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El puente colgante de San Alejandro en 1867, fotografiado por Jean Laurent. Biblioteca Nacional de España.

Mal acabó el año 1839 para El Puerto. El 1 de diciembre, el puente de barcas de San Alejandro, el que se construyó a iniciativa del Capitán General Alejandro O’Reilly sesenta años atrás, se desplomó y la corriente del río se lo llevó. Pero para día aciago, el de su inauguración, el 14 de febrero de 1779, cuando la aglomeración de gentes sobre el puente fue tal que provocó que las compuertas móviles cedieran y se precipitaran al río numerosas personas, falleciendo 115.

De inmediato, el Ayuntamiento comenzó a gestionar la cons­trucción de un nuevo puente en el mismo lugar, decantándose en marzo de 1840 por el proyecto de un puente colgante que tenía presentado al Gobierno de la nación el francés Jules Seguin, aunque las obras se retrasaron varios años.

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Los hermanos Jules Seguin (1796-1868) y Marc Seguin (1786-1875), artífices de los puente de San Alejandro y San Pedro.

Era Jules Seguin empresario y hermano del prestigioso ingeniero francés Marc Seguin, el inventor en 1824 de los puentes colgantes suspendidos de cables de acero y también de la caldera tubular, entregada a la industria en 1827 y aplicada a la primera locomotora de Stephenson. Su ingenio le venía de familia: era sobrino de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático.

El nuevo puente que sustituyó al de barcas –todo un alarde técnico para la época-, se conformó con un tablero de madera (95 metros de largo por 6’40 m) suspendido de cables que pendían de cuatro cilindros de fundición y retenidos a otros tantos pozos de amarra. Para su construcción se aprovecharon las calzadas de acceso y los estribos del puente de barcas. La obra la ejecutó la empresa de Jules Seguin, previéndose sufragar su coste con la reimplantación durante treinta años de un antiguo arbitrio de carreteras, debiendo pagar el Ayuntamiento como rédito anual 12.178 reales. Luego su propiedad quedaría en manos del Estado por situarse el puente en el tránsito de una carretera nacional de primer orden.

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Litografía del puente y la Ribera de 1864, de la ‘Guía del viagero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz’, de Eduardo Antón Rodríguez.

Se inauguró el 18 de enero de 1846, a partir de las dos de la tarde. El programa de actos quedó fijado con el boato propio de la época… la presencia de las autoridades, los invitados y el clero portando la Cruz Parroquial; la música de dos bandas militares, situadas a cada extremo del puente; su bendición por el Vicario y la entonación del tedeum; la salva de la Brigada de Artillería dispuesta del lado del arrecife de Puerto Real; de nuevo las músicas militares; y el puente adornado con vistosas guirnaldas y banderas para marcar tan señalado día, pues el puente era la única vía de acceso terrestre a Cádiz y a las demás poblaciones de la bahía. Cinco meses después, el 30 de junio de 1846, también según proyecto de Marcos Seguin, quedó inaugurado otro puente colgante sobre el río San Pedro (que se hundió a fines de 1880, tres años después de hacerlo el de San Alejan­dro).

SE VEÍA VENIR…

Pese a los alardes técnicos empleados, el nuevo puente de San Alejandro (si los romanos levantaran la cabeza) no tendría una larga vida: a los 31 años de construirse se vino abajo. Según refleja la documentación conservada en el Archivo Municipal, era algo que se veía venir hacía años…

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Lámina del puente en 1864.A su lado, un pequeño astillero, lugar donde entonces se permitía bañarse a las mujeres –sólo a las mujeres- de noche.  

En mayo de 1855 el alcalde portuense elevó un oficio al gobernador civil de la provincia solicitando que se verificara un reconocimiento del puente (no realizado desde su inaugura­ción), especialmente en los cables no visibles de los pozos de amarra, pues se contaba con el antecedente reciente de cuando se tuvo que descolgar el tablero del puente del San Pedro para efectuar algunas reparaciones, se comprobó que los cables de suspensión embutidos en sus muros de mampostería tenían cortados las tres cuartas partes de los hilos. A tal requerimiento, el gobernador dispuso que pasase a inspeccionarlo el Ingeniero civil de la provincia, pero éste contestó que el alcalde tenía excesivo celo e incurría en un acto de injerencia y desconfianza al ser a él a quien correspondía juzgar si era necesario o no reconocer su estado. Al mes siguiente, el Ayuntamiento reiteró al gobierno civil lo solicitado, pero no consta que se obtuviera respuesta. Días antes, un dictamen de los síndicos portuenses recordaba que por Real Orden de 25-XII-1843, mientras no concluyese la concesión del puente a la empresa constructora, ésta tenía la obligación, no cumplida, de mantenerlo en buenas condiciones, teniendo que pintar la madera y los hierros al menos una vez cada tres años, y recomponerlos o reemplazarlos cuando lo exigiese la seguridad del tránsito, al igual que los cables de suspensión y retención que se rompieran. Otros intentos para reconocer el estado de conservación del puente se repitieron con el tiempo, pero siempre en vano. En julio de 1858 ardió el tablero en su totalidad, posteriormente repuesto a costa del Estado

Pasaron los años. En noviembre de 1873, la comisión de Obras Públicas del Ayuntamiento, aun a sabiendas de que no era asunto de sus atribuciones, pasó a reconocerlo. Se encontraron las maderas del pavimento podridas, así como la mayor parte de las transversales sobre las que descansaban, no siéndoles posible comprobar las amarras por encontrarse los pozos en que se sujeta­ban cubiertos de agua; días antes, el guarda del puente vio en ellos pedazos de alambres podridos. Y así, de momento, quedaron las cosas.

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Imagen captada en mayo de 1877, mientras el puente se reparaba, poco antes de derrumbarse. / Foto, colección de Manuel Pacheco Albalate.

…Y SE CAYÓ

El 15 de mayo de 1877, de uno de los pozos de amarra se safó uno de los cables o calabrotes (cabo grueso de 9 cordones corchados de izquierda a derecha, en grupos de 3 y en sentido contrario al reunirlos) que sostenían el tablero. Como precau­ción, se cerraron los accesos al puente con vallas y se reali­zaron algunas reparaciones menores. Entonces fue cuando se captó la imagen adjunta, en la que se observa a un operario encaramado a horcajadas a uno de los calabrotes, comprobando su estado o reparándolo. No pierda el detalle de la escalera por la que subió.

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Una vez venido abajo, aún con algunos cables de acero colgando. Fotografía de J. Laurent, 1879.

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Composición del puente derribado a partir de otra instantánea de Laurent, 1879.

El 2 de octubre, al paso de un carro cargado con losas de Tarifa que conducía el portorrealeño Diego Carrera, se asti­llaron completamente dos vigas madre del pavimento, hasta que definiti­vamente, el 16 de noviembre de aquel 1877, a las cuatro y media de la tarde, cuando cruzaban el puente en dirección a Puerto Real tres carros sin carga tirados por tres mulas cada uno, se desprendieron de sus amarras los tres calabrotes que colgaban del lado izquierdo de la orilla de la otra banda; los que (en la foto) revisaba el operario. Bestias y arrieros se precipitaron al río, resultando tan sólo herido leve uno de los arrieros, Manuel Romero. Como remedio provisional, se construyó una barca de pasaje, arrendada para su explotación a Francisco Vaca, y se habilitaron en ambas orillas sendos muelles.

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El puente de hierro de San Alejandro (1884-1977) desde ‘la otra banda’. En la orilla, el espacio que ocupó el pequeño carenero que en 1906 estableció José María Ponce. (Ver nótula núm. 2.311 en Gente del Puerto).

Y al colgante le sucedió el tercer puente de San Alejandro, el de hierro, que se construyó, con diseño del ingeniero Emilio Iznardi, en 1884 y fue desmontado, salvo sus pilas, que siguen aflorando en el río, en 1977. Justo un siglo después de que se hundiera, por dejación de las autoridades competentes, el colgante. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Antonio Fernández Galloso y su cuñado Luis Feria, padre del torero José Luis Galloso, vendiendo caramelos y pipas --y algún tabaco de contrabando como Chester y Camel-- en el carrillo que instalaban durante la Semana Santa y otras fiestas. Antonio, tonelero y Luis, panadero, juntaron algo de dinero para crear, en 1958, las Destilerías Galloso (ver nótula núm. 92 en Gente del Puerto). /Foto: Colección Antonio Fernández Feria.

 

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Era uno de esos alumnos grandullones que a fuerza de repetir curso acababa siendo más alto que los propios maestros. Un clásico de los pasillos del colegio: ideal para hacer recados a medio claustro de profesores y para ayudar al conserje en asuntos de peso (de cargar peso, más bien). Aparecía en las listas como José María García Flores, le gustaba cantar y quería que lo llamasen Josermari.

josemariagarciaflores_nino_puertosantamariaEntonando el pasodoble de una comparsa infantil con la que compitió en Teatro Falla lo recuerdo yo, en el recreo del Poullet, a principios de los ochenta, relatando a algunos admirados curiosos, con profusión de detalles, la emoción de acudir a las tablas del Falla, nada menos, y de vivir la magia de los camerinos y de volver, casi de madrugada, al Puerto, muy cansado, con la voz quebrada, pero también con el gusto en la boca de los artistas de verdad. Enseguida se convirtió en el promotor de esas agrupaciones que, organizadas por los propios estudiantes, actúan en las fechas señaladas, imitando a las comparsas grandes, y pudo vivir así entre los compañeros el brillo de la popularidad que no le dieron sus sobresalientes imposibles. Hoy lo habría visto un orientador; entonces era suficiente con que no hiciese mucho ruido en los pupitres últimos del aula. Se acuerda de Los colegiales y de Marcelino, pan y vino, de los aplausos y las felicitaciones. /En la imagen de la izquierda, Josemari, en sus años de escolar.

 

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Posando con el tipo de su primera agrupación: Fantasía andaluza.

Y no olvida a sus maestros de entonces, con las manos largas para lo peor, pero también para lo más noble. Y lo mejor para él fue seguir camino académico hacia la Formación Profesional, que entonces tenía aquí su versión pública en el Instituto Santo Domingo, donde era posible iniciar estudios de enseñanzas medias sin haber obtenido del Graduado Escolar y donde se matriculó para aprender electrónica.

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Con sus buenos amigos Antonio Martín y Luis Galán, y el jugador internacional de fútbol, Joaquín.

Me contó todo eso sobre una tumbona azul, que previamente había barrido con esmero de orfebre, y bajo una hilera de sombrajos que alquilaba el pasado verano junto nuevo veterano chiringuito de La Concha, el de Vicente Esquerdo. Hablaba y trabajaba al mismo tiempo. El ayer suyo y el ahora de una familia que acaba de llegar, pregunta precios, hace cálculos, vuelve a preguntar… Terminado el trámite volvía el vendedor de sombra a la tumbona de antes. Del pasado de su adolescencia al presente del hombre de 46 años que es hoy y que se pasó julio y agosto hablándole de tú a tú al sol de la playa del Buzo. Montón de horas de calor en el tajo para alguien que ha estado en muchos tajos y que de lo único que se arrepiente de verdad es de no haber estudiado en su momento. Aunque no le van las lamentaciones, y hace bien, porque sabe que tarde no es jamás; por eso cursa estudios en un ciclo formativo de Soldadura y ha regresado a los libros que un día le dieron la espalda. ¿Quién ha dicho miedo?

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De izquierda a derecha, Luis Galán, Antonio Burgos, Antonio Martín y Josemari García Flores.

Así que íbamos por Santo Domingo y por el Carnaval. Aunque antes me ha contado que sus primeros años transcurrieron en la barriada del Polvorista, donde los libros de historia local relatan hubo un cuartel, y que a lo mejor por eso fue un polvorilla con diez hermanos que una vez se metió en un ensayo carnavalesco y de ahí no salió hasta hace unos cinco años, cuando formó parte de la comparsa Cuento chino. Y en esos treinta años desde 1980, que se dice pronto, fue integrante de un buen puñado de agrupaciones que ya forman parte de la leyenda de esta ciudad, como Vamos al grano, Marinero en tierra, Jamón de la mar o la vieja Trova. Ecos de su voz de tenor correoso e incombustible están en esas viejas cintas de casete que muchos nostálgicos hacen sonar todavía.

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Trayectoria en el mundo del Carnaval.

Aunque en esas tres décadas hubo un paréntesis para el Servicio Militar y para aprender a buscarse la vida. Cruzó el Mediterráneo antes de que lo llamaran a filas y el deber patriótico lo cumplió en la Legión, donde lució galones y donde pudo haberse quedado por insistencia de sus superiores, quienes vieron en él a un perfecto profesional, a un más que fiel novio de la muerte. Dice que aquello le cambió la vida, y que aprendió valores en unos años en los que muchos de sus amigos del barrio acabaron con las venas rotas y la mirada de los muertos. También dice que, acabado su período marcial, se fue hasta Madrid para intentar ser policía nacional, pero que no podía perder demasiado tiempo preparando oposiciones cuando en El Puerto lo esperaba una vida que llenar de trabajo y responsabilidades.

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La comparsa con el tipo de Rafael Alberti, junto a su autor, Luis Galán. Los Majaras premiados en el escenario del Teatro Falla, en el que estuvo integrado Josemari.

Por eso fue primero pintor, y luego tocó todos los palos de la construcción hasta convertirse en empresario en los años efervescentes del ladrillo. En ese mundo, como en todos en los que ha residido, conoció lo mejor y lo peor, sumó amigos y soportó enemigos; fue alguien y fue nadie. Aunque nunca se ha sentido más importante que cuando conoció a Sofía, de quien habla temblándole la voz y brillándole las pupilas. Esa y la otra Sofía, la pequeña que cada vez lo es menos, son, confirma rotundo, lo mejor que le ha pasado en la vida. Y ser portuense, eso también. Lo lleva a gala y lucha por lo suyo, que es lo nuestro, de hecho forma parte de El Vaporcito, un colectivo que trata de que el viejo Adriano, hundido por la desidia y por esa estulticia política tan de aquí, sobreviva al menos varado en un punto llamativo de la ciudad.

 

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Compartiendo escenario junto al amor de su vida, tras recibir un reconocimiento de la Peña Corribolo.

Todo eso, y muchas más cosas que no cabrían aquí, me contó hace meses, mientras iba y venía, resudando, y dando cambio de monedas que rechinaban entre el murmullo del oleaje y la marejada de las conversaciones. Y mientras aseaba hamacas, y orientaba sombrajos tratando de engañar la luz impenitente y excesiva para una clientela acalorada, que hablaba al vendedor de sombra con el respeto que se gana a pulso la gente respetable. Y que lo llamaban como una vez me pidió que lo hiciera yo, allá por los últimos años setenta, en medio de un patio de colegio que olía a bocadillo de manteca y a brisa de estero. Así, como ya siempre le he llamado desde entonces: Josemari. /Texto: Ángel Mendoza

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Trayectoria en la Asociación de Autores y Directores del Carnaval Portuense

rafaelgomezelgallo__puertosantamariaAquella tarde Rafael Gómez Ortega ’el Gallo’, Juan Belmonte y Francisco Vega de los Reyes ‘Gitanillo de Triana I’, o ‘Curro Puya’, alternaron en la Plaza de Toros de El Puerto de Santa María el 28 de agosto de 1927, día que recibió la sagrada investidura ‘Gitanillo de Triana I’, al cederle ‘el Gallo’  el toro de nombre ‘Vigilante’, berrendo en negro, de don D. Tomás Pérez de la Concha. Un testigo presencial del aquel doctorado, el portuense Juan Marchán Garcia –abuelo de nuestro amigo Francisco Varo Marchán- le contó a su nieto «...haber vivido la alternativa más larga de la historia del toreo, que duró 8 minutos.»

Juan Marchan era amigo de los tres matadores y era común en él que fuese de muy pocas palabras. A Juan Belmonte le caía personalmente muy bien por esa «virtud», y porque, además, era Marchan muy discreto, amable, bondadoso y noble. Jamás solía violentar una conversación y aceptaba las propuestas. Fue un modelo de condición humana: después de que sus cuñadas se quedaron viudas, él crió a todos sus sobrinos huérfanos. Todo lo asimilaba con frases taurinas. En cierta ocasión vio a un jubilado ya achacoso y dijo: «...tiene media estocá y se está acercando a las tablas.»

La histórica anécdota dice: En cierta ocasión, de las muchas que Rafael (Gallo) venía a El Puerto de Santa María y se quedaba a vivir en casa de los González (los Villegas) –cuando tenía que torear en nuestra plaza llegaba a la ciudad al menos tres días antes-, solía asistir a las peleas de gallos que entonces se celebraban, en el reñidero ubicado en la esquina de la  calle Santa Clara, al lado derecho donde hoy está el cementerio y desde donde se veía la finca de los Gallardo, en la que pastaban los toros de la primitiva casta de Miura. Rafael siempre recordaba una de las peleas de gallos de las que se ofrecían junto a los corrales –viviendas comunitarias de aquella época- en un local situado en la esquina de las calles sevillanas de Pagés del Corro y Costilla, en Triana.

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Reñidero de la calle Santa Clara. /Foto: Fernando Herraz

De todos es conocido la afición de la mayoría de los toreros a la crianza de los gallos de pelea, especialmente los de la raza calé. Así que entre ambos matadores se creó una especie  de competencia por tener el gallo negro, del que según Juan Marchán  se había enamorado Rafael ‘el Gallo’. Y en esa situación llegó el día en que ambos se vieron en la plaza de El Puerto de Santa María... la hora de que Rafael iba a imponer su investidura de doctor a ‘Gitanillo’. Los segundos transcurrían y ambos entablaron una amistosa y divertida charla de compra-venta, estando los tres lidiadores en el ruedo bajo el Palco. Lo que ambos se dijeron podía fácilmente interpretarse por los gestos y movimientos que hacía Juan Belmonte, que una y otra vez se separaba de ambos riéndose a carcajadas, poniéndose las manos en la cabeza y separándose de ellos... seguro que Rafael, al seguir oponiéndose ‘Gitanillo’ a venderle el gallo, le dijo: «O me lo vende, o te queas sin el sayo de mataó... y ahí te sigue de novillero...», durando aquella conversación los 8 minutos señalados,  mientras los peones no hacían otra cosa que detener a ‘Vigilante’ lejos de la ceremonia... y el respetable impacientándose. ‘El Gallo’ pasó a ser el propietario del gallo en litigio y ‘Gitanillo’ recibió la investidura. /Texto: Juan Zaldivar.

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Cartel que se muestra en las marquesinas de los autobuses urbanos.

Desde hace tiempo, tanto desde el Ayuntamiento como de los colectivos sociales se ha buscado la implicación de los hombres para que se sumaran a la repulsa más absoluta contra la violencia de género. Este pasado 25 N les habían pedido todavía más. Les habían pedido que lo hicierean públicamente, que contribuyeran con su rostro y su nombre propio a denunciar la violencia machista, a declarar públicamente ante los demás hombres que ellos están en contra de los maltratadores, que ellos no miran para otro lado, que ellos no son indiferente ante esta lacra que año tras año vierte unas cifras cada vez más alarmantes, que se manifiesta cada vez en edades más tempranas y que utiliza nuevos cauces para maltratar

Bien es cierto que no todo el mundo acepta prestar su rostro, su imagen, su nombre… para erradicar la violencia de género. A los seis hombres que han hecho posible este noviembre denunciar con sus caras la violencia machista el Ayuntamiento y los colectivos sociales implicados les mostraron su agradecimiento. A estos seis hombres portuenses, de nacimiento o de corazón. Su perfil y edad muy diferentes, pero sin duda, todos ellos valientes y comprometidos. Hombres que han dicho sí, sin dudarlo, sin pedir nada a cambio, a la lucha contra la violencia machista.

La campaña para el Area de Bienestar Social del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María ha sido realizada por la empresa JMGP Animación.

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Ángel Angulo Fernández, sacerdote, profesor y abogado, siempre dispuesto a colaborar y a ayudar a los que más lo necesitan. (ver nótula núm. 624 en GdP)

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Baldomero Rodríguez, hostelero portuense recientemente jubilado de reconocido prestigio, un hombre de El Puerto, de los de toda la vida que no ha dudado ni por un instante para decir que él no es cómplice de los maltratadores y que los repudiará con nombre propio. (ver nótula núm. 2.045 en GdP).

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Fernando Durán Rey, la voz de las mañanas de Radio Puerto, la voz de la calle, la oportunidad para la denuncia, cercanía y compromiso para denunciar la violencia machista a través de las ondas y donde sea necesario. (ver nótula núm. 227 en GdP).

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Antonio Muñoz Cuenca, Muñoli, nuestro querido profesor, amante y estudioso de El Puerto y sus gentes. Siempre generoso y dispuesto a colaborar. Máximo exponente del compromiso y la bondad. Contundente con sus ideales, él también se ha prestado desinteresadamente para denunciar a los maltratadores, para posicionarse en contra de la cualquier atisbo de violencia machista. (ver nótula núm. 069 en GdP).

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Juan Gómez Fernández, hombre de la cultura, profesor e historiador. Aún retirado de la vida pública y política --sin duda el mejor concejal de Cultura que ha tenido El Puerto de Santa María-- ha querido sumarse a la campaña. (ver nótula núm. 954 en GdP)

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Ángel León, cocinero por el mundo... desde El Puerto, la fuerza de la juventud, embajador de El Puerto allá dónde vaya, marinero en tierra, Chef del Mar, Estrella Michelin. (ver nótula núm. 2.218 en Gente del Puerto). 

 

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Estos días pasados le han ‘lavado la cara’ parcialmente a la fachada de la Casa de la Munición, el singular edificio que divide la Ribera del Río de la del Marisco y que es el escaparate de entrada por Pozos Dulces al casco histórico. Pero yo, que ando frecuentemente por ahí y sabiendo que las estructuras interiores del edificio están mal, por si acaso, paso por la acera de enfrente, porque este histórico inmueble –como tantos otros- necesita más que un chapú, que sólo enmascara su lamentable estado.

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Frente a esta casa, por la Ribera del Río, nació Luis del Pino Robles, conocido como Luis 'el de los huevos' (ver nótula núm. 203 en Gente del Puerto).

La Casa de la Munición o de la Provisión se construyó en 1781 –dos años después de levantarse enfrente el puente de barcas de San Alejandro- para servir de almacén de víveres para las tropas acantonadas en la ciudad, en los cuarteles de la plaza del Polvorista y en el del Alamillo, junto a la Plaza de Toros. Para su uso exclusivo, pero se conoce que al año siguiente, en 1782 y a petición de Juan Pérez de Mena, arrendador de las rentas de los arbitrios municipales, se formó un auto contra Tomás de Goyechea, administrador de la Provisión, para “que no consienta que por el muelle al pie de la casa de la Provisión embarque o desembarque géneros de dueños particulares, pues la ciudad tiene para ello el muelle de madera y surtidas bajas [en la plaza de la Pescadería y aledaños], ya que éste es sólo para la provisión”; hecho que ocultaba, como venía siendo habitual, la ‘picaresca’ de evitar el pago de los aranceles fijados sobre los géneros y productos embarcados y desembarcados en el río.

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Se levantó el inmueble militar junto a una pequeña ensenada que la corriente del río formó de antiguo, orillada en los portales de la ribera, los que, según escribió en 1764 Anselmo J. Ruiz de Cortázar “sirven de no menor utilidad que hermosura los portales que se registran inmediatos a la orilla del río a cuyo amparo trabajan los calafates en la carena de las embarcaciones y pescadores en el aderezo de sus redes.” Lugar donde existió, frente a la calle Chanca, el humilladero conocido como Cruz de los Calafates, sufragado por el gremio de los carpinteros de ribera que de siglos atrás aquí habitaban y trabajaban.

federeicorubiogali___puertosantamariaY para el particular uso de los militares se levantó el referido muelle, de madera sobre pilotes, el que al paso de los años Federico Rubio (1827-1902) mencionó en sus Memorias recordando una travesura que de niño vivió en el río, en 1840, que a punto estuvo de costarle la vida. De su testimonio extraigo estos fragmentos: “El lugar de mi partida fue como a mitad de la distancia que media entre el puente [el de barcas] y un almacén que hay a la derecha, construido sobre pilotes, y que tiene a modo de un muellecito, que el río cubre en las crecientes y lame en las menguantes.

Cuando dueño de mí quise ganar el trecho perdido, hallábame como a dos cuerpos de edificio más allá del almacén. Tomar la orilla fangosa en el punto más próximo y seguir por ella a pie hasta el lugar de mis vestidos, era imposible; adelantar a nado, más imposible aún. […]

Lacerado cual se puede suponer, casi exhausto, llegué al punto donde, sobresaliendo el muelle del almacén, vi cortada mi carrera de caimán o de hipopótamo. Era preciso volver a convertirse en pez. Empresa vana: el cansancio extremado, el río veloz en opuesto sentido, hacíanme retroceder lo avanzado con tan penoso arrastre. Tenté a ver si agarrándome a las junturas de los cantos de la construcción podía pasar; y ¡oh, ventura!, casi a nivel de agua toqué, una magnífica hilera de estacas o defensa de pilotes que corrían por todo lo largo de la pared [estacada que se recompuso en 1854]. Ganada ya la última estaca, volví a nadar sobre la orilla; y fuese porque el estribo del puente cortase la fuerza de las aguas, fuese por haber terminado la bajamar, vi que adelantaba regularmente y sin obstáculos que vencer.”

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La fachada de la casa que da a la Ribera del Marisco, en 2012, el año del Bicentenario de las Cortes de Cádiz.

La ensenada del muelle de la Munición subsistió hasta que en 1873 comenzó a cegarse para construir una muralla de encauzamiento del río entre el puente colgante de San Alejandro y la plaza de la Herrería (138 años después de la que se levantó –en 1735- desde las Galeras a la Herrería).

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En este espacio inmediato a la Munición, cuando el río no estaba canalizado, sus aguas, durante las crecidas, golpeaban las fachadas de las viviendas situadas en primera línea. Así, en 1622, los franciscanos descalzos del convento de San Antonio de Padua, ubicado hacía dos años en la esquina de la calle Sardinería (hoy Javier de Burgos), decidieron trasladarlo de lugar (a la hoy plaza Peral), entre otros motivos y según alegaron, “por tener de la una parte el río de Guadalete que llega hasta las paredes de la dicha casa cuando crece el agua”.

Pero los trabajos de la nueva muralla comenzada en 1873 –por eso de que las cosas de palacio siempre fueron despacio y las del ayuntamiento más lento-, desde su inicio estuvieron cuajados de problemas técnicos, financieros y burocráticos, fueron paralizados en varias ocasiones y repetidamente motivaron la crispación en la ciudad, no culminándose las obras hasta fines de 1884, once años después de iniciarse.

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Con todo, el resultado dejó mucho que desear, por lo que de inmediato fue preciso acometer nuevas obras –conocidas en la época como ‘la Canalización’- que se prolongaron hasta 1895 (otros once años más), cuando el entorno del muelle y de la Casa de la Munición quedó definitivamente habilitado con la fundación del Parque Calderón. / Texto: Enrique Pérez Fernández. /Fotos: C.M.P.H.

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infantaluisafernandadeborbon_puertosantamariaHace unos días se cumplió el 166º aniversario de la visita y estancia de cuatro días de la Infanta María Luisa Fernanda a nuestra Ciudad, una pequeña efeméride de la historia local que vamos a contar para aquellos que no la conozcan. En la fecha que nos vamos referir, noviembre de 1848, hacía 16 años que, tanto sus tíos los Infantes Francisco de Paula Antonio y su esposa Luisa Carlota de Borbón como su primo y cuñado, el rey consorte Francisco de Asís habían abandonado El Puerto, tras pasar todo el verano y bañarse en el río. Ella, que en la fecha que hemos referido, 1832, tenía tan solo unos pocos meses de vida, hacía dos años que había contraído matrimonio en Madríd con Antonio María de Orleans, en una “ceremonia dúplex”, celebrada en el Salón del Trono del Palacio Real, pues se casó también su hermana, Isabel II, con su primo Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias. Vivian en el Palacio de San Telmo, en Sevilla. /En la imagen de la izquierda, la infanta Luisa Fernanda de Borbón. Óleo de Federico Madrazo. Año 1847, un año antes de su estancia en El Puerto. Museo Romántico de Madrid. Reproducción de R. Puig.

En la primavera de 1848 los Duques de Montpensier mostraron su deseo de visitar El Puerto de Santa María, dirigiéndose el jefe de su Casa a las autoridades municipales para organizar la estancia oficial en la ciudad de Dª María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de Isabel II, Infanta de España por tanto, hija de Fernando VII y de María Luisa de Borbón Dos Sicilia, conocida como María Luisa de Nápoles, a la que acompañaría su esposo, el Duque de Montpensier. En el municipio la noticia fue bien acogida, teniendo relativamente reciente el precedente de la estancia de su hermano menor, el Infante Francisco de Paula Antonio, su esposa Luisa Carlota y varios de sus hijos, en 1832, como antes apuntamos. Y a efectos prácticos, el ayuntamiento nombró una comisión que se ocupara de organizar, además del alojamiento, la intendencia necesaria para los cuatro días que duraría la visita de los duques y sus acompañantes y un programa de actos adecuado a la categoría de los huéspedes.

casacallelarga_-PuertosantamariaLa comisión inició de inmediato sus actividades, dirigiéndose a los administradores o responsables de diversos edificios públicos para que procediesen al blanqueo y adecentamiento de sus fachadas, a la capitanía de marina solicitándoles las banderas que tuviesen en existencia en los almacenes del arsenal de Las Carraca y la de los buques que estuviesen en carena, convocando una reunión con el empresario taurino para determinar las “funciones de toros”, alertando a la banda música para que am- pliasen su repertorio y solicitando por escrito a don Francisco Javier García de Velasco ofreciese su casa de calle Larga para el hospedaje de los Infantes. /El inmueble escogido, hoy sede de  la Delegación Territorial de Hacienda, en la calle Larga.

Realmente nos ha extrañado la elección de este inmueble, la casa número 123 antiguo y 76 moderno, edifico que alberga actualmente las oficinas de la delegación de Hacienda, casa de 263 metros cuadrados de superficie y dos plantas, que en aquella época tenía 6 habitaciones y cochera en el bajo y diez habitaciones en la planta alta, considerando la gran cantidad de inmuebles existentes en esa misma calle, de mayor capacidad e instalaciones. Pero esta fue, sin duda, la primera opción que barajó la comisión, tal como consta en el escrito que remitieron a su propietario con fecha 10 de junio de 1848. La única explicación que encontramos a esta decisión es que la casa no estuviese ocupada, salvo temporadas, por la familia de este ilustre anciano que en esa fecha tenía 73 años. Era Caballero Supernumerario de la Orden de Carlos III y Maestrante de la de Ronda y tenía su residencia habitual, desde 1825 en Alcalá de los Gazules. La respuesta negativa fue inmediata, dirigiéndose entonces, con fecha 14 de junio a Juan José Zapata, residente en Arcos que tenía arrendada la casa número 4 de calle Ganado, un enorme caserón situado en donde actualmente están el colegio de Nuestra Señora de la Merced y la escuadra de la calle Doctor Muñoz Seca. A vuelta de correos el Sr. Zapata escribió negando la cesión, indicando que el inmueble no estaba desocupado y que la necesitaba para su esposa enferma.

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Arco triunfal instalado en honor de Isabel II, años mas tarde a esta visita, que bien pudo ser similar al que se levantó para la visita de la infanta Luisa Fernanda.

La comisión proponía, asimismo, saliesen a recibir a los ilustres huéspedes al termino de esta ciudad con la de Sanlúcar y “que se elevase un arco triunfal a la entrada de San Juan, con un asta y su bandera nacional y música militar colocada en dicha plaza que toque a su llegada” así como la colocación de banderas en ventanas bajas y colgaduras en los balcones por todo el trayecto, es decir, las calles San Juan, Luna y Larga, hasta el alojamiento de SS.AA. “y que se adornen los palcos de la plaza de toros y teatro sin que falten los refrescos de toda clase en uno y otro lugar” sin olvidar una iluminación especial y extraordinaria de los paseos públicos en los días que durase la estancia. Los gastos previstos se tasaron en 27.600 reales de vellón. De esta cantidad el ayuntamiento aportaría 3.000 reales, abriéndose una suscripción voluntaria entre los demás miembros de la corporación y el colectivo de comerciantes a los que especialmente les beneficiara la visita: extractores y al- macenistas de vinos, panaderos, mercaderes de ropa, etcétera…
El 18 de junio anunciaron que habían pospuesto el viaje (posiblemente por el estado de gestación de la Infanta, que debía estar de cinco meses en esa fecha) y el 2 de noviembre de ese mismo año volvieron a anunciar la visita para el 13 de ese mes. Volvió a formarse una nueva comisión, en esta ocasión mixta, formada por los munícipes Rodríguez de Guillén, Críspulo Martínez, García Valdeavellano y los comerciantes Carlos Carrera, Luis Urruela, José Antonio O’Neale y José Delgado. En vista de lo anteriormente ocurrido, el propio Sr. Alcalde Corregidor tuvo el detalle de ofrecer su casa de la plaza de la Iglesia para el hospedaje de SS.AA. El arco que habían preparado para el verano se instaló en la entrada de San Juan, se exornaron los edificios públicos, programándose funciones de teatro, se dotó de iluminación especial la plaza de la iglesia y los puentes de San Alejandro y San Pedro y se empavesaron los barcos surtos en el río. Del coto de Valdelagrana se trajeron cinco carretadas de lentisco para adorno de las plataformas y tablados instaladas en los paseos para las dos bandas de música que actuarían esos días: la del Regimiento de León y la del cuerpo de Artillería. Finalmente, para acompañar a SS.AA. y séquito en sus desplazamientos y velar por su seguridad. Desde Jerez llegaron dos compañías de Infantería y cincuenta caballos.

...continúa leyendo "2.297. VISITA DE LA INFANTA MARIA LUISA FERNANDA"

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Beltrán Roca Martínez nació en Algeciras el 16 de noviembre de 1979 --el año en el que se eligieron los primeros ayuntamiento democráticos--, siendo el mayor de cinco hermanos, dos de ellos de El Puerto. Vivirá posteriormente en Cádiz y, desde los 12 años, en El Puerto de Santa María al que se traslada la familia por motivos laborales.

1979. HACE 35 AÑOS...
El año 1979 fue el de la transición política en los ayuntamientos. Fueron alcaldes de El Puerto Enrique Pedregal Valenzuela (ver nótula núm.841 en GdP) y elegido democráticamente merced al pacto de las izquierdas, Antonio Álvarez Herrera (ver nótula núm. 362 en GdP). La exposición ‘Escenas de la España Cañí’ del Grupo Costus tuvo lugar en la Casa de la Cultura. (ver nótula núm. 2.291 en GdP). La comparsa ‘Cantares’ de la Peña Los Majaras, obtuvo el 2º Premio Provincial de dicho año, con letra de Diego Caraballo Blanco. En 1979 el arqueológo Diego Ruiz Mata inicia las excavaciones en Doña Blanca (ver nótula núm. 2.266 en GdP). El torero sanluqueño Paco Ojeda tomó la alternativa en la Plaza Real el 19 de julio. El Club Guadalete obtenía la medalla de bronce al Mérito Filatélico. Se funda el Grupo Scout ‘San Jorge’ radicado en la parroquia de la Milagrosa. El Grupo de Teatro ‘Bellas Artes’ representaba en la Casa de la Cultura la obra de Muñoz Seca ‘Anacleto se Divorcia’. El grupo de rock sinfónico andaluz ‘Triana’ sacaba su album ‘Sombra y Luz’ con el batería porteño Juan José Palacios ‘Tele’ (ver nótula núm. 455 en Gente del Puerto). Rafael Alberti publicaba ‘El Matador’, ‘¡Aire, que me lleva el aire!’, ‘Antología Poética (1924-1972)’ y ‘Despertar a quien duerme’ de Lope de Vega. Eran detenidos seis portuenses por su militancia en el PC(r), entre ellos el responsable del Comité Regional de Andalucía, Juan Rincón (ver nótula 143 en Gente del Puerto). Nace Paco Sordo Artaraz, ilustrador, anteriormente en ‘El Jueves’ y hoy en la revista ‘Orgullo y Satisfacción’.

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Antonio Álvarez, al poco de acceder a la alcaldía en 1979.

EL PUERTO, ANTES Y AHORA.
“Recuerdo El Puerto de mi infancia" --llegó a El Puerto en 1991, siendo alcalde Hernán Díaz Cortés-- y adolescencia como un lugar con mucha zona verde en la periferia, sin edificar, en el que los niños construían cabañas y jugaban con libertad. Donde también se podía mariscar y pescar sin problemas. Hoy está todo mucho más edificado y hay menos zonas verdes en las que las nuevas generaciones puedan crecer en contacto con la naturaleza”.

Y abunda: “Desde el punto de vista político, percibo El Puerto en un estado lamentable. Del lado de los políticos, se ha gobernado en general desde el clientelismo --‘comprando votos’ a cambio de favores--, desde la falta de respeto a los derechos sociales y el medio ambiente, y, en buena medida, relacionado con el sector empresarial del ladrillo (inmobiliarias, constructoras, promotoras...). Esa connivencia entre política y dinero ha pervertido totalmente la política municipal. Del lado de los ciudadanos, en una medida u otra, hemos formado parte de ese sistema clientelar y corrupto, que ahora se muestra con toda su crudeza”.

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Primer cumpleaños de Rafael Alberti, con Hernán Díaz Cortés como alcalde, celebrado el 16 de diciembre de 1991 en el Hotel Monasterio de San Miguel, vemos al poeta rodeado de periodistas recogiendo unas declaraciones del poeta. De izquierda a derecha, fila superior, Ignacio Gago Fornell, Andrés Jiménez, semioculto desconocido, Francisco Andrés Gallardo, Soledad Duro, Rafa Tardío y Paco Crespo. Sentados, el ex alcalde Hernán Díaz, desconocido, Isabel Flores, el poeta universal y su segunda esposa, María Asunción Mateo. Cumplía el poeta. Cumplía 89 años.

ESTUDIOS.
Estudió en Cádiz en el CEIP Josefina Pascual y en El Puerto en el Centro Inglés y en el IES Pedro Muñoz Seca. Posteriormente el primer ciclo de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de Granada, licenciándose en Antropología Social por la Universidad de Sevilla; obtiene el doctorado en Antropología Social en la misma universidad con una tesis que investigaba el funcionamiento de las organizaciones no gubernamentales de cooperación al desarrollo a partir de cinco casos (Madre Coraje, Médicos del Mundo, Manos Unidas, Intermón-Oxfam y Paz y Solidaridad).

portada_antropologiaANTROPÓLOGO.
La participación en ámbitos militantes del anarquismo le lleva desde muy joven a preguntarse por el funcionamiento de las sociedades. Por influencia de Salvador Medina Baena en su etapa de secundaria se acerca a las ciencias sociales, formándose posteriormente en sociología y antropología social en la universidad. Considera que la mayor virtud de las ciencias sociales es que “nos ayudan a pensar la sociedad mas allá de lo aparente, cuestionándonos las instituciones, ideas y estructuras dominantes, las cosas que damos por sentadas. La antropología, por ejemplo, nos enseña que lo que para nosotros ha sido de una manera ‘de toda la vida de Dios’, en otros sitios es distinto. Y, por lo tanto, no hay nada que no podamos cambiar si dedicamos el esfuerzo suficiente, aunque esos cambios lleven tiempo”. /En la imagen de la izquierda, portada del libro 'Anarquismo y Antropología'.

EJERCIENDO DE DOCENTE.
Ha trabajado como docente e investigador en la Universidad de Sevilla, Escuela Adscrita de Trabajo Social, Turismo y Relaciones Laborales de Jerez, Universidad Pablo de Olavide y la Universidad de Cádiz. Actualmente es profesor del Área de Sociología de la Universidad de Cádiz, donde enseña a estudiantes de Trabajo Social, Empresariales y Gestión y Administración Pública.

portada_contrapodersindicalPRINCIPALES PUBLICACIONES.
Es autor de más de veinte artículos en revistas científicas, una docena de ponencias en congresos, varios capítulos de libros y varios libros. Destacan la antología "Anarquismo y Antropología" (LaMalatesta Editorial, 2008), donde se explora la interrelación entre las ideas libertarias y la disciplina antropológica, el libro "El pueblo en la calle" (Centro de Estudios Andaluces, 2009), escrito junto a David Florido y José Luis Gutiérrez Molina, sobre la lucha laboral en el astillero de Puerto Real, y el libro "Contrapoder sindical" (Fundación Anselmo Lorenzo, 2013), que incluye varios capítulos donde se analiza la situación del movimiento sindical hoy en España. /En la imagen de la izquierda, portada del libro 'Contraponer Sindical'.

EL ANARQUISMO.
En 1996, aún en secundaria, empieza a asistir a las reuniones para reconstituir el sindicato CNT en El Puerto. Al principio en el local cedido por Ecologistas en Acción en la Real Plaza de Toros. En esas reuniones, aún muy joven, por la influencia del militante Juan Ceballos Herrera, se convence de la necesidad de cambiar la sociedad hacia mayores cuotas de igualdad y libertad, superando estructuras como el Estado, el Mercado y el Patriarcado. Ve el anarquismo no como un futuro sistema perfecto, sino como una utopía en el buen sentido, unas coordenadas (no mandar, no obedecer, o lo que es lo mismo, que todos manden y todos obedezcan) hacia las que dirigirse en todo momento. Y esto lo considerad válido tanto para las relaciones interpersonales como para la vida social y colectiva.

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Beltrán, con megáfono, durante la huelga de carniceros en 2008.

SINDICALISMO.
Tras participar inicialmente en el movimiento estudiantil, cuando termina sus estudios y comienza su vida profesional, se centra en la defensa de los derechos laborales. Aún en Sevilla, aprende mucho de acción sindical del militante cenetista Antonio Moragues. En 2008, cuando es contratado en la universidad en Jerez, regresa a El Puerto y se hace cargo de la Acción Sindical. Desde entonces ha ayudado a cientos de portuenses en sus problemas laborales, creando una veintena de secciones sindicales en empresas y asesorando ante conflictos, demandas y huelgas. Su objetivo ha sido y es fortalecer el sindicalismo independiente en El Puerto, para que los trabajadores estén organizados, defiendan sus intereses y aumenten sus capacidad colectiva para transformar la realidad desde la lucha en los centros de trabajo y en la calle. Hoy no es secretario del sindicato, pero sigue asesorando a trabajadores y participando activamente en la vida del sindicato en la calle Gatona.

FORO SOCIAL PORTUENSE.
También es colaborador del Foro Social Portuense aunque de manera interrumpida, dado que ha estado algunos años fuera. La participación en el Foro se debe a que entiende que la defensa de los derechos sociales no se realiza sólo en el centro de trabajo. Cree en la necesidad de tender puentes entre el sindicato y las organizaciones comunitarias para conquistar derechos y hacer una ciudad más justa para las clases populares.

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Durante una Asamblea del 15M, en la plaza del Polvorista.

GANEMOS.
En 2014, fruto de una serie de debates en el seno del Foro Social Portuense, se decide impulsar una plataforma ciudadana que podría concurrir a las elecciones municipales de 2015. Esta plataforma se denomina Ganemos El Puerto, siguiendo la estala marcada por la experiencia de Barcelona y otros municipios.

Aunque siempre ha sido muy escéptico respecto a la capacidad de promover cambios sociales significativos desde las instituciones, decide implicarse en Ganemos. El principal motivo es que entiende Ganemos no como un partido o una simple apuesta electoral más que aspira a sustituir a los actuales gobernantes, sino como una iniciativa de ciudadanos particulares que puede reforzar el papel de los movimientos sociales locales. Entiende que “la capacidad para democratizar radicalmente la ciudad, y acabar con la corruptela y la mala gestión, está en los movimientos sociales. Pero considera que los movimientos solos tienen una capacidad limitada en el actual contexto, y necesitan dotarse de herramientas para fortalecerse. Una palanca para fortalecerse puede ser por un lado, quitar a los actuales gobernantes y proponer otros más sensibilizados, y por otro, tratar de transformar la manera de gobernar el municipio, explorando vías para ejercer la democracia directa”. Así, entiende que su participación en Ganemos no es una ruptura con sus ideas libertarias, sino una evolución de éstas, pues la autogestión, la democracia directa y la solidaridad son los pilares de lo que aspiran a construir desde la plataforma ciudadana.

festivalhaiti_2010_puertosantamariaSOLUCIONES PARA EL PUERTO.
Afirma que “hay soluciones a muchos de nuestros problemas, pero sólo una parte de éstos pueden solucionarse desde el ámbito exclusivamente local. Hay que decir que por encima del gobierno municipal hay leyes e instituciones autonómicas, estatales, europeas que limitan notoriamente la capacidad para inventar soluciones. Estas leyes, por lo general, están diseñadas para beneficiar a unos pocos en detrimento del interés general. A gran escala el capitalismo se ha transformado en esta crisis económica. Los grandes grupos de poder han declarado un estado de excepción permanente, que está sirviendo para imponer un modelo de sociedad tremendamente injusto: con un paro galopante, exclusión, hambre, falta de oportunidades, sin derechos laborales... El Puerto es también escenario de todo eso”. /En la imagen de la izquierda, durante el festival por Haití celebrado en 2010.

Y continúa: “A esto hay que añadir que El Puerto es una ciudad muy compleja, en su estructura económica, urbanismo, la cultura, el asociacionismo. Además, es uno de los municipios más endeudados del país, por lo que el margen de maniobra de un Ayuntamiento es muy limitado”. Pero a pesar de todo, “estoy convencido de que colectivamente, con imaginación, buscando otros referentes, es posible diseñar de manera colectiva y democrática, políticas públicas que mejoren nuestra situación y que, además, contribuyan a alcanzar un cambio social de más calado. Sólo a modo de ejemplo, en otros periodos cuando no había dinero para urbanizar o mejorar las infraestructuras de un barrio, los Ayuntamientos han cedido los materiales y los vecinos han trabajado. Se han auto-organizado los barrios”.

beltranroca_senderismo_puertosantamaria“Claro que” --añade--, "plantear esto desde un Ayuntamiento como El Puerto, que tiene actualmente unos trece cargos de confianza y alguno roza el salario de cien mil euros anuales, es totalmente ilegítimo. Pero en un Ayuntamiento que destine sus recursos a las necesidades de verdad de la población, cuyos presupuestos se hayan decidido colectivamente, si no queda otro remedio, la opción de la auto-organización y el trabajo voluntario no es tan disparatada. Esto es sólo un ejemplo, de cómo con otro tipo de políticas y de formas de autogobierno, muchos de nuestros problemas cotidianos se pueden solucionar. Y además, pueden sentar las bases para un cambio más profundo en nuestra forma de vida y de relacionarnos unos con otros, pues, especialmente dados los límites ecológicos de nuestro planeta, cabe la posibilidad de que este cambio llegue a producirse antes de lo que pensamos”. /En la imagen de la izquierda, Beltrán, reponiendo líquidos tras ejercer de senderista.

AFICIONES.
Le gusta, entre otras cosas, el senderismo, leer, montar en bicicleta y pescar, aunque el intenso trabajo académico, la militancia sindical y social, y estar con su querida compañera, María y su hijo, Mario de dos años, le consumen todo el tiempo. Afirma que los fines de semana, cuando tiene un poco de tiempo de descanso, tan sólo puede entrar en letargo y “ver peliculones de Antena Tres”.

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El Barrio de Guía era, por antonomasia, el barrio marinero de El Puerto, que se extiende en torno a la antigua Pescadería, hoy conocido como Avda. de la Bajamar, y en toda su extensión, antaño, la larga vía se denominaba Enrique Martínez, en honor del ingeniero de obras públicas que impulsó la canalización del río Guadalete...

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Portalón de la Ciudad al tráfico marítimo, a la explotación pesquera, a la aventura marina, a las pasadas tradiciones navales, la avenida de la Bajamar...

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Pescadores en torno a la taberna La Gaviota, uno de los pocos reductos con auténtico sabor marinero, donde unas pieles curtidas, unas voces ajadas, una mirada rota, una socarrona sonrisa, te pueden evocar que fue del puerto que no es.

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La orilla del río, hoy cantil del muelle, contempla como antaño, a quienes partieron a América, antes con el comercio de ultramar, hoy con embarcaciones deportivas. Y los marineros, que ya no tienen La Lucha, Los Cristalitos, Los Caballos, Adriano, los ven...

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Como no queriendo ver mas allá del decaimiento del sector pesquero, los pescadores artesanos, deportivos, ociosos, aburridos, son la luz en la Bajamar de este Puerto de Arrebatacapas. /Fotos: Adrián Morillo.

pepin_cabrales_puertosantamariaJosé Cabrales Campos, conocido artísticamente como Pepín Cabrales nacido en Cádiz en 1936, era un bailaor flamenco que en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado triunfó en tablaos madrileños de prestigio: El Duende, Zambra o Los Canasteros, viajando fuera de España con diversas compañías flamencas. Era también un hombre con gracia, capaz de animar la fiesta. Fue también un extraordinario palmero. A final de los setenta dejó de bailar. En 1979 y 1980 desempeñó la gerencia del tablao La Venta del Gato, retirándose a continuación de la vida pública. Falleció en Madrid en el año 2004.

‘Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros’. “--¿A Joselito se le va a ocurrir eso? Ná de ná, Juanín. Eso fue cosa de Barrilaro con dos de La Ina por encima”. Esta ocurrencia de Pepín Cabrales no extrañaba a nadie. Todo el mundo sabía que este gaditano universal era genial, que su simpatía y la gracia de su trimilenaria Cádiz corría por sus venas como la sal marina de su bahía, y cautivaba a sus amigos.

El Puerto de Santa María y sus días de toros son como son por sus aires, sus gentes y sus carteles. Uno de los más grandiosos ha sido el formado por Diodoro Canorea, Juan Luis Bandrés, Pepin Cabrales, y Enrique Barrilaro, genuino empresario de la histórica plaza de toros. Por entonces era descabellado suponer que un toro de Bandrés y de su socio Sayalero acabaría con la vida de otro gaditano de buen son como Paquirri, que el ganadero donostiarra moriría a manos de la sin razón y que a Diodoro, a Pepín y a Enrique “la comía” se los llevaría por delante.

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Azulejo a la entrada de la Plaza de Toros, en el callejón de la Puerta Grande.

Pues ante la esplendorosa “comía” de las terrazas” de El Puerto se plantaba este cartelazo en día de corrida después del apartado. –-“Qué forma de pedir tenía Barrilaro”, decía Pepín. Qué arte, qué belleza de mesa, y también qué gesto estremecido asomaba en la cara del camarero. ¿A cuánto ascendería la pella esta vez? “--No importa, el toreo es grandeza”, sentenciaba el empresario con torería sacando de su bolsillo el fajillo... no de billetes; el fajillo de entradas de toros para los camareros, para todo el mundo, “pa l’abuelo y pa l’abuela, pa los nenes y pa las nenas”. En aquella época colaba todavía eso de regalar entradas de toros; ahora, si se ofrecen, son capaces de llamar al 091.

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En primer término, Enrique Barrilaro, en el burladero de la Empresa durante el Festival Taurino celebrado el 28 de febrero de 1971, tras el homenaje recibido el día anterior en el Hotel Meliá 'El Caballo Blanco'. Detrás vemos, de izquierda a derecha, al presidente de la Diputación Antonio Barbadillo y García de Velasco, el Gobernador Civil, Luis Nozal y el alcalde de la Ciudad, Fernando T. de Terry Galarza, junto a sus respectivas esposas.

A Canorea y a Bandrés las tensiones de su Maestranza sevillana y de la naviera gaditana se las llevaban las brisas marineras de El Puerto en su alianza empresarial con Barrilaro. Algo más se quedaba por ahí, pero a ellos no les importaba: disfrutaban con su ambiente, con sus toreros y con su Pepín, que les contaba las cosas de Cádiz, de los flamencos de su Barrio de Santa María, de la Caleta, de su “mare” Juana, de su maestro Aurelio Sellés o de Pericón, de las cosas del Beni y del cante por alegrías de Manolo Vargas; les ligaba relatos de Ignacio Ezpeleta e historias del abuelo Caracol el del bulto, y las vivencias con su hijo don Manuel Ortega Juárez, como solía nombrar a Manolo Caracol. Pepín presumía de memorión para los apellidos.

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El empresario taurino Diodoro Canorea

Su ingenio y saber contar hacían las delicias de la mesa y de los que se iban arrimando. Se acercaba la hora de ver a Curro: “--Ay. Romero de mis entrañas”, suspiraba Pepín desde que un día fue a una sin caballos en Puerto Real a ver a su paisano Mondeño y se encontró con un tal Curro Romero.

Al ruedo de la mesa iban soltando magníficos ejemplares, un encierro amplio de cigalas con trapío que miraban con fijeza desde su saltones ojos, mientras sus puntas rozaban los pechos de los avezados diestros. Antes, desfilando en aclamado paseíllo, la rica bahía había abierto el portón para exhibición de garbosos camarones y afiladas bocas de la Isla, los bigotes de langostinos de Sanlúcar se enredaban en vistosa madroñera, los chocos y calamares extendían sus brazos en alto, en cordial saludo a los afamados lidiadores. Cuando el rigor agosteño apretaba contra las tablas se abría la manguera de la Cruzcampo para blanquear con su espuma el piso del redondel y aliviar las gargantas de los afanosos fenómenos de la torería.

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Fotografía tomada en Madrid en el pub 'Snobísimo' donde aparecen Pepe "El Palmera", Gabriel Gómez Campos de la Venta Los Tarantos de San Fernando, el compositor gaditano Felipe Campuzano, el bailaor Pepín Cabrales y el periodista gaditano Fernando Orgambides. /Foto: Venta Los Tarantos.

Cuando ya las cabezas de la gamba blanca de Onuba tapaban los huecos de los zapatos de rejilla de Barrilaro trepando hasta los machos, y la salsa de papas con choco dibujaban chorreras y caireles en su guayabera, se le entornaban los ojos de su faz bonachona en rostro de grana y oro, para sumergirse en profundo y placentero sueños.

Cuando, ya próximo el toque de clarín de su plaza de El Puerto, se despertaba, clamaba, soliviantado, al camarero:

–-“Rápido, por favor, que empieza la corrida. Póngame usted un bol doble de café con leche, una rebaná con aceite, dos croissant abiertos con mantequilla y una botellita de agua”. Entonces Pepín le reprochaba, con jocosa complicidad, que se echara otra vez al ruedo, a lo que Enrique Barrilaro, muy serio y con aires de reprimenda, contestaba:
-–“Mira, Cabrales, siempre que me despierto, yo desayuno...

Vámonos a los toros, a los toros del Puerto...

Puerto de Santa María,
qué sabor a vino viejo
se bebe en cada “corría”...
(M. Martínez Remis)

Texto: Juan Lamarca López. Ex presidente de la Monumental Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid).

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