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Hoy visita El Puerto de Santa María el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, participante en la Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica que se está celebrando en Cádiz, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de las Cortes de 1812. Precisamente una nieta del portuense protagonista de la nótula de hoy María Antonia Ferrero Atalaya fue la esposa del que fuera presidente de la república de Colombia, Ramón González Valencia, entre 1909 y 1910.

Juan Atalaya y Pizano, hijo de Juan Jose Atalaya y María Dolores Pizano, naturales de Jerez y Cádiz, respectivamente, casados en Cádiz y posteriormente residenciados en El Puerto de Santa María. En nuestra Ciudad nace en 1784, bautizado en la Iglesia Mayor Prioral, donde vivirá su infancia, adolescencia y juventud. Su partida de bautismo, que transcribimos, dice como sigue:  “En la ciudad y Gran Puerto de Santa María el viernes catorce de mayo de mil setecientos ochenta y cuatro, Yo, don Diego Felipe de Vergara cura de la Iglesia Mayor Prioral de esta ciudad, bauticé a Juan Manuel José María Francisco de Paula Pedro Regaldo, hijo de don Juan de Atalaya y de doña María Dolores Pizano que dijeron ser casados en Cádiz, nació a trece de dicho mes y año, fueron sus padrinos don Manuel Tocado y doña Faustina de Cañas, a quien advertí el parentesco espiritual y su obligación y lo firmé. Diego Felipe de Vergara. (Libro 91 folio 11 vuelto)”.

EMBARCA PARA VENEZUELA.
A principios del año 1815 embarca para América y llega a Maracaibo (Venezuela) en donde se relaciona con la familia Rodríguez Butrón que tenía seguramente amistad y conocimiento de los Atalaya de Cádiz.  Nuestro protagonista contrae matrimonio en Maracaibo el 23 de octubre de 1815 con  Antonia Josefa Paula María del Carmen Rodríguez Butrón, nacida en Maracaibo el 15 de enero de 1795. y muerta cuatro días después del terremoto de Cúcuta (Colombia) el 22 de mayo de 1875.? ?Juan era un hombre emprendedor. Primero en Maracaibo y después en Cúcuta en donde se radicó en el año de 1835, siendo propietario de extensas haciendas en las vecindades de Cúcuta, entre las que sobresalía la de Aguasucia, donde se elaboraba panela. San José de Cúcuta, conocido como Cúcuta, es una ciudad colombiana perteneciente al departamento del Norte de Santander, situada al nordeste de dicho país sudamericano, en la frontera con Venezuela y a orillas del río Pamplonita.

Vista aérea del actual municipio de San José de Cúcuta.

DONACIÓN EN COLOMBIA.
Atalaya fue generoso al donar al Municipio de Cúcuta el 21 de septiembre de 1850, cuatro estancias de ganado mayor para que fueran propiedad del Cabildo. Hoy día esos terrenos constituyen el Barrio de Juan Atalaya de la ciudad de Cúcuta. Al distribuir la cuantiosa fortuna dejó ricos a sus herederos, el ilustre peninsular fue generoso y expresivo con su patria adoptiva, pues le donó, para futuros ensanches, la pintoresca sabana donde hoy se desarrolla la populosa ciudad cucuteña que con justicia lleva su nombre. También forman parte de esta donación, las tierras donde hoy se asientan los barrios de Chapinero, Barrio Nuevo, Tucunaré, Doña Ceci, Claret, Los Motilones y Comuneros. En el gesto de Atalaya se advierte unclaro fin altruista, pues él adquirió estos terrenos exclusivamente para obsequiarlos al Cabildo, para que le sirviesen de ejidos, según reza la respectiva escritura.  Los regaló al mes de haberlos adquirido.

COSTUMBRES PECULIARES.
Tenía raras costumbres: se hacía siempre la corbata de lazo sobre la quijada y luego la dejaba caer sobre el blanco cuello de la camisa; cuando en su hogar se servía la comida, los que llegaban retardados, se sentaban a la mesa, pero sólo podían comer del manjar que en ese momento se estaba comenzando a servir; tenía por todas sus siete hijas y frecuentemente les obsequiaba telas finas para que hicieran vestidos, pero exigía que para lucirlos, estrenaran todos a la vez; como su hija Adelaida era algo despaciosa para la costura y las demás hubieran terminado sus crinolinas, deseando usarlas prontamente, convenían en salir todas al salón, ataviadas con sus hermosos y amplios trajes y Adelaida por detrás de todas sacaba la cabeza, entre sus hermanas que la tapaban con amplias faldas, nuestro personaje  no reparaba el engaño filial; cuando sus hijas estaban en el salón recibiendo las visitas de los jóvenes que las pretendían, al sonar en el reloj las 10 de la noche, don Juan les decía a los pretendientes «--Son las diez, deja la calle para quien es».

Ferrocarril de Cúcuta a finales del siglo XIX. Fue la principal obra realizada después del terremoto de 1875, a causa del cual fallecería la mujer de nuestro protagonista, cuatro días después el 22 de mayo de dicho año. /Foto: Cámara de Comercio de Cúcuta.

CONCEJAL Y SÍNDICO.
Juan Atalaya, fue concejal de Cúcuta, en aquella época en que los nombrados debían reunir cualidades excepcionales de dignidad ciudadana, condiciones morales y todo un decálogo de virtudes y requisitos de ley, donde se exigía no ser deudores al fisco o la Real Hacienda y no tener causa criminal pendiente y el juramento era solemne y se le entregaban las varas o credenciales y juraban fidelidad. Fue Síndico del Hospital San Juan de Dios durante varios años, posesión a la que sirvió cívica y generosamente.

UNA DESCENDIENTE, ESPOSA DEL PRESIDENTE DE COLOMBIA.
Hijos del matrimonio Atalaya Rodríguez fueron: Antonia Josefa, María Ramona, Josefa Amelia, Juan Manuel, Petra Estefana, Adelaida, José Antonio, Carmen Francisco Antonio y Edelmira Paula. Sólo los dos últimos nacieron en Cúcuta. Los restantes son oriundos de la ciudad de Maracaibo. Todos se casaron con colombianos, excepto Adelaida, quien lo hizo en San Cristóbal con el español Domingo Martínez. Su nieta María Antonia Ferrero Atalaya fue la esposa del expresidente de la república, General Ramón González Valencia.

?Juan Atalaya falleció en Cúcuta el 15 de enero de 1860, a la edad de setenta y seis años. En uno de los llamados cuartos de “San Alejo” en la Iglesia de San Antonio de Cúcuta, una lápida de mármol de Carrara, de un metro diez centímetros de alto por noventa centímetros (1.10 x 90) con la siguiente inscripción : “JUAN ATALAYA. Nació el 13 de mayo de 1784 en el Puerto de Santa María en España. Murió el 15 de Enero de 1860. (Textos: Luis A. Medina y Carlos S. Ferrero).

Tenemos que hablar hoy de un patronazgo muy especial en el país transatlántico que tan próximo nos es, cual es el que desempeña sobre su capital, Buenos Aires, San Martín de Tours, cuya festividad se ha celebrado el día de trasantié, el 11 de noviembre. Un patronazgo que en la capital porteña se celebrará este año, como ya se hizo el pasado por primera vez, con un festejo muy especial: la recreación de los festejos que en tiempos se realizaban para honrar al santo patrono de la ciudad. En él han participado la Catedral Primada de Buenos Aires, el Museo Histórico del Cabildo y la Revolución de Mayo, la Parroquia San Martín de Tours, la Parroquia Ortodoxa San Martín de Tours, el Museo Nacional de la Historia del Traje, el Teatro Colón, la Sección Histórica de Infantería de Marina, el Real Cuerpo de Marinos, los Blandengues de Ensenada, el Tercio de Voluntarios de Cantabros Montañeses, el Escuadrón de Caballería Histórica, los Granaderos de Fernando VII y la Sociedad Victoriana Augusta, entre otros. /En la imagen, San Martín de Tours, a caballo, visto por El Greco.

Por hacer un poco de historia argentina, que en este caso es también historia española, San Martín de Tours es elegido patrón de la ciudad de Buenos Aires por los cabildantes hace 432 años, en el año 1580 por lo tanto, a los pocos días de la fundación de la ciudad. La segunda fundación en realidad, porque Buenos Aires es la ciudad dos veces fundada. La primera por Pedro de Mendoza, que lo hace en 1536 como Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre, -nombre derivado, al parecer, de la devoción de los marineros españoles a la citada advocación de la Virgen-, aunque ha de abandonarla en 1541, a causa del acoso de los nativos. Y la segunda por Juan de Garay, que la funda esta vez como Ciudad de la Trinidad, aunque otorga al puerto el nombre de Puerto de Santa María de los Buenos Aires, donde hay que encontrar razón tanto del nombre por el que la ciudad será universalmente conocida, Buenos Aires, como del toponímico que recibirán sus habitantes, los “porteños”.

Sorteo para la elección del patrón del Puerto de Santa María de los Buenos Aires.

La elección del patrón de la ciudad se realiza mediante un sistema muy especial, ya que lo es por insaculación, o extracción por sorteo de una papeleta con su nombre de un saco en el que se han incluído varias. Extraído el nombre del santo francés, el escaso cariño de los primeros porteños a nada que pudiera provenir de Francia les llevará a repetir el sorteo, cosa que harán hasta dos veces más, saliendo siempre elegido el mismo santo, lo que les obligará a  aceptar que el santo patrón debía ser, precisamente, San Martín de Tours. Cabe preguntarse por qué se introducía a San Martín en el saco de los candidatos si no se quería que el santo gabacho fuera el patrón de la ciudad. Un argentino lo explicaría diciendo que, al fin y al cabo, “aquesho estaba sheno de gashegos”, pero eso es otra cuestión. No es el único efecto prodigioso que se atribuye al sorteo, pues muchos argentinos han querido ver en él una premonición al hecho de que muchos años después, el prócer de la independencia argentina se llamara, precisamente, San Martín, José de San Martín.

 Celebración del día de San Martín de Tours hacia 1750.

San Martín de Tours no era, como vemos, argentino, pero es que ni siquiera era del país que el topónimo al que su nombre va unido parece sugerir, a saber, francés, pues nacer lo que es nacer, nace en Pannonia, en la actual Hungría, parte entonces del Imperio Romano, cosa que hace en el año 316. Hijo de un oficial del ejército romano, se enrola muy joven en la caballería imperial. Siendo soldado, se bautiza cristiano y es destinado a los ejércitos que el Imperio mantiene en territorio francés: data de entonces, concretamente del año 337 y en Amiens, el famoso episodio en el que cabalgando a lomos de su caballo, y al encontrarse con un mendigo muerto de frío, parte su capa militar en dos para compartirla con él, dándole sólo  la mitad, pues la otra mitad pertenece al ejército romano en el que sirve. En la noche siguiente, recibe la visita de Cristo vestido con la media capa para agradecerle el gesto. En el año 356, a sus cuarenta años de edad, se dirige a Poitiers, donde San Hilario lo ordena sacerdote. En 361, funda en Ligugé una comunidad monástica, y en el 371 es consagrado obispo de Tours. Su vida pastoral se caracterizará por la lucha contra las herejías del momento, primero el arrianismo, luego el priscilianismo, aunque por lo que hace a esta última, Martín abogará  ante el emperador Magno Clemente Máximo por indultar al hereje Prisciliano, español de origen, el cual, aún a pesar de las gestiones de Martín, acabará siendo decapitado, recayendo en él de este modo el dudoso honor de constituir el primer hereje cristiano ejecutado de toda la historia. La ejecución se produce en la ciudad de Tréveris, en la actual Alemania. San Martín muere en Candes (Francia) en el año 397, a los ochenta y un años de edad, que no son pocos para la época. Ese mismo año, San Sulpicio Severo escribe su biografía que contribuirá a la difusión de su culto.

Mausoleo con lo que queda de los restos de San Martín de Tours

Trasladados sus restos a Tours, su sepultura y la iglesia erigida en torno a ella sufrirá tres grandes catástrofes: la primera un fuego en el año 1230; la segunda un saqueo de los protestantes franceses en 1562; y la tercera, el ataque de los revolucionarios franceses en 1793.

Además de serlo de Buenos Aires, San Martín en santo patrón de Hungría y uno de los santos patronos de Francia; de ciudades tales como Utrecht en Holanda u Orense en España; así como de soldados, trabajadores del textil y el comercio en general. (Texto: Luis Antequera).

Durante 30 años, nuestra ciudad ha tenido como director del Museo Municipal a un arqueólogo de prestigio internacional: Francisco Giles Pacheco. Nacido en Toledo en el año 1944, donde estudia bachillerato, para trasladarse a Madrid a estudiar en las Universidades Complutense y Autónoma, Historia Antigua, Prehistoria y Arqueología.

En sus primeros años como estudiante, y posteriormente como arqueólogo, participa en varias campañas de excavaciones arqueológicas en España, recordando su salto al Mediterráneo para participar en excavaciones en Heracleópolis (Egipto) y otros lugares del norte de Africa: Sáhara Occidental y el Magreb, y además Mauritania y Sudán, entre otros países y su posterior paso por el Museo Arqueológico Provincial de Cádiz. Desde finales de los años 70 y principio de los 80 del siglo pasado, toda su labor profesional la continúa desarrollando por la provincia de Cádiz, casándose con la jerezana Ana Guzmán Sigler, profesora de Latín y Griego, que durante años hasta su jubilación ha sido Directora del Instituto Padre Luis Coloma, de Jerez, fijando su residencia en Jerez de la Frontera, hasta que en el año 1981 gana la plaza de Director del Museo Municipal de El Puerto de Santa María, trasladándose a vivir a nuestra Ciudad en 1982.

Paco Giles en el Museo Municipal de El Puerto, en 1983.

Combina la dirección del Museo con la investigación arqueológica, tanto local, como regional y nacional. No es este el foro para tratar la faceta investigadora de Paco Giles, pues necesitaríamos mucho espacio ya que es autor de más de 100 publicaciones. Algunos de estos  estudios publicados tratan sobre la arqueología de nuestra ciudad, como excavaciones, prospecciones, o materiales arqueológicos. Lo último hasta el momento que ha publicado sobre nuestra ciudad, año 2.011, y en colaboración con otros autores, es el libro “La Huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz” (ver nótula núm. 969 en GdP).

Como siempre en el campo, enseñando y señalando, como un capitán,  a sus jóvenes seguidores, en este caso se ubican en el yacimiento Paleontológico de La Florida (hoy desaparecido), acompañados del historiador Enrique Pérez Fernández a su izquierda, y José Ignacio Delgado Poullet, Nani, en el año 1984.

De visita a Doña Blanca en el año 1986. A su izquierda los arqueólogos Hermanfrid Schubart, --el técnico municipal Juan José López Amador--, Diego Ruiz Mata, y Ángel Muñoz, entre otros.


En el yacimiento Prehistórico del Aculadero,  junto al pueblo marinero de Puerto Sherry, en año 2.008, recogiendo muestra para datación, acompañados de sus amigos los investigadores Manuel Santonja y Alfredo Pérez González.

En la imagen de la izquierda, portada del 'Cuaternario y Arqueología. Homenaje a Francisco Giles Pacheco', editado por la Diputación Provincial de Cádiz y coordinado por Esperanza Mata, donde sus amigos no solo han publicado artículos de investigación, sino que además, la gran mayoría han contado sus inolvidables experiencias vividas con el homenajeado. "Un gran maestro que ha creado escuela y un arqueólogo de campo". Esta frase y otras parecidas en las que se reconoce su talento como investigador y su valía personal.

Hace tres años se jubiló como Director del Museo, sus amigos le hicimos una despedida (como funcionario) en un acto en Las Beatillas, donde centenares de admiradores nos reunimos con el hombre que por su fantástica personalidad, lo mismo anima una excavación que una cena como esa. Allí también se terminó de fraguar un merecido libro homenaje, que con tanto esmero y esfuerzo prepararon desde la Asociación Profesional del Patrimonio Histórico-Arqueológico de Cádiz (ASPHA), “Cuaternario y Arqueología. Homenaje a Francisco Giles Pacheco”, donde participan más de 40 investigadores de toda España, especializados en estudios sobre el Cuaternario. Giles es miembro de la junta directiva de la AEQUA (Asociación Española para el Estudio del Cuaternario).

Enseñando su querida cueva del Higueral, en Arcos de la Frontera, en una reunión de AEQUA, junto a él, y a su mano derecha su hijo Francisco.

Actualmente continua con su labor investigadora, que los últimos años está cobrando especial relevancia por publicaciones como en las prestigiosas revistas, Natura o Quaternary  Science Reviews, sobre los neandertales del extremo sur europeo en la Cueva de Gorham, en Gibraltar,  donde es Codirector de un ambicioso proyecto en colaboración con el director del Museo gibraltareño Clave Finlayson. Aunque no el único, ya que está desarrollando estudios en la comunidad autónoma gallega, en el Parque Natural de Doñana, y en distintos lugares de la provincia de Cádiz, entre otros.

Recibiendo del que fuera alcalde de El Puerto, el desaparecido Fernando Gago, un recuerdo de El Puerto con motivo de su jubilación.

En boca de todos está que se trata de un arqueólogo de campo, que con su jubilación laboral, ha recobrado su mayor dedicación y vocación, en palabras suyas, la ‘arqueología dura’. Así pues no se extrañen encontrarlo dando una conferencia en cualquier pueblo o ciudad, o en mitad del monte caminando, o a lomos de un burro. Felicitaciones por todo y que continúes siendo esa gran persona como la que es.   (Texto: Gerión).

Frasquita Larrea (Cádiz 1775-El Puerto 1838), cuyos restos mortales reposan en la iglesia del Colegio de las Carmelitas.

Francisca Javiera Ruiz de Larrea y Aherán, más conocida como Frasquita Larrea, fue una gaditana que nació en 1775 y que con tan solo 21 años ya le dio el "sí quiero" a un alemán de Hamburgo, casi "rubio como la cerveza" pero sin tatuaje, con el que había mantenido un largo intercambio epistolar. (Ahora se tardaría un poco más en pasar por el altar y, sobre todo, sería impensable que una pareja joven se comunicara por carta…, y no me digáis que tengo 'guasa'). Frasquita y Juan Nicolás Böhl de Faber se casaron en Cádiz. El viaje de novios fue a Alemania, a casa de la familia de él, donde Frasquita se encontró como pez en el agua y su suegra la mar de contenta. Y no era para menos, Frasquita pertenecía a una familia culta, de comerciantes acomodados y hablaba inglés y francés con tal facilidad que traducía a Lord Byron, a Mary Wollstonecraft y a quien hiciera falta. Ella iba de luna de miel. ¡Vamos!, de viaje de placer, no a buscar trabajo. Sin embargo, el emigrante era su marido, que había recalado en Cádiz con intención de hacer fortuna porque, lo que son las cosas, aquí había más posibilidades.

Placa instalada en 1976 por el Ateneo de Cádiz en la calle Rafael de la Vesca, 6, domicilio de Frasquita Larrea en Cádiz.

Las personas que han estudiado la vida y milagros de la pareja coinciden en que el éxito de Frasquita en Alemania no agradó a Juan Nicolás. Es más, se opuso a que a la vuelta del viaje su esposa organizara una tertulia en su casa como había visto que se hacía en Alemania. Frasquita se salió con la suya. Era una mujer de armas tomar, pues tenía una personalidad fuerte y rebelde. No era humilde, ni dócil, ni obediente, ni complaciente. No lo digo yo, lo dejó por escrito su propio marido. Claro que no ser humilde, ni dócil, ni obediente, ni complaciente, puesto en boca de un marido recién separado, puede parecer más una virtud que un defecto en ella. A pesar de las diferencias de criterios y de las separaciones también tenían parcelas de sus vidas en las que coincidían, como por ejemplo la literatura: el alemán fue el introductor de las ideas románticas en España, con la colaboración de su esposa.

También coincidieron en sus cuatro hijos: Cecilia (1796), Aurora (1799), Juan Jacobo Antonio (1800) y Ángela (1803). Cecilia Böhl de Faber llegaría a ser más conocida como Fernán Caballero y merece un artículo aparte. (ver nótula núm. 573 en GdP) Ahora indicaré tan solo dos apuntes: que coincidía con su madre en su actitud rebelde y en su tendencia política conservadora, y que su obra más conocida era 'La gaviota'. /Cecilia Böhl de Faber, imagen propiedad de la Universidad de Sevilla.

EN EL PUERTO.
El matrimonio se reconcilió y después de varios traslados acabó en 1821 en El Puerto de Santa María. Aquí quería llegar. En esta ciudad pasaron prácticamente el resto de sus vidas Frasquita y Juan Nicolás. En esta ciudad encontró Aurora, la segunda hija de los Böhl de Faber y Larrea, a Tomás Osborne, con quien se casó en 1826. En esta ciudad también residió Cecilia con su esposo Antonio Arrom. En esta ciudad se guarda la historia manuscrita de la familia en formato epistolar. Importante ciudad para esta familia.

La descendencia de Tomás y Aurora fue muy amplia, pero yo me voy a detener en Rafael Osborne Fernández. (Ver nótula núm. 460 en GdP). A principios de octubre estuve charlando con él. Lo primero que me dijo fue: "Hace cincuenta años que no nos veíamos". Es cierto. Habíamos estudiado bachillerato en los Marianistas de Jerez en los primeros años de la década de los sesenta. ¡Cómo pasa el tiempo! Pero él prácticamente no ha cambiado. Lo recordaba pausado, inspirador de confianza y de una exquisita amabilidad. Y sigue igual. Los cincuenta años de paréntesis no habían entorpecido nuestra conversación que pasó de manera fluida por algunos recuerdos y nombres de nuestros años escolares y por las figuras, para él familiares, de Frasquita, Cecilia y Aurora. Mi esposa, el libro 'Fernán Caballero (Algo más que una biografía)' y numeroso material de trabajo que llenaban su despacho, fueron testigos de nuestra agradable charla.

En junio de 1962 Rafael Osborne tuvo la amabilidad de invitarnos a visitar la bodega de su familia. Éramos los alumnos de 1.º B de bachillerato de los Marianistas de Jerez acompañados por Bonifacio Andrés y el mismísimo 'Paul Anka'. Ahora, pasados los primeros días de octubre de 2012, el mismo patio que fuera escenario de las bromas y comentarios de aquellos jovencísimos estudiantes, escucha con indolencia el final de nuestra conversación y nos emplaza a vernos…, antes de que pasen otros cincuenta años. (Texto: Juan Luis Sánchez Villanueva).

En el Crucero Baleares, en la imagen inferior, de izquierda a derecha los portuenses, Diego Utrera Sánchez, José Domínguez Nieto, Manuel Arjona Cía y Tomás Cólogan Osborne (marqués de la Candia). Estos dos últimos murieron en el hundimiento de dicho barco el 6 de marzo de 1938.

El crucero Baleares fue gemelo del Canarias, que era el cabeza de clase. Conformaron la Clase Canarias. Este crucero entró en servicio aun sin terminar, en diciembre de 1936 al servicio de las tropas sublevadas de Franco, montándose su cuarta torreta de artillería en el verano de 1937. El 6 de marzo de 1938 el crucero Baleares fue hundido por la flota republicana en la batalla del Cabo Palos por torpedos procedentes del destructor Lepanto. Los destructores ingleses HMS Boreas y HMS Kempenfelt acudieron a ayudar al salvamento de los náufragos. Rescataron a 435 hombres; 786 desaparecieron.

El crucero Baleares, gemelo con el crucero Canarias.

En El Puerto de Santa María la embarcación ‘Crucero Baleares’ tiene una calle comprendida entre el Paseo de los Enamorados y la calle Aurora. Manuel Arjona Cía tiene una calle a continuación de Crucero Baleares, entre las calles Maestro Juan Pinto (colegio Luisa de Marillac) y el Pase de los Enamorados . En la localidad vasca de Ondárroa y en Palma de Mallorca se erigieron sendos monumentos a la memoria de los fallecidos.

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Ruy González de Clavijo (? - 2 de abril de 1412) nacido en Madrid, fue camarero del rey castellano Enrique III quien le encomendó la tarea de establecer una embajada con la corte de Tamerlán (actual Uzbekistán, ex república de la URSS) con la intención de crear una alianza para guerrear contra los turcos. /En la imagen, grabado idealizado de Ruy González de Clavijo.

González de Clavijo ‘el Vaginaro’ partió desde El Puerto de Santa María el 22 de mayo de 1403 en compañía del maestro teólogo Fray Alonso Páez de Santamaría –que ofició además de intérprete-, el Guarda del Rey Gómez de Salazar, Mohamad Al Qazl y el séquito correspondiente. La expedición navegó hasta Málaga, Cartagena, Formentera y Mallorca. El 18 de Julio, cerca de Strómboli, padecieron una tormenta tras la que observaron las ‘Luces de San Telmo’ en lo alto de los mástiles y que fueron consideradas de buen augurio.

Navegaron hasta Rodas y desde allí hasta Constantinopla, donde fueron recibidos con todos los honores por el Emperador Manuel II Paleólogo (1391- 1424). Después de costear por el sur el mar Negro desembarcaron en Trebisonda y cruzaron por Armenia, Persia y Turquestán (tierras que hoy son de Turquía, Iraq e Irán).

Tras su llegada a la corte de Tamerlán en septiembre de 1404, González de Clavijo presenció la partida del guerrero en su campaña contra China, pero Tamurbec (como el castellano llama al mongol) murió en febrero de 1405 antes de entrar en China, y su muerte puso fin prematuro a su viaje con la incautación de los bienes y presentes que González de Clavijo había llevado para agasajar al mongol durante las purgas posteriores a la muerte de Tamerlán; así que, en la práctica, la embajada de los castellanos fue un fracaso.

En estos días, el conocido escritor, motero y aventurero Miquel Silvestre se está planteando repetir la singladura, partiendo desde El Puerto de Santa María hasta el mítico lugar de Samarcanda.

Se detuvieron en las ciudades de Khoy y Tabriz, y pasaron por Soltania, hasta llegar a Teherán desde donde partirán hasta Dagum y Nisapur –donde falleció el Guarda Real Gómez de Salazar- cruzando la frontera de Turkmenistán y el desierto de Karakum hasta llegar a Bujara (actual Ubezkistán) , para entrar, dieciséis meses después, el 8 de septiembre de 1404, en Samarcanda, la Perla de la Gran Ruta de la Seda.

No obstante, el mismo hecho de haber llegado y vuelto es un éxito desde el punto de vista de que un reino tan periférico como Castilla tuviese presencia en un asunto tan ambicioso. El fracaso es relativo para el propósito de la misión, que era provocar una "pinza" estratégica contra los musulmanes en dos frentes alejadísimos en un momento muy delicado, en el que los turcos otomanos se hallaban en un interregno desde 1402 y los mamelucos, con presencia en Próximo Oriente, estaban sufriendo los ataques de Tamerlán, con el que se entrevistó Ibn Jaldún en 1401, en este caso en el sitio de Damasco, antes de su muerte en 1406.

Ruta de Ruy González de Clavijo, una singladura no valorada en la actualidad dadas las facilidades con las que hoy se realizan los viajes.

Decepcionado, González de Clavijo, regresaría a Castilla donde arribó en marzo de 1406. Tras su viaje González de Clavijo siguió al servicio de su rey, aunque más tarde volvió a Madrid donde murió, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco el Grande. La casa de González de Clavijo en Madrid se ubicaba cerca de la Plaza de la Paja y con el tiempo pasaría a formar parte de la familia Vargas y actualmente todavía lleva el nombre de estos últimos.

El relato de los viajes de González de Clavijo hasta Samarcanda entre los años 1403 y 1406, escrito por el propio viajero y recogido bajo el título Embajada a Tamorlán es una de las joyas de la literatura medieval castellana, y es en muchos aspectos comparable al célebre "Libro de las Maravillas" del italiano Marco Polo escrito casi un siglo antes.

EL LIBRO: EMBAJADA A TAMORLÁN.
Embajada a Tamorlán es un libro de viajes medieval escrito en 1406 por Ruy González de Clavijo cuyo contenido es una relación completa y minuciosa de la embajada que este autor realizó, junto con el dominico Alfonso Páez de Santamaría a Samarcanda ante el rey Tamerlán por decisión diplomática del rey Enrique III de Castilla.
En 1403 el monarca Enrique III decidió enviar una embajada al poderoso emir (gobernador) turco-mongol Tamerlán el Grande, que perseguía estrechar relaciones diplomáticas con este gran conquistador para conjurar la amenaza turca, que occidente personificaba en la expansión del sultán del Imperio otomano, Bayaceto I. Al frente de esta expedición marchó Ruy González de Clavijo y un dominico experto en lenguas y culturas extranjeras, Alfonso Páez de Santamaría. El viaje se prolongó por espacio de tres años desde la salida de los embajadores. A su retorno en 1406 hubo de ser escrita la relación.

...continúa leyendo "1.543. RUY GONZÁLEZ DE CLAVIJO. De El Puerto a Samarcanda. 1403-1404."

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El primero de noviembre de 1738 no solo se celebraban en El Puerto ‘los Tosantos’ y se rendía culto a los familiares difuntos. La autoridad no tenía otra cosa que pensar, y se dedicaba a… molestar a los jornaleros --en definitiva, a los pobres-- que no podían vestir seda ni terciopelo. Podían confundirse con los nobles. ¡Faltaría más! Veamos este interesante documento que transcribimos:
POR DETENCION POR INFRACCION DE LAS REALES PRAGMATICA A SANTIAGO DE PAZO.- NOBLEZA

AUTO
«En la muy noble y leal ciudad, Gran Puerto de Santa María, en primero día del mes de Noviembre de 1738; El Sr. don Francisco de Vargas Albarracxin, caballero del Orden de Calatrava, corregidor y superintendente de rentas en ella, dijo sea dado noticia que Santiago de Pazos, vecino de esta ciudad y que ha ejercido en ella de oficio de enterrador en contravención de las Reales Pragmáticas de S.M. publicadas y mandadas observar en todos sus Reinos y señoríos, anda públicamente con un vestido de seda que llaman de terciopelo, rico ropaje que no puede usar y para proceder contra el referido como trasgresor  de Leyes Reales para que le sirva de escarmiento y para otros de ejemplo, mando que don Tomás Bandosel, Teniente Alguacil Mayor de la Ciudad para quien  (sic) comisión en forma solicite la persona del susodicho y encontrándolo con otro vestido (sic) otro de igual calidad, lo asegure y ponga preso en la cárcel pública, donde le despoje de dichos vestidos y los deposite en persona abonada; y hecho el presente escribano ponga a continuación testimonio de dicha Real Pragmática, para en vista de todo dar la providencia consecuente Y por este su auto, así lo pronuncio, mando y firmo: don Francisco de Bargas Albarracin, Firmado, Simón de Urilla, escribano mayor del Cabildo».

DILIGENCIA
«En la ciudad y Gran Puerto de Santa Maria, en el dicho día primero de noviembre del dicho año, don Tomas Jose Bandosel, teniente Alguacil Mayor por S.M. de esta Ciudad en cumplimiento de lo mandado por el auto antecedente en asistencia de mí el escribano y ministros paso a la plaza de la Carnecería de esta ciudad y bajando por la calle de Ganado se encontró en ella a Santiago de Pazos, contenido en dicho auto de que traía un vestido de casaca y calzones de terciopelo negro que llaman fondo rizo y chupa de persiana de seda celeste y blanca, forrado uno y otro en tafetán, camisa con vuelos de Olan (holanda) en los puños y espadín de plata, en cuya forma y en consecuencia de los prevenido en dicho auto por dicho teniente alguacil mayor se mando a los referidos ministros, asegurasen, como aseguraron, la persona del dicho Santiago de Pazos y con asistencia del dicho teniente alguacil mayor y de mi el escribano se puso preso en la cárcel pública con la mayor custodia y en su cuadra se le despojó de dicho vestido, casaca, chupa y calzón según y en la forma que por dicho auto se ordena y para que así conste lo pongo por diligencia que firmo».

La ropa se le entregó en depósito a Bartolomé Laganda, vecino de esta ciudad, con tienda de fruta seca en la calle Larga.

Este escandaloso proceder de las autoridades locales, amparadas en una pragmatica que regulaba el uso de ropas de seda, limitándola a determinadas clases y oficios, tuvo una rápida resolución del Concejo de S.M., que mandaba dejar libre y sin cargos al infeliz de Santiago Pazos, multando al procurador con una cantidad considerable por abuso de poder, mas o menos. Este escrito esta fecha en Madrid el 25-11-1738. Finalmente, el 2-12-1738 recobró la libertad y sus ropas, en cumplimiento de la sentencia antes mencionada. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

El 3 de marzo de 1947, una representación de la Corporación Municipal, presidida por el alcalde Ignacio Osborne Vázquez, bajo mazas y con clarineros, se desplazó a a Jerez de la Frontera, como otras corporaciones del entorno.

En la imagen podemos ver al macero Manuel Camacho Luque; Antonio de la Torre González; Francisco de Bernardo Fernández; 2 desconocidos; Pedro Salvatierra Armengol; Ignacio Osborne Vázquez (Conde de Osborne y Alcalde de la Ciudad); Manuel Gago Vélez, desconocido; y el secretario Federico Sánchez Pece, por la plaza de las Angustias. /Foto: Colección V.G.L.

El motivo no era otro que recibir los restos mortales del cuerpo del que fuera dictador en España, el capitán general jerezano Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, quien fallecido en París, en el modesto Hotel Pont Royal el 16 de marzo de 1930, fue trasladado a su ciudad natal el 26 de marzo de 1947 a la iglesia de la Merced. La comitiva fúnebre estuvo compuesta, además por la familia del que fuera marqués de Estella y todas las representaciones civiles, militares y religiosas de la provincia, por un fuerte contingente de tropas del ejército que jalonaban las calles de la vecina población.

Gracias al tropiezo casual de un breve documento de solo dos folios en los protocolos notariales de 1809, cuyo texto íntegro reproducimos al final, podemos enjaretar una especie de crónica social en el tiempo de la Guerra de Independencia, descubriendo y dando a conocer la presencia de la nieta de Felipe V, hija del Infante Don Luis de Borbón y XV Condesa de Chinchón en El Puerto de Santa María. / Teresa de Borbón, Condesa de Chinchón, óleo sobre lienzo de Francisco de Goya y Lucientes. ~1800. Museo del Prado.

Hasta febrero de 1810 no se posesionan y acuartelan las tropas francesas en nuestra ciudad. Unos meses antes, en el verano del año anterior, esta dama que tenía tratamiento de Alteza, acompañada de un pequeño séquito de amigos cortesanos y sirvientes residió aquí durante un ‘periodo de tiempo que no hemos conseguido determinar, procedente de Sevilla, ciudad a la que se había trasladado la Junta Central que hacía las veces de gobierno de la nación, desde Aranjuez, donde se constituyó. El grueso del grupo, que había acompañado a Don Luis María de Borbón, arzobispo de Toledo y hermano de la condesa, a la que había cedido su título en 1803, en ese exilio obligado por el imparable avance del ejercito francés, para huir de las calores del verano y poner más distancia de por medio con los invasores, dejaron Sevilla y se repartieron por diversas ciudades de la bahía y Cádiz capital, quedando en Sevilla  los vocales de la Junta y sus colaboradores y asistentes.

S.A. María Teresa de Borbón tenía 28 años cumplidos cuando estuvo en nuestra ciudad, pues había nacido en el palacio de Velada el 26 de noviembre de 1780. A pesar de su juventud, su nobiliaria espalda, había soportado una pesada carga sentimental, llena de sinsabores y desengaños. Huérfana de padre a  los cinco años, su tío, el rey Carlos III, encargó de su educación al obispo Lorenzana que la separó de la madre y la enclaustró en un monasterio cisterciense (a ella y a su hermana María Luisa) con el pretexto de su formación, convento este del que, prácticamente, salió para casarse, Al mismo tiempo,  una pragmática real impedía que ella y sus hermanos pudiesen usar el apellido paterno (Borbón), orientado a su hermano varón a escoger la carrera eclesiástica para anular cualquier posibilidad de acción dinástica.

El Puerto de Santa María a principios del siglo XIX. Recreación de Adrián Ferreras.

El acceso al trono del hijo de Carlos III, que reinó como Carlos IV, primo de ella, supuso un cambio importante. Le propusieron casarse con el todopoderoso primer ministro Godoy, Príncipe de la Paz. Todo parece indicar que para intentar paliar el escándalo de las relaciones de este con la reina María Luisa. Tenía entonces 17 años. Su hermano mayor, que por esos años era arcediano en Talavera, negoció y supo rentabilizar la oferta: recuperación del apellido Borbón para los tres hermanos, elevación al rango de Grandes de España de primera clase, el arzobispado de Sevilla y la mitra toledana para él,  traslado de los restos de su padre al monasterio de El escorial, diez mil pesos de renta para la hermana menor, María Luisa, que carecía de heredamientos, el pago de la dote de María Teresa (que ascendió a 5.000.000 de reales y percibió Godoy) y que el futuro marido se deshiciera de su amante “oficial”, la archipopular Pepita Tudor.

Aceptadas, aparentemente, las condiciones, el enlace entre María Teresa de Vallabriga, ahora María Teresa de Borbón  Vallabriga y Manuel Godoy y Alvarez de Faria, duque de Alcudia y de Sueca se celebró en El escorial el 2 de octubre de 1797. Con esta boda, María Teresa pasó a ocupar la mayor dignidad en la Corte, después de la Reina, cumpliéndose al mismo tiempo las premisas acordadas, ya que su hermano Luis María sería elevado a la púrpura cardenalicia, arzobispo de Toledo y primado de España. Incluso se obtuvieron otros honores y privilegios que podemos calificar de extras: su madre, Dª María Teresa de Vallabriga, de la que dijeron que había desatendido a su esposo en sus años finales y tenido aventuras con los criados, sería reconocida como Infanta y condecorada con la Orden de María Luisa. Bueno, todas las condiciones se cumplieron, excepto una, pues Pepita Tudó se fue también a vivir al domicilio conyugal. /En la imagen, Manuel Godoy.

Godoy, al que se describe como un apuesto varón, alto, fuerte, rubio, de tez clara y sonrosada,  a sus 30 años estaba en plenitud de facultades y mantenía simultáneamente tres frentes: María Luisa, la esposa de Carlos IV, su amante Pepita Tudó y la esposa oficial, a la que según apreciación de algunos cronistas, maltrataba sádicamente para combatir su frigidez.

Así las cosas, después de un aborto, dio a luz por primera y única vez una niña, bautizada como Carlota Luisa, apadrinada por los reyes y, de hecho, criada por ellos ya que la madre nunca ocultó su aborrecimiento hacia la hija que engendrara Godoy, abandonándoles, a ella y a su padre, cuando tenía 7 años, aprovechando el motín de Aranjuez, en marzo de 1808.

Desde esa fecha estuvo siempre al lado de su hermano, acompañándolo a Andalucia y, en este punto, conectamos de nuevo con su presencia, en el verano de 1809, en nuestra ciudad. Preocupada por sus negocios y propiedades, desatendidos al ausentarse el administrador de confianza, dio poderes a  un cargo del gobierno, en Madrid, documento redactado en una escribanía de El Puerto, cuyo texto reproducimos íntegramente:

La serenísima señora doña María Teresa de Borbón, Grande de España de primera clase, condesa de Chinchón, Señora de Boadilla del Monte, su termino y jurisdicción, Alcaide perpetuo de los Reales Alcázares y fortalezas de la ciudad de Segovia, Alférez Mayor, igualmente perpetuo de ella, patrona única y perpetua de la capilla y Cabildo de Nuestra Señora de la Piedad de Chinchón y de la Religión universal de San Francisco...  Su Alteza otorga y da Poder, amplio, facultativo y bastante como de Derecho se requiere y es necesario al Sr. Don Pedro Regalado de Garro, ministro del Tribunal Mayor de Cuentas y Consejo de Hacienda...  en virtud de hallarse ausente de Madrid, por disposición del gobierno francés, su apoderado y administrador general, señor Don Francisco de Campos, se le entregue  cuantos papeles, archivos y demás documentos, pagarés, libranzas y cantidades que correspondan y sean de la pertenencia de dicha Serenísima Señora y correspondiente a sus Estados, Señoríos y administración que tenía a su cargo, sin que ninguna otra persona, aunque manifieste otros poderes pueda oponerse a esta determinación de S.A. por convenir a su servicio y hallarse autorizada para determinar en estos asuntos sin intervención de nadie, mediante tenerlo así mandado nuestro muy amado Soberano, el Señor Fernando Séptimo (Q.D.G.) en su Decreto de 25 de marzo del año próximo pasado de 1808.  Por manera que hasta que S.A. se digne elegir y nombrar Apoderado y administrador general a su voluntad, conserva este destino el ausente y quedará sin uso por ahora el título que se le despachó con fecha 3 de abril del dicho año de 1808 en que nombra al referido Caballero Campo su Apoderado y Administrador General y en calidad de particular comisión, declara al mencionado Sr. de Garzo, encargado de todas las funciones de aquel, como si efectivamente tuviese el título de Apoderado y Administrador General de S.A. que así lo otorgo y firmo.

El documento está fechado en El Puerto de Santa María, el 18 de julio de 1809 y firman como testigos Antonio Iparraguirre, Carlos Manvelli y Domingo Rodríguez del Cantón, criado de S.A. Serenísima, de  quienes da fe conocer el notario. Firman y rubrican: La Condesa de Chinchón y el escribano Cayetano Mauleon Hurtado.

Después pasaría a Cádiz, donde vivió en primera fila los acontecimientos que rodearon a la Constitución cuyo segundo centenario hemos celebrado recientemente y en los que su hermano tuvo un especial protagonismo.  Debido a su vinculación con los constitucionalistas y sus ideas liberales se exilio en París junto con su hermana María Luisa y el esposo de esta, el duque de San Fernando. Allí falleció en 1828, cuando le faltaban dos días para cumplir 48 años de edad, de cáncer de útero.  Después de muerta le concedieron en propiedad la mitad de los bienes confiscados a Godoy, bienes que pasaron por herencia a poder de su hija Carlota Luisa y su esposo, el príncipe italiano Camilo Ruspoli. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA).

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Hace unos años la polémica en torno a la obra de Chillida en la montaña de Tindaya enfrentó a dos colectivos activos. Ecologistas y artistas se prodigaron en todo tipo de ’elogios’ recíprocos entre los que destacaron, sin duda, unas palabras del autor que tachaban de incultos a todos aquellos que mostraron su incomprensión sobre la obra. La intervención trataba, recurriendo esta vez a las palabras más sensatas de Chillida, de modelar el vacío en un espacio natural tan potente como el interior de una gran montaña.

Muy cerca de nosotros contamos con una operación con raíces históricas, y bastante menos polémica: las Cuevas Canteras de la Sierra de San Cristóbal. Desde allí, la piedra arenisca del Puerto ha partido durante siglos, empleándose en un amplio catálogo tanto de monumentos civiles y religiosos como de discreta arquitectura doméstica. Pero si notables han sido los edificios que, como la Catedral de Sevilla, se han levantado con nuestra piedra, resultan también sorprendentes los espacios vacíos que la importante actividad de los canteros de la zona nos ha dejado, a modo de negativos de la historia de la arquitectura de nuestra región.

Se trata de explotaciones subterráneas en galerías, formadas mediante la apertura en el flanco de la cantera en la misma dirección de las bancadas una galería de dimensiones suficientes para permitir el transporte holgado de las piedras a extraer. La cueva o subterráneo se forma entonces partiendo de esta galería y extrayendo piedra en todos los sentidos, dejando siempre pilares aislados que sostengan su techo natural. El espacio resultante resulta espectacular.

Pese a ello, su estado actual es, al menos, triste: desde restos de animales a caseros sofás de sky dan al lugar una imagen sugerente pero preocupante. En el caso de las cuevas ocupadas por el Ejercito la situación es por el contrario bastante mejor, al haberse preocupado éste de su limpieza y mantenimiento.

En la propuesta de recuperación de las Cuevas planteada como Proyecto Fin de Carrera por la arquitecta María Llerena, brillantemente seleccionada para la Bienal de Arquitectura Española, podemos encontrar una impecable atención a dos premisas básica en la intervención sobre un lugar tan sensible: respeto al pasado y vocación de futuro.

Por una parte, este espacio tan sugerente resulta difícil de dotar de un uso habitual sin intervenciones radicales que alteren su carácter, sin embargo, con escasos recursos, esta capacitado para albergar usos puntuales: exposiciones, conciertos, recepciones, actos culturales, etc... Por otra parte, se acostumbra a pensar actualmente en la necesidad de establecer una necesaria vinculación entre Patrimonio y Desarrollo, pero desgraciadamente, no tenemos recursos para mantener nuestro rico Patrimonio Histórico, de modo que resulta inevitable que algunas actuaciones vayan de la mano del desarrollo integral de la zona: circuitos turísticos, áreas de esparcimiento, actividades comerciales, etc. deben acercarse de una manera compatible y dar un usos "rentables"  social, cultural o incluso económicamente a nuestros defendidos espacios monumentales. Tindaya, a unos pasos. (Texto: Ramón Pico Valimaña. Arquitecto). (Fotos. Xurso  Gago).

Entorno ajardinado de una cueva cantera en Siracusa (Sicilia-Italia).

LA CANTERA DE LA MUJER.
María Llerena, de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, afirma que "desde siempre" se sintió atraída "tanto por las canteras como por la zona en la que se encuentra".

Su trabajo, Una puerta equipada para la cantera de La Mujer, se ha hecho con el premio en la categoría de Recuperación en Introducción de Nuevos Usos de Suelos Impactados. "Las de San Cristóbal -comenta- son unas canteras muy antiguas. De hecho, de ellas se extrajeron los sillares para la catedral de Sevilla. En épocas modernas, se han usado como polvorín militar".

María Llerena, posando delante de un plano esquema del proyecto de recuperación.

La cantera de La Mujer -cuyo nombre, probablemente, viene de un relieve con formas femeninas- es la más espectacular del conjunto, por dimensiones y mantenimiento. "Quise jugar con los llenos y vacíos que plantea la cantera llevados a la arquitectura -explica Llerena-. Lo más difícil fue establecer una conexión con la cantera lo más armoniosa posible, sin alterarla, respetando su estructura".

A priori, el espacio previsto no sólo tenía que habilitarse para visitas sino que habían de incluirse sala de proyecciones, auditorio, talleres... "Las posibilidades que planteaba el espacio eran muy amplias, pero le faltaba algo que sirviera de puerta... -continúa la arquitecta-. Un edificio que albergara todas las instalaciones que hicieran posible la explotación de la cantera. El objetivo era diseñar esa pieza que sirviera para reutilizar la cantera".

El proyecto plantea una primera planta semienterrada, "con cubiertas practicables, se podría andar sobre ella", indica Llerena. La otra planta conectaría directamente con la cantera, cuyo interior estaría lleno de pasarelas de madera: "Hemos de tener en cuenta -prosigue la arquitecta- que es un espacio complejo, laberíntico, con galerías de 200 a 400 metros y bóvedas de 20 metros. Cualidades que también se pueden usar para plantear un auditorio, salas de teatro, etc."

El plan incluiría, además, una residencia para investigadores aprovechando que San Cristóbal se incluye en la Red de Espacios Libres. "Es un proyecto -apunta Llerena- que no pretende ser localista". (Texto: Pilar Vera).

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Sor María Aguilar nació en 1925 en Alborada (Valencia), descubriendo su vocación reliiosa en Madrid, trabajando en una oficina, ocupación de abandonó para tomar los hábitos en la comunidad religiosa de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, también conocida como Hermanas de la Caridad o vicencianas.  /En la ilustración, cartel de la convocatoria del I Certamen Escolar de Relatos Cortos 'Memorial Sor María Aguilar' que ya ha alcanzado su décima edición.

Sor Aguilar llegó a El Puerto de Santa María el 15 de julio de 1949 (cuando aún no hacía un año de la profesión de sus votos), queda incorporada de forma activa y plena a la Casa de Huérfanas que las Hijas de la Caridad poseían en esta Ciudad en la calle Cielos esquina con Cervantes y Diego Niño, haciéndose cargo, junto con otras dos hermanas, de 35 niñas huérfanas de padre, madre o ambos, niñas que recibían asistencia, alimentación, educación y todo cuanto precisaban. Fue una discípula aventajada de Sor Bonifacia García.

PROTECCIÓN DE MENORES.
En plena postguerra, y con el progresivo incremento del número de niños acogidos en la Casa, fue necesario firmar un Acuerdo con Protección de Menores, del que fue principal impulsora Sor Aguilar, que señalaba un precio acordado por cada niño acogido. No obstante, dicha asignación resultaba insuficiente para cubrir sus necesidades, por lo que Sor Aguilar tuvo que salir a casas e industrias portuenses, tales como Osborne, Caballero, Terry, 501, Destilerías Rives, etc, quienes, junto al Ayuntamiento, aportaban los recursos materiales y dinerarios requeridos por la Institución de Acogida.

Los Reyes Magos en el colegio de las Hijas de la Caridad, en 1952.

LA SIERRA DE CÁDIZ.
A pesar de todos los esfuerzos desplegados, continuaban siendo crecientes las necesidades asistenciales, por lo que Sor Aguilar extendió su labor a Arcos de la Frontera, en donde, junto con las hermanas de la Casa Hospital de allí, recorrían los cortijos pidiendo grano, el cual repartían luego entre las dos casas; de igual modo, en Jerez y Cádiz obtenían frutas, verduras y hortalizas, teniendo que articular un complicado sistema de transporte, que pasaba, desde el motocarro del Hospital Psiquiátrico de Cádiz, siguiendo por el Vapor del Puerto, hasta otro vehículo desde el muelle de El Puerto para el traslado a la Casa de Acogida, servicios éstos que Sor Aguilar consiguió que se prestaran  de forma desinteresada.

Otra actuación destacada en este ámbito fue la consecución de la ayuda procedente de los EE.UU., con métodos artesanales e ingeniosos para una rápida transformación de leche en polvo a líquida (haciendo uso del centrifugado de una lavadora de ropa, ya que había que preparar grandes cantidades), teniéndola dispuesta para la hora en que presentaban las personas necesitadas, a las que dispensaba la leche, así como quesos y harina igualmente obtenidos en la cuestación.

Sor Bonifacia, superiora de las Hijas de la Caridad, durante la celebración de las Bodas de Oro de permanencia en el Asilo de San José de Niñás Huérfanas de Rosario Estévez, aparecen de izquierda a derecha, Antonia Lerma Meseguer, Sor Bonifacia, Rosario Estévez y Manuel Girón, quien junto a su esposa apadrinaron a Rosarito. 15 de octubre de 1968.

COMEDOR SOCIAL.
En el comedor de la Parroquia, Sor Aguilar, junto con otras dos hermanas, daba de comer a muchas personas necesitadas, al tiempo que se desplazaba a hacer repartos de comida en casas particulares, como a obreros en tiempo de necesidad, cuando realizaban trabajos en las inmediaciones de la Casa de Acogida. Sor Aguilar se prestaba solícita a mediar para conseguir empleos a otras personas, así como a prestar asistencia médica o a realizar las gestiones más variadas en beneficio de quien requería su intervención.

EDUCACIÓN.
En el terreno educativo, Sor Aguilar ha contribuido a la educación de miles de niños portuenses. Primero, en las clases de Párvulos que la Orden tenía en las Calles Cielo y Diego Niño de la Ciudad. Posteriormente, viendo la necesidad de trasladar las instalaciones --entonces Colegio y Orfanato-- a otra zona de El Puerto, promovió la construcción, trabajando de forma activa, central y plena en la construcción y traslado del nuevo centro docente Luisa de Marillac, interviniendo decisivamente en la obtención del suelo necesario y de los recursos financieros indispensables para acometer tan ingente obra. Allí se crearon dos instituciones: el colegio que educaba a los niños de la localidad y la escuela  hogar, que atendía a más de cien niñas de la sierra de Cádiz y de familias desfavorecidas de la ciudad. La obra fue completada en 1997 años con la adaptación del Centro a la LOGSE como Centro de Secundaria.


En la imagen, la iglesia y la casa de la calle Cielos del Asilo de Huérfnas.

TODOTERRENO.
Otras múltiples actividades jalonan la incansable vida de más de 50 años de servicio a los demás, tales como actividades culturales, catequesis, retiros espirituales, integración en instituciones sociales, dando testimonio de su religiosidad, así como su participación directa en tareas manuales: en el arreglo de averías eléctricas, construcción, o fontanería, actividades íntimamente ligadas a las necesidades que se iban presentando en su incesante labor. O transportando niños, enseres, viandas o lo que fuera necesario en su sempiterna furgoneta DKW, cuando la Superiora de la comunidad le decía «--Sor Aguilar, despacio».

...continúa leyendo "1.520. SOR MARÍA AGUILAR AGUILAR. Hija Adoptiva de El Puerto."

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Como en esta tribuna digital no existen límites en el tiempo para dar a conocer a gentes de El Puerto, al menos desde Menestheo para acá, me atrevo a referir cosas de esta sociedad portuense de hace un cuarto de milenio. /El grabado que ilustra esta nótula, corresponde a una imagen de esta época de la Virgen de Consolación, patrona de Utrera. Es de suponer que la que se veneraba en la ermita junto al río, con esta misma advocación, también tuviese en su mano diestra un navío.

En el siglo XVIII la gran mayoría de las cofradías, hermandades y obras pías existentes ofrecían a sus hermanos asistencia médica y medicinas, ocupándose asimismo del entierro de sus adeptos. Generalmente, estas asociaciones de carácter religioso actuaban sin afán de lucro, gestionándose con las cuotas de los hermanos y afiliados que se contaban por centenares, personas pertenecientes a los estratos más modestos a las que cualquier contingencias de las reseñadas suponía como mínimo un trastorno en su economía y, en muchos casos, un gasto insoportable, imposible de atender. Era una labor social constante que mantenía viva a la hermandad durante todo el año, con independencia de los cultos religiosos que periódicamente realizasen y de su salida procesional, en el caso de las hermandades de penitencia.

Una aproximación a las actividades desarrolladas por estas asociaciones, inspiradas en el espíritu caritativo inherente a la religión cristiana nos la proporciona los datos obtenidos de una de ellas, vigente y activa en un año capicúa: 1771, desde hacía menos de una década. Se trata de la Cofradía de María Santísima de la Consolación de la que resulta difícil encontrar referencias bibliográficas, dicho sea de paso, que tenía su sede canónica en la ermita de ese mismo título situada a orillas del río, próxima al lugar donde estuvo ubicado el puente de hierro de San Alejandro, del que aún se conservan los sillares de piedra de los que partía. En esa fecha la cofradía poseía una casa en la Ribera, cercana a la ermita, procedente de la capellanía fundada por Lorenzo de Azcuedo y Constanza de Sotomayor que era utilizada como sede social de la misma. En el piso alto estaban las oficinas, salones de junta y otras dependencias y en el bajo una botica, atendida por el Maestro de dicha especialidad: don José de la Rosa, al que ayudaban dos mancebos, llamados también “Decanos”. El coste de este personal y los honorarios médicos suponía el cuarenta por ciento del presupuesto anual, las medicinas dispensadas el 42% y los gastos de entierros y funerales el 12%.  El seis por ciento restante correspondía a comisiones del cobrador de los recibos de hermanos y afiliados.

...continúa leyendo "1.518. SERVICIOS SOCIALES DE LAS HERMANDADES ANTIGUAS"

Ludwik Tarszeñski Konarzenski, el Conde de Lipa (1793-1871), hijo de un Grande de Polonia y capitán del ejercito que se trasladó a España vía París y que por sus peripecias contra los carlistas se ganó el aprecio de la Corona. Traía en sus alforjas asuntos de espionaje, levantamientos contra los rusos y otras intrigas palaciegas. Fue fotógrafo de cámara de Isabel II y de la Reina María II de Portugal e igualmente uno de los originarios docentes de fotografía que existieron contando en su pléyade de alumnos con la primera mujer fotógrafa, Amalia López Cabrera (1838-1899). Vivió en El Puerto de Santa María, al menos durante dos años.

El Conde de Lipa se casó en Sevilla con Magdalena de Voisins y fruto de ese matrimonio nacieron dos hijos; Enriqueta y Luis. La mayor, Enriqueta Isabel Tarszeñski de Voisins concretamente lo hizo el 27 de abril de 1845 en El Puerto. Al hilo de ese nacimiento y posterior bautismo en la Iglesia Mayor Prioral el 2 de mayo (libro de bautismo 122, folio 114 vuelto) se certifica por el padrón municipal que la familia vivió en la calle Luna nº 28, entre los años 1845 y 1847, donde queda meridianamente claro que tenía como ocupación el ser maestro de florete. Hay que reconocerle al Conde un desplegado nomadismo por todo el territorio español, que además de vivir en El Puerto lo hizo en Málaga, Córdoba, Madrid y Zafra.

Quedan escasas fotos realizadas por el Conde de Lipa al resguardo histórico, y que se sepa, ninguna de la ciudad portuense, y eso que fue uno de los innovadores del daguerrotipo en nuestro país (por su personalidad, se entiende que no se preocupó en demasía de esa salvaguarda). La imagen más representativa si cabe es la que ilustra la puesta de la primera piedra de la Biblioteca Nacional, en abril de 1866.

Sello original del Conde de Lipa donde se indica que es fotógrafo de la reina.

El Puerto no fue diferente a cualquier ciudad española decimonónica cuando aparecen los originarios intentos fotográficos. Se evidencia que las primeras imágenes obtenidas hasta finalizar el siglo tienen que ver con los monumentos característicos, los paisajes urbanos, trabajos relacionados con la industria vitivinícola, militares, familias bodegueras, políticos y algún destacado periodista. En este sentido actualmente se cuenta con escasísimas fuentes documentales que custodien originales que sirvan para arrojar luz sobre las primeras imágenes fotográficas, pretendidamente realizadas en la década de los cuarenta del diecinueve. Sí se puede decir que era habitual, y se repitió en innumerables ocasiones, que los primeros interesados en hacerlas fueran personas ilustradas en la ciencia y no en el arte; médicos, farmacéuticos, grandes conocedores por oficio de los procedimientos químicos que iban parejo a la obtención de imágenes, como el vapor de mercurio para sensibilizar las placas de metal del daguerrotipo francés, o el nitrato de plata y el yoduro de potasio del calotipo inglés.

Empero, aunque hay que reconocer que la fotografía fue un medio democratizador (con el paso de los años y las nuevas técnicas la sociedad pudo aún más coparticipar de ella), es importante reseñar también que inicialmente no estuvo exenta de polémicas y diatribas encendidas contra el nuevo "diabólico artificio". En la prensa alemana del momento (Leipziger Anzeiger) se llega a decir que "el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina". O la crítica acérrima del poeta francés Charles Baudelaire donde dice que "la sociedad inmunda se precipitó, como un solo Narciso, a contemplar su trivial imagen sobre el metal. Una locura, un fanatismo extraordinario, se apoderó de todos estos nuevos adoradores del sol". /Texto: José Antonio Tejero Lanzarote.

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El Convento de Santo Domingo fue destinado a Instituto Laboral, habiendo recibido con posterioridad diferentes denominaciones. (Ver nótula núm. 56 en GdP). Reproducimos aquí sendas imágenes de la bendición del edificio como tal Instituto Laboral, a mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado. /Fotos: Colección Vicente González Lechuga.

En la imagen vemos al niños Antonio Ortega Rojas hablando con el ministro de Educación Nacional, Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés, y los niños Alejandro Muñiz, José Crespo LLorca, Francisco Ferrer Palacios, Manuel Moreno Romero; el Marqués del Arco Hermoso Alejandro Romero Osborne; a la izquierda de la imagen aparece el Conde de Osborne y a la derecha,  Luis Caballero Noguera y el que fuera director del centro, Manuel Martínez Alfonso.

En la imagen, el arcipreste de la Ciudad, Antonio Cía Moreno bendiciendo las instalaciones del Instituto ante el ministro de Educación, Joaquín Ruiz-Jiménez, en presencia del presidente de la Diputación, Juan Luis Martínez del Cerro y el Gobernador Civil, José María Rodríguez de Valcárcel.

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Penetrar actualmente en e! mundo de! flamenco de los siglos XVIII y XIX es complicadísimo, y mucho más en sus orígenes, debido a la escasez de datos escritos existentes tanto en libros como en la prensa de la época.

Calle de la Rosa en los años sesenta del siglo pasado. A lo largo de la historia fue, junto a las calles Lechería y Rueda, así como Espelete y otras del Barrio Alto, lugar de residencia de familias gitanas.

Las familias gitanas de la provincia de Cáliz se transmitían oralmente, de padres a hijos en la mayoría de los casos, los estilos de cantes de cada clan que guardaban con gran orgullo y recelo, de manera que en algunos casos no cantaban para que no lo copiara alguien que ellos no querían. Este fue e! caso de Tomas e! Nitri1 que según cuentan nunca fue oído por e! gran Silverio Franconetti, ya que no quería que le cogiera el estilo personal de su cante.

Los datos sobre el ‘prehistórico’ cantaor Juan Cortés Monje, apodado ‘Tío Juan, El Cagón’, ha sido el resultado de una labor investigadora a lo largo de varios años, durante los cuales he mantenido muchas conversaciones con artistas y aficionados flamencos de la zona de El Puerto de Santa María, labor que se ha visto facilitada por la circunstancia de haberme criado en el antiguo barrio gitano de El Puerto de Santa María, cuando estaba enclavado en las calles La Rosa, Lechería y Rueda, en las que hoy día quedan pocas familias gitanas. Los datos más significativos y que han podido quedar registrados han sido confirmados, mediante intensa consulta en archivos municipales y parroquiales, unas veces con más suerte que otras.

Los primeros datos sobre este legendario cantaor flamenco son los citados por Demófilo (seudónimo de Antonio Machado y Álvarez, padre de Antonio y Manuel Machado, autor del libro ‘Colección de Cantes Flamencos’ de 1881) quien a su vez los toma de Juanelo de Jerez: cita un cante por toná de Juan Cagón, y en la relación de cantaores que incluye al final de su Colección de Cantes Flamencos lo considera de El Puerto de Santa María. /En la imagen de la izquierda, Antonio Machado y Álvarez, 'Demófilo'.

EL CANTAOR MAS ANTIGUO.
Tío Juan Cortés, El Cagón es el cantaor más antiguo registrado hasta la fecha, su nombre de bautismo era Juan Francisco María de la Paz Cortés Monje y nació en Jerez de la Frontera el día 21 de octubre de 1763, sus padres fueron Manuel Cortés y Luisa Monge, de raza gitana. Su bautismo tuvo lugar seis días más tarde en la iglesia capilla de San Juan de Letrán, según consta en el folio 304 del libro 38 del archivo parroquial.

EL PUERTO.
Desde muy pequeño vivió en El Puerto de Santa María, y a causa de ello, siempre se ha creído que era natural de esta ciudad, en la que contrajo matrimonio según la partida de casamiento existente en el Archivo parroquial de la iglesia Mayor Prioral del Puerto. Se casó con una gitana portuense de nombre María del Rosario Vargas Boneo (1775-1839), hija de Antonio Vargas y Antonia Boneo, el lunes veintiocho de septiembre de 1789. De este matrimonio nacieron cinco hijos, a los cuatro primeros  le pusieron de nombre Bartolomé, Fernando, Fernanda, y Tomasa, según consta en las partidas de nacimiento existentes en el archivo parroquial, no habiéndose encontrado la del último de ellos de nombre Juan, que fue el continuador de los cantes familiares y ha sido confundido con su padre, por muchos aficionados. En el padrón municipal de 1845 aparece registrado como Juan Cortés (hijo) como vecino de El Puerto, viviendo en la calle Muelle Reynoso número siete.

Otra referencia encontrada ha sido en el padrón de la época, en 1823 tenía una fragua en la calle Pescadería número 55, en la que trabajaba de herrero, profesión de gran tradición gitana en esta ciudad, de acuerdo con los datos registrados, junto a él convivían su esposa, su hijo Fernando (fallecido en 1830) y la mujer de éste, Manuela Soto natural de Puerto Real. Fue un hombre respetado y muy querido tanto por los gitanos como por los payos de la ciudad que le vio crecer.

Juan El Cagón falleció en 1833, y fue sepultado en el cementerio campal de la Santa Cruz de El Puerto de Santa María que estaba situado en las inmediaciones del actual cementerio municipal y de la ermita de Santa Clara y la partida de defunción dice textualmente: «En la ciudad de! Puerto de Santa María, el treinta de noviembre de mil ochocientostreinta y tres, se dio sepultura eclesiástica en e! cementerio de Santa Cruz, e! cadáver de Juan Cortés natural de esta ciudad casado con María del Rosario Vargas, recibió e! Santo Óleo, no testó, vivía en la Rivera, su entierro de sesenta reales y para que conste como colector».

LOS CANTES DE ‘EL CAGÓN’.
Sobre los cantes que hacía Juan Cortés hay que decir que se le atribuye ser el creador del cante por martinete, y que cantaba un amplio repertorio de palos flamencos, en contra de Juanelo de Jerez, que aunque no lo conoció, opina que Juan Cortés, El Cagón era cantaor de toná-liviana.

Se le suele considerar uno de los grandes puntales del cante gitano flamenco andaluz y por desgracia hoy olvidado. Estas dos opiniones me la han confirmado en distintas conversaciones algunas familias gitanas, viejos aficionados y cantaores antiguos de esta zona como el Viejo Agujeta, Arana ‘el Viejo’, José Breita y José de los Reyes, ‘el Negro', la idea sobre el origen del martinete en el Puerto de Santa María la mantenían algunos aficionados flamencos entre ellos el que fuera presidente tantos años de la Tertulia Falmenca ‘Tomás El Nitri’, Julio Pérez Flores. /En la imagen de la izquierda, José de los Reyes 'el Negro'.

DIEGO ‘EL GURRINO’.
Sobre la generalidad de los cantes de Juan Cortés hay que volver a los ya citados que junto a Tío Alonso ‘el del Cepillo’ quienes escucharon cantar a Diego ‘el Gurrino’  por seguiriyas y jaleos del Cagón, aunque no recordaban las letras de dichos cantes. Siempre se ha dicho que Diego ‘el Gurrino’ era familia de ‘los Cagones’, debido a su apellido Cortés y al carácter de su apodo, sin embargo lo único que tenía en común con dicha familia era su tipo de cante. No obstante, su hija Isabel ‘la India’ siempre dijo que su padre era descendiente de la dinastía de ‘los Cagones’ y que hacía los cantes de Juan.

Los aficionados y gitanos viejos del Puerto suelen opinar, según relatos antiguos, que todas las letras de cantes que hacen referencia a los malos tratos que han soportado los gitanos son debidas a ‘el Cagón’, a que él conoció la expulsión gitana promulgada por 1783, y que tuvo gran repercusión entre los gitanos que habitaban Jerez, Puerto Real, Sanlúcar de Barrameda, San Fernando, Cádiz y sobre todo los de El Puerto de Santa María, donde se crió, vivió y falleció.

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Hace 30 años, ell 16 de mayo de 1982 el que fuera Secretario General del Partido Comunista de España entre 1960 y 1982, el histórico dirigente Santiago Carrillo  --uno de los artífices de la Transición Española-- daba un mitin en el Parque Calderón, acompañado entre otros, por el alcalde de la Ciudad, a la sazón Rafael Gómez Ojeda y el también edil Manuel Espinar Galán, junto a otros miembros de los comités local y provincial de dicho partido. Las fotografías pertenecen al Archivo Histórico del PCE de El Puerto de Santa María. /Fotos: Rafa.

Un atiborrado Parque Calderón escuchó al lider eurocomunista, quien compatibilizó su clara militancia republicana con su admiración por S.M. el Rey, con quien mantenía una excelente relación.

Muchos porteños de a pie acudieron a la convocatoria.

La mesa que presidía el mitin, con el alcalde Rafael Gómez Ojeda, el edil Manuel Espinar Galán y el miembro del Comité Local del PCE Revuelta, entre otros.

El papel de Santiago Carrillo en el tránsito a la democracia ha sido reconocido unánimente por dirigentes de todos los partidos y políticos con los que compartió debates y responsabilidades.

Se han cumplido estos días 310 años: la noticia de la declaración de guerra, junto con el rumor del posible arribo de una escuadra enemiga, provocó el temor en las localidades de la bahía gaditana, entre ellas El Puerto de Santa María, algunos de cuyos vecinos comenzaron éxodo hacia otras poblaciones menos expuesta al peligro.

La Bahía de Cádiz en 1700. Grabado.

El saqueo tuvo unas graves consecuencias, pero hay algunos puntos oscuros sobre él. El primero se refiere a lo extraño de que, apareciendo la flota angloholandesa en la Bahía el 24 de agosto, produciéndose el desembarco el 26 y la toma de Rota el 27, los vecinos de El Puerto no hubieron puesto a salvo, con antelación sus pertenencias. Según los testimonios recogidos, se dice que nunca pensaron que se iba a ocupar la localidad, pues el objetivo de los enemigos era la ciudad de Cádiz, tomarían el castillo de Santa Catalina para tener la entrada franca en la Bahía de Cádiz.

Se suele indicar que faltaban carruajes para el transporte de los enseres, el ejército había procedido a su embargo para usarlos en las operaciones militares. Los únicos prevenidos fuero los eclesiásticos de las iglesias parroquiales de Rota y El Puerto, que trasladaron los preciosos ornamentos sagrados desde sus localidades hasta la vecina ciudad de Jerez, y la plata de la iglesia portuense, por lo que pudiera pasar, fue llevada, hasta Arcos de la Frontera. Se supone que gran parte de los caudales, plata y joyas que tenían los particulares se pondrían a salvo junto con sus propietarios, muchos de los cuales se habrían marchado de El Puerto algunos días antes de ser ocupado la localidad.

Un segundo aspecto, según las fuentes consultadas, es que la mayor responsabilidad en la autoría del mismo se debe a las tropas invasoras, pero no totalmente. Se realizó en tres fases sucesivas: la primera por los mismos vecinos que se quedaron, porque suponiéndolo todo perdido, no dejaron casa sin registrar y robar; la segunda por los ingleses, aunque al principio se obtuvieron de hacer daño, lo ejecutaron después que vinieron de El Puerto a embarcarse, y la tercera por nuestros soldados y miqueletes, que acabaron de barrer lo que había quedado.


LOS ACONTECIMIENTOS DE FINALES DEL VERANO DE 1702.
Desde meses antes de iniciarse el conflicto se venía organizando por los ingleses y holandeses una expedición que asentara un duro golpe sobre el tráfico comercial entre la península y las Indias. La declaración de guerra a mediados del mes de mayo de 1702 no hizo sino acelerar los preparativos, por lo que el 12 de julio la flota estaba dispuesta para partir hacia su objetivo, la expedición debería servir para apoderarse de algunas plazas del sur de la península.

Ocupada esta porción meridional de España y con la aceptación de sus naturales del archiduque Carlos como rey, se podría producir, tal como ciertos rumores difundían, una reacción en cadena, con múltiples y sonadas adhesiones, que terminaría adjudicando la  Corona de España al pretendiente de la Casa de Austria. Por otro lado, ingleses y holandeses perseguían objetivos más prácticos y concreto. Así, se pensaba interceptar la flota que se sabía regresaba de las Indias y apoderarse de todo su cargamento.

Con ello se conseguiría no sólo provocar un colapso económico en las finanzas de Felipe V sino, de paso coadyuvar con el botín a sufragar los cuantiosos gastos de la empresa. En el caso de no apoderarse de la flotas de Indias, no se descartaba la posibilidad de conquistar alguna población importante, siendo la ciudad de Cádiz, origen y destino de las flotas de Indias, la señalaba en los planes.

En esta línea, los ingleses no hacían sino reincidir en un objetivo clásico de sus ataques contra la monarquía española. Además de las múltiples veces que escuadras inglesas se acercaron o bloquearon la  Bahía gaditana, son célebres los asaltos de Cádiz que se llevaron a cabo en los años 1587, 1596, 1625, destacando el segundo de ellos, cuando el duque de Essex logró apoderarse de la ciudad y obtener un fabuloso botín.

La armada aliada anglo-holandesa se componía por parte de la británica de 30 navíos, 6 fragatas, 2 corbetas, 5 bombardas con 2578 cañones y 9 brulotes 16440 hombres de tripulación y por parte holandesa, 20 navíos, 3 fragatas, 3 bombardas y 3 brulotes, con 1585 cañones y 10855 tripulantes. Además, se contabilizaban múltiples naves auxiliares. A ello habría que añadir el cuerpo expedicionario que actuaría en tierra. La flota inglesa la mandaba el almirante sir George Rooke y la holandesa el teniente almirante Philip van Almonde.

Frente a esta enorme contingente naval y terrestre las defensas de la Bahía de Cádiz no eran numerosas ni las mejores. Desde el mismo momento que Felipe V accedió al trono de España eran concientes los ministros de la monarquía de que la guerra sería inevitable y, por ello, comenzaron pronto los preparativos para la misma. En fecha tan temprana como junio de 1701, recibió el cabildo de El Puerto una carta del marqués de Leganés, Capitán General de la Mar Océano, costas y ejército de Andalucía, en que ordenaba buscar alojamiento para una compañía de caballería. Del mismo modo, a comienzos del mes de diciembre de 1701, algunas galeras de Francia ya se encontraban, junto con otras españolas, en la Bahía, concretamente fondeadas en el río Guadalete, tenían planes de pasar allí todo el invierno.

En cuanto al estado de las fortificaciones y baluartes se detectan luces y sombras. La ciudad de Cádiz, tras sufrir las consecuencias del estado inglés de 1596, había llevado a cabo durante el siglo XVII diversas obras con el objeto de rodear el perímetro urbano de un sistema de murallas y defensas artilladas. El último tramo de la muralla, el que correspondía al Campo del Sur, junto con una renovación general de las piezas de artillería de la plaza, se había realizado tan sólo dos años antes del ataque de 1702. Del mismo, los fuertes de Matagorda y Puntales, bien pertrechados, impedían el acceso franco de los buques al segundo e interior seno de la  Bahía, lugar donde el posible desembarco de las tropas, por las mejores condiciones del terreno y de la mar, se podría haber realizado más fácilmente permitiendo un ataque directo por tierra sobre Cádiz.

El fuerte de Santa Catalina en la playa del mismo nombre. /Foto: Javier de Lucas.

EL PUERTO, INDEFENSO.
La ciudad gaditana se encontraba convenientemente protegida no ocurría lo mismo con el resto de la Bahía. El desarrollo demográfico originó una expansión urbana fuera de los recintos amurallados. Localidades como El Puerto, Rota o Jerez había perdido, por estas causas, toda su capacidad defensiva.

...continúa leyendo "1.491. EL ASALTO ANGLO-HOLANDÉS DE 1702."

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Ahora que en estos días se ha inaugurado la exposición que conmemora los festejos taurinos celebrados en nuestra ciudad hace dos siglos, a los que asistió el efímero rey José I, al que por cierto en estos últimos años los análisis de los historiadores contemporáneos cada vez son más favorable a la gestión realizada -especialmente comparándola con la del "legítimo", el Borbon Fernando VII- al frente de la dirección del estado, quiero dar a conocer un aspecto `poco difundido, tal vez inédito, del nombramiento que este rey en funciones realizó sobre tres autoridades militares y religiosas de El Puerto de Santa María y 217 más del resto de España en diversas fechas. /A la izquierda, el hermano de Napoleón, el efímero rey José I.

El hermano de Napoleón había creado el 20 de octubre de 1808 en Vitoria, ciudad a la que se había retirado después de la derrota sufrida en Bailén, una condecoración para premiar la colaboración de autoridades militares y religiosas con el nuevo régimen de gobierno, los llamados "afrancesados" que llevaba aparejado el título honorífico de "Caballero de la Orden Real de España". Era una especie de "Legión de Honor" española, consistente en una estrella de rubí de cinco puntas sobre un soporte de plata en forma de rayos. Esta orden, bautizada por el pueblo como "Orden de la Berengena" debido al grabado de su emblema, fue concedida a tres autoridades portuenses, como adelantamos en el párrafo anterior: Al marqués de la Cañada Tirry, mariscal de Campo; al marqués de Casatremáñez, Gobernador de la ciudad y a Don Diego de Vergara, Vicario Eclesiástico de El Puerto.

El Diario de Madrid -el boletín oficial de la época- del 6 de abril de 1810 publicaba un decreto, dado en Granada con fecha 18 de marzo de ese mismo año, en el que "Don José Napoleón por la Gracia de Dios y por la Constitución del Estado, Rey de las Españas y las Indias, oido nuestro gran consejo de la Orden Real de España, hemos decretado y decretamos los siguiente: ARTÍCULO I. Nombramos Caballero de la Orden Real de España a..." y relaciona a una veintena y pico de personas por orden alfabético que se inicia con Pablo Andeiro, canónigo magistral y dignidad de arcipreste de la catedral de Granada y finaliza con Diego Vergara, el presbítero portuense. /En la imagen, escudo real de José I Napoleón.

¿Quienes eran estos personajes, colaboracionistas obligados como luego declararán cuando abandonen los franceses la población?

El marqués de la Cañada Tirry, Jose María Tirry Lacy, del que apuntamos algunos datos biográficos hace pocas fechas en otra colaboración dedicada a su hermano Juan Tirry Lacy, tenía 54 años cuando fué nombrado Caballero, pues había nacido en Cádiz el 11 de noviembre de 1755, bautizándose en su catedral de manos de D. Juan Domingo Lasqueti, canónigo de la misma. A la edad indicada, prácticamente retirado del servicio activo, vivía en la casa palacio de sus antepasados, hoy desaparecida, en la calle Aurora. Dos décadas antes, cuando era coronel de Infantería, fue capitán del Regimiento de Ultonia. Precedió al marqués de Casa Tremáñez como gobernador de la plaza. Creemos falleció en 1823 o 1824.

En la imagen, condecoración de la Real Orden de España.

Pedro Regalado Tineo Ramirez de Jove, III marqués de Casa Tremañez, sucediendo a su padre, Francisco Antonio Tineo Alvarez de Nava, aunque él firmaba como Alvarez de las Asturias,  quien, a su vez, lo heredó del primer titular del marquesado, su hijo Jose María Tineo, que había nacido en Gijón, fue gobernador de Ceuta,  Inspector General de Milicias, Comendador de Mayorga en la Orden de Alcántara y obtuvo el título por gracia de Fernando VI, en 1748. Falleció antes de 1780, sin sucesión. El III marqués de Casa Tremáñez, su hermano, era, en la fecha que estamos refiriendo, gobernador político militar de El Puerto. Se había instalado, lógicamente, en nuestra ciudad con su familia: su esposa doña Bárbara García Montero de Espinosa, que posteriormente, al fallecer su padre, sería Condesa Baynoa  y sus hijos Pedro Regalado y Maria Dolores Tineo Montero de Espinosa (el García se perdió como era practica habitual en las familias de clase alta o con chic). El primero, nacido en Barcelona en 1795, iniciaría una saga portuense de ese apellido, vinculando el título a nuestra ciudad al casarse en 1819 con María Trinidad Martinez del Monte y Azpillaga, (en este caso, el apellido "vulgar" se ennoblece convirtiéndolo en compuesto),  hija del notario D. José Martinez Azpillaga, que tenía su escribanía en calle Luna número 48 antiguo. Tuvo descendencia, y de ella destacamos a su nieto Pedro Tineo Martinez del Monte, capitán de Fragata, que estuvo una temporada residiendo en Cuba, de donde volvió en 1860, casado con la neoyorquina Trinidad Rodriguez Trujillo y con una hija de un añito, instalándose en la casa número 4 de la calle San Juan. Pedro Regalado Tineo (García) Montero de Espinosa falleció con 75 años de edad, en 1871 en su casa de calle Cielo 106, esa casa esquina con Ganado, que aún conserva el esqueleto de su espléndida portada y que sea por muchos años.

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Agustín Merello del Cuvillo (ver nótula núm. 262 en GdP) escribía en Diario de Cádiz en 1989 unas declaraciones del pintor en un suplemento de Feria: «Yo pinto y me da igual que me califiquen. Yo pinto porque lo deseo y ahora tengo la misma afición que al principio. El día que no pinto o no hablo de pintura, me pongo de mal humor. Gracias a Dios, puedo pintar y hablar de pintura siempre… hasta que Dios quiera; porque yo digo que ya tengo hecho balance, estoy muy agradecido a todos, las cosas me han ido muy bien y Dios ya puede disponer de mí».

El pintor de la luz y de ‘tanto Puerto’, murió una mañana clara de levantera para dejar de sufrir, tras 10 meses de enfermedad con 73 años, el miércoles 22 de marzo de 1995, hace 17 años, siendo declarado por el Ayuntamiento Día de Luto, proponiendo en pleno que se le declarase ‘Hijo Predilecto a título póstumo’ y otorgarle la Medalla de Oro de la Ciudad, así como darle su nombre al quinto Instituto de Enseñanza Secundaria de El Puerto, que se estaba construyendo por aquel entonces en la zona de Pinar Alto. /Foto: Fito Carreto.

 

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