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Su ilusión desde hace tiempo era volver a El Puerto donde vivió de pequeño. Roberto Romero Miura no olvida los años felices de su niñez y el sabor de las Conservas Sur (ver nótula núm. 333 en Gente del Puerto) , una fábrica de conservas vegetales y de pescado que puso en marcha su abuelo, Alejandro Romero Osborne.

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Así que cuando le salió la oportunidad de hacerse cargo de la gestión del restaurante El Chozo, situado en Vista Hermosa, no lo dudó un momento y se ha venido para acá. El Chozo es un restaurante de esos con encanto. Está situado dentro del Club Vistahermosa. En invierno puede acceder al establecimiento todo el mundo, aunque en los meses fuertes del verano hay que acudir acompañado de algún socio. El local, que recuerda a las construcciones cubiertas con techo vegetal, de ahí su nombre, está al pie de una pista de saltos para caballos con lo que es posible, en algunos momentos comer mientras se ve evolucionar a los animales y sus jinetes.

Hay dos terrazas, cada una con 12 mesas y ambas cubiertas. Luego, un comedor con amplios ventanales y un salón donde está la barra que tiene cierto ambiente de pub inglés. En este último espacio se sirven tapas, aunque la idea del cocinero es impulsar más bien el restaurante. El Chozo es un establecimiento muy conocido en El Puerto. En su tiempo, relata Roberto Romero, lo regentó Pepe Delgado y en los últimos años estuvo a cargo de José María Pemán, que ahora regenta los establecimientos especializados en cocina italiana “Little Italy”.

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Roberto Romero Miura tiene ya 47 años. Es de esos cocineros que te describen los platos que hace de una forma que te hace quererlos probar casi de inmediato. Pero no sólo habla bien. Cocina bien y es de esos que bordan las salsas. Por eso en su carta, no muy amplia para así poder manejar buena materia prima, no falta una versión de la urta a la roteña, que hace “con corvina o con otros pescados de roca, depende de lo que me traiga Diego Lora, de Bedimar, que es mi pescadero”.

“Me gusta que la verdura se vea. Tomate, pimiento, cebolla, su buen aciete de oliva porque aquí lo usamos hasta para freir -resalta-, todo bien refrito y luego cuando le pongo el pescado, que va fileteado y limpio, le añado un toque de brandy de Jerez, pero poco para que resalte el sabor del pescado”.

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A Romero Miura también le gusta la cocina internacional, especialmente la inglesa. Se formó en una escuela de hostelería de Madrid, “Sol”. Ejecuta platos poco habituales en la zona como el “roastbeef”, una carne asada que se sirve a lonchas muy finas. Ahora, en El Chozo lo hace con carne de cadera de buey madurada durante 5 meses, lo que le da un sabor intenso. Otro plato poco habitual en la provincia y proveniente del recetario anglosajón que se podrá encontrar en “El Chozo” es el banoffee, un postre con platano y dulce de leche que si se puede encontrar por el Campo de Gibraltar, importado de la colonia inglesa, o en Jerez donde lo tienen un par de establecimientos.

La presencia de “clásicos” prosigue con unos chipirones en su tinta. “El pasado fin de semana vendimos más de 20 kilos” señala. A estos los acompaña con otro plato de fondo vasco, unos tacos de merluza rebozada y el clásico arroz en blanco. En la carta suele tener siempre sugerencias, entre ellas, cada día, un plato de cuchara y la idea es instalar para el verano dos parrillas, una dedicada a carne y otras al pescado. “Quiero tener una buena versión del calamar a la plancha, porque tenemos muy buena materia prima por la zona y hay que aprovecharla”.

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Fachada del restaurante Foccolare, en General Pardiñas, 40 (Madrid).

Para terminar otro clásico, su tocino de cielo, otro de los platos fuertes del restaurante Focolare (ver nótula núm. 551 en Gente del Puerto) en Madrid. Roberto se ha hecho también para su establecimiento con un joven profesional de prestigio, el maitre Martin Dominguez Gil, de 26 años y natural de Vejer. Dominguez ha estado casi dos temporadas en Aponiente, en El Puerto de Santa María, formándose al lado de uno de los somelier de más prestigio ahora en Andalucía, Juan Ruiz Henestrosa, del que ha aprendido su pasión por los jereces. Estos estarán muy presentes en la carta de El Chozo, donde también habrá blancos y tintos de la provincia, además de vinos de otras denominaciones de origen. “Queremos que no sólo haya riojas y riberas del Duero, sino que haya represantaciones de más zonas de España”. /Texto: Pepe Monforte.

Con anterioridad a su entrada en Vistahermosa, Roberto ha participado en el proyecto Ajo Negro, en Jerez. Ver nótula núm. 1.749 en Gente del Puerto 

escena_congreso_de_los_diputados_siglo_xix_eugenio_lucas_velc3a1zquezFederico Ferrer Sahuervain fue diputado por el distrito de El Puerto de Santa María por dos veces en el marco de las elecciones de noviembre de 1864: la primera elección se declaró nula, pero volvió a resultar electo en una segunda elección de carácter parcial escrutada el 27 de marzo de 1865. /En la imagen de la izquierda, escena del Congreso de los Diputados en el siglo XIX.

Federico Ferrer Sahuervain (indistintamente escrito con r y con l así como con b y con v) nació en Cádiz posiblemente hacia 1825. El único dato sobre su fecha de nacimiento procede de un poder para testar que otorgó en octubre de 1865 en el que indicaba, tan sólo, que era “mayor de cuarenta años”. Hijo legítimo de Benito Ferrer y Antonia Sahuervain, desconocemos sus raíces y la profesión paterna, pero el conjunto de información disponible no deja lugar a dudas sobre la solvente posición económica de su entorno familiar. Federico se dedicó al mundo de los negocios y de la empresa y muy pronto se situó en una sólida y sobresaliente posición, dueño de una casa mercantil, Federico Ferrer, que en el momento de su muerte abarcaba múltiples negocios en Cádiz y en el resto de España y movía un ingente capital.

Ferrer quizás contó con un punto de partida y de apoyo en el ámbito familiar, aunque nada dicen al respecto los diversos documentos testamentarios. Sí cuentan que su padre le dio un adelanto de su legítima con ocasión de la celebración de su matrimonio, que tuvo lugar en Cádiz el 16 de diciembre de 1843. Se casó con María del Carmen Rabech López, también natural de la capital gaditana e integrante, como Federico, de una familia acomodada. Ella aportó al consorcio en concepto de dote 270.000 reales de vellón que se sumaron a los casi doscientos mil con los que contribuyó Federico. Con este capital inicial, a los que se añadieron más adelante otros 400.000 donados por una tía de María del Carmen, la pareja levantó una empresa de dimensiones muy considerables. Un patrimonio material al que agregaron otro, humano, aún más importante: seis hijos, Francisca, Federico, Onofre, Jaime, María del Carmen y Benito Ferrer Rabech.

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La calle Aurora, donde vivió nuestro protagonista en El Puerto. A la izquierda la plaza del Polvorista, a la derecha la casa de Roque Aguado.

Federico fue, indudablemente, el alma de esa empresa, que en 1865 se ocupaba en negocios tan amplios y diversos como los que muestra esta relación: desde actividades mercantiles comunes de la zona, como la venta de vinos, y actividades bancarias también habituales en los hombres de negocios gaditanos (Federico Ferrer fue accionista del segundo Banco de Cádiz, que se creó en 1846, así como del Crédito Comercial de Cádiz, fundado en 1860), hasta otros afanes menos usuales, como diversos negocios de transportes por carretera en el marco provincial y entre Cádiz y Madrid. También obras de construcción de altos vuelos, que edificaban, por ejemplo, carreteras tanto en la provincia de Cádiz como en otros puntos dispares de la geografía nacional. Asimismo, y sólo por señalar los quehaceres más destacados, la contrata de servicios con el Estado, ya fuera la participación en el suministro a presidios, la provisión de utensilios para las tropas o la construcción de un hospital provincial.

Tal despliegue de operaciones permitió a Federico Ferrer Sahuervain acumular un patrimonio mueble e inmueble verdaderamente importante. Múltiples acciones invertidas en diferentes sociedades bancarias, billetes hipotecarios, valores nominales, títulos del tres por ciento y diferentes depósitos a los que se añadía la propiedad sobre numerosas fincas. Ochenta y una en total, divididas entre rústicas y urbanas, adquiridas muchas a particulares pero otras muchas procedentes de Bienes Nacionales, que se repartían por toda la provincia de Cádiz, la mayoría en El Puerto de Santa María y en la capital, y el resto distribuidas por Jerez, Arcos, Rota, San Fernando, Chiclana, Medina, Conil, Vejer y Algeciras.

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DIPUTADO POR EL DISTRITO DE EL PUERTO.

El empresario gaditano también se interesó a partir de un momento dado por el mundo de la política. Fue en los años sesenta. Más concretamente, cuando concluyó el extenso periodo unionista liderado por O’Donnell. En octubre de 1863 concurrió por primera vez a las elecciones generales. Lo hizo como candidato a Diputado a Cortes por el distrito de El Puerto de Santa María, la población en la que residía desde bastante tiempo atrás, al menos desde principios de los años cincuenta. A pesar de su amistad con el ministro de Hacienda, Manuel Moreno López, el candidato de la Unión Liberal, Francisco Barca, le superó en número de votos y no pudo pisar el hemiciclo. Debió surgirle entonces la oportunidad de ser diputado provincial y no la rechazó. Y en las siguientes elecciones a Cortes de noviembre de 1864 volvió a presentarse por el distrito portuense, esta vez como candidato apoyado por el Gobierno, en manos del Partido Moderado. Ahora sí la relación de votos se invirtió y fue Francisco Barca el que se quedó sin poder pisar la Carrera de San Jerónimo.
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El Congreso de los Diputados a finales del siglo XIX.

Sin embargo, tampoco Federico Ferrer llegó a hacerlo. Su acta electoral, sobre la que existían protestas y reclamaciones, pasó el primer trámite de admisión –el beneplácito de la Comisión de Actas- pero fue impugnada en la sesión del 19 de enero de 1865 por el diputado Posada Herrera, que denunció numerosas presiones y manipulaciones en el proceso electoral portuense y puso el dedo en la llaga sobre el propio Federico Ferrer por su condición de diputado provincial y, sobre todo, de contratista de diferentes obras y servicios públicos. Tan potente fue su discurso que, a pesar de que hubo diversas intervenciones a favor de la admisión de Ferrer, la Cámara rechazó el dictamen favorable de la Comisión por 78 votos contra 57. Una nueva votación resolvió que la comisión dictaminara de nuevo, cosa que hizo un mes después, el 21 de febrero, proponiendo que el acta se declarara nula. El dictamen, no obstante, iba acompañado de dos votos particulares, uno que sostenía que nada había cambiado para modificar la primera resolución, y otro que pedía que se ampliase la información que pudiera contribuir a validar o a anular el acta. Nuevamente se desencadenó un debate que se prolongó durante las dos sesiones siguientes y finalmente, el día 23 de febrero, se aprobó la propuesta presentada por la mayoría de la comisión. La anulación del acta dio lugar a una elección parcial que revalidó el triunfo electoral de Federico Ferrer en su tierra portuense. El 27 de marzo fue confirmado el escrutinio y el 26 de abril siguiente el Congreso pasó a la Comisión correspondiente la nueva acta de El Puerto de Santa María.

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Ilustración de una sesión en las Cortes en el S. XIX.

Todo quedó ahí. El Diario de Sesiones del Congreso no registra más noticias sobre qué pasó a continuación. Y Federico Ferrer nunca tomó posesión, ni siquiera presentó su credencial. Ignoramos los motivos. Quizás el durísimo ataque de Posada Herrera le hizo reflexionar y abandonar. Aunque es más probable que fueran otras las razones: Federico Ferrer murió el mismo año 1865, el 27 de octubre, tras una enfermedad que no sabemos cuándo comenzó ni cuánto duró. Falleció en su casa de la calle Aurora, en El Puerto de Santa María. Dejaba una joven viuda y seis hijos menores de edad. A ella le hizo un encargo especial: que cuando constituyera de nuevo su casa mercantil mantuviese la denominación Federico Ferrer. /Texto: Lola Lozano Salado. Universidad de Cádiz

Fuente: Diego Caro Cancela (dir.): Diccionario Biográfico de Parlamentarios de Andalucía (1810-1869), Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2010, tomo I, pp. 486-488.

Con aire de los años sesenta, acaba de abrir en El Puerto de Santa María, “La Chicha Yeyé” un local donde se puede desayunar con mermeladas elaboradas artesanalmente, tomar tapas servidas en discos de vinilo o merendar una tarta casera

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Manolo Chaparro, Chantal Olivares y Rocío Hornero en su establecimiento.

La chirigota “Los Super Pop” del autor José Antonio Vera Luque, recordaron los años ochenta durante estos últimos carnavales y nosotros desde Cosasdecomereivindicamos el cine y la música pero de la época de los sesenta, y sobre todo a la “Chicha Yeyé”. Sí, han leído bien, la “chicha” yeyé, y no la chica yeyé, como aquella famosa canción que interpretara Concha Velasco. Porque aquí somos de comé y donde hay chicha hay carne y precisamente en El Puerto de Santa María tres jóvenes empresarios acaban de inaugurar un nuevo establecimiento llamado “La Chicha YeYé” con un aire sesentero en su decoración y donde “la chicha” que ofrecen son chacinas ibéricas de bellota de Castaño de Robledo (Huelva). El local se encuentra justamente a la espalda del Castillo de San Marcos.

El proyecto surge de la mano de tres amigos residentes en El Puerto de Santa María, Rocío Hornero, Chantal Olivares y Manolo Chaparro. Es una idea que le rondaba en la cabeza a Tali Carreto, marido de Rocío y al comentárselo al resto decidieron unirse para “crear un local diferente donde poder desayunar, tapear, tomar una copa o un café con tarta a la vez que estás con tus hijos” según detalla Manolo Chaparro, que precisamente es de Nerva (Huelva) y el encargado de seleccionar todo los productos ibéricos de la Sierra que tienen en su oferta de tapas frías.

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La terraza de la Chicha Yeyé.

Chantal Olivares, terminó de estudiar pastelería hace dos años en la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla – Taberna del Alabardero y luego pasó por el taller de pastelería artesena “Masquepostres” del maestro pastelero Manuel Jara y por el Hotel Jardín Tropical en Tenerife. Uno de los platos fuertes de “La Chicha Yeyé” son las tartas elaboradas a diario por Chantal. Un gran surtido entre las que destacamos la de queso con compota de calabaza, la tarta de cerveza negra con crema de queso, la tarta Hummingbird, con plátano, coco, piña y crema de queso y chocolate, la tarta de dos chocolates con fresas o los rollos de canela.

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Una de las tartas que elabora Chantal.

Pero la cosa gastronómica en su vertiente de tapas frías no queda en esas chacinas ibéricas de morcilla, chorizo, morcón, caña de lomo o jabuguitos de la sierra de Huelva, también destacan la presencia de quesos de la provincia de Cádiz, como los de El Bucarito (Rota), El Bosqueño (El Bosque) o Mangana (Benaocaz). Entre las tapas que ofrecen nos llaman la atención los “despistaos”, unos trozo de pan con una rodaja de tomate natural y donde encima se coloca una loncha de papada ibérica o panceta.

En productos del mar no podían faltar las salazones de mojama de atún y las huevas de maruca de Barbate. Una de las curiosidades de “La Chicha Yeyé” es que todas las tapas se sirven sobre discos de vinilo, singles (pequeños) o longplay (grandes) dependiendo si son 50 gramos o 100 gramos. Y tal y como dicen ellos a través de las redes sociales “la grasa sobre analógico suena mejor”. Los fines de semana tienen guisos del día.

Para los desayunos, una gran variedad de panes de semilla y multicereales de la panadería Roque de El Puerto de Santa María a los que se les puede acompañar con compotas caseras, mermeladas tradicionales o las artesanalmente elaboradas por Chantal, como la mermelada de calabaza y zanahoria con clavo y canela o la mermelada de manzana con pimienta de jamaica o paté de setas y de boniatos. Otra posibilidad a la hora de desayunar es el hummus (puré de garbanzos) de calabaza o de remolacha así como la granola (alimento formado por nueces, copos de avena mezclados con miel y otros ingredientes naturales) casera con yogurt y fruta fresca.

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La original forma de presentar las tapas en "La Chicha Yeyé", en discos de vinilo.

Para los amantes del té, tienen una gran variedad que compran a granel y sirven en bolsitas con una taza de agua caliente. En lo relativo al café, ofrecen un café caramelo elaborado al estilo de un capuchino pero con sirope de caramelo o un café chocolate con sirope de chocolate. Disponen de bebidas vegetales (Soja y avena) para intolerantes o veganos, sidra gallega Maeloc de diferentes sabores, una selección de vinos de la provincia de Cádiz que se pueden tomar por copas y un vermouth que traen de Sanlucar de Barrameda.

Con relación a la decoración del local, se ha encargado de ella Maite Romero, esposa de Manolo Chaparro. Se trata de un espacio de unos 120 metros cuadrados donde conviven paredes empapeladas con aire psicodélicos, sillas dispares, radios antiguas, pick up tocadiscos y unos sofás Chester de color amarillo y negro que te harán sentir como en casa. Un ambiente muy premeditado para que sea descuidado y a la vez muy acorde con la época. Además encontramos algunos carteles originales de películas como “Sor Ye Ye” o “Los Chicos del Preu”, fotografías de Jose Luis López Vázquez, Raphael o de Concha Velasco.

Un local que no deja indiferente y en el que se puede disfrutar de una gran terraza al aire libre y contemplar el Castillo de San Marcos. La Chicha Yeyé se encuentra ubicada en la calle Cañas, 1 y su horario de apertura es de lunes a jueves de 8 a 20 horas, los viernes de 8 a 2 de la madrugada, los sábados de 13 a 2 de la madrugada y los domingos de 13 a 20 horas. /Texto y fotos: Benjamín Colsa.

pepemonforteariza_puertosantamariaPepe Monforte Ariza colaborador gastronómico de Gente del Puerto empieza a colaborar desde hoy con un artículo de opinión semanal bajo el epígrafe 'Cateto a babor'. Los sábados tendrá una sección en la que contará novedades del mundo hostelero y gastronómico. También el fin de semana, escribirá un perfil de un personaje gaditano conocido

El periodista gaditano Pepe Monforte entra en la nómina de colaboradores de Diario de Cádiz. A partir de hoy, el que es un referente indiscutible en el mundo de la información gastronómica de la provincia comienza a escribir en estas páginas. Y lo hace con un artículo, que tendrá periodicidad semanal, en la sección de Opinión, bajo el epígrafe 'Cateto a babor'. Pero la labor de Monforte se extenderá a más ámbitos de la información, siempre tratada desde su original y particular punto de vista. Así, entre otras, los sábados tendrá una sección en la que contará novedades del mundo hostelero y gastronómico de la provincia, un terreno en el que se ha ganado prestigio de pionero y, a su desenfada forma, líder de opinión. También durante el fin de semana, Monforte escribirá un perfil de un personaje gaditano conocido o que reúne los suficientes méritos para serlo.

Pepe Monforte nació en Cádiz hace 49 años y ha desarrolado una larga labor periodística. Empezó su carrera en la emisora gaditana de la Cadena Ser, en los tiempos en los que la dirigía Rafael Plaza. Posteriormente, pasó a formar parte de la plantilla de Diario de Cádiz, donde desarrolló su trabajo en la sección de información Local. Su labor en las páginas del Diario del Carnaval fue premiada en más de una ocasión, y se puede decir que revolucionó la manera de contar las crónicas del Concurso de Agrupaciones. Tras dejar el periódico fundó junto a su hermana Lola la empresa La Alacena, de venta de productos gastronómicos de la provincia por correo y posteriormente por internet. En 2006 puso en marcha la revista gastronómica digital Cosas de Comé. Ha sido también colaborador del periódico La Voz de Cádiz.

Su primer artículo 'Yo confieso' aquí de la serie Cateto a babor.

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En la imagen, Salvador García de Quirós, gerente de los establecimientos del Grupo Quirós.

La carnicería “Juan Quirós” abre en la avenida Cayetano del Toro de Cádiz una nueva tienda “A fuego lento” que comercializa un surtido de más de 25 platos tradicionales preparados. La firma ya funciona también en El Puerto de Santa María y envia pedidos por internet. Ahora planean extenderse a otras poblaciones de la provincia

Salvador García de Quirós, el gerente de la carnicería Quirós de El Puerto, un negocio fundado por su abuelo en 1948,  señala que tienen varios clientes en distintas cuidades de España como Sevilla, Madrid o Valencia. La mayoría de ellos son estudiantes que prefieren comer “como lo hacen en su casa”, aunque estén fuera. Así que hasta ellos, y en envases de ración, viajan berzas, carnes en tomate, albóndigas, menudos y todos esos platos que te hacen que “te acurruques” aunque sólo sea por el estómago.

Los clientes hacen su pedido por internet o por teléfono y se les envía ya preparado en raciones de 300 gramos, para una persona. Los platos se someten a una pasterización (calentados a una temperatura que impide que se estropeen) y luego un rápido enfriamiento. El proceso, que llevan a cabo en sus propias instalaciones en el casco antiguo de El Puerto de Santa María, permite que puedan estar en el frigorífico, sin estropearse, entre 12 y 15 días y, señala Salvador Quirós, “sin utilizar ningún tipo de aditivo y conservando el sabor de los guisos. Lo único que nos limita es a no hacer algunos platos”.

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La tienda de A Fuego Lento de la calle San Bartolomé de El Puerto de Santa María.

Los pedidos se envían en transporte frigorífico y en menos de 24 horas están en el domicilio del cliente. Van en fiambreras aptas para el microondas.  Los Quirós han decidido apostar por la modernización y la especialización. Es la única manera de mantener la carnicería que fundó su abuelo y en la que ahora trabajan 14 personas, entre ellas 5 nietos del fundador (Salvador, Juan Manuel, Jesús, Francisco y Adelaida).

EN CÁDIZ.
Su último proyecto lo han consolidado el pasado mes de enero. Han dado el salto al otro lado de la Bahía y han abierto en la avenida Cayetano del Toro de Cádiz, muy cerca del hospital Puerta del Mar, su segunda tienda “A fuego lento”, unos espacios en los que ofrecen comida preparada tradicional para llevar y al peso.

Las vitrinas llaman la atención.  Tras ellas se apilan fuentes de acero inoxidable con arroz en paella, berza, carne en salsa, chipirones guisaos en oscurito, tortillas de papas hechas por ellos mismos y platos tan poco habituales en estos espacios como ajo caliente, ropa vieja, sangre encebollá, higaditos, cazón con chícharos, papas con chocos o marrajo en salsa verde.

La oferta supera cada día la veintena de platos. Estos van variando. No siempre tienen los mismos y la oferta se complementa con algunos vinos, bebidas, pan, postres, algunos de ellos también elaborados en sus propias cocinas y un surtido bastante amplio de precocinados para freir en casa, entre los que destacan un amplio surtido de croquetas tipo gourmet que elaboran en sus cocinas.

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La carnicería de la calle San Bartolomé.

El horario de las dos tiendas, tanto la de Cádiz como la que tienen abierta en la calle San Bartolomé de El Puerto desde el año 2010, es amplio. Abren todos los días, domingos incluidos y están desde por la mañana, a las diez y media en el caso de Cádiz y las nueve y media en El Puerto y hasta después del almuerzo y leugo en horario de tarde noche (hasta las diez en Cádiz y hasta las nueve y media en El Puerto).

Salvador señala que “estamos muy contentos con la respuesta del público. En Cádiz hemos tenido un recibimiento magnífico y la tienda está funcionando desde el principio”. En opinión de este carnicero con espíritu innovador “el público demanda ahora este tipo de cocina, la que comió en casa de sus padres, una comida sana, pero que no puede hacer o bien porque no tiene tiempo o porque no sabe, o simplemente no le apetece. En nuestras tiendas encuentra una solución cómoda tanto si quiere algo planificado como si acude a última hora a comprar algo para comer y además con calidad y a unos precios que creemos que están ajustados, entre unos dos euros que puede salir unas papas alioli o una ensaladilla los 3 que puede salir una carne en tomate o unas albóndigas o los 4 o 5 que puede salir un calamar relleno, un atún encebollao o una corvina a la roteña. Siempre hablamos de raciones de unos 300 gramos, que son más que suficientes para una persona.”
Los Quirós no han improvisado en esto de la comida preparada tradicional. Salvador señala que sobre el año 2005 comprendieron que tenían que dar un salto en sus carnicerías tradicionales y por eso apostaron por dos vías de crecimiento, la incorporación de productos gourmet y también poner en la carnicería un expositor con comida preparada.

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Ana María Horta y Salvador Quirós con una berza acabada de hacer en su tienda de A Fuego Lento de El Puerto de Santa María.

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La idea la desarrolló Ana María Horta, la esposa de Salvador. Sabía de que iba la cosa, porque su madre, Milagros Pérez, había sido cocinera profesional y en un sitio de referencia en El Puerto de Santa María en lo de comida de mojar pan, el restaurante Eugenio Guadalete.

Además se formó en la escuela “El Anafe” que entonces dirigía María Terry. Con los conocimientos propios y los adquiridos pusieron en marcha la cocina donde guisaban platos tradicionales. La cosa fue también que en el año 2010 ya deciden poner en marcha un establecimiento, a pocos metros de la carnicería, dedicado a la cocina preparada. Paralelamente la carnicería también ha evolucionado al sector gourmet. Así la oferta de carnes se enriquece con diferentes tipos de terneras selectas como la vaca pinta de Cantabria, la rubia gallega, el retinto de la provincia de Cádiz o el buey de Irlanda. Ellos mismos maduran las carnes en sus frigoríficos. “Algunas, señala Salvador, le damos hasta 60 días de maduración”. Además cuentan con cerdo ibérico y un surtido de hamburguesas con 16 sabores diferentes. También tienen embutidos ibéricos envasados al vacío. La oferta la complementan con productos gourmet como vinos, conservas, quesos o aceites. Tanto los productos de la carnicería como la comida preparada se pueden comprar también por internet.

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Vista del expositor con las comidas preparadas. 

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Pero los Quirós no se quedaron ahí. En junio de 2014 también pusieron en marcha, en la misma calle San Bartolomé, la taberna de Triana, aprovechando un conocido bar que ya existía en la zona, el bar Triana. Allí sirven la comida que preparan en la tienda de comida preparada por tapas o por raciones y también las carnes que tienen en la carnicería. El local cuenta con barra y un salón para tapear o comer.
Salvador Quirós, que tiene ahora 45 años señala que el futuro lo ven con optimismo y la idea, dada la buena respuesta del público, es seguir creciendo con las tiendas “A fuego lento” de comida preparada que ya planean situar en otros puntos de la provincia. /Texto y fotos: Pepe Monforte.

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Con la formación del Grupo Caballero recientemente, la firma dejó de tener el carácter de empresa familiar que mantuvo durante ocho décadas, desde que en 1932 Luis Caballero Noguera, adquiriese las bodegas de Cuesta y Burdon hasta hace bien poco, en 2008, su hijo Luis Caballero Florido, (se llama igual que su abuelo paterno) pasó a ocupar un cargo honorífico, la presidencia de honor de la compañía, dejando en otras manos la dirección de la misma.

 

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Ilustraciones de la Revista 'La Esfera'. Nótese en la de la izquierda, el tamaño minúsculo de las copas, incluso más pequeñas que las de anís. /Colección A.C. Puertoguía.

Este apellido, Caballero, se une a los de Tosar, Urruela, Quijano, Sancho, Jiménez Varela, Jiménez Dávila, Cuvillo, Terry y algunos más que se quedarán en el tintero, familias portuenses que, en diversas épocas y durante varias generaciones, regentaron negocios de vinícolas y gozaron de un estatus social y económico relevante.
Cuando se instala en El Puerto Luis Caballero su familia, residente en Chipiona, donde su padre fue alcalde, como él lo sería de nuestra ciudad, tenía una rancia y antigua tradición, así como experiencia de muchos años en negocios bodegueros, siendo la firma “A. Caballero y Sobrinos” una importante expresa exportadora a los países latinoamericanos, en cuyas revistas y semanarios de las primeras décadas del pasado siglo se pueden localizar anuncios publicitarios de sus productos, de un “Jerez Oloroso” o moscateles “delicioso vino, especial para postres” que se vendían a 11 $ la caja de doce botellas.

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Cucharillas publicitarias que llevan impresas el nombre de la bodega.

Sin embargo, el objeto de esta nótula, a la que hemos puesto el breve prólogo explicativo que antecede es el de dar a conocer las ilustraciones y dibujos con los que publicitaba “A. Caballero y Sobrinos” su COÑAC CABALLERO (“Caballero, que coñac”, como se utilizaría posteriormente en las cuñas de radio) etiquetado en Jerez. /Texto e ilustraciones: Antonio Gutiérrez Ruiz.  A.C. Puertoguía.

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5trofeociudaddelpuerto_puertosantamariaEl V Trofeo Ciudad de El Puerto había iniciado su andadura en 1971, con el patrocinio del Ayuntamiento y la organización del desaparecido Racing Club Portuense, siendo uno de los torneos de verano más destacados entre los que se disputaban en España. Se celebraban en el estadio José del Cuvillo. Esta edición se celebró durante las noches del 13, 14 y 15 de agosto de 1976. Reinaba un gran ambiente de optimismo deportivo, tanto en El Puerto como en las ciudades del entorno que participaban con su primer equipo en la quinta edición del Trofeo: Cádiz, Jerez y San Fernando. En el primer encuentro, Cádiz-Portuense, resultaron ganadores los visitantes con una clara victoria de 4-1.

Debajo en la imagen de Rafa, entrega del Trofeo Catavino de Plata, por el alcalde de la Ciudad, Manuel Martínez Alfonso y el presidente del R.C. Portuense, Francisco Ferrer, al que acompañan directivos como Gandulla, Martínez de Murga o Felipe Bononato. Vemos con casco en el campo a los policías municipales que conducían las primeras motocicletas con las que patrulló el cuerpo local, de la marca ‘Sangla’:Torres Higuera y Murga.

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La fotografía es de Rafa, Rafael Pérez González (ver nótula núm. 1.781 en Gente del Puerto). /Colección Archivo Municipal.

El pub Milord, ha cumplido 40 años de existencia. Ha marcado muchas pautas en la hostelería local, destacando en la elaboración de cócteles, adaptándose a los tiempos, organizando exposiciones, tertulias y conciertos.

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En la imagen, a la izquierda Jesús Castilla y su esposa a la derecha, flanquean a Pepe Esteban Poullet, Juan Franco disfrazado de vaquero, y a Charo, del bazar del mismo nombre. Agachado, Antonio Márquez Mateos.

José Ramón Perles Giner--un innovador de la hostelería local-- junto con Antonio Márquez Mateo, Juan Franco del Valle y Antonio Villar Garay fueron llamados el 20 de enero de 1975 para llevar adelante el proyecto de Milord, en la esquina de las calles Larga y Santo Domingo, que con el tiempo pasaría a manos de sus empleados como copropietarios del negocio.

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De izquierda a derecha, Antonio Villar, Antonio Márquez, Pepe Esteban y Juan Franco, piratas por unos días en la Noche de Carnaval.

Negocio que dejaría más adelante Antonio Villar para dedicarse a un trabajo menos pensionado que la hostelería. Juntos, los tres, innovaron manteniendo la esencia de Milord, abriendo una sucursal durante un tiempo en Valdelagrana y colaborando y asesorando con y para la hostelería local. Hoy el pub cafetería coctelería lo gestiona en solitario Juan Franco. Ofrecemos unas imágenes de aquellas fiestas de Carnaval --fueron famosas-- que se organizaban en sus instalaciones.

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Estos cajeros antiguos --Villar, Franco y Márquez--, posan en la zona de escenario durante el Carnaval de 1993.

Tal día como ayer, hace 236 años, un nutrido grupo de personas de ambos sexos, niños, jóvenes, adultos y ancianos de todas las clases sociales se dieron cita esa mañana, curiosos y expectantes, concentrándose sobre la plataforma central –dos compuertas abatibles de madera- para presenciar de cerca el acto y ser los primeros en cruzar a la otra orilla, el día de la inauguración oficial de un puente de barcas sobre el río Guadalete que conectaba el camino real con el arrecife de Puerto Real y permitía el acceso por tierra a San Fernando y Cádiz.

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El puente de barcas que se hundió, ya restaurado. "Vista del Puerto de Santa María", óleo sobre lienzo, 70 x 95 cm, 1781-1785 (propiedad del Museo del Prado, en depósito en el Museo Naval de Madrid) [P1151]. Autor: Sánchez, Mariano Ramón (Valencia, 1740-1822).

No pudo siquiera iniciarse la ceremonia religiosa de inauguración porque, fatalmente, se precipitaron a las aguas del rio junto con clérigos, autoridades civiles y militares, invitados y los numerosos curiosos que, imprudentemente al parecer, ocupaban la tablazón del puente, rindiéndola. En el maremágnum consiguiente, considerando los pesados vestidos de la época y el escaso, por no decir nulo, conocimiento de natación de la mayoría de los accidentados, estando a 50 metros de la orilla, solo pudieron ser salvados aquellos que tuvieron la suerte de encontrar un asidero y esperar el rescate desde los botes que, una vez repuesto del susto inicial, bogaron hacia allí.

cuzparroquialcristalderoca_puertosantamariaAlgunos otros, muy pocos, agarraron las pértigas y los cabos que se le pudieran lanzar desde el tramo que se mantuvo firme del propio puente. Tal vez el largo varal de la cruz parroquial, rematado por un artístico relicario o “Lignum crucis” de plata, al que habrían podido asirse con cierta comodidad los accidentados más cercanos, sirviera para salvar a algunos de ellos. /En la imagen de la izquierda, la Cruz Parroquial, de cristal de roca, que se cita en el texto

El balance de víctimas reconocidas, es decir, los cuerpos recuperados y enterrados al día siguiente, fue de 102 personas, sin que tengamos conocimiento de los que hoy en día calificaríamos como desaparecidos. Esta cifra indicada resulta de la suma de las actas de funerales celebrados en la iglesia Mayor al siguiente día de la catástrofe. Según el archivero Cárdenas, autor de una reseña histórica inserta en una Guía Comercial publicada en 1902 “las victimas ascendieron a la aterradora suma de 413, según información hecha algún tiempo después del suceso… aunque la Gaceta de Madrid publicó una lista de 115 víctimas a raíz de la catástrofe” No cabe duda de que el número exacto de víctimas resulta imposible de determinar, pues serian numerosas las personas arrastradas por la corriente, cuyos restos, como los de otros muchos náufragos, serian arrojados a las playas del litoral.

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"El Puerto desde la Otra Banda", con la imagen del posterior puente colgante sobre el Guadalete. Litografía utilizada como cubierta del libro de Santiago Montoto 'El Puerto de Santa María en la liberación de Fernando VII'. 1959. Edición Limitada de 500 ejemplares.

La gran mayoría de las víctimas, concretamente 66 de ellas, según nuestros cálculos fueron enterradas en una fosa común habilitada al efecto en el patio del Postigo de la iglesia Mayor Prioral, que era un lugar empleado para enterramientos de menor solemnidad. El cronista y archivero Cárdenas Burguetto, antes mencionado, indica en su “Reseña Histórica” la existencia de una lápida en el que denomina “patio de los Naranjos” con la siguiente inscripción: “AQUÍ YACEN CIENTO ONCE PERSONAS DE LAS QUE SE AHOGARON EN EL PUENTE DE SAN ALEJANDRO EL DIA 14 DE FEBRERO DE 1779. Existe otra creencia que apunta lo fueron bajo las gradas del atrio de la Puerta del Sol de dicho templo. No podemos descartar que, considerando el elevado número de inhumaciones, se utilizaran ambos espacios. Una veintena de este centenar de victimas contrastadas y a las que se les celebró funerales, recibieron sepultura en el interior del recinto sagrado, generalmente hermanos de diversas cofradías y hermandades que contemplaban esta oferta en sus reglas y estatutos. Así nueve de ellos se enterraron en el cañón de la capilla de San José, ocho en el cañón de la capilla de los Milagros, entre los cuales figuraban Nicolás Cañas Trujillo y su hija María Dolores y dos en el cañón de la capilla del Niño Jesús. Mención aparte merece el vigésimo enterramiento, bajo solado, pues debía tratarse de un personaje notable: Dionisio Capaz Reyes, Promotor Fiscal de la Real Justicia, Defensor de las Temporalidades y Procurador de número de la Audiencia local. Tenía 54 años. Era hijo de Andrés Federico Capaz y María de los Reyes Cruzado. Estaba casado con Flor Ochaita y su único hijo, Dionisio Capaz Ochaita se había licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla recientemente.

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"Embarque de Botas". Óleo de Juan Lara Izquierdo. Propiedad de Bodegas Osborne y Cía., depositado en la Casa del vino del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, de Jerez.

El resto repartieron sus sepulturas por capillas y conventos: Tres, en la iglesia de la Caridad, actual capilla del antiguo Hospital, dos en la capilla de la hermandad de Santa Rosalía, que estaba en el monasterio de la Victoria, otros dos en la iglesia de San Juan de Dios, actual iglesia de las MM. Esclavas, dos más en la iglesia ya desaparecida de los franciscanos Descalzos, en la actual Plaza de Isaac Peral que fueron Nicolasa Gandulfo y Domingo de la Barrera. Este último tenía viñas, casas y bodega, en la que almacenaba doscientas botas de aguardiente catalán para exportar a las Indias muy cerca de dicho convento, en la calle Larga. Era soltero y había nacido en Écija, y en las iglesias de las Capuchinas Antonio Orlando. Vivía cerca de este convento, en una casa de calle Larga, entre Caldevilla y Chanca. Era navegante en la Carrera del comercio de Indias, tenía 49 años y estaba casado con Josefa Ordoño y padre de seis hijos, con edades comprendidas entre 5 y 18 años. El, tenía 49 años. En San Agustín se enterró Gregorio Felices de Molina, Capitán de Milicias y Regidor Perpetuo. Estaba casado con Gertrudis de Ceballos Fernández de Castro. Tenía 53 años y dejó cinco huérfanos. Vivía en el Muelle. Y otros tantos se enterraron en San Francisco, Santo Domingo, Concepción, la capilla de la Virgen de Candelaria, situada en la nave del Evangelio de la iglesia Mayor, así como un enterramiento que se indica “sepultura” sin especificar el lugar donde se encontraba,

Cerramos esta reseña del que creemos ha sido el mayor accidente con victimas de la historia local, indicando que la totalidad de las autoridades de poblaciones vecinas que fueron invitadas a la “reinauguración” del puente, una vez reparadas y repuestas las compuertas que fallaron, meses después, rehusaron su asistencia con diversas excusas, algo totalmente comprensible, aunque no fuesen supersticiosos. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz - A.C. Puertoguía.

Años mas tarde, el 1 de de diciembre de 1839, el puente colgante San Alejandro, se hundió. Ver nótula núm. 2.322 en GdP.

 

2

No sé, si por tradición familiar, o simplemente por propia convicción, algunas de mis amigas y otras  jovencitas de mi época, decidieron colgar los libros y apuntarse al Corte, como eran conocidos los Talleres de Corte y Confección.

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De izquierda a derecha, fila superior, Rosario González Salas, Milagros Vaca, María Luisa, María Torres Higuera, Carmen, Juani Saura ‘la murciana’, Antonia y agachadas distinguimos a María Mateos Oncala, hija de Fermin ‘el Carbonero’, Carmen y la última por la derecha, Pilar Lacarta. /Foto: Colección Pilar Lacarta.

La mayoría ya tenía  alguna hermana mayor en estos talleres, y aunque no tengo claro que todas pensaran en ser modistas profesionales, les venía bien poder hacerse su propia ropa, su ajuar o en su defecto saber desenvolverse  el día de mañana, pues  de alguna manera  las niñas  debían saber  llevar las tareas cotidianas de las amas de casa  a la hora de enfrentarse a un casamiento y a la crianza  de sus futuros hijos.

En La Placilla, teníamos varios y  buenos Talleres por cierto.  Estaban: el de María Torres Higueras, sito en el piso superior del Restaurante de  Manuel Rodríguez  Ceballos y  el de Lolichi, sito en la casa de los Gómez de Requena, panaderos, de la calle Santa María.  Años más tarde, los de: María Amalia,  y  no sé si el de  Loli Rodríguez. Esto, en cuanto a talleres, porque era muy natural, que en casi todas las casas, hubiera alguna señora que se ganara la vida “cosiendo para la calle”, como se decía entonces.

A nosotros nos cosía mi vecina Pepa Acosta, prima de María Torres Higueras, y muy bien además, con decir, que salvo que hubiéramos dado algún “estirón” cosa natural por otra parte , y hubiera que alargar el dobladillo a última hora, cuando nos entregaba las prendas nos quedaba “como un guante”. Mi  madre y sus hermanas tuvieron mucha suerte porque mi abuela era una costurera buenísima y las enseño a todas a coser primorosamente. De hecho la mayor de las hermanas  cosió para la calle creo hasta que se casó. Mamen, una prima, fue una camisera muy procurada.

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En la playa de Fuenterrabía, distinguimos, tercera por la izquierda a Pilar Lacarta, Juani Saura, María Torres Higuera, Loli Saura y María Mateos Oncala. Agachados, solo conocemos a José Torres Higuera, ‘Chico’ y su mujer Teresa Delgado García e hijo. Delante, con el perro, José Antonio Guerrero Torres ‘Pepo’, hijo de María Torres Higuera. /Foto: Colección Pilar Lacarta.

Supongo que cada maestra tendría su librillo; así, algunas comenzaban y terminaban la jornada con el rezo del santo rosario, otras, quizás solo rezaran el Ángelus a medio día, claro que seguramente también las habría dicho , que no hicieran nada de eso. Lo que sí es cierto, que  era fácil, encontrarnos a  muchas mujeres, con el metro colgado de sus cuellos. Muchas de ellas, ya eran modistas profesionales, y gracias a esto colaboraban con su jornal  a una más desahogada situación económica.  Y qué decir de algunas pobres viudas,  pues así lograron sacar a sus hijos adelante.

burda_patronesMe sorprende  después de preguntar a mis amigas  muchos de estos talleres, solo enseñaban a coser, no a cortar.  Según  me han comentado, cuando las muchachas llegaban, la maestras  ya tenían los cortes  hechos,  pero ellas no las veían cortar; paradójicamente,  años más tarde , muchas aprendieron, en la intimidad de sus casas con la revista Burda o similares. Claro, que también podría ser que solo aprendieran a cortar, a criterio de las maestras, bien porque las viera más preparadas, o bien por propia iniciativa de las aprendizas, que no se atrevieran “con las tijeras”, o bien que prepararan a algunas para que fueran su  ayudante o  persona de confianza. Este, es el caso de mi amiga Pilar Lacarta Lagunas,  ella según sus propias palabras, salió “bien aprendida” del taller de María Torres Higueras; de hecho hasta hace poco que goza de una jubilosa jubilación, la costura orientada a vestir a las novias el día más bonito de sus vidas ha sido su profesión  y su vocación allí en su Zaragoza natal.

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Ama Rosa, la radio novela de la Cadena SER  que triunfaba en aquellos años. 

A mi vecina Pepa,  le ayudaba Carmelíta, una jovencita alegre y dicharachera  a la que nos encantaba escuchar, por su simpatía y su gracia. Ella me cuenta que veía cortar a  Pepa, y que esta le iba explicando todo cuanto hacía. Lo que sí sé, lógicamente de oídas es lo animado de las sobremesas en muchos de estos talleres; principalmente por los programas de radio de la época. Me las imagino, llorando con las desdichadas protagonistas de las radio novelas como “Ama Rosa” de Guillermo Gautier Casaseca, en la que intervenía como protagonista, la inolvidable Juana Ginzo, a través de los micrófonos de la Cadena SER; o riendo con las travesuras de Matilde, Perico y Periquin, serial radiofónico enmarcado en el estilo costumbrista que comenzó en los años 50 y duró hasta la muerte de uno de sus protagonistas, Pedro Pablo Ayuso, en 1971, estando patrocinada por Cola-Cao.

radio_pedropayusomvilarino_serEn la imagen de la izquierda, Matilde Vilariño y Pedro Pablo Ayuso, durante la emisión de 'Matilde, Perico y Periquín'.

Cuando la prenda estaba rematada, la metían en unas cajas rectangulares, con un solo asa, como si de un bolso grande se tratara. Las prendas se entregaban  bien  planchadas, y en algunos casos envueltas en papel de seda. Y…allá que iban las modistillas a entregarlas, procurando eso sí, que al colgarse del brazo la caja de entregas, éstas  ni se moviera, pues deslucirían el planchado, y desmerecerían la prenda. Más de una vez, acompañé, a mis amigas a entregarlas, y como no a relevarlas si se cansaban. La mayoría de las veces,  las clientas quedaban satisfechas. Algunas señoras, echaban mano a sus monederos, para darles  una propinilla, pero ellas se ponían muy dignas y…. no se moleste señora, nos lo tienen prohibido, pero …gracias de todos modos.

La mayoría de las niñas de mi época teníamos nuestros bastidores o marcadores, de bordar, la verdad que aunque a mí las labores me parecían algo aburridas, atendían atentamente las explicaciones, de nuestras mayores, que sabían  lo suyo. Primero que nada, había que lavarse escrupulosamente las manos, pues el lienzo, tela, era inmaculado y la labor tenía que conservar la pulcritud y  por tanto… el blanco. Cuando el lienzo, estaba bien estirado, nos pintaban el dibujo por bordar, y …. hala, con mucho mimo y sin salirse del dibujo, empezábamos, muy obedientemente,  a pasar el hilo y rellenar las florecitas de los colores que más nos gustaba . Muy pronto me di cuenta, que aquello no era lo mío, así que lo abandoné y me embarqué en la aventura de los libros, que eran más divertidos.

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Patron de letras capitulares para bordado.

Había como no, talleres de bordados, a mano y a máquina, y las aprendizas salían  como ya  he referido con sus sábanas, manteles y toallas bordadas  y claro esta de otras labores. La verdad es que me quedaba “embobada” viendo con que destreza manejaban  los Bolillos, algunas mayores entre ellas a quien considero como mi abuela --Milagros Gálvez Alonso-- .Que finura de encajes, y reitero,  qué primorosa pulcritud tenía en  todas las labores. La natural habilidad, no era más que horas de dedicación, templanza y por supuestos dotes y disfrute con lo que hacía y con el resultado. En definitiva, pareciera, que tuviera manos de “ángel”.

Hoy en día, han cambiado mucho las cosas, si encargas algún trabajo, la señora se presenta en  tu casa  y te cobra por horas hasta la terminación del encargo, algo para mí un poquito” chocante”. Sigue habiendo talleres y  lo novedoso, son los comercios que nos cosen, nunca mejor dicho  desde un roto hasta un descosido. Como quiera que sea, afortunadamente, hoy en día, hay muchas aficionadas  a las labores, de todo tipo, y desde luego lo artesanal  por su belleza, por las horas dedicadas y por su  mucho mérito,  nunca tendrán precio. /Texto: María Jesús Vela Durán.

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