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La diseñadora portuense Eva Díaz Hurtado ha trabajado en crear un símbolo para El Puerto que no existiera. Empezó creando el "Choco de El Pto." con la idea de que los turistas puedan llevarse un recuerdo de aquí simpático y aplicable a cualquier soporte. Comenzó con imanes de nevera y poco a poco lo ha ido aplicando a camisetas, abanicos, bolsos de playa, broches, postales y Christmas navideños.

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Chapas con los chocos de El Puerto.

Con las 3 comidas típicas de chocos ha creado: "Choco plancha", "Choco frito" y "Papas con chocos",  a los que ha convertido en 3 personajes, los chocos Paco, Juan y Rafael:

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"Al choco Paco
las patatas fritas
le gustan mucho.
Cuando viene al Puerto
se va al parque
y se compra un cucurucho"

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"A Juan el choco
le encanta la playa
y el solecito.
se sienta en una roca
y casi siempre
se queda frito"

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"El choco Rafael
hace la plancha
flotando en el mar.
Hay que tener cuidado,
el sol está fuerte
y se puede quemar..."

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El Puerto para los Amigos, versión chocos.

Su próximo proyecto es hacer una exposición de presentación del Choco de El Puerto en su local, ZEC (Zoco Espacio Creativo), en la calle Larga así que,  ya sabes: "Pon un choco de El Puerto en tu vida"

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Para el próximo 14 de febrero, chocos de El Puerto.

“--Aún queda mucho por hacer” nos dice “acabo de empezar, mi idea es que todos los turistas lleven la bolsa de Tejas de El Puerto en una mano y ¡los chocos de El Puerto en la otra!”. Mañana contamos su historia, la de Eva Díaz Hurtado, en una nótula de Gente del Puerto.

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Una versión de San Fermín de Mikel Urmeneta, de Kukuxumusu.

Eva nos recuerda, de alguna manera, a Kukuxumusu (en vascuence: beso de pulga) una empresa de Pamplona dedicada a diseñar camisetas y otros artículos con dibujos humorísticos. Aunque comenzó centrada en las fiestas de San Fermín, sus diseños tienen actualmente una temática universal. Se definen a sí mismos como una "fábrica de dibujos" en la que uno de los diseñadores es Mikel Urmeneta.

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caduycanavese_1885_puertosantamariaAl objeto de atender las peticiones de las bodegas se instalaron en la Ciudad una serie de fábricas de vidrios, botellas y tarros durante la segunda parte del siglo XIX y bien avanzado el XX, dado que el término municipal portuense posee abundantes terrenos en sílice, lo que propició el asentamiento de estas industrias auxiliares de la vinatería, que surtieron de dicho mineral a las fábricas instaladas en Jerez, aunque dichas arenas también se obtenían en el término municipal de Arcos de la Frontera. /En la imagen de la izquierda, timbre de cartas de la Fábrica de Vidrios Cadú y Canavesse, en 1885.

La fábrica de vidrios local más antigua que hemos localizado se llamaba "La Ceres" y parece que estuvo funcionando entre 1852 y 1855. desconociendo donde estaba ubicada. Tenía el depósito de sus fabricados en la calle Cielos 90, antiguo.

En el año 1870 encontramos la fábrica "La Portuense", ubicada en calle de la Rosa 26 moderno, y su propietario fue E. Gameo. En esa misma fecha existía en Vergel 12 una "Fábrica de Cristales, Muselina y Baubé" de la que era propietario Miguel Martinez.

En 1876 encontramos referencias de una fábrica de vidrios huecos (botellas)  llamada "La Vinatera" dirigida por Emilio Boureoud. Indicándose como domicilio la calle Cobos 12, cuya localización desconocemos.

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Publicidad de la fábrica de vidrios de Cadú y Canavese.

En 1880, el año de la inauguración de la Plaza de Toros, se instala la fábrica de botellas y tubos “Nª Sª de los Milagros" de Luis Cadú, con domicilio en calle de la Rosa 14, (véase albarán fechado en 1884), que realizaba botellas de las denominadas ‘bordalesas’ e ‘inglesas’ y vidrios. Es posible que este empresario se asociara con Canavesse y esa empresa se mantuvo hasta 1893, fecha en la que estaba en liquidación.

En 1893 existen nada menos que tres fábricas en El Puerto: "L. Arana y Cía.", "José Iglesias" y "Cadú y Canavese" que se disolvió ese mismo año. Sebastian Canavesse, el socio de Luis Cadú, abrió con capital de Ruiz y Rodriguez Hermanos una fábrica en Jerez llamada "La Constancia Industrial" en la calle Circo, cerca de la Plaza de Toros de la vecina población, que duró poco tiempo (1895-1899) y después, en el mismo sitio en sociedad con Andrés Bocuze una fábrica de botellas, de fabricación francesa con el nombre de "La Jerezana" de la que debió apartase en 1900 o 1901 al fusionarse esta con una compañía belga.

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Albarán de la Fábrica de Botellas de Todas Clases 'La Constancia Industrial', en Jerez de la Frontera. 

Y, finalmente, en Septiembre de 1901 en la sesión municipal del 26 de ese mes se aprobó una solicitud para establecer una fábrica de botellas en el edificio del antiguo hospicio, que lindaba con el edificio del Monasterio de la Victoria, ya convertido en Prisión General, de acuerdo con el informe favorable del Maestro Mayor.

La solicitud fue hecha por Bernardo Canavese, un hermano, hijo o padre --desconocemos el parentesco-- de Sebastian Canavese, este emprendedor de los vidrios, que será el responsable técnico de esta nueva fábrica, bautizada como "La Victoria" que tenía un horno que le permitía fabricar entre 2.500 y 3.000 botellas blancas ya que las negras, inicialmente, no las fabricaban). La sociedad se constituyó con el nombre de "Melendez y Canavese", figurando como gerente Miguel Melendez Polo, que era junto con su hermano Joaquín, socio capitalista de dicha compañía. En 1902 estaba en plena actividad y tenia proyectos de ampliarse.

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La Fábrica de Botellas "Vidrieras Palma" que provenía de las Islas Balerares y de ahí su nombre, estuvo situada frente a la Casa de la Cultura, hasta el el tercer tercio del siglo XX, cuyo solar hoy lo ocupa un conjunto de viviendas unifamiliares, de puertas azules. En la imagen, cuando aún no estaba construida la Casa de la Cultura y viviendas adyacentes, y su lugar  lo ocupaba el campo de fútbol 'Eduardo Dato', del Racing Club Portuense.

La inestabilidad de estas industrias, bastante peligrosas por cierto --en 1924 se produjo una explosión en Milán, en la fábrica de fósforos Canavese, con más de 25 víctimas mortales-- tienen su origen en la dependencia de los "caprichos" de los vinateros que solían proveerse en Alemania de sus botellas; aquellas que no lograban mantener un buen equilibrio en la dualidad calidad/precio estaban abocadas a desaparecer.

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Flotador de cristal para las redes realizado en “Vidrierías del Guadalete”. En una cara tiene el sello de “VG” --en la foto-- y en el lado opuesto del flotador se puede leer “PUERTO STA MARIA ESPAÑA”

Otras dos vidrieras bien mediado el siglo XX fueron “Vidrierías del Guadalete, S.A.” y “Vidrieras Palma, S.A.” (VIPA). La primera fue absorbida por la sociedad francesa “Saint-Gobain” en 1945 --los franceses había ejercido el monopolio de la fabricación de botellas durante mucho tiempo en el Marco del Jerez--, mientras que “Vidrieras Palma. S.A." eran transferida de las Islas Baleares a El Puerto de Santa María y, a su vez absorbidos por Vidrierías Españolas, S.A. (VICASA) en el último tercio del siglo XX.

 

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La casa del Hobbit en el jardín de Alejandro, en El Puerto.

Hay fans que se limitan a forrar sus carpetas con mil y una fotos de sus ídolos o de sus pelis favoritas y, otros, que hacen algo mucho más grande. Pues la noticia de hoy va de lo segundo, relacionado con uno de los estrenos del momento: El Hobbit, la Batalla de los Cinco Ejércitos, y todo enmarcado en un lugar de ensueño: El Puerto de Santa María.

Sí, como lo leen. Un fan (pero fan, fan, fan) de la trilogía de Peter Jackson sobre las aventuras de Bilbo Bolsón ha llevado su amor por la saga hasta tal extremo que ha terminado construyéndose su propio museo de la Tierra Media. Alejandro, que así se llama el chico, es el creador de este proyecto que ha hecho que se encuentre una casa que quizá le recuerde a esta otra

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Imagen extraída de una de las películas de El Hobbit.

UN AUTÉNTICO MUSEO.
?El proyecto en cuestión se llama Bolsón Cerrado y a través de él el gaditano ha creado una casita al más puro estilo hobbit, con su puerta verde redonda, su tejado bajo y todo aquello que pueda recordar a la morada ocupada por Martin Freeman, el actor que encarna en las pelis a Bilbo Bolsón.

Pero, ¿dónde está este lugar de obligado peregrinaje para todos los amantes de las historias de Tolkien? Pues en el jardín del muchacho, construido a escala real y con todo tipo de detalles.

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La casa en construcción.

Gracias a la cuenta de Facebook y Twitter del propio Alejandro, podemos ver cómo se gestó el proyecto. Primero todo empezó como una simple ilusión en la que, con unos eurillos ahorrados, se comenzó a poner ladrillos para crear la casa de Bilbo. Madera de roble, ladrillo y mucha mano para crear las características ventanas redondas de la casa de la peli y, además, todo ello acompañado de una vegetación muy similar a la que vemos en la célebre cinta de Jackson.

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Una de las ventanas.

TODO UN HOMENAJE.
Eso sí, al parecer, el gasto para construir la casa tampoco ha sido muy desorbitado. Así lo contaba el propio creador de la casa a La Vozcuyos periodistas fueron los que encontraron esta joya en medio de El Puerto de Santa María. "No me ha costado mucho dinero porque la mayoría de los materiales que he utilizado son reciclados." 

Todo ello acompañado por un secretismo digno de exclusiva (y de las buenas) en las que se omite la dirección concreta de la casa para que los curiosos no llenen el jardín del muchacho con sus mil y una visitas.

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Alejandro, construyendo la casa de Bilbo Bolsón.

GRAN SECRETISMO.
En el caso de dar con este museo de la Tierra Media, quizá sea uno de los pocos afortunados que no tengan que desplazarse hasta Matamata (Nueva Zelanda) el lugar donde se construyó la ciudad de los Hobbits para rodar la película. Eso mismo pensó el artífice de dicha creación que, con esta ocurrencia, se ahorró el viaje hasta Nueva Zelanda: "Se que nunca voy a poder viajar hasta allí, así que me lo he reconstruido en mi casa para poder sentir que estoy allí, sentarme junto a ella y pensar que Bilbo podría pasar por allí en cualquier momento", aseguraba Alejandro. /Texto Zeleb.?

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Federico Ferrer Jimeno  estudió Economía y Comercio Exterior en la Universidad de Sevilla. Ha trabajado en Renta4,  primer banco español especializado en gestión patrimonial, mercados de capitales y servicios de inversión, primero como asesor de inversión en Sevilla hasta 2002 y como director de la oficina de Cádiz, hasta 2004 para, hasta 2012 trabajar en la oficina gaditana del consignatario de buques y seguros,  MacPherson Marine Suveryors.

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Con Wolfgang, un alemán de Sttugart aficionado a los vinos del Marco del Jerez.

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Pero Federico desarrolló una profunda afición por la cocina, el vino y sus mezclas, hasta el punto de llevarle a arrancar un modesto negocio de distribución dedicado a pequeños productores y vinos auténticos, incluyendo sacas especiales y tesoros ocultos del Marco del Jerez-Xérès-Sherry, que ha llamado Cuatrogatos Wine Club, puesto en marcha en diciembre de 2013 junto a José Carlos Serrano, de la Vinoteca Vinarte, situada en el Centro Comercial Vistahermosa: un espacio para la venta de vinos, que se une al espacio de degustación. Muy activo en las redes sociales, Federico comparte su pasión por el vino a través de su cuenta en twitter @masuvas.

Excelente trabajo del actor y director Gabriel Piñero, colaborador de Radio Puerto, que nos ofrece una imagen diferente –por positiva-- de El Puerto de Santa María. 3,35 minutos de pura delicia.

El corto musical, elaborado en los primeros días de diciembre bajo la dirección, guion y fotografía De Gabriel Piñero y con la producción de Alba de la Cruz, cuenta con la colaboración actoral de Alejo Malia y Paula Piñero, que visitan un Puerto diferente al que nuestros ojos están acostumbrados a ver, reduciendo al blanco y negro la explosión de vida que recogen las imágenes. La banda sonora, de Charlie Winston – 9 YR Old Friend.

La película de Piñero viene a corroborar las palabras de Mar Rascón Sánchez, una de las organizadoras del Festival de Cortos ‘Shorty Week’: “Muchos dicen que El Puerto esta muerto, pero hay personas que deciden quedarse y emprender en la ciudad, un ejemplo son los organizadores de Monkey Week, o las personas que sacan adelante sus negocios, o personas que abren tiendas o servicios online, o los organizadores de Cataideas, los que realizan talleres, exponen sus fotografías, trabajos, los poetas que recitan, los encargados de hacernos llegar un cine en vose, etc...  ¿Por que no se les da voz a esas personas en lugar de a los que solo dicen que El Puerto esta muerto?”

Que Gente de El Puerto como Mar Rascón, Gabriel Piñero, Alejo Malia, Tali Carreto, Mikel Gil, Sergio Pérez, Irene Berbel,  los hermanos Cesar y Jesús Guisado, Migue Moreno, Jesús Pecho, Alba de la Cruz, Carlos Millán Ortolá, David Mendez, Eva Baro, Adrián Morillo, Juanjo Castillo, Mauri Buhigas, los hermanos Manuel y Fran Mesa Delgado y tantos y tantos otros que trabajan por El Puerto en positivo, hacen que en un día como hoy pensemos que con emprendedores como ellos, nos ha tocado ya  la lotería.

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La Asociación Cultural Puertoguía ha editado un nuevo libro de la serie 'Mansiones y Linajes de El Puerto de Santa María', del que es autor, como de todos los anteriores, Antonio Gutiérrez Ruiz. Se trata del volumen VI, con el título de: 'Cuatro rosas de piedra' que, manteniendo la misma línea y estilo de los otros volúmenes, reseña la historia de la casa número 76 actual de calle Larga, casas principales de la familia Fleming, de origen irlandés, en el siglo XVIII, y primera fábrica eléctrica a fines del XIX.

Esta saga familiar de los Fleming portuenses fue fundada por John Fleming y Elena Geynan que se establecieron en El Puerto abriendo una casa de comercio en la que participarán posteriormente todos sus hijos, bajo la dirección del mayor de ellos, Domingo Fleming, fundador de un Mayorazgo familiar. Se incluyen en las 280 páginas y 61.282 palabras que componen el texto, semblanzas biográficas de todos y cada uno de los hermanos y un seguimiento de los descendientes de Antonio Fleming Geynan, que se ordenó presbítero cuando enviudó, originando dos ramas perfectamente definidas y diferenciadas, la de los Fleming alicantinos y la portuense. No es habitual conseguir ensamblar miembros contemporáneos de un mismo apellido con sus orígenes, alejado en este caso más de tres siglos, detallando todas y cada una de las generaciones que le precedieron. En este trabajo de intensa investigación, el autor lo ha conseguido, desarrollando además algunas biografías cargadas de interés humano, en algunos casos, emociones que intenta trasladar a los lectores en su relato de la historia familiar de este 'linaje', principales moradores de la 'mansión' protagonista.

 

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En un segundo capítulo relaciona y da a conocer a los que fueron propietarios de dos casas situadas en la esquina de las calles Descalzos y Diego Niño, que se fusionarán posteriormente con la casa de los Fleming, personajes de apellidos conocidos en la localidad como son los Barreda, Ruiz-Tagle, Febrés, y otros, haciendo una sinopsis de su evolución como casa habitación hasta que fue adquirida por la compañía que la transformó en una fábrica eléctrica, junto con la casa y jardines de los Fleming.

 

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Y, finalmente, en un tercer capítulo aborda el nacimiento del alumbrado eléctrico en El Puerto, una breve reseña de los comienzos y trayectoria de “Electra Peral Portuense” y de su absorción por la que fuera su competencia, la Compañía de Gas Lebón, cerrándose así el ciclo histórico de este amplio inmueble con fachadas a las calles Larga y Diego Niño y todo el lateral en calle Descalzos, en el tramo entre las dos anteriormente citadas.

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El puente colgante de San Alejandro en 1867, fotografiado por Jean Laurent. Biblioteca Nacional de España.

Mal acabó el año 1839 para El Puerto. El 1 de diciembre, el puente de barcas de San Alejandro, el que se construyó a iniciativa del Capitán General Alejandro O’Reilly sesenta años atrás, se desplomó y la corriente del río se lo llevó. Pero para día aciago, el de su inauguración, el 14 de febrero de 1779, cuando la aglomeración de gentes sobre el puente fue tal que provocó que las compuertas móviles cedieran y se precipitaran al río numerosas personas, falleciendo 115.

De inmediato, el Ayuntamiento comenzó a gestionar la cons­trucción de un nuevo puente en el mismo lugar, decantándose en marzo de 1840 por el proyecto de un puente colgante que tenía presentado al Gobierno de la nación el francés Jules Seguin, aunque las obras se retrasaron varios años.

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Los hermanos Jules Seguin (1796-1868) y Marc Seguin (1786-1875), artífices de los puente de San Alejandro y San Pedro.

Era Jules Seguin empresario y hermano del prestigioso ingeniero francés Marc Seguin, el inventor en 1824 de los puentes colgantes suspendidos de cables de acero y también de la caldera tubular, entregada a la industria en 1827 y aplicada a la primera locomotora de Stephenson. Su ingenio le venía de familia: era sobrino de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático.

El nuevo puente que sustituyó al de barcas –todo un alarde técnico para la época-, se conformó con un tablero de madera (95 metros de largo por 6’40 m) suspendido de cables que pendían de cuatro cilindros de fundición y retenidos a otros tantos pozos de amarra. Para su construcción se aprovecharon las calzadas de acceso y los estribos del puente de barcas. La obra la ejecutó la empresa de Jules Seguin, previéndose sufragar su coste con la reimplantación durante treinta años de un antiguo arbitrio de carreteras, debiendo pagar el Ayuntamiento como rédito anual 12.178 reales. Luego su propiedad quedaría en manos del Estado por situarse el puente en el tránsito de una carretera nacional de primer orden.

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Litografía del puente y la Ribera de 1864, de la ‘Guía del viagero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz’, de Eduardo Antón Rodríguez.

Se inauguró el 18 de enero de 1846, a partir de las dos de la tarde. El programa de actos quedó fijado con el boato propio de la época… la presencia de las autoridades, los invitados y el clero portando la Cruz Parroquial; la música de dos bandas militares, situadas a cada extremo del puente; su bendición por el Vicario y la entonación del tedeum; la salva de la Brigada de Artillería dispuesta del lado del arrecife de Puerto Real; de nuevo las músicas militares; y el puente adornado con vistosas guirnaldas y banderas para marcar tan señalado día, pues el puente era la única vía de acceso terrestre a Cádiz y a las demás poblaciones de la bahía. Cinco meses después, el 30 de junio de 1846, también según proyecto de Marcos Seguin, quedó inaugurado otro puente colgante sobre el río San Pedro (que se hundió a fines de 1880, tres años después de hacerlo el de San Alejan­dro).

SE VEÍA VENIR…

Pese a los alardes técnicos empleados, el nuevo puente de San Alejandro (si los romanos levantaran la cabeza) no tendría una larga vida: a los 31 años de construirse se vino abajo. Según refleja la documentación conservada en el Archivo Municipal, era algo que se veía venir hacía años…

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Lámina del puente en 1864.A su lado, un pequeño astillero, lugar donde entonces se permitía bañarse a las mujeres –sólo a las mujeres- de noche.  

En mayo de 1855 el alcalde portuense elevó un oficio al gobernador civil de la provincia solicitando que se verificara un reconocimiento del puente (no realizado desde su inaugura­ción), especialmente en los cables no visibles de los pozos de amarra, pues se contaba con el antecedente reciente de cuando se tuvo que descolgar el tablero del puente del San Pedro para efectuar algunas reparaciones, se comprobó que los cables de suspensión embutidos en sus muros de mampostería tenían cortados las tres cuartas partes de los hilos. A tal requerimiento, el gobernador dispuso que pasase a inspeccionarlo el Ingeniero civil de la provincia, pero éste contestó que el alcalde tenía excesivo celo e incurría en un acto de injerencia y desconfianza al ser a él a quien correspondía juzgar si era necesario o no reconocer su estado. Al mes siguiente, el Ayuntamiento reiteró al gobierno civil lo solicitado, pero no consta que se obtuviera respuesta. Días antes, un dictamen de los síndicos portuenses recordaba que por Real Orden de 25-XII-1843, mientras no concluyese la concesión del puente a la empresa constructora, ésta tenía la obligación, no cumplida, de mantenerlo en buenas condiciones, teniendo que pintar la madera y los hierros al menos una vez cada tres años, y recomponerlos o reemplazarlos cuando lo exigiese la seguridad del tránsito, al igual que los cables de suspensión y retención que se rompieran. Otros intentos para reconocer el estado de conservación del puente se repitieron con el tiempo, pero siempre en vano. En julio de 1858 ardió el tablero en su totalidad, posteriormente repuesto a costa del Estado

Pasaron los años. En noviembre de 1873, la comisión de Obras Públicas del Ayuntamiento, aun a sabiendas de que no era asunto de sus atribuciones, pasó a reconocerlo. Se encontraron las maderas del pavimento podridas, así como la mayor parte de las transversales sobre las que descansaban, no siéndoles posible comprobar las amarras por encontrarse los pozos en que se sujeta­ban cubiertos de agua; días antes, el guarda del puente vio en ellos pedazos de alambres podridos. Y así, de momento, quedaron las cosas.

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Imagen captada en mayo de 1877, mientras el puente se reparaba, poco antes de derrumbarse. / Foto, colección de Manuel Pacheco Albalate.

…Y SE CAYÓ

El 15 de mayo de 1877, de uno de los pozos de amarra se safó uno de los cables o calabrotes (cabo grueso de 9 cordones corchados de izquierda a derecha, en grupos de 3 y en sentido contrario al reunirlos) que sostenían el tablero. Como precau­ción, se cerraron los accesos al puente con vallas y se reali­zaron algunas reparaciones menores. Entonces fue cuando se captó la imagen adjunta, en la que se observa a un operario encaramado a horcajadas a uno de los calabrotes, comprobando su estado o reparándolo. No pierda el detalle de la escalera por la que subió.

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Una vez venido abajo, aún con algunos cables de acero colgando. Fotografía de J. Laurent, 1879.

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Composición del puente derribado a partir de otra instantánea de Laurent, 1879.

El 2 de octubre, al paso de un carro cargado con losas de Tarifa que conducía el portorrealeño Diego Carrera, se asti­llaron completamente dos vigas madre del pavimento, hasta que definiti­vamente, el 16 de noviembre de aquel 1877, a las cuatro y media de la tarde, cuando cruzaban el puente en dirección a Puerto Real tres carros sin carga tirados por tres mulas cada uno, se desprendieron de sus amarras los tres calabrotes que colgaban del lado izquierdo de la orilla de la otra banda; los que (en la foto) revisaba el operario. Bestias y arrieros se precipitaron al río, resultando tan sólo herido leve uno de los arrieros, Manuel Romero. Como remedio provisional, se construyó una barca de pasaje, arrendada para su explotación a Francisco Vaca, y se habilitaron en ambas orillas sendos muelles.

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El puente de hierro de San Alejandro (1884-1977) desde ‘la otra banda’. En la orilla, el espacio que ocupó el pequeño carenero que en 1906 estableció José María Ponce. (Ver nótula núm. 2.311 en Gente del Puerto).

Y al colgante le sucedió el tercer puente de San Alejandro, el de hierro, que se construyó, con diseño del ingeniero Emilio Iznardi, en 1884 y fue desmontado, salvo sus pilas, que siguen aflorando en el río, en 1977. Justo un siglo después de que se hundiera, por dejación de las autoridades competentes, el colgante. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

El varadero de los Hermanos Pastrana que en 1954 se estableció en Pozos Dulces (ver nótula 713 de Gente del Puerto) tuvo un antecedente medio siglo antes, justo enfrente, en la otra orilla.

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Entre los puentes del Guadalete, el carenero de José María Ponce. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Fue en febrero de 1906 cuando José María Ponce Pérez presentó un proyecto a la Jefatura de Obras Públicas de la Provincia (presupuestado en 600 pesetas) con el fin de habilitar un modestísimo carenero “para la gente trabajadora” –decía en su solicitud- dedicado a la reparación de embarcaciones menores y ‘parejas’, a emplazar en la orilla limitada entre el puente de hierro de San Alejandro (1884) y el del Ferrocarril (1862), en los 37 metros existentes entre ambos y 30 m adentro a contar desde la línea de plea­mar.

La obra a ejecutar era un pequeño muelle sobre estacas de madera, una calzada de madera donde varar las embarcaciones, una palizada (defensa de estacas) para protegerlo de las aguas y una caseta de madera para taller y almacén de las herramientas. Posteriormente, según refleja la foto primera de esta nótula, se levantó otra caseta, lindera al puente, de mampostería. No sé cuándo comenzó a funcionar ni cuándo cerró el carenero, pero consta que fue en junio de 1908 cuando el Ingeniero Jefe de la provincia fijó sus tarifas.

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Imagen del 29 de agosto de 1930, primeras regatas organizadas por el recién fundado Club Náutico, junto a sus instalaciones. Al fondo, el transbordador de sal de La Tapa y a la izquierda la caseta eléctrica del Guadebro. / Foto, Autoridad Portuaria en copia del CMPH.

En su proyecto Ponce dio cuenta de su intención, aunque fue en vano, de establecer junto al carenero, al otro lado del puente de San Alejandro, una “industria del automovilismo náutico”, iniciativa que de haberse llevado a cabo hubiese sido una de las primeras creadas en España. Al paso de los años, en julio de 1930, quedaron inauguradas, en el terreno que pretendió Ponce, las primeras instalaciones del Club Náutico.

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El espacio inmediato al Náutico, junto al puente, acogió, al menos a mediados del siglo XIX, un pequeño astillero, como refleja la lámina de 1864 y consta en unos edictos de alcaldía en los que se permitía a las mujeres -no a los hombres- bañarse de noche, sólo de noche, junto al estribo del puente -el colgante- de la parte del Coto, “en el sitio de el Astillero” (1850), “donde se está construyendo el bergantín” (1854). / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Muchos nos sorprenderíamos si nos enteráramos de que las tortitas de maíz, los nachos, que comemos en muchos restaurantes mejicanos de España proceden de una fábrica instalada en El Puerto de Santa María.

Super Mex, una firma familiar que comenzó a funcionar en Rota, ha logrado hacerse famosa entre los hosteleros del sector por la calidad de sus tortitas de maíz, realizadas exclusivamente a partir de maíz cultivado en Andalucía y con la única adición de sal de los esteros de la Bahía de Cádiz.

La empresa, que también elabora sus productos para tiendas y supermercados, ha comenzado a exportar y sus bolsas, de las que salen a diario unas 15.000 de sus instalaciones, llegan ya a países como Italia, Alemania, Suiza o Israel, la última «plaza» conquistada.

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Salsas para la comida mexicana elaboradas en El Puerto.

La historia de Super Mex comienza allá por 1986. Bruce Stockwell llega al Sur de España con una idea clara en la cabeza: montar un restaurante de comida mejicana. Su padre había estado destinado algunos años en la base militar conjunta de Morón. Conocía la zona. Sabía que en España esta cocina estaba todavía por descubrir.
Bruce se hizo con un local en el paseo marítimo de la ciudad de Cádiz y allí abrió Casa Texas México. No fue cosa fácil. Los productos estrella de su establecimiento no los encontraba por ningún lado, así que se vio obligado a hacerlos él mismo. Así comenzó a elaborar los nachos, los populares triangulitos fritos de maíz, y las tortitas que se utilizan para hacer los tacos, los rollitos rellenos tan conocidos de la cocina mejicana.

Bruce, que había sido periodista en Estados Unidos, fue tomando nota de un dato fundamental: La mayoría de sus clientes eran los soldados americanos de la base de Rota. Así que pensó que «mejor que ellos tengan que venir hasta aquí, me voy yo para allá». Se estableció en la avenida de la Diputación, donde todavía sigue el establecimiento, aunque Bruce ya se ha jubilado.

La cosa marchaba tan bien, que decidió llamar a su hermano Robert con el objetivo de que juntos pusieran en marcha una fábrica de nachos, tortas y otros productos de aquel país con el objeto de atender la demanda de los establecimientos mexicanos que iban abriendo en España.

Era 1996 y Robert, técnico de Medio Ambiente en la Costa Oeste, llegaba a España junto a Kate Bohrson, una administrativa con la que había contraído matrimonio. Los hermanos Stockwell prosperaron. Bruce decidió centrarse en el restaurante y Robert y Kate se dedicaron a la fábrica.

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El muelle de carga de camiones de la fábrica portuense Super-Mex.

Robert y Kate, que ahora tienen 57 años, han incorporado ya a la empresa a la segunda generación, sus hijos Yoshua (26) y Sidney (25). 2013 es un año fundamental para Super Mex. Ante el crecimiento de la demanda, habían entrado ya en alguna cadena de supermercados y trabajaban con un importante distribuidor en Madrid, los Stockwell deciden apostar por una nueva fábrica y la montan en El Puerto de Santa María, en la calle Eratóstones del polígono industrial de Las Salinas.

Allí pusieron en marcha en agosto de ese mismo año una nave de 1.200 metros cuadrados donde en la actualidad trabajan 22 personas en dos turnos. La inversión fue importante, 2 millones de euros, aunque contaron con algunas ayudas de Fondos Europeos y del Gobierno de España. Tuvieron que traer alguna maquinaria desde Estados Unidos para lograr mantener la calidad de su producto, la clave de la empresa. /Texto: Pepe Monforte.

juan_melgarejo_osborneEl pasado viernes 7 de noviembre, la Comunidad de Propietarios de Vista Hermosa y el Club de Golf ofrecieron un homenaje al que fue su alma y aliento, por no decir su creador, Juan Melgarejo Osborne (ver nótula núm. 890 en GdP). Este reconocimiento a su figura no se lo deben solo los comuneros y socios de Vista Hermosa, sino también todos los vecinos de El Puerto de Santa María y su representación institucional, que es el Ayuntamiento. Porque pocas personas han hecho más por El Puerto de Santa María, para su conocimiento en el resto de España y para su desarrollo turístico que este manchego, quinto de los quince hijos que tuvo el duque de San Fernando, que se casaría con una portuense, su prima Magdalena Osborne y de la que tuvo a sus hijos, Juanito, Malén, Aurorita, Mavi y Patri a los que puedo llamarles así, por haberlos conocido de niños. /Juan Melgarejo visto por Torres Brú.

Juan fue alcalde de El Puerto en 1969, aunque no jefe local del Movimiento, como entonces era obligado y quizás obtuvo este privilegio, alegando que era descendiente directo del Rey Alfonso X, El Sabio, que conquistó la ciudad a los musulmanes.

Yo le conocí a primeros del año 1968, cuando me contrataron como asesor para aquella incipiente Vista Hermosa, S.A., que habían constituido en 1964 los hermanos Osborne Vázquez para la promoción y desarrollo de terrenos e inmuebles que eran de su propiedad, aportando así Felipe y Eduardo la Casa Grande, Roberto Los Arcos y Amparo, la madre de Juan, La Misericordia. Juan iba a gerenciar esta promoción porque ya antes había hecho sus pinitos turísticos, de la mano del Belga Van Moerkerkel, en el Cangrejo Rojo y Andalucía la Real. Para su gestión en Vista Hermosa y contó con la ayuda de los hermanos Muñoz (Mecsa), que se habían asociado con los Osborne para la realización de las obras de infraestructura. Tuvo también gran apoyo de sus parientes, consejeros de la sociedad, Eduardo y Enrique Osborne Isasi, Carlos Soto, Javier Rivero, Roberto Osborne Pérez de Guzman, Ignacio Ibarra Mendaro y José Luis Ibarra Llosént. De este último, surgió la idea de reservar 40 hectáreas de la finca para construir un campo de golf, instalaciones deportivas (tenis, piscina, etc.) que se aportarían a una sociedad, propietaria de estas instalaciones, junto con la Casa Grande, para constituir un club, que oficialmente se llamaría Vista Hermosa Club de Golf y que coloquialmente se le conoce Club El Buzo, que era la instalación de la playa y en la que en 1968 y algunos años después se decoraba con el traje y la escafandra real de un buzo. Como compartí con aquellos consejeros, además con el director general que se nombraría, Ángel Moresco, reuniones durante 30 años, fui testigo de excepción de los desvelos y dedicación de todos a la empresa y fundamentalmente de su mascarón de proa que era Juan Melgarejo.

Creo que el ayuntamiento de El Puerto y todos los portuenses están en deuda con él, porque puso de moda El Buzo y Vista Hermosa en toda España. Hoy corren tiempos peores para esta gran Ciudad. Equivocadamente algunos vieron a Vista Hermosa como "otro Puerto" y se le han puesto multitud de trabas e inconvenientes. Por ello es la hora de que en el sencillo homenaje que se le tributó, se sumen los portuenses agradecidos, a quien lo fue de sentimiento. A lo que acudieron a él los recibió, con aquella risa suya, espléndida y contagiosa y pudo repetirles en silencio, lo que dijo en su toma de posesión como alcalde: "que Dios nos dé a todos la serenidad y la claridad de juicio, el sentido de la justicia, el conocimiento del deber, la conciencia de la responsabilidad (y esto lo añado yo) para hacer más grande El Puerto de Santa María". /Texto: José Ramón del Río.

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