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mercado_capilla_concepcion_puertosantamariaCuando llega la festividad de la Inmaculada Concepción, siempre me retrotraigo a mi adolescencia. Y es que   por el año setenta y uno, un buen día, aparecieron por la tienda, unos hombres --no se bien si eran gente del mercado, o  algún delegado de Fiestas del ayuntamiento-- para anunciarles a mis padres, que se iba a realizar la Fiesta del Mercado. /A la izquierda capilla del Mercado.

Imagino, que le pedirían su colaboración, como al resto de los  comerciantes de la Placilla.. Ese primer año, estuvo muy simpático, los carniceros, disfrazaron a algunos cochinitos y pollos, y adornaron sus puestos con mucho ingenio, así como algunos pescaderos hicieron lo propio, con el pescado. Los fruteros, expusieron  la fruta  de la mejor calidad, con un  gusto y el primor  que fue encomiable. Ese año  supongo que fue más concurrida  la celebración, de  la Santa Misa,  en la Capilla de la Inmaculada, sita en la Plaza de Abastos. Lo digo, porque la novedad de la celebración,  había sido bien acogida entre el gremio, y  se veía buena disposición en que  fuera una fiesta cuanto menos simpática.

Todo marchaba positivamente, las visitas a la Plaza de Abastos fueron muy concurridas, así que para mi opinión fue un éxito. Yo tenía mucha ilusión, porque  la fiesta continuaba por la noche, en plena Placilla, traían a un Conjunto --una Banda-- y habría  por vez primera la elección de Miss Mercado. ¡Ay, que nervios por Dios!, ¿quien se presentaría?  No tenía ni idea, pues al estar todavía en el colegio, no conocía  a  la mayoría de los comerciantes de la Plaza de Abastos, solo a los más cercanos a  nuestra familia y a nuestra tienda.

dolorescairon_1971_missmercado_puertosantamariaHabían colocado un tablao, justo delante, de la Pitilla --actual tienda de lanas y flores, que tan amablemente atienden los hijos de Nena: Mari y Dani--. A la hora convenida, apareció la autoridad, y mira por donde la Placilla, empezó a llenarse de gente. Estaba  atacada, pero no de frío, sino de  tontería, porque el pavo, aunque daba sus últimos coletazos,  no terminaba de irse, ¡que le íbamos a hacer!. fin  se procedió a la elección, una de las chicas claramente no quería presentarse, su padre, poco menos que la empujaba a subir  al tablao, o eso me pareció, la pobre lo tuvo que pasar fatal. Como siempre, aparecieron algunos enteradillos guasones,  que gritaban  que a la que ganara le regalarían una lavadora o algo así. Que monos, y simpáticos  ¿verdad?  Está muy claro, que metepatas hay en todas partes, pero… dejémoslo que le vamos a hacer; estos, ya  ni pavo siquiera,  solo serrín en la sesera y un poquito de malaje. / A la izquierda, Dolores Cairón García, Miss Mercado 1971.

Por fin hicieron la elección, y la verdad es que las chicas estaban muy lindas. Aquel primer año, Mis Mercado fue Dolores Cairón García --hija de Pedro Ventura--, una dama fue la hija de Tobalo... La fiesta naturalmente seguía, con el grupo de músicos,  amenizando la noche, y dando alegría a todos cuantos allí estábamos reunidos. La fiesta terminó, con los  premiados luciendo el diploma acreditativo y  no sé, si una compensación de nuestro Ayuntamiento, pero sobre todo dejando un buen sabor de boca, y  miras de una continuidad en esta entrañable celebración.

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De izquierda a derecha, con el micrófono, Antonio Romero Castro, Jefe de Negociado de Fiestas del Ayuntamiento, Miss Simpatía, Mariana, hija de Luchi Ganaza y nieta de Tete Ganaza; Miss Mercado, Dolores Moreno Figueras –esposa de ‘Lele el Pescaero’–, Manuel García funcionario municipal padre de Manolo García Campos, Carlos ‘Carlangas’ pescadero, asoma la cabeza el concejal Juan Ponce, la siguiente Miss, de la que no conseguimos leer su distinción, es hermana de Antonio e hija de Angelito, quien tenía la frutería junto a la Carnicería Centro, en la calle Ganado y Calzados Ramírez, y Pedro Osborne Domecq. Fiesta del Mercado, el día de la Inmaculada, 8 de diciembre de 1972. /Foto: Rafa. Archivo Municipal.

El siguiente año,  todo marchaba, como las notas  de los alumnos pequeños de ahora…  Progresa, adecuadamente. Los comerciantes se afanaban para que sus puestos, tuvieran mayor calidad si cabe, y mucho  más ingenio  que el año anterior. La velada prometía ser muy agradable,  y ciertamente lo fue. Todos los comerciantes admiraban el trabajo de sus compañeros y en buena hermandad, echaban una mano si alguien se la requería.

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Unos peculiares Tip y Coll, en el mercado. Año 1974. /Foto: Rafa. Archivo Municipal.

Al respetable, debió gustarle la celebración anterior,  pues yo diría que la afluencia, superaba en mucho la  anterior. Pero, incomprensiblemente, esta fiesta se vino abajo. No hace falta ser una ‘lumbreras’ para darse cuenta, de que los comerciantes hacían un gasto considerable al exponer su género, disfrazado o no, pues al estar expuesto, durante varios días en el caso de los productos cárnicos  y de pescados, todo eran pérdidas. En el caso de la fruta, si no toda, casi toda, y naturalmente, no se podía vender por fresca.

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Uno de los puestos, una recova, preparado para la fiesta, en 1972.  /Foto: Rafa. Archivo Municipal.

Los comerciantes debieron sopesar, si el coste y  las gratificaciones, o presupuestos que nuestro Ayuntamiento, aportaba para esta celebración, les merecía la pena, y probablemente se encontraran con: su gozo en un pozo y… ahí, se terminó todo. Claro que es solo una suposición mía, y puede haber otras razones de peso. Los comerciantes,  de la Plaza de Abastos, tuvieron  durante estos días, protagonismo, exponiendo calidad en sus productos, y viviendo esta fiesta con alegría. Aunque, el centro ya no es lo que era, y faltan muchos de los que hicieron posible esta fiesta, mi agradecimiento sincero a todos, los que lo hicieron posible, por su entrega y porque por unos días mi rinconcito del alma  se vistió de mayor alegría si cabe. /Texto: María Jesús Vela Durán.

Cuantas veces habremos dicho y escuchado esta lapidaria y popular frase: «Ya no es lo que era» refiriéndonos a temas gastronómicos,  culturales, etc. y, como no, también a nuestra querida patria chica y su contenido,  comparando  lo que conocimos, degustamos o tuvimos referencias con el momento presente.

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También es verdad que frente a este pensamiento pesimista, los que piensan lo contrario suelen echar mano del socorrido: «Cualquier tiempo pasado… fue peor», frase que precisamente en estos últimos años no puede aplicarse respecto a los inmediatamente anteriores, aunque obviamente, de forma genérica, acierta plenamente en su definición.

Para conocer nuestro pasado lejano, lo que fue y como se desenvolvió la sociedad a la que pertenecieron los habitantes de El Puerto hasta el siglo XVIII, podemos bucear en las páginas de numerosos relatos históricos que nos ilustran al respecto, incluso del primer tercio del siguiente, y ya en el siglo XX, la prensa cubre ampliamente ese campo. Nos queda, sin embargo, un espacio de poco más de medio siglo, entre 1830 y 1890, en que no existe apenas material bibliográfico al que recurrir para enterarnos de nuestras cosas, de las costumbres e incidencias de los habitantes locales, de las ‘gentes de El Puerto’.

Por lo dicho, al tropezarme un buen día con una carta sin firma, anónima, que publicaba el periódico madrileño “El Contemporáneo” en una sección similar a las cartas al director actuales, llamada correspondencia particular, fechada en El Puerto de Santa María el 26 de junio de 1861, leí su contenido con avidez y quedé maravillado del peculiar punto de vista de este paisano, al que no le hacía mucho tilín el ferrocarril.

Quiero compartir con vosotros mi pequeño descubrimiento y a tal fin reproduzco con todos sus puntos y comas, el texto del escrito:

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“Después de veinte años de ausencia he vuelto al Puerto, el pueblo donde pasamos nuestros primeros años, aquellos años que no se olvidan nunca, cuya perdida lloramos como llora una madre la perdida de su hijo, aquellos años cuyo recuerdo conservamos como conserva la memoria las facciones de una mujer amada.

He vuelto al Puerto y en qué día; el 23 de junio, esto es, la víspera del día de San Juan; el día de la alegría, el día cantado por los ciegos, el día notable en la papeleta de los toros, el día pintado en los abanicos de calañas, en una palabra, el Día de los toros del Puerto.

Ni el mismo rey Don Alonso después de ganar la batalla del Salado, vería las orillas del Guadalete con más júbilo del que sintió mi alma cuando pisé, después de tan larga ausencia, las playas de mi patria.

Pero aquella no es ya la ciudad en la que habíamos pasado los años primeros de nuestra juventud; es una ciudad extranjera, pulcra y bella como una dama inglesa, pero sin la gracia de una andaluza, sin aquella gracia cantada tantas veces en los romances. Apenas puse el pie en tierra cuando tropecé con unos caballeros muy almibarados, de continente serio y grave, que iban a los toros como si fueran a una procesión y luego vi señoras con sombreros, y mujeres del pueblo con manteletas (pañuelo sobre el escote) y crinolinas (miriñaques) ahuecadas y pomposas haciendo la caricatura de las cortesanas de la época de Madame Pompadour.

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¡Íbamos a los toros, a los toros del Puerto! Pero ¿Cómo íbamos? ¡Ay, nada quedaba de aquellos toros que yo había visto tantas veces junto a ti!

En vano buscaba sin encontrar mis ojos la graciosa mantilla blanca, las flores del tiempo recogidas en negras trenzas de hermosos cabellos, el pulido pie que sujetaba débilmente el zapato encintado, el pañuelo de blanca espuma, la toquilla grana, el gracioso calañés, la alamarada chupa y el chaleco de rico tisú. Ya no resuenan en mis oído las campanillas y los cascabeles del coche de colleras, ni del ligero calesín. Ni un requiebro, ni casi conozco quien o merezca, ni quien lo sepa decir.

¿Qué se ha hecho del antiguo Puerto, del Puerto de los toreros, de los cantaores, de los caleseros y de la gente de la mar?

¿Por qué no se dicen ya, ni se oyen frases como esta: “¡Bendita sea tu alma; Vaya Usted con Dios, puñao de Gloria, sol de los cielos celestes, pedazo de mi corazón, espumita de mi cariño, entretelas de mi garlochí; alma mía, me comía esos pies encofitaos; quien se quedara enredado en esos cabellos; Ole, que tiene por ojos dos perlas negras!”

¿Cuál es la causa de este cambio? Me preguntaba a mi mismo, y entonces escuché un ruido que me traía la contestación: era el silbido de la locomotora que llegaba hasta mí como si fuese la risa sardónica de un espíritu burlador.

Entré en la plaza de toros triste, como lo está el que ha perdido un objeto querido aunque le den, a cambio, otro que valga más.

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En verdad, yo no sé que es mejor, si esta unidad civilizadora que confunde todos los pueblos y asimila todas las razas, o el antiguo carácter distintivo y la antigua fisonomía nacional. Distraído estaba con estos pensamientos cuando la presencia de la cuadrilla me volvió en mí. Los toros fueron endebles para que el espectáculo estuviera en consonancia con la frialdad de la concurrencia. Esto no quita para que después de la corrida las calles Larga y de Luna, entoldadas y adornadas con multitud de banderas y de ramos de flores, de faroles y de arañas, lucieran como antes. El paseo del Vergel estaba también adornado y se veían allí puestos de turrones, de buñuelos y otras mil golosinas y juguetes, propios todos de una feria.

Se quemaron fuegos artificiales magníficos en la playa del muelle, inmediata al paseo, pero en medio de tanta apariencia de divertimiento se respiraba una frialdad que contrastaba grandemente con la animación de otros tiempos. A la una de la noche no se veía ya ni un alma por las calles, la ciudad se quedó en silencio. Ni una guitarra, ni un cantar, ni una serenata, ni un galán en la reja. Yo me puse a escribirte estas líneas, afligido mi corazón por el recuerdo de pasadas alegrías y oyendo el silbido de la locomotora que me volvía a parecer la risa con la que se burla el egoísmo practico de los utilitarios de los que (como a él) califican de ridículos sentimentales.”

La carta, que parece dirigirla a una tercera persona imaginaria, deja bien claro la importancia y categoría de las corridas de toros en El Puerto, dos décadas antes de que se construyera nuestro coso actual. Ese año, precisamente, se  estrenaba un reglamento de 45 artículos que regulaban el uso de la plaza y las normas a seguir por los todos los que intervenían en la lidia. La plaza estaba regentada en esa fecha por los hermanos Galarza y era alcalde de la ciudad don Luis Aldaz. /Texto Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA

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(Continuación). El centro urbano de El Puerto de Santa María se fue quedando sin habitantes. Los grandes palacios se van quedando vacíos. Pero ni la Administración puede, ni debe, retomar todos esos edificios para convertirlos en oficinas y espacios públicos, ni  puede haber tanta demanda de centros oficiales.

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El Palacio de Vizarrón, --la Casa de las Cadenas-- donde se hospedaron en 1729 y 1730, los reyes de España, Felipe V e Isabel de Farnesio, hoy en estado ruinoso y apuntalado. /Foto: V.G.L.

Muchas entidades bancarias han derribado edificios singulares y se han establecido en otros construidos de nueva planta sobre sus solares. El centro sestea entre bancos, bares y algún comercio, pero sin habitantes. Algún palacio se convierte en hotel, en apartotel, o es dividido en apartamentos de uno o dos dormitorios. Nada se ofrece en el centro para una familia con tres o cuatro hijos.

Y, mientras tanto, a nuestras autoridades, se les llena la boca afirmando que El Puerto es Ciudad de Historia y Turismo; que es Conjunto Histórico-Artístico; que es la Ciudad de los Cien Palacios. Y no ponen remedio, ni coto con la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico en la mano, que pueden ponerlo legítimamente. A veces hemos tenido a patuleas de inservibles vitaminados por mandatarios y así nos luce el pelo.

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El palacio de los Montes de Oca, en la calle Nevería, restaurado por el arquitecto Rafael Manzano, que fuera restaurado por los Melgarejo-Torrecillas. /Foto: F.R.L.

Alguna iniciativa particular digna de todo elogio, sin embargo, aflora: es el caso de Fernando Melgarejo Osborne y su mujer, mi prima Quiqui Torrecillas (q.e.p.d.), que, luego de haber vendido su finca de Vista Hermosa,  emprenden la labor titánica de restaurar –bajo la batuta de Rafael Manzano--, el palacio que fuera de los Sánchez Montes de Oca, en la calle Nevería. Para ellos mi aplauso.

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Casa Palacio de los O'Ryan, en la calle Larga, propiedad de Tomás Terry, arrendada a unos extranjeros. /Foto: F.R.L.

Tomás Terry mantiene el palacio de O’Ryan, en la calle Larga, aunque lo tiene dado en arrendamiento a unos extranjeros. Palacio, como el único con portada gótica que nos queda, el llamado de Torrejón, en la calle Larga, es restaurado por mis amigos José Mari Lazcaray y su mujer, Gloria Moreno, y lo mantienen espléndidamente amueblado. Pizca Romero Caballero, restaura la gran casa, con torre, que fuera de Eligio Pastor, y la amuebla y alhaja con verdaderas piezas de museo.

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La Casa de Pavón, en Larga, 23, tiene su protagonismo histórico dado que albergó al Duque de Angulema durante la ocupación francesa de 1823 y por la prolongada estancia del Infante Francisco de Paula Antonio y su familia en el verano de 1832. /Foto y pié de foto: AGR - Puertoguía.

El palacio de Pavón, en la misma calle Larga, ha sido restaurado y lo vive Juan Luis Menacho Moscoso; María Soto Osborne ha restaurado con mimo la casa neoclásica que fuera de Don Agustín del Toro, en la calle Cruces.

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Esta casa, esquina de Larga con Ángel Urzáiz fue labrada en los primeros años del siglo XIX en una parcela segregada de la finca colindante de calle Larga por Joseph Bellido, Factor de las Reales Provisiones y Víveres de la ciudad de Cádiz y Comisionado de Guerra de los Reales Ejércitos. A destacar de ella, aparte su armonia y belleza arquitectónica, que fue cuna de Angel Urzaiz. Al que ostentó en varias ocasiones la cartera ministerial, lo parió entre esos muros doña Maria Dolores de la Cuesta Nuñez, una joven viguesa, en 1856. Y la corporación local, sesenta años después,en 1916, coincidiendo con el nombramiento de este portuense de nacimiento Ministro de Hacienda, acordó poner su nombre a la calle donde está ubicada la casa, antes denominada Curtidores, Sarmiento, Puerto Chico y Plata. En 1930, al reestructurarse el callejero se ratificó esta denominación que continúa vigente. /Foto y pié de foto: AGR - Puertoguía.

El americano Mr. Thorpe, ha restaurado y vive la casa de Osborne Tosar, Larga esquina y vuelta a Plata, o Ángel Urzaiz;  Mariano Bobo y su esposa Reyes Aritio viven, han consolidado y restaurado la magnífica casa, con patio de columnas toscanas, lindera a la antigua del Marqués de Arco Hermoso, en la calle Durango; Antonio Sánchez Cortés mantiene con mucha dedicación y exquisito gusto la muy bien pertrechada casa antigua de Bish;  Milagros Osborne Domecq (q.e.p.d.) y su esposo Carlos Martell mantienen la llamada “casa de tía Joaquina”, en la calle Fernán Caballero en perfecto estado de revista y amueblada con exquisito gusto; los hermanos Osborne Domecq, las suyas en Fernán Caballero y Jesús Nazareno que, aunque de nueva planta, han utilizado materiales nobles y están repletas de obras de arte y mobiliario suntuoso; o Serafín Álvarez-Campana y su esposa Elisa Osborne Domecq, con casa en la Plaza de la Iglesia, con patio con columnas toscanas, muy luminosa y llena de objetos artísticos, cuadros y mobiliario  procedentes de sus familias, en particular de los Oneto, los Álvarez-Campana, los Osborne y los Domecq; o Catherine Lacoste, (sí, la de “les chemises Lacoste” del cocodrilo) que se ha labrado en la calle Espíritu Santo su espectacular casa, con torre, donde vive grandes temporadas.

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Patio de la calle San Juan 19, casa del matrimonio Suárez Ávila y Lena Terry. /Foto: F.R.L.

Todos, incluso mi mujer y yo mismo, somos unos pertinaces, empeñados en vivir en el centro, en nuestras casas, como un único lujo; yo, en la que nací y en la que fue de mis bisabuelos, de mis abuelos y de mis padres, como unos “últimos de Filipinas”, empeñados todos en no dejar el centro la ciudad, salir a la calle y dar los buenos días a personas que siempre has visto, o cerrar el portón de la calle y aislarnos del mundanal ruido. /Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

Ver nótula núm. 1.831 en GdP del libro de Fátima Ruiz de Lassaleta 'La Ciudad de los Cien Palacios' pulsando aquí.   Palacio.

(Continuación). Es para echarse a temblar cuando un arquitecto mete mano y se pone a crear con un ordenador y un par de revistas extranjeras de arquitectura que no sabe leer, porque desconoce el idioma.

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Vista aérea de la Plaza de Toros. Año 1940.

O cuando te plantan una cosa “clásica”, a escala de la Señorita Pepis. Los arquitectos deben tener la cautela de saber nadar por las aguas de las invariantes arquitectónicas locales, mirar y admirarse de lo que han hecho otros. Incluso crear, como los músicos, “variaciones” sobre un tema arquitectónico local y enraizado. Pero sobre todo pasar desapercibidos por donde actúen. Eso es pedir mucho, lo sé.  Yo les temo como a una vara verde. Tanto como Séneca, cuando escribió en  la Epístola moral a Lucilio: «Créeme, yo era feliz en aquel tiempo en que no había arquitectos». Y esa frase ha merecido estar escrita, en una lápida de mármol, en el Instituto del Restauro de Roma.

Sin embargo, las prestigiosas y amplias familias bodegueras, instaladas en la zona desde principios del XIX y aun a finales del XVIII, se dotaron de suntuosas viviendas y palacios. Unos, heredaron palacios que habían quedado inhabitados; otros los adquirieron y mimaron, los dotaron con ricos muebles, plata, pinturas, porcelana y pareció que las casas  volvieron a tener su anterior esplendor.

tomasosbornebolhdefaber_puertosantamariaUnos, heredaron las notables casas y fincas de recreo que fueron, por ejemplo, del hispanista Juan Nicolás Bölh de Faber, e incluso adquirieron otras muchas; otros, fueron comprando palacios y fincas que tuvieron, en otro tiempo, gran lustre. Criadores y exportadores de vinos generosos, también  fueron generosos con sus conciudadanos. El empleo de una gran mano de obra y la benéfica influencia que tuvieron en todos los órdenes de la vida, los hizo gente singular. Brillaron, unos, en el mundo de la diplomacia, de la literatura, de la arqueología, del toro –no sólo como ganaderos de bravo, sino siendo los promotores de la construcción en 1880, de la Real Plaza de Toros, sociedad que presidió Don Tomás Osborne Bölh de Faber--,  y, otros, en el mundo de las relaciones humanas, de la historia,  el arte, de los caballos y los enganches: entre los primeros, los Osborne; entre los segundos, los Cuesta, los Sancho de Sopranis, los Jiménez Loma, los Merello, los Terry y los Caballero. Y, todos en la beneficencia. /En la imagen de la izquierda, Tomás Osborne Bölh de Faber, presidente de la sociedad promotora de la Plaza de Toros.

felipe_V_puertosantamariaSi en el XVIII y en el XIX, los palacios de don Juan Vizarrón acogieron durante dos veranos (1729 y 1730) a Felipe V y a toda su  fastuosa corte, con los infantes que después fueron Luis I, Carlos III y Fernando VI; o el del Marqués del Castillo de San Felipe, al felón Fernando VII, que allí, en 1823, derogó la Constitución de Cádiz; o el Marqués de Villarreal de Purullena, en 1862, recibió, en su palacio a Isabel II y al infante Don Alfonso, luego Alfonso XII; no se quedaron atrás, Don José Moreno de Mora, que acogió en el suyo, de la calle de los Moros, a los Duques de Montpensier;  ni los Pavón recibiendo en su palacio de la calle Larga (luego de Tosar) al Infante Don Francisco de Paula de Borbón y a sus hijos, en 1832, para tomar baños de mar por prescripción de los médicos de la Corte; ni los Osborne, recibiendo a mucha nobleza de la Baja Andalucía con la que entroncó y, desde Bölh de Faber, dando cobijo y amistad a toda la intelectualidad de la Ilustración y el Romanticismo.

josecabaleirodolago_puertosantamariaO los Caballero --sobrino-nietos de Juan Ramón Jiménez, el poeta de Moguer, Premio Nóbel de Literatura--, que mantuvieron los lazos con la monarquía destronada y eran sus huéspedes los Infantes de Sanlúcar, Don Alfonso y Doña Beatriz y realizan una gran labor de mecenazgo con el castillo de San Marcos—el Santuario alfonsí de Santa María do Porto la de las Cantigas--, con la Cátedra Alfonso X y con las publicaciones sobre el Rey Sabio que van poblando los anaqueles de las universidades españolas y extranjeras; o los Terry, que hicieron ejercicio del mecenazgo y del apoyo de las bellas artes, enriqueciendo sus fincas y casas con la dirección de Don Juan José Bottaro y Palmer (ver nótula núm. cxx en Gente del Puerto) pintor, escultor orfebre, jinete, preceptor, fotógrafo, cámara aficionado y un verdadero hombre del Renacimiento, y tuvieron sus puertas y sus caballerizas abiertas a toda la nobleza de la zona y, en las grandes batidas de perdices, en El Pedroso, o en El Montañez, o en La Micona,  a Ministros del Reino y al anterior Jefe del Estado… /En la imagen de la izquierda, José Cabaleiro do Lago, fundador de Bodegas Caballero.

luismigueldominguinTambién la gente de la farándula,  la aristocracia o la de papel couché. Me vienen a la memoria Jacqueline Kennedy, la Duquesa de Alba o Bo Derek montando los caballos del hierro del bocado de los Terry, o los toreros, que se vestían de luces en las casas portuenses. Recuérdense a Currro Romero que se vestía en el Cerrillo de Rafael Osborne Macpherson o a Luis Miguel Dominguín en el palacio de Oneto, cuando lo vivió Miguel Castro Merello.

Hasta los años 1920, el veraneo portuense no era de playa, a menos que estuviera usted raquítico y que el Doctor Joaquín Medinilla Bela o el Doctor Tolosa Latour le hubieran recomendado los quince baños de mar terapéuticos, desde luego después que la Virgen del Carmen hubiera bendecido, en su día, las aguas.

El veraneo era en el campo, en los recreos. La Julia, Las Banderas, Fantoba, El Cerrillo, el Palomar, Villa Magdalena, Las Marías (que nosotros llamábamos “Ravina”), La Belleza, El Caserón, El Caracol, Wenceslao, la Carlota , La Lusiana...

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Y otros como el Recreo de los Trapos (Nuestra Señora de los Dolores), Villa Ángeles, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Crevillet, el Recreo de Haro, Los Pinos, El Pinar,  La Hacienda San Martín, Vista Hermosa, la Granja de la Misericordia, La Manuela, La Torre, La Rufana, Nuestra Señora de los Milagros (conocido como Recreo de Monís), El Almendral,  Mazzantini, El Camaleón, El Levante, Micateco,  el Recreo de Rioja, el Manantial, San José, la Huerta de Quijano, la Granja de Tejada, la Sericícola, las Huertas de Romero, de Alcántara, del Granado, de Cuesta, de Malacara, de Vinagre... y un sin fin de fincas, amén de las casas de viñas, eran el lugar de bucólico esparcimiento, durante el verano, de muchas familias portuenses que, abandonaban sus casas urbanas y se trasladaban al campo. Por el contrario, durante todo el año, los mayetos, hortelanos y viticultores, tenían en la ciudad sus “paraderos”, en algún partido de casa alquilado con su cuadra corrida para alojar a las bestias con las que se trasladaban para hacer la compra de la semana o recoger la “muda” limpia.  /Pedro y Francisco Muñoz Seca, en el portuense Recreo de los Trapos.

Sin embargo, en 1968 se produjo la urbanización de la finca de Vista Hermosa y otras adyacentes que se le incorporaron.  Con ser un proyecto urbanístico sin parangón, numerosas familias portuenses abandonan sus casas y se van a vivir allí y toda Sevilla se vuelca  construyendo sus “segundas residencias” en  Vista Hermosa. Algunas familias portuenses ya habían abandonado sus casas del centro y se habían trasladado, definitivamente a las fincas de recreo, que acondicionaron  como verdaderos palacios.

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La Casa Grande data de principios del siglo XX, erigida por miembros de la familia Osborne que residían en Sevilla, cuando fundaron la cervecera La Cruz del Campo.

Al calor de todo ello, se urbanizan El Manantial, Valle Alto y Valdelagrana. Pero surge un fenómeno mimético al que no ha habido voluntad alguna de poner coto: las parcelaciones y construcciones ilegales que han roto todo el equilibrio de nuestro paisaje rural  y causan un desagradable impacto medioambiental, pues todo el término municipal se ha convertido en  pobladitos sin infraestructura urbana, y, lo que es más grave, han contaminado, con los pozos negros, los abundantes y ricos acuíferos. (continuará). /Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

Que el Gran Puerto de Santa María fue “la Ciudad de los cien palacios”  es lugar común y dicho que corría de boca en boca, que utilizaron como título para dos artículos, por los años 1950, en “ABC” de Sevilla, Pepe de las Cuevas y mi padre, Luis Suárez Rodríguez.

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Cartel promocional de la Ciudad de la temporada veraniega de 1896. Obsérvese en la esquina superior izquierda el escudo de la Ciudad con la estrella en lugar de la imagen de la Virgen de los Milagros, sobre el torreón.

Ciertamente, por aquellos años, comenzó un periodo de decadencia que terminó en los años 1960 y siguientes hasta la actualidad, en una pérdida absoluta del respeto, no sólo por los edificios notables, sino, lo que es más grave, por nuestro urbanismo en damero que fue modelo para el trazado de las ciudades que  fueron fundando “los españoles de ambos hemisferios”.

En nuestra novela picaresca del XVI y el XVII, los pícaros llaman con motes a cada carta de la baraja, para entenderse furtivamente. Al seis le llamaban “las calles del Puerto”, por la forma en que estaban dispuestos los palos y los espacios –calles--, que quedan entre ellos. Las calles de El Puerto  que, trazadas a cordel, en la parte de la bajamar, forman abanicos que lo defienden del viento de Levante. El abanico más notorio es el de la Plaza de la Herrería que tiene sus varillas en las calles Misericordia, Ganado, Curva, Ribera y Jesús de los Milagros, que, a su vez entroncan, en damero, con las demás; o la Cuesta del Carbón –la Plaza de Cristóbal Colón--, que distribuye  y amaina el Levante por Jesús de los Milagros, Alquiladores y la Plaza del Castillo; o la Plaza del Polvorista a la que le entra el Levante por la Calle de las Cadenas y el Callejón de Aguado y se abre en abanico entre Aurora, Ximénez de Sandoval, Fernán Caballero o Sol… para, luego,  volver al damero.

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Figuras de espadas de la baraja española.

El haber sido Capitanía General de la Mar Océana y Capitanía General de las Costas del Andalucía, antes, y, luego, con la Casa de Contratación en Cádiz, en el XVIII, lugar donde sentaron sus reales muchos cargadores a Indias y la llegada de irlandeses, sobre todo, que se apercibieron de las posibilidades de criar vinos para exportar que, antes,  estuvieron en manos de montañeses, hacen de El Puerto de Santa María una ciudad singular. Montañeses, genoveses, flamencos, francos, irlandeses, germanos…, constituyen, con los naturales, un sustrato demográfico enriquecedor para la Ciudad.

Poco a poco, emerge la riqueza que requiere labrarse un palacio, dotarlo de mobiliario nobilísimo y ajuar de ricas telas, bordados y brocados, tapices, reposteros, vajillas de la Compañía de Indias, cristalerías, colecciones y hasta galerías de pinturas y estampas, esculturas, plata, porcelana, gabinetes de arqueología, colecciones de numismática y grandes bibliotecas que llaman la atención de los escritores viajeros. Casos paradigmáticos de ello son los de Don Guillermo Tirry, Marqués de la Cañada o Don Agustín Ramírez Ortuño, Marqués de Villarreal y Purullena, o los varios palacios de los hermanos Vizarrón, o el del Marqués de Cumbre Hermosa, o el del Almirante Valdivieso, o el de Don Juan de Aranibar,  el de Barrios, el de Vos, el de Winthuyssen, el de O´Neale,  el de O´Ryan, el del Marqués del Castillo de San Felipe, o el de Moreno de Mora, entre otros muchos, con oratorios devotos, con caballerizas y guadarneses,  con amenos jardines, a la francesa, o botánicos aclimatadores de plantas exóticas de las Indias, o con embarcaderos propios, en la Ría del Guadalete, a las espaldas de sus palacios.

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Vista desde la plaza de Colón.

Pero no se crea que solamente la nobleza dispuso de casas equivalentes a un palacio. El paisaje urbano estaba poblado de edificios domésticos ciertamente singulares y sus interiores eran ricos y muy bien amueblados. Yo he conocido en mi niñez, magníficas casas residuales, de señoritas “prolongadas”, esto es, que nacieron solteras y murieron solteras, últimos bastiones de familias ricas, que, venidas a menos, conservaban la dignidad de sus ampulosos muebles, ajuares, galerías, cortinajes, relojes, porcelana, plata…, y tapaban los desconchados de las paredes, poniendo un valioso cuadro. Cuando murieron dejaron todo, generalmente, a la fiel sirvienta que las atendió, con empleo pero sin sueldo, que, viéndose rica, se apresuró a vender en almoneda todos aquellos tesoros. Los años 1960 fueron idílicos para toda clase de anticuarios, chamarileros, almonedistas, derribistas, casas de subastas… que ofrecieron lo mejor de lo que había  amueblado y alhajado muchos palacios portuenses.

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Calle Palacios abajo, esquina con Micaela Aramburu.

Casas de familias acabadas o de familias numerosísimas, aventadas a otros lugares, luego fueron convertidas en casas de vecinos, divididas en “partiditos”, pero con techos y bóvedas pintados, con grandes artesonados, con yeserías, a los que se accedía por patios con columnas toscanas y por escaleras con barandales de palosanto y grandiosas fresqueras semicirculares. “Partiditos” de sala y alcoba con puertas de cuarterones de cedro o de caoba y guarnición de pino de Flandes; con ricas solerías de mármol de Italia; con cerámica trianera del XVII o del XVIII, o de Delf, en algún caso… El Texto Refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964, con las prórrogas forzosas, ha prolongado hasta nuestros días muchos contratos de rentas verdaderamente miserables, aun actualizadas en 1995, para “partiditos” de casas también miserables. Las declaraciones de ruina, muchas veces puniblemente provocadas,  terminaron con esos contratos eternos y con el desahucio de los inquilinos molestos para los compradores, generalmente promotores inmobiliarios de fuera, que dejaron muchos palacios convertidos en solares. Pero es que, además, hicieron su agosto con los materiales de derribo. Molesta ver en revistas de decoración chalets en Marbella o en Sotogrande, por ejemplo, en que las chimeneas de mármol, o los barandales de escalera de caoba o palosanto, o las puertas de casetones, o las rejas de forja del XVII o del XVIII, dicen, en los pies de fotos, que fueron de  palacios de El Puerto de Santa María, o en catálogos de subastas, por ejemplo, los gruesos ladrillos de portabla , pintados a mano en cobalto y vidriados en los hornos de Triana del XVIII, todos distintos, que fueron expoliados del Palacio de Purullena…

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Mobiliario y pinturas del Palacio de Purullena, antes de su expolio.

Hace unos meses, en Madrid, sonó a bombo y platillo, la exposición que la Fundación Juan March hizo de diez óleos de Tiépolo que había adquirido en los años 60 procedentes de una antigua colección de El Puerto de Santa María. (ver nótula núm. 1.288 en GdP). Y, suma y sigue.

Mi padre, con mucha carga de verosimilitud, llamaba “paracaidistas” a los que aparecían por estos lares, de improviso, sin saberse de dónde, siniestra e inesperadamente, y se instalaban, bullían, apabullaban, trepaban, derribaban uno o varios palacios, construían, o no –que alguno permanece todavía en alberca--, uno o varios estafermos, hacían caja y, adiós-que-me-voy, que-ahí-os-quedáis. Los promotores y los arquitectos están casados con la Ley del Suelo y divorciados de la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico.  (continuará).

/Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

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Fue uno de los establecimientos hosteleros más populares con los que contó El Puerto. Se ubicaba arriba de la calle Luna, al fondo, entre las calles Santa María y Vicario, en un inmueble que se derribó en agosto de 1946 para dar más amplitud a Luna y crear la plaza Juan Gavala.

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El edificio (que lindaba con el que alojó a la Ferretería Zaragoza) era, como reza en los antiguos callejeros, el primero de la calle San Juan. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1873 era una hostería (con las habitaciones de hospedaje en el piso superior) de Severiano Ruiz Calderón, quien, andado los años, en 1895, llegó a ser alcalde de la ciudad. A fines de los 80 pasó a ser, ya como taberna, de José Clement González (que también llevó Casa Clement, en la plaza del Castillo, en una accesoria del palacio de Araníbar, donde está la Oficina de Turismo), al comienzo de los años 10 de José García Fernández (después dueño de Las Columnas), desde 1915 de Victoriano Gil Sánchez (de la familia de ‘los Giles’), entonces llamada Antigua Sacristía, en la década de los 30 e inicios de los 40 de Antonio y Enrique Garrido y en sus últimos años, hasta su derribo, del montañés Enrique Conde.

severianoruizcalderon_p_puertosantamariaSu nombre hacía referencia, no a la inmediata sacristía de la Prioral, como tal vez podría suponerse, sino al lugar específico de una bodega –su ‘sancta sanctorum’- en donde se conservan, como auténticas reliquias, las soleras más antiguas. /En la imagen de la izquierda, el que fuera propietario de la hostería en 1873 y  alcalde en 1895, Severiano Ruiz Calderón.

Desconozco quién captó la imagen que ilustra estas líneas y que generosamente me ha facilitado Miguel Sánchez Lobato, pero por su calidad sospecho que bien pudo ser Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’ o Justino Castroverde, los más destacados fotógrafos portuenses de la época. Tampoco sé cuándo se tomó. Estimo que fue a fines de los años 20, cuando llevaba la taberna Victoriano Gil. Convendrá el lector conmigo en que es una escena coral espléndida pese a su imperfección por el fogonazo de luz que entra por la puerta de Vicario y que nubla el mostrador y el rostro del dependiente, que más que restarle valor le proporciona encanto y cierto aire espectral.

tabernasybaresconsolera_portada1_puertosantamariaEsta es la imagen que he elegido para la portada del libro ‘Tabernas y bares con solera’ cuya segunda edición actualmente preparo (la primera, ed. Hospor, 1999). Recientemente he tenido ocasión de consultar un inventario de los enseres con los que contaba la taberna en 1926, facilitado por Antonio Gil de Reboleño Insúa. Algunos de sus elementos (los tipos de mesas, de sillas, la ubicación del salón con sus ocho camarotes…) me hacen dudar si el establecimiento en verdad se corresponde con La Sacristía. Sigo creyendo que sí, pero no tengo la certeza, y no quiero errar en un elemento importante como la portada de un libro. Por ello, si algún amable lector tuviera la convicción de su identificación o no con La Sacristía, le agradecería que lo hiciera constar en un comentario en esta nótula. /Portada de la primera edición de 'Tabernas y Bares con Solera'.

Para su identificación me parece determinante el arco con el contundente y legendario letrero del ‘SE PROHIBE EL CANTE’, que me hace recordar,  por cierto, esta noticia que publicó la Revista Portuense en julio de 1925:  “Anoche a las diez se encontraba una reunión de siete individuos en la tienda de bebidas La Sacristía, tomando unas copitas, originándosele a alguno de los concurrentes lanzar una coplita. El sereno del distrito llegó imponiendo silencio, argumentando los juerguistas para proseguir cantando que debía ordenarse que cesaran de funcionar los gramófonos [como el que aparece en la foto] que poseen diversos establecimientos del centro de la población. Observando el empleado que no eran obedecidas sus órdenes, y juzgando poco prudente imponer su autoridad contra siete individuos, hizo mutis para buscar refuerzos. Efectivamente a poco, cuando los juerguistas ya en la calle comentaban escandalizando el caso de que no se les dejara cantar, entonces aquel sereno y dos compañeros más se llevaron a tres de los escandalosos a dormir la mona en la Prevención.”  /Textos: Enrique Pérez Fernández.

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La calle Luna al comienzo de los años 40. Al fondo, La Sacristía. En el acceso de la puerta visible fue donde el fotógrafo captó la imagen de arriba que ilustra el inicio de esta nótula. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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Reproducción del anverso de una moneda con la cabeza de la diosa Tanit --la más importante de la mitología cartaginesa, asociada a la Luna y la fertilidad--, aparecida en un tesorillo de 56 monedas cartaginesas procedente del poblado de Doña Blanca.

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El original se exhibe en el Museo Provincial de Cádiz, en la plaza de Mina.

La diosa Tanit era la equivalente a la diosa fenicia Astarté. También fue una deidad berebere y era considerada, en la antigüedad, la diosa de Ibiza, venerada en otros lugares del mediterráneo.

Las monedas originales son siclos/shekels de cobre aleado con mucho plomo. (Siglo III a.C.) Son monedas ‘de necesidad’, probablemente acuñadas en Cartago durante la II Guerra Púnica y distribuida en momentos de escasez monetaria por las tropas Cartaginesas.

 Son varios los lugares donde aparecen tesorillos de este tipo: Bujía (Argelia), Saldae (Túnez), isla de Parentelleria, Costura, Cartago, Argel, Trípoli y Sabrata.

 En la península Ibérica en Garciaz (Cáceres); en El Puerto de Santa María en los poblados de Doña Blanca y Las Cumbres, este último en la Sierra de San Cristobal; Carteia, Jaén, Velez-Málaga, Alicante, Albacete, Valencia, Ampurias, Mahón, Ibiza y Melilla.

La reproducción artesana es de Paula Vega Joyas. Más información pulsando aquí

foscoantoniovalimanacogollodetudela_puertosantamariaHijo de Macario el del cine, y hermano de Merche, la cantante del trío ‘La,la,lá”, este aficionado a las motos, por profesión y devoción, piensa que nuestro sentido del humor y de acogida conquista a quienes nos visitan.

--Fosco, vaya nombrecito... --Mi padre, que tenía mucho sentido del humor, nos puso a todos un segundo nombre, a cual más estraño: Tiburcio, Macario, Apolonio, Macaria; el mío no existía en el santoral, era el nombre de un artista italiano, que también lleva mi hijo. --¿A Vd. le gusta más lo viejo, lo antiguo, lo veterano, o lo histórico? --Hombre, lo  antiguo tiene más morbo. ¿le parece poco morbo que ayer sábado saliera con una BMW de 1936? --Los coches, las motos, ¿tienen alma, y si así fuera, van al cielo o al infierno? --El alma se la ponemos nosotros a estos vehículos antiguos que siempre nos tienen con el sinvivir de si se nos parará o no en pleno Rally. Digamos que, en cualquier caso, estas máquinas van al Purgatorio.

--¿Me puede decir para que sirve el motor de explosión? --En principio, para mover estos viejos y portentosos cacharros. Dígame como si no vendrían por aquí motos de los años 20 que estuvieron estos últimos meses por El Puerto. --¿Y para que servía la motorada esta de cada año, Fosco? --Daba muchos beneficios económicos. Yo creo que el 90 por ciento de la población estaba a favor, aunque entiendo y respeto al otro 10 por ciento que abomina de ella. --¿En El Puerto que tenemos más, cara o sentido del humor? --Más de lo segundo. Nuestro club se ha hecho famoso por todos los Rallyes de la geografía española, por el humor con el que llevamos adelante nuestras concentraciones

--¿Qué es eso del Ángelus en los Rallys que organizan por la zona? --Nos preguntan muchos participantes de fuera si va a haber Ángelus, porque si no, no vienen. A las 12 del mediodía, paramos donde nos coja y, megáfono en mano, proclamo: “El Angel del Señor dijo a María, comamos y bebamos cuando llega el medio día”. --¿Los viejos rockeros de la Peña El Troncho nunca mueren? --Ahí están todos vivitos y coleando desde la década de los 60 del siglo pasado. Un grupo de amigos que formábamos la Compacorogota, organizamos conjuntamente un partido de fútbol a beneficio de Cáritas por Navidad, y le damos vidilla  a la cosa...

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--¿Hay mucha Carcoma por aquí? --Si se refiere a la concentración de motos antiguas de ese nombre, que llevamos haciendo desde hace doce años, le puedo decir que se concentraban en esos días del orden de 80 motocicletas históricas de toda Andalucía: Bultaco, Montesa, Derbi, Ossa, BMW antiguas, hasta Heinkel alemanas, cuyas dos únicas motos existentes en España están en El Puerto. /Texto: José María Morillo.

Más información de Fosco en GdP en nótula núm. 095

 

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Reproducción de un acróstico (*) dedicado al filántropo Elías Ahuja y Andria, publicado en el periódico local "La Verdad" del 31 de agosto de 1933. De autor anónimo, aunque posiblemente guarde relación con alguien de Jerez conocedor de la labor realizada por este gran hombre con los hijos de los jornaleros de aquella ciudad vecina. A éstos los que traía cada verano para que tomasen los baños de mar y percibiesen el yodo del que muchos andaban necesitados, a través de una asociación llamada Colonia Escolar Obrera, de la que era, como de tantas otras, presidente honorario. /Texto: A.G.R. 

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(*) Un acróstico es una composición poética o normal en la que las letras iniciales, medias o finales de cada verso u oración, leídas en sentido vertical, forman un vocablo o una locución. Por extensión se llama también acróstico a la palabra o locución formada por esas letras. (W)

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La Discoteca Galaxía forma parte del imaginario paranormal reciente de la provincia de Cádiz. Allí trabajaba en 1982 Antonio López Torres “’el Gorri’, (ver nótula núm. 1.570 en GdP),  como portero del local de la noche una de las principales de la época, situada en la calle San Bartolomé. De hecho vivió un incidente desagradable en aquel trabajo, no precisamente paranormal. Antes el edificio había sido el Hostal San Nicolás, propiedad de doña Irene, al que la ciudadanía conocía por otras actividades además de la de Hostal y después de ser Discoteca Galaxia, la sede de NTV, (Nueva Televisión) mayoritariamente de contenido publicitario. En la actualidad son unos modernos apartamentos tras la impecable rehabilitación de la que fue objeto hace unos años. La discoteca, muy frecuentada por militares, había tenido una carbonería en una accesoria propiedad de José Oncala Merino (ver nótula núm. 1.159 en Gente del Puerto).

Los problemas paranormales surgen cuando el ambiente se enrarece, no por circunstancias de relaciones entre los trabajadores, sino porque había algo allí que producía malestar, negatividad… Los empleados no querían estar demasiado tiempo en el lugar solos por las malas vibraciones que captaban y por miedo a lo que no veían… “El Gorri” no subió nunca a la planta alta sin ser acompañado, afirma que “teníamos mucho miedo”. Había veces que los camareros salían corriendo a la calle, lívidos, pálidos, afirmando que escuchaban extraños ruidos a los que no encontraban explicación

antoniolopeztorres_gorri4_puertosantamariaAsí se produce otro incidente aterrador cuando un grupo de baile procedente de la capital gaditana se afanaba en sus vestimentas y preparativos para llevar a cabo una representación en la discoteca. De repente “El Gorri”, que estaba ejerciendo sus funciones de portero, escucha unos llantos y gritos, sorprendido y con miedo “cogí una ‘tranca’ y me adentré en la discoteca, me di cuenta que los sofocos procedían de la planta superior. Cuando llegué hasta el origen de los mismos la estampa era desoladora: Chicos y chicas de entre 18 y 23 años se encontraban arrinconados contra la pared, con la mirada fija en algo que no podía ver, el espectro de un hombre”. Cuando “El Gorri” hizo acto de presencia en la habitación, el fantasma atravesó literalmente el cuerpo de este lo que hizo enloquecer aún más a los jóvenes. /En la imagen de la izquierda, Antonio López Torres 'El Gorri'.

Investigando el caso de estos fenómenos extraños se descubrieron antiguos usos del viejo edificio a lo largo de su historia, pero no se han hallado ningún hecho que pueda explicar la aparición de los fenómenos.

La discoteca “Galaxia” cerró. Los actuales vecinos del inmueble que no quieren hablar de si ocurren o no sucesos extraños o paranormales en sus casas. El misterio de la discoteca “Galaxia” es más de los fenómenos paranormales que se han vivido en El Puerto de Santa María. / Texto: J.M. García Bautista.

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Los alumnos y alumnas, así como profesores, de  la promoción  del colegio San Luis Gonzaga, 1976/80, mantuvieron el pasado sábado 16 de noviembre, un encuentro, que los  ha reunido 33 años después, por primera vez, desde su graduación.

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Foto del grupo completos: Letras y Ciencias, en las escaleras del colegio con los profesores José Antonio Seisdedos, Juan Villarreal, Anette King, María José Torres, Luis Márquez y Álvaro Rondón.

La cita se inició con una misa  en memoria de los alumnos y profesores fallecidos celebrada en la Parroquia de San Francisco. A continuación, los casi sesenta reunidos, que para la ocasión llegaron procedentes de El Puerto, Sevilla, Granada, Córdoba, Madrid y Palma de Mallorca,   disfrutaron de un almuerzo en el Club ‘Las Redes’ y protagonizaron una sesión musical y karaoke amenizada con música de finales de los setenta y ochenta.

En todo momento alumnos y profesores compartieron anécdotas divertidas, vividas durante los cuatro años que compartieron sus vidas, tales como el famoso viaje de fin de curso en el JJ Sister en Santa Cruz De Tenerife en donde, por muy poco, acaban con la vida del profesor cuidador quien, desde entonces, se merece lo mejor.

En aquel curso se contó, por primera vez, un grupo de niñas en San Luis Gonzaga, ya que el año 1976 se incorporaron a este comunidad escolar, --hasta entonces exclusivamente masculina-- 26 valientes muchachas que no sabemos como sobrevivieron y además, disfrutaron de unos compañeros maravillosos.

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Misa del recuerdo en la parroquia de San Francisco.

El encuentro puso de manifiesto que la amistad y la buena educación recibida, son los ingredientes necesarios para vivir rellenos de buenos recuerdos. /Texto: Pipi Gago.

Reproducimos a continuación el texto que, precisamente, leyó Pipi Gago al auditorio congregado con motivo del reencuentro: “Entre 1976 y 1980, en esos años, este país vivía inmerso en una transición política que a nosotros nos pilló entre las paredes del Colegio San Luis Gonzaga mientras hacíamos nuestra transición de la adolescencia. Os prometo que si, el día 26 de septiembre pasado, cuando me vino la inspiración para crear este grupo lleno de magníficas y queridas personas, me dicen que llegaríamos a estar juntos, el sábado 16-N, casi sesenta ex compañeros y profesores, 33 años después, no me lo creo. Lo mismo pensarán compañeros como María Osborne, Nati y Manoli, Mayi o Ramón,  ya que cuando las escasas veces que nos hemos visto nos hacíamos la propuesta --pero nadie cogía el guante-- para ponerla en marcha.

A nuestro favor esta la creación de la red social Facebook, que para nosotros que escribíamos en Olivettis y nos sorprendieron los primeros video clips,  ha sido un autentico revulsivo  que nos ha dado la oportunidad para buscar y dar con todos los aquí presentes. También es verdad que no estebáis tan lejos, estabais dispersos pero ansiosos porque alguien os tocara el hombro y os hiciera la proposición, indecente por atractiva, de  encontrarnos hoy aquí. Pues desde el 26 de septiembre, creo que para todos nosotros han sido, unas semanas muy emocionantes llenas de satisfacciones y reencuentros, que han puesto de manifiesto que el tiempo que, la mayoría de las veces nos hace olvidar, en este caso nos ha movido a reunirnos.

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Con la misma sonrisa que hace 33 años.

Hay que decir que me quedé totalmente sorprendida cuando seis horas  después  de crearse el grupo  con seis amigos de mi lista ya se habían agregado al mismo 16 personas que  apostaban por el encuentro. Esta actitud de  predisposición me hizo ver con claridad que  era posible, y que la maquinaria sola se había puesto en marcha rápidamente y que estaba claro que no había quien la pararla. Estábamos predestinados al reencuentro 33 años después  y a comprobar  sin remedio como nos había ido y en que estado de conservación nos encontramos: no había remedio.

Después de veros, puedo decir con la mano en el corazón, que no estamos tan mal y que, en términos generales, incluso mejor de los que podíamos  imaginar. No tenemos 15 años pero seguro que seguimos levantado pasiones más propias de adolescentes, y eso es lo que cuenta al fin y al cabo. Faltan algunas melenas, veo muchos lentes de cerca y lejos, los flotadores que rodean alguna que otra cintura insisten en quedarse,  y, la arruga, a pesar de todo sigue siendo bella. En algunos casos, mucho más que bellas.

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Un posado de los chicos en la escalera de San Luis.

Está claro que  todos  estamos viviendo un día muy especial  lleno de emociones, que dejamos aparcadas hace 33 años, y que hoy hemos renovado con ahínco.  Por ello, estoy muy emocionada, y sé que no solo yo me siento así. He podido hablar personalmente, vía e-mail y telefónicamente con muchos de vosotros, en estos días de espera, y todos me habéis transmitidos mucha ilusión y ganas por vernos. De lo único que me arrepiento es que no se haya organizado antes, sobre todo después de comprobar que todos tenéis una predisposición especial para pasarlo auténticamente bien.

Creo que podemos decir que  después de haber estado cuatro cursos juntos no retenemos  en nuestra memoria  ni un solo momento de rencor ni un mal recuerdo aunque, eso sí, no puedo olvidarme del frio que se pasaba en la clases donde la calefacción brillaba por su ausencia igual que en los vestuarios, de las lozas que se partían cuando arrastrábamos los pupitres, y del susto que tuvimos que pasar las primeras 26 niñas que pisaron las clases  de  un colegio,  hasta entonces solo y exclusivamente masculino. A la hora del recreo nos tocaba recluirnos en una habitación con cafetera y tocadiscos para no mezclarnos con los chicos...Esta anécdota, si se enteran los guionistas de Cuéntame cómo pasó, la meten el próximo episodio de la serie.

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Algunos de los presentes asistió en su día a la erección del busto de Cecilia Bölh de Faber.

Quitando estas  pequeñas molestias  que hoy día podrían provocar hasta manifestaciones por parte de una APA --ahora llamadas AMPAS--, todo lo demás son recuerdos  imborrables, especialmente por haber  tenido la oportunidad de poder compartir  eses años  tan importantes de nuestra formación con vosotros.   Hoy,  valoro más la oportunidad de haber podido estar ahí, en la seguridad de que, en ningún sitio, hubiera estado mejor.

Estoy segura que, un papel importante  lo tuvieron  nuestros profesores a los que todos debemos algo porque, entre otras cosas, tuvimos a los mejores. Por ese motivo están hoy aquí con nosotros en este evento porque se lo merecen y porque nos han sobrevivido y eso  es un punto muy importante a su favor. Incluso nos recuerdan con alegría y han estado dispuestos a compartir nuestra mesa sin temor a ser envenenados. Todos estamos  orgullosos de estar aquí juntos, porque incluso los que nos faltan, están  muy cerca. No os quepa la menor duda.  Estamos a compartiendo  experiencias, anécdotas, risas, lágrimas  desde esta mañana  y hasta ahora nos sentimos muy bien porque el tiempo pasado no nos impide seguir  compartiendo nuestras vidas. Espero que  sobrevivamos tanto a las copas como al karaoke y le pido a Dios  que por favor la resaca no sea muy grande mañana que ya no estamos para muchos trotes.

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Las Trillizas: las hermanas Nati y Manoli Bernal y la autora de esta nótula, Pipi Gago.

Somos de una generación muy distinta de la actual. Pertenecemos a aquella que llamaba por teléfono desde la cabina en la calle y no desde smartphones; que escribía cartas y no correos electrónicos; que montaba en vespino y no en scooter; que se levantaba del sofá para cambiar de canal y no usaba el mando para moverse entre 60 canales; que buscaba información en enciclopedias y no en Google; que iba al cine a Cádiz a ver películas de estreno meses después de su estreno, y no desde el ordenador descargada al día siguiente de su estreno mundial; que la palabra crisis la asociábamos al título de un disco de Supertramp y no a lo que está ocurriendo en estos últimos cinco años; que en las manos llevaban libros y carpetas, un disco LP, y no un Ipad; bebíamos cubatas de Rives y desconocíamos eso de una ginebra con sabor a regaliz.

En definitiva, pertenecemos a una generación ni mejor ni peor que la actual, solamente distinta, tanto que el siglo XX también nos perteneció y fue parte de lo mejor de nuestras vidas. Gracias a todos y cada uno  de vosotros por estar aquí y hacer posible, junto a la magnífica  comisión organizadora de festejos, integrada por Amalia, Inma, Alfonso y Ksenia, Mayi, Nico, Ramón y Lobato, que el encuentro haya sido posiblemente el mejor encuentro del mundo. Seguro que nuestro querido Padre Conradi lo atestigua desde el lugar donde nos está viendo disfrutar, por rememorar con nostalgia y orgullo aquellos maravillosos años. Y los que están por venir. Gracias y  hasta el próximo”.

Un proyecto que nunca se llevó a cabo, ideado poco después de finalizar la Guerra Civil española, habría conectado Jerez con el mar a través de un canal de 15 kilómetros que debería llegar hasta El Puerto de Santa María.

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La conexión se realizaría, según un estudio del Ministerio de Obras Públicas, desde un puerto fluvial que se activaría donde ahora están El Chicle y otras barriadas de la zona sur. Lo que coloquialmente se conoce por playas de San Telmo.

El canal artificial planteado entonces por el ingeniero Juan Machimbarrena partiría de San Telmo para unirse al río Guadalete en la zona de El Portal y desde ahí, seguir el curso del río y continuar hasta la localidad de El Puerto por el propio cauce del Guadalete.

Existió un anteproyecto llamado Plan General de Habilitación del Puerto de Puerto de Santa María y enlace fluvial con Jerez de la Frontera. Este proyecto se basaba en aprovechar las alineaciones rectas del río y ensanchar el cauce en las zonas más complicadas, a partir de desbrozar vegetación en las riberas y sortear meandros cerrados (como se aprecia en la imagen principal que ilustra esta nótula).

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De hecho, se planteó un calado de dos metros y 30 de anchura en El Portal para compensar las mareas.

Para profundizar en este curioso proyecto resulta obligado leer el artículo El ‘puerto’ de San Telmo, el sueño jerezano de una salida al mar (click aquí), publicado en el blog de José García Lázaro y Agustín García Lázaro www.entornoajerez.com de donde se ha extraído una de las imágenes que acompañan a este texto. Afirman sus autores: "El proyecto contempla realizar algunas modificaciones en un tramo de 12 km. del río, desde el Puente de San Alejandro hasta El Portal. A decir del ingeniero, el Guadalete presenta en su cauce entre estos dos puntos, “grandes alineaciones rectas y curvas perfectamente aprovechables”. Para facilitar la navegación, y dar al encauzamiento la traza adecuada, planea realizar 11 cortas con las que rectificará los meandros más cerrados y “las bruscas inflexiones y pequeños radios que hoy tiene el río”, reduciendo también con ello su recorrido en dos kilómetros"./Texto: Jesús Sánchez.

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Fotos: Fernando Alda y Vicente González Lechuga.

Los terrenos sobre los que se asienta el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María formaron parte de los que, en su día, pertenecieron al Convento de San Antonio de Padua de los Franciscanos Descalzos. La Orden adquirió estos terrenos en el año 1630, levantando el convento entre los años 1632 y 1684. Será en 1868, tras el pronunciamiento de Topete y Prim en la Bahía y el triunfo de la “Gloriosa”, cuando la Junta Revolucionaria Provincial ordene su desalojo y demolición, argumentando la carencia de espacios públicos en el centro de la ciudad.

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Cuadro del antiguo Convento de Descalzos, en el lugar que hoy ocupan la plaza y el Ayuntamiento. 

Entre los años 1869 y 1874 se sucederán una serie de propuestas tendentes a la ordenación del espacio resultante del derribo, la Plaza de la Libertad, intentos todos ellos de regularizar el perímetro de las fincas colindantes y formalizar este nuevo espacio urbano. Finalmente, se desarrollará un proyecto redactado por Adulfo del Castillo, consistente en la construcción de una edificación singular destinada a Juzgados y una Escuela Superior de Niños, como fondo de la nueva plaza.

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En fachada, el edificio de los Juzgados presentaba un orden apilastrado que reunía las dos plantas superiores, descansando sobre una planta baja basamental en la que los huecos son rematados por arcos de medio punto. El cuerpo central de acceso, escalera y balconada, sería coronado por un frontón en el que se sitúa el reloj y las alas laterales por balaustradas. Encima del frontón se dispuso el escudo de la ciudad. Este mismo tratamiento apilastrado recibirían las fachadas laterales en sus ocho metros de fondo. Podríamos decir que se trata de un edificio ecléctico, riguroso en su composición, que retoma elementos y formas del pasado neoclásico. No obstante, el conjunto nunca fue ocupado por los Juzgados ni por la Escuela de Niños. Sería inaugurado el año de su terminación, 1897, como Palacio Municipal.

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Foto: Fernando Alda.

En cuanto a la Plaza, el proyecto de Adulfo del Castillo proponía un modelo de fachada a repetir en los frentes regularizados de la plaza, así como el trazado de unos jardines románticos proyectados finalmente por Miguel Palacios.

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Foto: Fernando Alda.

Durante los años cuarenta, el Ayuntamiento ampliaría la edificación con la compra de unos inmuebles situados en sus traseras y con accesos desde las calles Descalzos y Jesús Cautivo, ocupando el edificio hasta el año 1974 en el que su deficiente estado de conservación y falta de espacio obliga a su traslado a la Plaza del Polvorista. En 1999 se convoca el concurso para la rehabilitación y ampliación de la antigua Casa Consistorial. El proyecto que presentamos planteaba una intervención heterodoxa sobre la edificación a conservar, en el sentido de que se dirigía más a la consolidación y recuperación de aquellos elementos considerados esenciales, que a la restitución minuciosa de su estado original.

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Último Pleno Municipal celebrado en el ayuntamiento de la Plaza de Isaac Peral, el 13 de diciembre de 1975. /Foto: Archivo Municipal.

La edificación histórica una vez rehabilitada se destinaría a las áreas más representativas, es decir, la alcaldía, con su asesoría jurídica y secretaría general, salón de recepciones y despachos de los grupos políticos. La ampliación, que ocuparía la totalidad del solar disponible, albergaría los diferentes servicios municipales y el nuevo Salón de Plenos, disponiendo de accesos y vestíbulos independientes, tanto desde la plaza como desde la calle trasera de Jesús Cautivo.

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Dibujo de alzado y sección de las nuevas Casas Consistoriales.

El nuevo Salón de Plenos se situará a caballo entre la vieja y nueva edificación, de forma que la alcaldía y los concejales accederán desde el edificio rehabilitado mientras que el público en general lo hará desde los vestíbulos de la ampliación. Esta se plantea mediante la construcción tras el edificio histórico de un cuerpo lineal de seis plantas que, en los niveles inferiores (planta baja, primera y segunda) se extiende, mediante la incorporación de nuevas crujías ajustadas a las medianeras, hasta ocupar el resto del solar y alcanzar la calle trasera. Toda esta nueva edificación se proyecta sobre una planta de sótano destinada básicamente a archivo, almacenes e instalaciones.

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Nuevo salón de plenos en la planta baja del edificio. /Foto: Fernando Alda

El ala de seis plantas recibe luz y ventilación desde su fachada sureste, paralela a la de la edificación rehabilitada. Una fachada neutra, como plano de fondo que enmarcara al antiguo edificio, hace resaltar por contraste su composición y elementos ornamentales; una fachada ésta, no exenta de un cierto clasicismo, planteada en dos órdenes, uno que engloba las plantas baja y primera, coincidiendo en altura con el basamental del edificio histórico, y otro que, con su tratamiento neutro, oculta y agrupa las plantas superiores.

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Espacio que ocupó el antiguo Salón de Plenos, mas espacioso que el que ha tocado en el rehabilitado edificio, en la planta principal./Foto: Fernando Alda

Su extensión o fondo de tres plantas iluminaría y ventilaría sus dependencias a través de patios, más bien vacíos que, en función de esas necesidades, arrancan de distintos niveles en la sección.

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Los miembros de la Corporación que ayer viernes por la mañana asistían a la inauguración y reapertura del edificio municipal, tras la rehabilitación. Solo faltaron representantes del Grupo Municipal Socialista. /Foto: JMM.

Los autores de la rehabilitación son los arquitectos José Antonio Carbajal y José Luis Daroca, con las constructoras Sacyr, Sau, habiendo finalizado la obra el 10 de marzo de 2012. Texto: Jesús Granada. 

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Manuel-Lojo-Espinosa-puertosantamariaUna de las privilegiadas memorias que estaban vivas en 2004 presentó un libro sobre la historia viva de nuestra Ciudad, correspondiente a las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. Quizás me equivoque, pero me arriesgo a afirmar que del santuario de la libación del que se ha escrito aquel libro: “Casa Lucas”, salieron más decisiones que afectaban a la vida local –política, intelectual, artística, social, etc-  que del propio Ayuntamiento que por la fecha estaba en la Plaza de Isaac Peral a la que está regresando en estos días.

 No había circunstancia de la época que no pasara por la tertulia que allí formaban, amigos y coincidentes en las consumiciones moyatosas, en aquella especie de Casino que era la casa de bebidas situada en la calle Larga, entre Palacios y Luna, donde hoy existe un establecimiento de material de oficina: HIVA. (Ver nótula núm. 037 en Gente del Puerto). Los más antiguos recordarán aquella bodega, con sus botas en primer y último término, su mostrador donde se apuntaban las chicas y medias chicas que se jugaban al mús entre los contertulios con tiza indeleble al agua, y aquella cuerda con cestillo, que servía para enviar a casa de Tio Pé, la media botella del exquisito caldo que allí se consumía.

La privilegiada memoria del que fuera una institución local en su persona,  Manuel Lojo Espinosa, otrora concejal del Ayuntamiento de El Puerto –curiosamente de Deportes, pese a su poco deportiva figura-, director del entonces Instituto Nacional de Previsión, y no se cuantos cargos más del anterior régimen político, lo hizo posible.

casalucas_225_puertosantamariaD. Manuel, -Manolo- rescató en este libro múltiples vivencias y circunstancias de la época, para deleite de cuantos tienen aún en su mente un Puerto en el que todos se conocían, y por el que ponían una ilusión distinta a la que hoy ponemos los que lo habitamos desde la globalización, quizás porque no cumplimos con la  máxima de “Pensar en global y actuar en local”.

En la evocación a los parroquianos de Casa Lucas: Castillita, los hermanos Lara, Juan Sala, los Gil, Vélez, ..., se funden dos recuerdos que, personalmente tengo en mi poder: uno material, regalo de Cayetano Vélez, consistente en sendos cuadros de Antonio Bienvenida por el firmado, y otro de la Plaza de Toros expuestos en la zona de tertulia de la tasca. Y otro sentimental, y es el espacio que ocupa en mi memoria aquel lugar donde iba de pequeño a acompañar a mi padre, Pepe Morillo, y donde aprendí que la tolerancia y el buen humor, son muy buenos consejeros en la vida. En recuerdo a su memoria, muchas gracias D. Manuel, por aquel libro que nos legó, va a hacer ahora 10 años. /Texto: José María Morillo.

 

 

El 10 de noviembre de 1878 tuvo lugar la ceremonia de poner la primera piedra en la construcción del circo taurino de la ciudad de El Puerto de Santa María. Vimos en aquel pintoresco sitio numeroso público que acudió a presenciar las fórmulas establecidas en análogas circunstancias por antiguas costumbres.

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Grabado de la Plaza de Toros después de su inauguración.

Sin ostentación de ningún género, el ato comenzó con la lectura a cargo de José de Pazos, del acta de constitución de la la compañía, aprobación de sus estatutos y de la colocación de la primera piedra. Lleva este acta la firma de los señores que componen el Consejo de Administración, la del ayudante de obras Portillo y la del contratista Antonio González. A continuación, José de Pazos leyó una extensa biografía histórica de El Puerto, en la que se reseñan los productos agrícolas e industriales de este pueblo, sus edificios mas notables, la estadística de su censo, la de su riqueza y el número escuelas públicas costeadas por el municipio.

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Vista aérea de la Plaza de Toros en 1940

Firmaron este documento el alcalde, Pazos y el secretario del Ayuntamiento Ernesto Gutiérrez. Al terminar la exposición de estos históricos documentos, fueron colocados en una caja de plomo varios periódicos de Madrid, Cádiz, Sevilla y Jerez procediéndose a la colocación de la primera piedra. El maestro encargado de la obra, Escalante, entregó el palaustre al ayudante facultativo, Fernando Portillo, y éste lo pasó a manos de Tomás Osborne, presidente del Consejo de Administración. Osborne cubrió con mezcla los ladrillos que tapaban el hueco donde se había depositado la caja de plomo y dio por finalizado el histórico acto. /Texto: Diego Joly (Diario de Cádiz).

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Cuando el mago apaga la vela, la oscuridad amedrenta al rey. El oráculo, la adivinación, las justas medievales, la moneda al aire, la dirección del viento o la iluminación divina, juegos físicos o juegos mentales, el diálogo con lo oculto, la alucinación de la seta, los fantasmas y los espíritus; ¡espera, espera que le pregunto a los dioses qué debería hacer! Los juegos de mesa proceden de ese galimatías en el que la humanidad siempre se ha visto inmersa; el ajedrez no es ajeno a este origen y su aparición en Europa, en la península ibérica, en los tiempos de los reinos cristianos y musulmanes, recoge sin duda esa antorcha de los tiempos arcanos. A finales del siglo trece nos imaginamos el siguiente diálogo entre Alfonso X el Sabio (ver nótula 1000 en Gente del Puerto), fundador de El Gran Puerto de Santa María  y Moisés, uno de sus desconocidos traductores:

—Mi Rey. ¿Qué queréis? —Quiero algo que llene mis días, algo que me recuerde que hay vida más allá de las persecuciones y las guerras. —Tengo lo que me pedís. Lo he visto en Fez y en las soleadas tardes de Marrakech. Puede verse, también, bajo la luz blanca de la luna en las noches claras del desierto, a gentes embelesadas, embrujadas por la atracción fatal de su geometría, desde el Atlas hasta la misma Persia. —¿De qué me habláis, traductor? —Os hablo de un maravilloso juego que es como la vida misma, como el alma de la tierra. De un juego que simula las miserias y la astucia de la gente, que enfrenta a reyes y guerreros y estimula el seso, más allá de la ventura. De un juego que puede absorber todas las horas del día, tal es su profunda complejidad. De un juego cuya belleza es inigualable, pues la simplicidad de la simetría de su tablero y las reglas sencillas de los movimientos de sus piezas dan paso a una explosión de tácticas y sacrificios y movimientos como jamás hayáis visto. –¿Y cómo se llama este juego tan peculiar? ¿Por qué no lo conozco? ¡Habla, traductor, en nombre de tu fe hereje!

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Moisés, el traductor desconocido, suspira ante la insistencia de Alfonso; sabe que tarde o temprano, él o sus descendientes volverán a marchar a otras tierras. Los reyes cristianos ponían las guerras en la península ibérica; ellos y sus reinas y sus consejeros y sus ejércitos con sus caballos y caballeros. Y en cada castillo una torre que parecía inexpugnable dominaba el paisaje; la península era un tablero jugado a varias bandas: cristianos contra musulmanes y judíos que aún podían establecer relaciones con la corte cuando no eran perseguidos, instigados por las proclamas papales o de los reyes de turno. En medio de tan desolador paisaje, Ramon Llull, un adelantado de su tiempo, escribía sus filosofías y sus artes magnas y sentaba unas bases lejanas, pero ciertas, para la teoría de la información computacional de donde beberá la incipiente ciencia de la inteligencia artificial a mediados del siglo XX.

ramonllullEl ajedrez trajo consigo un modelo de sociedad, un modelo de conocimiento y un pasatiempo que se tornó a llamar «real» (de la realeza, por supuesto) que reflejaba una gran metáfora de la situación del momento. Lo habían dejado los árabes en la Europa meridional y lo jugaban tropas y cortesanos y reyes. Frente a los otros juegos, era paradigma de la razón, de la inteligencia y así lo entendió el rey Alfonso. En ese diálogo entre un rey que busca conocimientos de sus vasallos herejes, en medio de esas guerras que se hacían en nombre de la fe, el rey y sus traductores terminaron, hacia 1283, el Libro de los juegos, ajedrez, dados y tablas, una recopilación, podríamos decir, de actividades ociosas permitidas por la gracia divina. El libro, como muchos otros que salieron de manos de los traductores de la corte alfonsina, procedía de obras árabes hechas tiempo atrás. Los traductores transmitían la cultura y el conocimiento que traían los árabes del norte de África y más allá hacia oriente, de Persia y la India y hasta de la antigua China, a una península que se había pasado demasiado tiempo absorbida en las guerras y en las inopinadas consecuencias de la misma gracia divina que permitía algunos juegos.

...continúa leyendo "1.924. ALFONSO X. La inteligencia y la suerte."

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La panadería confiería ‘Los Sanluqueños’, hoy Ntra. Sra. de la Merced, situada en la calle Ganado, es propiedad de Manuel Fernández Sánchez (empresa del grupo Jamefer-Bar Jamón), se anunciaba así en la Revista Blanco y Negro en el año de 1934, como la primera panificadora mecánica de Andalucía.

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De izquierda a derecha, José Sanz Bustillo, Antonio Bravo Pérez de espaldas, Carlos --representante de máquinas de café-- y Felipe Pérez González, en los inicios de la década de los sesenta del siglo pasado. /Foto: Colección V.G.L.

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Enrique Pérez Fernández, en su libro ‘Taberna y Bares con Solera’ escribe: «Donde está hoy el Bar Manolo, frente a la plaza Peral y esquina a Javier de Burgos --la otra esquina donde está hoy Unicaja la ocupó el Hotel España, entre otros de la familia Simeón Rodríguez--, se encontraba en 1804 una tienda de montañés. [...]. En 1939, cuando era de Pedro Ayala, se llamó Bar La Manzanilla (como uno que existió en La Placilla), y al año siguiente, en manos de Juan Monreal y Francisco Salguero, Bar Nacional Express. A fines de 1941 lo adquirió Manuel Caballero Bazo, ‘el Mocho’, bautizándolo como Bar Manolo. Con los años lo vendió a Felipe Pérez González, siendo hoy los propietarios sus herederos». Con anterioridad, continúa Enrique Pérez «En 1910 era un ultramarinos del pontevedrés Antonio Dopeso, y en 1915 del portuense Francisco Custodio Rivas, lugar también de almacenaje y venta, como representante de la marca, de la manzanilla ‘La loca de la casa’. En julio de 1928 José Pérez Diáñez estableció al lado (donde tuvo la papelería Zorba su primer establecimiento), una fábrica de gaseosas y cervezas, ‘montada con todos los adelantos modernos’, y donde el ultramarinos, un despacho de vinos y, por supuesto, de sus cervezas y gaseosas».

Se han cumplido 190 años desde que, el 1 de Octubre de 1.823, desembarcara Fernando VII en El Puerto, tras su liberación por “Los Cien Mil Hijos de San Luís” de la prisión a la que le tenían sometido los liberales en Cádiz.

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“Desembarco de S.M. el Rey Don Fernando VII en El Puerto de Santa María, el 1 de Octubre de 1823.” José Aparicio. Óleo. El original (*) desapareció en un incendio. Esta es una copia del mismo autor (1,10 x 0,82), que se conserva en la Sala del Museo Romántico, de Madrid, propiedad de Mariano Rodríguez Rivas en 1959.

(*) El cuadro a gran tamaño estaba en el Convento de las Salesas Reales, de Madrid, donde estaba situado el Tribunal Supremo. Ardió completamente por efecto de un devastador incendio.

Poco después, el ‘malajoso’ rey del paletó derogaba la Constitución liberal, en el número 74 de la calle Larga. Un lugar, al parecer maldito, pues los comercios que alberga el actual Centro Comercial allí instalado (solo se conserva la fachada con una placa que recuerda la efemérides), no suelen tener, salvo excepciones, una larga singladura.

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Número 74 de la calle Larga, donde hoy se encuentra un Centro Comercial, (solo se conserva la fachada), donde se derogó la Constitución liberal.

Hay que recordar que cuatro años antes, aquí, en las afueras de El Puerto, se reprimió un intento de revolución el 8 de julio de 1819. Su propósito era imponer un régimen constitucional a Fernando VII, previo al ‘Trienio Liberal’, que fracasó por diversas circunstancias, siendo conocido como ‘El Pronunciamiento de El Palmar’. 

Pero volvamos a 1823. Así relata Santiago Montoto el suceso reflejado en la reproducción del óleo que acompaña estas líneas: «La hermosa ciudad, un día Capitanía General del Mar Océano, reunía en su seno lo más selecto del ejército francés y de los personajes del gobierno realista: el embajador de Luís XVIII, los de la Santa Alianza, el Presidente de la Regencia, Duque del Infantado, el ministro don Víctor Sáez, el Duque de Angulema, el Duque de Guiches… El muelle de El Puerto se hallaba engalanado con banderas y gallardetes; por las aguas de la bahía surcaban barcos empavesados. […]"

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Vista de El Puerto de Santa María, desde el Castillo de San Marcos. Los soldados al mando del Duque de Angulema, en el Patio de Armas del Castillo, al fondo Cádiz y los barcos que traían libre a Fernando VII, para llegar a los muelles de El Puerto. (Colección L.S.A.)

"La falúa real atracó al muelle… Una lluvia de flores cayó sobre Fernando y su familia. El Rey dio a besar su mano a las personas más significadas y ostensiblemente mostraba su alegría al pisar la tierra de El Puerto. Abrazó al Duque de Angulema, […] y se apresuró a buscar descanso en la hermosa casa que le habían señalado en la calle Larga, número 74, propiedad a la sazón de la familia Reinoso Mendoza de las Panelas, constituyendo el desembarco, según el Marqués de Miraflores, una de las escenas más interesantes que ofrecen los siglos»

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“Llegada de Fernando VII en una falúa al muelle de El Puerto de Santa María”. Litografía. (Colección de Antonio Osborne Vázquez en 1959)

El Puerto, por aquella época, se emperifollaba feliz por la presencia de tantos y tan principales personajes de toda índole, con repique de campanas en la Prioral. Los portuenses de 1823 vivieron en primera persona los agitados acontecimientos, violentos unos, diplomáticos otros; las conspiraciones y las traiciones, que han quedado reflejadas en tan triste momento de la historia de España: unas tropas extranjeras venían a liberar a un torpe rey de infausta memoria, que vino a derogar en nuestra Ciudad –por segunda vez- la primera carta magna que provenía del pueblo, fruto de la convulsa España de principios del XIX,  dando paso  a la que sería conocida como “Década Ominosa” (1823-1833). Autoridades y potentados, diletantes y militares, residentes o sobrevenidos se erigieron por unas fechas en protagonistas en torno a ese momento que finaliza con el desembarco real y subsiguientes decretos de anulación de lo actuado en el anterior periodo de política constitucional. A partir de ese día se produjo una fuerte represión, con especial depuración de oficiales del ejército, jueces, funcionarios y cuantos hubiesen colaborado con el gobierno liberal, faltando el rey a su palabra/manifiesto de un ‘olvido general’ para los protagonistas del periodo liberal.

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Grabado que representa una escenas del episodio de la liberación por el Duque de Angoulême y los “Cien Mil Hijos de San Luis ” del Rey Fernando VII, retenido en Cádiz por los liberales por sus veleidades absolutistas.  J.P. Wagner sobre dibujos de Andreas Rossi. Siglo XIX. (Colección J.S.A. Bruselas).

Texto del Grabado: «LLEGADA DE S.A. EL S. DUQUE DE ANGULEMA AL QARTEL GENERAL DEL PUERTO DE SANTA MARÍA EL 16.DE AGOSTO.
Al Excmo. S4. José Aznarez Navarro Sanchez y Fuertes. Consegero de Estado. Academico de honor de Nobles y bellas artes de San Luis de la Ciudad de Zaragoza, individuo de la Real Sociedad Aragoneza de Amigos del Pais. Socio honrífico de la de Sevilla y Asistente de esta Ciudad. Yntendente general de Facto de los quatro Reynos de Andalucia y de la Provincia en Comicion.

Y el portuense de a pie asistía, desde calles y plazas a un incesante ir y venir de carrozas, compañías de militares, servidumbre distinguida, acopio de avituallamientos, movimientos económicos y zarandeo a la monotonía. Era un reality show, en vivo y en directo.

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“El Puerto desde la Otra Banda”, con el puente colgante sobre el Guadalete. Litografía utilizada como cubierta del libro de Santiago Montoto ‘El Puerto de Santa María en la liberación de Fernando VII’. 1959. Edición Limitada de 500 ejemplares.

La  medalla que luego otorgara el rey al ayuntamiento de la Ciudad, como agradecimiento por los servicios prestados, venía con una cinta amarilla y hojas de laurel. Con posterioridad serviría de inspiración para los colores amarillo y verde de la Hermandad del Rocío, en el segundo tercio del siglo XX y mas tarde para definir los colores de la Ciudad. Unos colores basados en un momento indigno de la historia española. Ya hay quien aboga por el carmesí del pendón de los Duques de Medinaceli, señores de El Puerto hasta su incorporación a la corona, o el sugerido, previamente, en colores alfonsíes por su vinculación con la fundación por el rey Sabio. Que son, por otro lado, los colores del Racing Club Portuense junto con el blanco.

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Explicación de los personajes que aparecen en el cuadro de José Aparicio, que aparece al inicio de esta nótula.

Lo cierto es que el suceso, reproducido en un óleo de José Aparicio depositado en el Museo de Arte Romántico de Madrid (ojo al linnun crucis reproducido, cruz que se conserva en el tesoro de la Prioral), marca de forma clara a la Ciudad. Un lugar donde la Constitución es abolida, donde los principios de soberanía del pueblo venían a ser pisoteados por alguien que no supo interpretar su papel, en el escenario de una España que quería caminar hacia la modernidad. Se cerraron universidades y periódicos; se restableció la censura; se expurgaron bibliotecas y librerías, y no se restableció la Inquisición abolida en el Trienio Liberal, de puro milagro, valga el contrasentido. Un rey bajito de miras, corto de alcances y que pasó a la historia con semejante baldón, permaneciendo en las coplas por usar aquel gabán afrancesado, de paño grueso, largo y entallado: el paletó. Vaya prenda para un tío malaje. /Texto: José María Morillo.

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