosas por ahí? Seguro que mi padre corre con todos tus gastos y te invita a todas horas, como siempre ha sido. Mejor que no os acerquéis por El Puerto porque os morirías --esta vez de pena-- al ver cómo andan las cosas, especialmente por el centro en el que crecisteis. Bueno, al final después de sólo 20 años han retirado la valla en la calle Larga del palacio Witintunsensunsewitunder ese, para que así se pueda derrumbar con arte. Por cierto, en Babel ya no despachan periódicos; en el Duques de Medinaceli se han caído las cinco estrellas; el Vapor sigue sin navegar; en El Rempujo ya no dan cafeses; en el Cafetín no sirven churros; las palmeras del Parque y de Micaela Aramburu no dan sombra; el Hospital de Micaela Aramburu, por cierto, se cae a pedazos en esta Ciudad rebautizada como la de los 1,00 palacios; Frontela podría cerrar; y en Valdelagrana hay que pagar por aparcar. Menos mal que tenemos una pasarela y que vamos a tener más plazas de parking, dos de las carencias más urgentes de la ciudad. ¿Qué? ¿A que entran ganas de quedarse en el pisito dónde estáis? /Texto: Ignacio Gago Fornells.

En Bodegas Osborne, homenaje al que fuera empleado de dicha Bodega durante 18 años, Jerónimo Lara Izquierdo a mediado de la década de los ochenta del siglo pasado.

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De pie, de izquierda a derecha, Merino Botella mujer de Fernando Rivas, mujer de Pepe Serrano García, mujer de Juan Pacheco Cíes, Milagros Sacaluga Ululen, mujer de José Marroquín, mujer de Manuel Caballero Fuentes ‘Mocho’, Juani, mujer de Francisco Vichera Gilbau, la esposa del homenajeado Ana Fernández con ramo de flores, mujer de Mariano Hernando Valenzuela, Manolo García Campos, María Luisa Río Valle Martell, Eduardo Schmidt Huschnecker, Manuel Caballero Fuentes. Agachados, Mariano Hernández Valenzuela, José Marroquín Gómez, Jeromo Lara con la placa del homenaje, Juan Pacheco Cíes, Francisco Vichera Gilbau, Pepe Serrano García, niña desconocida y Fernando Rivas Acal.

LopedeVegaLa historiadora y filóloga afincada en El Puerto, Mercedes Ampullo Lobo, ha postulado una hipótesis sobre el lugar de nacimiento de Lope de Vega que, fortalecida por otros hechos y circunstancias señalan, sólidamente, a nuestra Ciudad, como la patria chica del Fénix de los Ingenios, y no a Madrid como se creía hasta ahora. La hipótesis retoma una tradicional atribución, pues en 1605, en el catálogo de escritores españoles Catalogus Hispaniae Scriptorum, ya se apuntaba su natalicio en El Puerto de Santa María. Las reacciones de las fuerzas vivas y los agentes sociales no se han hecho esperar en el mas puro estilo portuense.

Y es que, lejos de celebrar la noticia que haría llenar de orgullo de pertenencia a cualquier población de nuestro entorno, se han conocido manifestaciones sensu contrario. También las redes sociales echan humo al haberse conocido la noticia este fin de semana. "¿Que ha hecho Lope de Vega por El Puerto, que ha traído a la Ciudad?", se preguntan en la barra del Bar La Mina, unos contertulios perteneciente al Club de Coches Decrépitos y Vetustos, descontentos con el autor de tantas obras de capa y espada. El representante de la Federación de Peñas Coquineras se lamentaba, afirmando que "ahora el Ayuntamiento le hará una Fundación a uno que andaba encorajinado con Góngora, que saldrá de nuestros bolsillos".

La portavoz del partido proverista (el término pro-verismo procede de 'estar a favor de la verdad') está descontenta porque el Consistorio le quiere ceder una vivienda municipal a la viuda tataranieta del conocido como Monstruo de la Naturaleza, llamado así por Miguel de Cervantes, con quien mantuvo una larga rivalidad. "Quevedo es mejor", sostuvieron en un programa de Radio Puerto los integrantes de la Asociación de Autores de Sonetos con Estrambote, mientras se quejaban de que el alcalde les haya retirado las dietas por asistir a los Consejos de la citada emisora municipal. En Facebook y otras redes sociales, se han creado grupos que exigen que no se dedique ni un solo euro público al autor de Fuenteovejuna, "a ese rojo que, además, es maricón de España y no sirve para representarnos", entre otras lindezas que, desde el anonimato le regalaban. Y como éstas, muchas mas 'perlas' que, si no son verdad bien pudieran serlo, si esta historia fuera real. /Texto: José María Morillo.

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Quiero hablar de algo que me ronda la cabeza desde hace tiempo, y es lo siguiente: ¿por qué nos vamos fuera a disfrutar y no lo hacemos aquí? Parco soy en palabras, y tal vez no sepa explicarme de la mejor manera.

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Calle Vicario. /Foto: Cristóbal Trujillo.

Disculpen ustedes si a alguien molesté, no era mi intención, solo pretendía exponer unos hechos que son claros para mí y utilizo este  medio… y aun más, si con estas palabras se sienten aludidos, que se lleven un buen “tirón de orejas”, emocionales, pero “tirón de orejas”.

Al hecho voy. No he dejado de leer y mirar como por diferentes medios hacemos honor patriótico de que somos de El Puerto, mi Puerto, Portuense. Criticamos que no se toman en cuenta a los comercios en El Puerto.

Criticamos a nuestras autoridades que no hacen o hacen mal su trabajo de fomentar la ciudad de El Puerto. Sí, pero si queremos comprar algo ¿cuántos de nosotros cogemos nuestro coche y a poco más de 11 km. lo solucionamos? No estoy en contra de las grandes superficies, no estoy en contra que visitemos otros pueblos de los alrededores, pero comprenderéis que en eso de “hacer las compras en mi barrio” no somos muy buenos que digamos.

Me río de los que en su muro de Facebook, en redes sociales, no dejaron de poner el disco de “compra en tu barrio”. Las colas de salida y entrada a nuestra ciudad han demostrado cuánto hacemos por nuestra ciudad. Vacaciones fuera de nuestra ciudad, mientras otros se llevan meses pensando solo en venirse aquí.

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Por los soportales. /Foto: Cristóbal Trujillo.

Sinceramente, ¿qué encontramos en otros grandes Centros Comerciales que no tengamos en nuestra ciudad? ¿Bares? ¿Decoración? ¿Ropa? ¿Herramientas? ¿Informática?… etc., etc., etc. Mientras todo esto sucede, pequeños comercios de nuestra ciudad echan el cierre, comercios de nuestra misma barriada, comercios de nuestro centro.

Aun más, conozco no pocos que cogen su vehículo y echan la mañana en otros pueblos de alrededores para comprar pescado o carne, alegando que es más barato. El tiempo y el dinero de la gasolina nunca lo sumamos a ese “baraterismo”.

Así somos, y por esta razón de ser nos iremos siempre de vacaciones a conocer islas paradisíacas, sin conocer la Playa de La Muralla; esta gente no conoce la playa de Valdelagrana o La Calita. ¡Mejor! más a gusto estamos. Conozco algunos que se van a playas como las de Costa Ballena para no pagar los impuestos por aparcamiento, como si fuese gratis estacionar allí.

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Al final, todos a la Ermita de Santa Clara, arriba.

De El Puerto, sí. Portuense, también, pero sinceramente, muchos de estos, con la boca muy pequeña. Discúlpenme si moleste a alguien, no era mi intención. /Texto: Javier Fernández.

 

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cartelera_principal_puertosantamariaHoy se presenta a los medios de comunicación y a los potenciales visitantes la I Ruta de la Tapa Erótica en El Puerto, actividad gastronómica que, además de tapas y menús, también tiene en su oferta  pasteles, combinados y cócteles, y que no solo en El Puerto está dando que hablar. Algo que pretenden sus organizadores. Esta nótula de nuestro colaborador Enrique López, navega entre el erotismo y la infidelidad en El Puerto.

Dicen los expertos que la infidelidad ha existido siempre. Claro, de un tiempo acá, con las nuevas tecnologías, todo es más fácil, pues cualquiera puede quedar y tener una relación amorosa fuera de la pareja, sea hombre o mujer, rico o pobre.

Pero, ¿cómo era antes? Pensemos en El Puerto de hace 40 - 50 años ¿Quién sospecharía que una mujer entregada a su hogar, sus hijos y su marido pudiera tener una aventura con otro? ¿Quién dudaría de su confianza? Pues bien, a pesar de que la infidelidad antes se ocultaba y pasaba más desapercibida, recuerdo alguna situación de descuido de aquellos años y de los lugares para liarse.

El Teatro Principal era uno de esos lugares. Yo tenía 10 años y como otros chiquillos para ver las películas gratis ayudaba a vender chucherías. Mi destino el patio de butaca, platea y palco. En la bandeja llevaba caramelos y chocolatinas. Pude ver en palco, en plena función de cine, más de una escena de enamoraos infieles. Aprovechaban la sesión de la tarde de un día laborable y el maromo a la hora de abrir las taquillas pedía dos entradas de palco. Primero entraba la dama y posteriormente, cuando comenzaba el Nodo, entraba el amante al palco, dando riendas sueltas a sus inquietudes amorosas. Estas infidelidades no trascendían por aquel entonces debido a la discreción y profesionalidad de porteros, acomodadores, taquilleras conserjes y personal del ambigú del recordado Teatro Principal. De esto hace aproximadamente 50 años, tan real como la vida misma. Menudo chasco me llevé con un vecino…

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En marzo se cumplen 30 años de la desaparición del Teatro Principal pasto de las llamas.

Además, iniciados los años 80, en una ocasión, sacando sutilmente a relucir el tema, una allegada a los conserjes del Teatro Principal, que pasaba muchas horas con ellos y que conocía los entresijos del Teatro, me contaba que a mediados de los años 60, un célebre portuense se daba cita en uno de los palcos con una señora de postín de la ciudad, pero que él entraba y salía por la puerta de la placilla, utilizando el mismo acceso a la vivienda de los conserjes y por donde entraban los artistas para las representaciones teatrales y que las entradas las conseguía con antelación suficiente, recibiendo la dama, en su propio domicilio por las mañanas, en sobre cerrado la entrada de palco e instrucciones con excelente caligrafía, delegando esta misión el célebre portuense, en uno de los integrantes del personal a su cargo, indiscutiblemente de toda confianza y discreción.

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Otro lugar y hecho, corría el año 1973, cuando escuché a uno que decía que se lo montaba en la Iglesia Mayor Prioral, aprovechando por la mañana cuando la amante iba a la Plaza de Abastos y se pasaba a visitar al “santo”. El don Juan contaba con pelos y señales todos los pasos que tenían que dar para el encuentro, incluido los datos de afiliación de la amante. Contaba que era ex vecina que llevaba casada varios años y que siendo solteros se había dado algún que otro revolcón.  Aquello me pareció irrespetuoso por el lugar y con un valor a prueba de bombas, más que nada por la época. Han pasado más de 40 años y tengo dudas si ocurrió así o no. Si bien, imagino a veces la escena, acordándome del atrevimiento de los amantes de la Iglesia. /Texto: Enrique López. 

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