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Portus Gaditanus según F. Rambaud.

La reciente publicación de J.J. López Amador y E. Pérez Fernández, El Puerto Gaditano de los Balbo. El Puerto de Santa María  (2013), (ver nótula 1414 en GdP) viene a  recuperar una de las grandes lagunas de la historia de la ciudad: su pasado romano.  Hacía falta poner en orden algunas consideraciones acerca de esta época, cuando tradicionalmente se ha hablado de un lugar en el que no podía detectarse una concentración de población destacada hasta época bajoimperial, en torno al siglo IV, al constituirse un pagus  desde el que surgiría la posterior aldea de Al-Qanatir en época islámica. Lo cual venía interpretándose como que si en un momento dado aparecía algún material romano en el casco histórico de la ciudad o en su entorno, estos restos debían de asociarse con una villa romana (no una ciudad) o con factorías de salazones que de alguna manera, y desde el siglo IV a.C., tendrían que vincularse necesariamente con la Gadir púnica y luego con la Gades  romana.

Busto de Balbo el MenorEn este sentido, los autores aportan, desde luego, una  importante actualización bibliográfica  además de una exhaustiva información de fuentes arqueológicas y documentales  que demuestran el  buen hacer  de dos investigadores cuyo concienzudo trabajo se verá, sin duda, recompensado por el reconocimiento de sus lectores.  Y vaya por supuesto  también el mío.  /Busto de Lucio Cornelio Balbo en Cádiz./ S. XIX

Los autores parten de un planteamiento ya conocido: la identificación del Portus Gaditanus  de Balbo  (ver nótula núm. 2000 en GdP) con el arsenal que cita Estrabón (Str. III, 5, 3), levantado en tierra frontera a las Gadeira,  y que en consecuencia debe situarse en El Puerto de Santa María, porque existe constatación arqueológica para corroborarlo. Por otro lado, es un planteamiento ya defendido en otras ocasiones en la prestigiosa publicación  Revista de Arqueología, desde la que accedí al primer debate sobre la ubicación del portus  entre  las propuestas de E. Pérez ,  J.A. Ruiz Gil y J.J. López Amador (1989) y las de F. Rambaud (1986), que ubicaba el Portus  Gaditanus, como yo  entonces ( J. Montero Vítores , 2002) en la Dehesa de Bolaños.

2TRAZADOSVIAAUGUSTA_PUERTOSANTAMARIALos argumentos que se utilizan para ello  en el capítulo 1 pasan por encontrar una conexión directa entre Gades y Hasta Regia (Mesas de Asta) con un trazado rectilíneo que, como correspondería al trayecto lógico de la Vía Augusta  debe cruzar el estuario del Guadalete en este punto (Ad Portum),  al menos desde los datos  itinerarios contemplados en los Vasos de Vicarello (CIL XI, 3831, 1-2), contemporáneos a Estrabón. Un trazado que además cuadraría bien con los metrajes miliarios y en el cual  la documentación recogida desde el siglo XVII en el Archivo Histórico Municipal de la ciudad  o en la obra de A.J. Ruiz de Cortazar (1764)  da fe de numerosos vestigios de posibles infraestructuras viarias. Por otro lado, como se analiza profundamente en el capítulo 2, los  numerosos vestigios arqueológicos tanto del casco antiguo de la ciudad como de la periferia, con una secuenciación cronológica válida y en algunos puntos completa para todo el período romano, apuntan a determinar con claridad una concentración de población romana.   /En la imagen de la izquierda, los dos trazados de la Vía Augusta.

Desde esta perspectiva,  me ha parecido entender  que se rechaza la posibilidad del trazado que tanto F. Rambaud  como yo identificamos como  una parte de la Via Augusta, y que necesariamente llevaría  el Portus Gaditanus  hacia Dehesa de Bolaños, dejando por tanto a El Puerto de Santa María fuera del – llamémosle así– trayecto oficial.

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Portus romanus como algo mas sencillo: un fondeadero.

Atendamos ahora algunas cuestiones: en primer lugar, no es necesario hacer desaparecer ni uno ni otro trazado, porque los dos existieron. Uno cruzaba el estuario del Guadalete más próximo a su desembocadura; otro lo hacía más adentro, en  La Barca  --junto a  Cartuja (como se desprende del mapa de Tomás López de 1787)-- para entrar en las tierras del Ager Ceretanus y alcanzar un ramal hacia Hasta Regia más al norte.

Por supuesto, esto tampoco anula el hecho de que en Dehesa de Bolaños se ubicase una estación aduanera importante integrada dentro del hinterland [La palabra hinterland proviene del idioma alemán, y significa literalmente "tierra posterior" (a una ciudad, un puerto, etc.). En un sentido más amplio al anterior, el término se refiere a la esfera de influencia de un asentamiento. Es el área para la cual el asentamiento central es el nexo comercial] del  Portus Gaditanus  que canalizaría el control del tráfico del  curso medio del Guadalete, y que en el siglo II era aun lo suficientemente importante como para ser citada por Ptolomeo: SI, por Ptolomeo ( Ptol. II, 4, 5)  que aun habla de un Portus Menesthei  del que Portus Gaditanus recoge el testigo.

La supuesta Gades de Balbo, 2Portus Gaditanus es una realidad territorial muy grande. Engloba todo el área de influencia de la antigua Gadir púnica en la Bahía, recogiendo por supuesto la tradición púnica que se mantuvo  hasta la derrota de Cartago por Roma - tradición  con la que debe asociarse Portus Menesthei- y la expansión de infraestructuras de época romana con cientos de embarcaderos y alfares a lo largo de la antigua costa.  /La supuesta gades de Balbo. 

Sin duda, su momento de despegue coincide con los últimos años de la República, cuando Balbo el Mayor inicia su actividad política y desarrolla sus planes para abastecer la  annona [era un órgano del Imperio Romano que servía principalmente para el reparto y comercio del trigo, al igual que de su transporte. La palabra "annona" se deriva de la diosa Annona, diosa de la cosecha, que a su vez se deriva de la palabra annus, año, dado el carácter anual de las cosechas] de  Roma. Efectivamente, material cerámico tardorrepublicano  lo encontramos en tres puntos clave: casco histórico del Puerto de Santa María, yacimientos de Puente Melchor ( Puerto Real) y Dehesa de Bolaños, que hemos de considerar como los tres grandes ejes de la expansión del hinterland de la Gades romana.

La-supuesta-Gades-embellecida-por--Balbo--en-una--pintura-de-las-termas-de-Trajano-en-RomaY ello porque cada uno, con sus peculiaridades, actúa como  puerto –o estación aduanera si se quiere- desde el que se recogen productos: El Puerto de Santa María es el punto de conexión con Mesas de Asta , y el más adecuado para ser identificado con el emporio que describe Estrabón ( Str. III, 2, 2) en el que gaditanos y hastienses toman contacto.  Como él, desde Dehesa de Bolaños se canaliza el control de productos que proceden del curso medio del Guadalete y del Ager Ceretanus, quedando Puente Melchor como un enclave en torno a  otro gran espacio  agrario que pronto se pondrá en relación con la colonia de Asido Caesarina.   Todo ello es parte del complejo de Portus Gaditanus. /En la imagen de la izquierda, la supuesta imagen de Gades embellecida por Balbo en una pintura de las termas de Roma.

A los Balbo, tío y sobrino, debemos en gran medida este gigantesco desarrollo, que no solo debe entenderse como consecuencia de la construcción de un arsenal: descartemos, ya si, una gran ciudad de planificación urbanística romana como yo entonces también pensaba, para pensar más en infraestructuras portuarias, tipo muelles, embarcaderos, almacenes o accesos de comunicación, como  los puentes de paso para continuar los trayectos de las calzadas. Algo que, además, no termina con los Balbo, sino que sigue desarrollándose en épocas posteriores, como los autores recuerdan  en el capítulo 3.

Reconstrucción del teatro romano de Gades

Reconstrucción del Teatro Romano de Gades.

¿Por que razón Balbo el Menor levanta un puerto nuevo para Gades?. Todo es producto de las circunstancias políticas y cambios sociales vinculados con el proceso de conquista y colonización romanas generalizado en el Mediterráneo Occidental  desde el final de la II Guerra Púnica (202 a.C). Producto del creciente poder de las élites de Gades que, precisamente, se abrieron a Roma porque vieron en ella una posibilidad inmediata de promoción social y  política y de desarrollo de grandes empresas económicas con la capital: financiación de carreras políticas que les beneficiasen o compromisos con el abastecimiento de víveres a los almacenes  de la capital (la annona).

Así puede verse desde el momento en que toman contacto con los grandes prohombres de la política romana de ese momento: Pompeyo y César. A ambos les interesa Hispania como soporte de apoyo a su política senatorial, pero César tiene especial interés en promover un extenso programa de colonizaciones que continuase aquel ya iniciado en 171 a.C en Carteia y dirigido por prohombres de la gens Cornelia. Un programa de asentamientos de itálicos conjunto con el desarrollo de centuriaciones  dentro de un nuevo esquema, ya romano, de reorganización administrativa del territorio gaditano.

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Teatro Balbo en Roma.

Pero hemos de pensar también en una actuación de contenido evergético [En su definición original, el evergetismo consiste, para los miembros ricos o notables de una comunidad, en la distribución de una parte de su riqueza a la misma, aparentemente de forma desinteresada.]. Los Balbo , y en particular Balbo el Menor, salen ganando con  ello  su imagen de  benefactores de la comunidad y de Roma, contribuyendo de paso a reforzar el peso de la gens Cornelia a la que están unidos  con la concesión de la ciudadanía romana. Y de ahí el papel de las construcciones: la política edilicia.

Como no, el primer paso, como se refleja en el capítulo 4, es reforzar la conexión de Gades con Hasta Regia, no solo como antigua capital turdetana que ejercía el control de la salida de la producción agraria del Guadalquivir, sino también como colonia.  Seguramente en ello está  la renovación de la antigua calzada que unía ambos núcleos, y cuyo punto intermedio en tierra firme es el área de El Puerto de Santa María. Y sin duda es, como demuestra claramente la arqueología en el conjunto de villas y alfares de época romana en torno a la Vía Augusta, uno de los grandes ejes del impulso comercial de Gades en época romana centralizado alrededor de los Balbo. Los autores recuerdan en este sentido cómo el topónimo Balbaina, las tierras intermedias entre Hasta Regia y Gades, es sobradamente indicativo.

inscripción BalboPor ello invito a la lectura de este interesante trabajo de J.J. López Amador y E. Pérez Fernández  por su importante acopio de material y bibliografía actualizada. El resto ya se ha planteado. A medida que las exportaciones de Gades a Roma crecen, la ampliación del radio de acción de Portus Gaditanus  es mayor, y desde la arqueología no  se duda en asociar los alfares encontrados en todo el arco de la Bahía de Cádiz con esta realidad. Y en esta expansión, la actuación de los Balbo debió de canalizarse más en la reestructuración de viejas instalaciones púnicas y nuevas infraestructuras romanas acordes con los planes de colonización que Roma  trae para la zona (J. Montero Vítores, 2013): desde la fundación de colonias  como Hasta y Asido, con el asentamiento de elementos itálicos en la zona, se define una nueva red administrativa que, por supuesto, necesita entre otras cosas del impulso de obras públicas para el dominio y  la explotación  del ager publicus:  calzadas, canalizaciones de agua, embarcaderos: en definitiva un nuevo paisaje en el que los Balbo, como  otros notables de Gades, tuvieron mucho que ver. De este modo se ponen las bases de un poblamiento romano permanente que a su vez garantiza el impulso de  la asimilación de la población local (lo que hoy denominamos romanización), y a su vez refuerza el control de Roma sobre los territorios.  /Texto: Jesús Montero Vítores.

Para saber más:

LÓPEZ AMADOR, J.J. ;  PÉREZ  FERNÁNDEZ, E.  El  Puerto Gaditano de los Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz.  El Puerto de Santa María, 2013.

MONTERO VÍTORES, J ( 2002), “ El yacimiento de Dehesa de Bolaños  en el marco de la Bahía de Cádiz . De Portus Menesthei a  Portus Gaditanus”.  Revista de Historia de Jerez, 8, pp.35-66

MONTERO VÍTORES, J. (2013). Los Balbo y el Portus Gaditanus.  Revista de Historia de El Puerto, nº 51, 9-37

PÉREZ FERNÁNDEZ, E; RUIZ GIL, J.A; LÓPEZ AMADOR, J.J. (1989) “ El Portus Gaditanus, estación aduanera de la Bética”. Revista de Arqueología, 104. Madrid, pp. 29-38

RAMBAUD, F (1986), “ Portus Gaditanus. Hipótesis de un nuevo emplazamiento”.Revista de Arqueología, 187. Madrid, pp. 24-35

ramon_varela_campos_puertosantamariaRamón Varela Campos nació en El Puerto de Santa María el 6 de diciembre de 1879 y murió el 30 de julio de 1939 a los 60 años de edad. Contrajo matrimonio en dos ocasiones a lo largo de su vida. Su primera mujer fue María Josefa Verges Herrera, nacida el 6 de junio de 1879 en la misma ciudad. Se casaron el día 16 de julio de 1907, festividad de la Virgen del Carmen, patrona de la Marina y de los marineros. El matrimonio residió en la calle Santo Domingo [la calle donde han nacido más alcaldes de El Puerto] de esta ciudad. De esta unión, al parecer, no hubo descendencia. Entre 1930 y 1935 Varela enviudó de su primera mujer, y contrajo nuevas nupcias con Manuela Barreda Bonmati, nacida en 1875, hermana de Adelaida Barreda, casada con un notable cirujano, Rafael de Rioja Pineda. Tampoco tuvo descendencia con ella, ni hemos encontrado que Manuela Barreda tuviera hijos antes de su matrimonio con Varela. /En la imagen, Ramón Varela Campos. Foto: Academia de BBAA Santa Cecilia.

ALCALDE

En 1910, había sido puesto en la alcaldía por orden del Gobernador Civil de la provincia al ser cesado José María Heredia Ferrer, que ostentaba el cargo de regidor. Varela ocupa la alcaldía portuense de marzo de 1910 hasta el 12 de noviembre de 1912. Un segundo periodo en la alcaldía lo obtuvo en el bienio 1916-1917. Es por ello un experimentado político, de familia ligada a la producción de vino de Jerez. (Ver nótula 1.100 en GdP).

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El alcalde, Ramón Varela, flanqueado por los maceros municipales, descubriendo la placa conmemorativa que inauguraba el Hospital Municipal, el 7 de septiembre de 1916, puso de manifiesto la grandiosidad de la obra y el agradecimiento que El Puerto sentía por Micaela Aramburu de Mora, terminando con un ¡Viva! a la caritativa bienhechora gaditana, que fue contestado con el entusiasmo de los presentes. (Ver nótula núm. 1.181 en Gente del Puerto)

PROCURADOR

Papel destacado que protagonizó Ramón Varela y Campos en enero de 1920 en la defensa de la protesta con manifestación popular surgida a causa de una prohibición ministerial del uso de las artes denominadas sabaleras. Profesionalmente ejercía como procurador y el hecho de tener intereses ligados a la pesca le convirtieron en hombre ideal para el político Ramón de Carranza y su camarilla, que pensaron en él para ocupar el relevante cargo de primer presidente del Pósito de Pescadores en el delicado momento político que atravesaba el país. Meses antes de ocupar la presidencia del Pósito, Varela medió en el conflicto antes reseñado defendiendo los intereses de la “clase pescadora”. Contaba Varela con 42 años al desempeñar el cargo de presidencia, y asumía la responsabilidad civil de la iniciativa sindical del ministerio, pero era ya un político de derechas acreditado.

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Callejón de Puerto Escondido.

EL PÓSITO DE PESCADORES

El Pósito de Pescadores es una institución que se constituye en El Puerto de Santa María, de manera simultánea a otras poblaciones cuya economía dependía en buena medida de la pesca, entonces en crisis por la coyuntura de postguerra internacional y la por la falta de inversiones para obtener la renovación industrial pesquera (motores, combustión interna, fábricas de hielo, etc.). La burguesía pesquera de la ciudad se acogió al sistema de la subvención y se asoció siguiendo las pautas impuestas desde Madrid. En cambio, las clases bajas generaron una reticencia natural, pues además de trabajar en la pesca, ahora se veían obligadas a pagar cuotas para su afiliación y obtención de beneficios que en sus diversas secciones podía proporcionarles dicha entidad.

EN PUERTO ESCONDIDO

La inauguración del nuevo Pósito de Pescadores tuvo lugar el domingo 19 de junio de 1921 a las dos de la tarde en un edificio de la calle Puerto Escondido, callejón de tradicional raigambre marinera, que todavía existe en la actualidad perpendicular al Parque Calderón. No obstante, ya desde el mes de marzo de 1921 encontramos alguna referencia en la prensa local sobre la gestación de esta institución, como veremos en el siguiente apartado sobre la organización del pósito. Según informaba dicha prensa la creación del Pósito se debió al ex alcalde don Ramón Varela y Campos y a su gestación y desarrollo contribuyó de manera eficaz y decisiva, el ayudante de Marina Manuel Sánchez Ruiz.

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Celebración de Primavera en la Academia de Bellas Artes, entonces en el antiguo Salón de Actos del Convento de Santo Domingo, hoy Instituto de Enseñanza Secundaria. Curso 1927/28. 

PRESIDENTE DE BELLAS ARTES

Desde 1929 hasta su muerte diez años después, Ramón Varela sufrió dos duros golpes en su vida profesional [uno fue el triste suceso del ‘Crimen del Saboné’ --ver nótula núm. 147 en Gente del Puerto-- del que fue testigo], y su carrera política fue en decadencia. Solamente la presidencia de la Academia de Bellas Artes de la ciudad, cargo que ocupó desde el 15 de septiembre de 1930 al 20 de septiembre de 1938, le aportó relevancia dentro de la burguesía portuense en este turbulento periodo de la historia española. Varela había sido nombrado Presidente de honor de la citada Academia el 2 de julio de 1922. Este fue, quizá, el momento culminante de su vida pública. /Texto: José Ferrer Andrade.

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El Adriano II el día que se botó en el astillero de Maniños.

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El Adriano II llegó a la Bahía de Cádiz en plena República, en noviembre de 1934, para compartir las travesías entre El Puerto y Cádiz con su hermano mayor, el Adriano I, que las venía cubriendo desde junio del 30 en competencia con el Punta Umbría hasta que éste se hundió en el muelle de Cádiz el 7 de octubre del 34. Aquella circunstancia precipitó la inmediata llegada del Adriano II, hasta entonces empleado en la ría de Ferrol desde que dos años antes Antonio Fernández ‘el Adriano’ lo construyera en su pequeño astillero de la playa de Maniños.

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Los Adriano I y II en el muelle del Vapor.

El segundo de la saga tenía una traza más elegante y esbelta que el primero, y más amplio, con capacidad para 400 pasajeros en sus tres alturas: cubierta, sobrecubierta y toldilla. Y lo que era más importante, ‘el Adriano’ lo construyó pensando en el calado del río y en las corrientes y vientos reinantes en la bahía gaditana y con unas líneas más marineras que el Adriano I, diseñado para navegar por la ría ferrolana.

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En el Adriano II en 1955, José Fernández Sanjuán (Pepe ‘el del Vapor’) con su padre, José Fernández Fernández, su esposa, Asunción Posada y sus hijos Asunción, Socorro, Juan, Antonio y Pepe. / Foto, GdP.

Hasta 1955 el Adriano II compartió los viajes diarios con el primero de la saga, cuando dejó de navegar y fue sustituido por el Adriano III, construido aquél año en San Adrián de Cobres, en la ría de Vigo.

juanfernandezsanjuan_v__puertosantamariaAl duplicarse el trabajo en 1934, la familia Fernández también se reforzó. Junto a José Fernández Fernández –hermano de ‘el Adriano’- cubrieron ambas travesías sus hijos José (Pepe ‘el del Vapor’), Eduardo (padre de Andrés Fdez. Valimaña, el último gestor de ‘Motonaves Adriano S.L.’), Andrés (que al poco tiempo volvió a Galicia) y Juan Fernández. Sanjuán, 18 años más joven que su hermano Pepe, que se incorporó a la empresa en 1949 y en la que permaneció hasta su jubilación (ver nótula núm. 907). Y con ellos, numerosos trabajadores que tuvieron los Adriano, como Carlos Serrano, que ejerció de patrón del segundo y marinero del tercero. /En la imagen de la izquierda, Juan Fernández Sanjuán (1927-2004).

LA VIRGEN DE LA ESCOLLERA

Probablemente lo más significado de la historia del Adriano II fue su empleo, aprovechando su prestancia y bonitas hechuras, en dar paseos turísticos diurnos y nocturnos por la bahía interior y Cádiz, a partir de los años 50, cuando lo peor de la posguerra había pasado y las cosas comenzaban a mejorar. Y antes, en los 40, el vapor acogió algunas celebraciones civiles y religiosas.

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La ofrenda floral ante el monumento a la Virgen del Carmen, 17 de agosto de 1947. A la derecha un pesquero alicantino. /Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Como la que recoge la foto adjunta, tomada el domingo 17 de agosto de 1947, cuando con motivo del voto Asuncionista que dos días antes juró El Puerto y tras oficiarse una misa de campaña a las diez y media de la mañana en la pérgola del Parque Calderón (la que derribó un temporal en 1964, junto al Kiosco de Murga), las autoridades civiles y de Marina se encaminaron al muelle del Vapor para embarcar en el Adriano II con el fin de depositar coronas de flores y cantar la Salve Marinera en el monumento a la Virgen del Carmen –la Virgen de la Escollera que llamaron-, donde el río y el mar confluían, inaugurado, con la presencia de las autoridades a bordo del Adriano I, el 17 de febrero del año anterior por gestión del hasta entonces Ingeniero Jefe de Obras del Puerto, Antonio Durán Tovar (1911-2012, ver nótula núm. 1295) y la mano del artista Juan José Bottaro (1896-1970, ver nótulas núms. 212 y 285).

El acto volvería a repetirse el 15 de agosto del 49, un año antes de que Pío XI declarara dogma de la Iglesia la Asunción de la Virgen. La de la Escollera se reubicaría en septiembre de 1973 en la punta del espigón de Levante.

vapores_5_6_puertosantamariaLA EXPLOSIÓN DE 1947.

Nadie podía sospechar aquella festiva jornada del 17 de agosto del 47 que al día siguiente se iba a producir en Cádiz una gran tragedia: la explosión de las 491 minas almacenadas en uno de los depósitos de la Base de Defensas Submarinas emplazada en Puntales, que causó la pérdida de numerosísimas vidas. Años después, Pepe ‘el del Vapor’ (que precisamente nació un 18 de agosto) recordó en una entrevista de prensa (Diario de Cádiz, 26-IX-1976, ver nótula núm. 1026) tan aciago día: “Aquella noche fuimos de los primeros en llegar. Estaba en El Puerto y me vine a Cádiz con el Adriano II a ponerme a disposición de la Comandancia de Marina. No fueron necesarios nuestros servicios y, de madrugada, regresamos llevándonos un pasajero, un vecino de El Puerto, al que sorprendió la explosión en Cádiz.” /En la imagen de la izquierda, la misma jornada del 17 de agosto de 1947, de popa, entonándose los acordes de la Salve Marinera. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

LA CANALIZACIÓN DEL RÍO

Aquel año del 47 había comenzado mal. En enero y febrero, repetidos temporales causaron el aterramiento del canal de acceso al puerto, por lo que fue preciso dragarlo.

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El Adriano II pasando ante las obras de canalización del río. / Foto, colección Luis Serrano.

La obra se verificó en marzo del 48, al tiempo que comenzó a modificarse, en la banda de la ciudad, el muelle pesquero. Al año siguiente, marzo del 49, se presentó el ‘Plan General de Ordenación del puerto’, cuya aplicación conllevó la construcción de un muelle comercial frente a la ciudad, cuyas obras se ejecutarían en su mayor parte en 1951. Hasta entonces, las murallas de la otra banda se extendían desde el puente de San Alejandro en 200 metros, que serían ampliados, tras ganarse terrenos al río con las nuevas murallas, hasta ocupar una extensión de 540 m lineales. Y se construyeron, por el entorno del transbordador de la sal, almacenes de clasificación de materiales y productos, especialmente para vino, pues las autoridades apostaron por que los caldos de El Puerto y Jerez tuvieran aquí su primer centro exportador por vía marítima. Le cupo a la motonave Delia, alemana, el 17 de julio del 51, ser el primer barco que en el nuevo muelle cargó sus bodegas de nuestro preciado producto.

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El nuevo río que quedó con las obras de los años 40-50. / Foto, colección Luis Serrano.

Con los años, todo se fue al traste. Principalmente, por el poco calado del río, que requería repetidas obras de dragado que económicamente se hicieron insostenibles. El principal responsable de la construcción del muelle comercial y del dragado del río, que ciertamente trajo un considerable auge en el tráfico marítimo (como había sucedido a fines de los 20 y comienzos de los 30), fue Juan Machimbarrena Aguirrebengoa, quien fuera nombrado Ingeniero Jefe de Obras del Puerto en febrero del 46, en sustitución de Antonio Durán.

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El segundo de los Adriano atracado en el muelle del Vapor.

La navegación en la bahía mejoró considerablemente con las obras que mediado el siglo XX se realizaron en las entradas de los puertos de Cádiz –los espigones de Levante y de la Punta de San Felipe- y El Puerto.  “Antes –recordaba Pepe en 1976-, cuando había levante no se podía estar en el puerto de Cádiz. Muchos barcos se iban a Matagorda y los que sabían entrar se iban al Puerto. Aquí también los espigones ha sido lo mejor que se ha hecho. En El Puerto, los espigones de encauzamiento del río, el de La Puntilla (o de Poniente, de 1.324 m) y el de Valdelagrana (o de Levante, de 935 m), se inauguraron en 1970, por labor del entonces Ingeniero Jefe, José Antonio Español (1924-2004, ver nótula núm. 1892).

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Un atestado vapor rumbo a Cádiz

Tal era el panorama físico y económico de la ría del Guadalete a fines de los 40 y comienzos de los 50, cuando la bahía y España entera continuaban viviendo los años de la posguerra y los Adriano I y II seguían, día tras día, surcando la bahía.

LOS PASEOS

Travesías, realizadas en 35 o 40 minutos, que siempre seguían el mismo derrotero, describiendo un arco (desde Cádiz, poniendo proa hacia Valdelagrana y luego caer hacia la bocana del Guadalete) para evitar que los vientos de poniente y levante no molestaran y salpicaran a los pasajeros. Al respecto, Pepe ‘el del Vapor’ solía responderle a quien le preguntaba por el motivo de esta maniobra con el viejo refrán A la mujer y el viento, una cuarta a barlovento. Siendo el de levante, en tierra, un viento realmente molesto, en el mar las aguas se calman con el levante, al contrario que con el poniente.  

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Cómo ronea, cómo presume… Atracando en Cádiz, en la Puerta del Mar, como hicieron los vapores y los faluchos durante siglos, hasta que en 1993 se cambió el punto de atraque del Adriano III al muelle Alfonso XIII, junto a la Estación Marítima.

Célebres fueron los paseos que se organizaron a partir de 1955 con motivo del Trofeo Carranza al concluir agosto, cuando el Adriano II se convertía en un reclamo turístico para los foráneos  que a Cádiz venían a presenciar los partidos. El propio promotor del ‘trofeo de los trofeos’, el alcalde gaditano José León de Carranza –que vivía en El Puerto, en la plaza San Francisco- fue durante años, entre 1948 y 1969, cuando falleció, uno de los más asiduos viajeros del vapor, a quien Pepe siempre recordó con afecto. Como a Alfonso Sancho, el ex-alcalde y bodeguero portuense. O al también bodeguero Agustín Blázquez. Y al historiador gaditano Álvaro Picardo. Y a  Joaquín Vich, de quien Pepe dijo que “fue el que más malos ratos ha pasado con el problema de la barra. Él fue mi gran maestro, venía todos los días con nosotros. Era el capitán más joven que tuvo la Compañía Transmediterránea y vivía en una casa frente al muelle del Puerto que tenía un molino para el agua. A mí me consideraba como de la familia.

vapores5_12_puertosantamariaY recordaba al Padre Alegría, de quien contó –como para olvidarlo- esta simpática anécdota: “Es la primera vez que he visto a una persona que, cayendo, grite ¡auxilio! Habíamos atracado en el muelle del Puerto y cayó entre él y el barco. Le dio tiempo a gritar por el aire. Fue increíble porque, además, no le pasó nada.” /En la imagen de la izquierda, la letra del Vaporcito en el libreto original de Los hombres del Mar, 1965.

Fue entonces cuando Pepe dijo aquello de “no es gaditano del todo aquél que no se ha montado una vez en tan típico barco.” Y también sostuvo que Paco Alba, el autor del celebérrimo pasodoble del Vaporcito del Puerto, nunca navegó en el Adriano II. Y no le enmendaré yo la plana a alguien que realizó –se ha calculado- no menos de 150.000 travesías cruzando la bahía. 

EL PASODOBLE

Recordaba en la anterior entrega la que lió Perro Pachón en el Punta Umbría el año 34. Algo similar le ocurrió a Pepe. Lo contó en la citada entrevista: “…Estos viajes eran muy malos por las discusiones y las peleas y cuando un barco va tan abarrotado cualquier cosa de estas supone un disgusto muy grande. Una vez, uno de Jerez que venía borracho se tiró al agua y decía que quería llegar nadando hasta Jerez. Tuvo la suerte de que estaba la Draga cerca y ‘los ganguis’ salieron pronto a recogerlo. Pero él seguía en sus trece y tuvieron que llevarlo hasta El Puerto tendido boca abajo en la cubierta. Allí lo estaba esperando la Guardia Civil. Era Comandante de Marina don Francisco Martel y lo dejaron libre porque la madre vino llorando y todo.”

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Pepe ‘el del Vapor’ y José Rodríguez ‘el Sopa’ mientras Los hombres del mar cantan el pasodoble en el Adriano II. / Foto, Andrés Fdez. Valimaña.

altavoz50Pulsar sobre el altavoz de la izquierda para escuchar la letra del pasodoble de Los Hombres del Mar, original de Paco Alba 'El Vaporcito'. Año 1965.

Buenos tiempos fueron para el Adriano II  los de los carnavales gaditanos -las ‘Fiestas Típicas Gaditanas’ de entonces-, cuando las travesías se redoblaban y de las que nació, de la mano de Paco Alba, el inmortal pasodoble de Los hombres del mar cantado en el Carnaval de 1965 y desde entonces repetido en infinitas ocasiones como el himno de la bahía gaditana (no oficial) que es (a veces rematado con el Asturias patria querida).

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Fotograma  de La Becerrada con Juan Fernández Sanjuán haciendo de sí mismo, con un simpático 'lepanto' sobre la cabeza.

Escenas de dos películas se rodaron en el Adriano II. En 1947 (el año de la Virgen de la Escollera) La Lola se va a los Puertos, basada en la obra de los hermanos Machado (1929), ambientada en 1860 y dirigida por Juan de Orduña con un reparto encabezado por Juanita Reina. La otra cinta fue La becerrada, una comedia que dirigió José María Forqué en 1962 con guión de Jaime de Armiñán y la interpretación de Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre, María José Alfonso, Rafaela Aparicio, Irene Gutiérrez Caba...

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VARADO

El Adriano II prestó su servicio hasta 1982, cincuenta años después de botarse en Maniños. Se varó entonces en la margen izquierda del río, se macizó el fondo con hormigón y se pensó en convertirlo en un restaurante, pero la idea no cuajó. Terminó, como el Adriano I, desguazado.

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El Adriano II en sus últimos tiempos, atracado en la otra banda.

Pero a la saga de los Adriano aún le quedaba muchas travesías por cubrir. En 1955 comenzaría otra etapa,  la penúltima de las que se han sucedido desde que hace dos mil años comenzaron las travesías entre El Puerto y Cádiz. (Texto: Enrique Pérez Fernández) Continuará

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Los Adriano II y III en una postal de los años 70

Más Capítulos de Enrique Pérez sobre: Los Adriano: Historia de una tradición.
Capítulo 1. Los vapores (1840-1929). Nótula 1.986

Capítulo 2. Los faluchos. Nótula 1.993.
Capítulo 3. Antonio Fernández, ‘el Adriano’. Nótula 2.007.
Capítulo 4. Adriano I (1930-1955) Punta Umbría (1929-1934). Nótula 2.021.

En la imagen siguiente, el muelle del Vapor en 1930, próximo a concluirse. A la izquierda, el Hotel Vista Alegre. /Foto: Herederos de Eduardo Ruiz Golluri (entonces alcalde de la ciudad) es copia del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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En julio de 1930 se concluyó un nuevo muelle del Vapor, que sustituyó al que un año antes desbarató la explosión del Cádiz, el que en 1901 construyeron los Millán para el uso exclusivo de sus vapores de pasajeros. El nuevo se levantó a  iniciativa de la ‘Comisión Administrativa del Puerto del Guadalete’, en hormigón armado, que es el que sigue en pie junto a la plaza y fuente de las Galeras, con algunas reformas y al día de hoy sin uso. Se dio por inaugurado el 31 de julio, festividad de San Ignacio, como fue bautizado, aunque la gente lo continuó llamando muelle del Vapor, desde que en 1840 se levantó el primero en el mismo lugar.

EL PUNTA UMBRÍA.
Cuando el Adriano I llegó del Guadalquivir –de la Exposición Iberoamericana de Sevilla- otra embarcación venía cubriendo el servicio marítimo entre El Puerto y Cádiz, desde el 6 de octubre de 1929, cuando comenzó las travesías –con motivo de una novillada a celebrar en Cádiz- el yate Punta Umbría,  acabado de construir aquel año en Isla Cristina por el armador onubense Manuel Orta.

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En los primeros años 30 y en medio del río, el Punta Umbría. /Foto: Colección Francisco Mata en copia de Luis Serrano.

La iniciativa de restablecer y renovar la línea –la que sustituyó al vapor Cádiz- partió de un íntimo amigo de Orta, el armador de buques José Monís García, que entonces pasaba el verano en nuestra ciudad, en su recreo ‘Nuestra Señora de los Milagros’. El consignatario era Antonio Ruiz de Cortázar, con local enfrente, en la plaza de las Galeras esquina a Micaela Aramburu (donde estuvo el Bar la Galera y hoy La Venencia); que también ejercería como tal, al paso de unos años, del Adriano I.

El Punta Umbría tenía 21 metros de eslora, motor diésel de 120 caballos, apto para recorrer 12 millas a la hora (la ida y vuelta de El Puerto a Cádiz) y capaz para 215 pasajeros. Desde su llegada al Guadalete, su punto de atraque y embarque fue al otro extremo del Parque Calderón, en la escalinata del muelle general inmediata al puente de San Alejandro. Se decía entonces en la Revista Portuense que “podrá salir y entrar con todos los aguajes sin esperar mareas, lo que permitirá realizar los proyectos de su armador de hacer cada día cuatro viajes del Puerto de Santa María a Cádiz, y otros cuatro de regreso, a horas fijas y adecuadas para enlazar con los diversos trenes” (el mixto, el expreso y el ómnibus, y las mercancías y correspondencias, en el mensajero  y el correo).

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Detalle de la fotografía anterior, con su publicidad

Pero la falta de experiencia en la travesía, unida a condiciones climáticas adversas, le hizo pasar al Punta Umbría un mal trago a los tres días de inaugurarse la línea, el 9 de octubre del 29, cuando quedó encallado al salir del río, sin más consecuencia. Lo contó la Revista: “El vapor Punta Umbría al emprender ayer su viaje a la capital, y efecto a la intensa niebla que existe, quedó embarrancado poco antes de llegar a la barra, frente a la Puntilla. Allí permaneció hasta la marea de la tarde, en que salió por su propio impulso, dándole remolque hasta este puerto un bote del mismo vapor.

LA BUENA COMPETENCIA.
A partir del 15 de junio de 1930 el Adriano I  y el Punta Umbría compartieron el servicio durante cinco años, no pisándose en lo posible los horarios y en armonía y sana competencia, como está dado en la gente de mar  y se comprobó el 14 de agosto del 34, cuando ocurrió esto:  “Accidente marítimo.- Lo sufrió en la noche del domingo cuando hacía un viaje a la capital, el vapor Adriano que encalló abriéndosele una vía de agua cuando navegaba por las proximidades de La Puntilla. Tras ímprobos esfuerzos por el peligro que significaba acercarse al Adriano y con el auxilio de unas lanchas, fue tomando el pasaje que llevaba el Punta Umbría, quien lo condujo a Cádiz. El Adriano pudo ser sacado ayer del lugar donde embarrancó y conducido al varadero, lugar en el que le será reparada la avería sufrida.

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Horarios en la prensa de la época. La corrida la lidiaron Armillita Chico, Domingo Ortega y Victoriano de la Serna.

Movido día aquél para el Punta Umbría, porque unas horas antes ocurrió que un individuo –Perro Pachón lo llamaban, que la llevaba tan gorda que ni el agua se la quitó-, tras insolentarse con otros pasajeros, se escribió en el periódico, “optó por último por tirarse al agua cuando se encontraba dicho vapor en plena barra. Tras de originar que el barco evolucionara, al par que una lancha hasta restituirle a bordo, volvió el hombre a hacer la gracia cuando ya el Punta Umbría se encontraba frente a la fábrica de gas…” Ya en tierra fue invitado por dos guardias a visitar al sr. Juez de Instrucción.

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El Adriano I en 1933, en reposo próximo al puente de San Alejandro. Al fondo, los trabajos de la draga. /Foto: Colección Francisco Mata.

Ni al paso de dos meses, otro suceso de más calado impidió que el Punta Umbría tuviera una larga vida. Justo a los cinco años de comenzar las travesías, el 7 de octubre de 1934, la embarcación se fue a pique en el puerto de Cádiz. Pasó que una fuerte marejada de levante provocó que el patrón perdiera el gobierno al enfilar la dársena y la resaca lo hizo chocar contra la punta del muelle del Martillo. Hubo tiempo para que el remolcador de los prácticos del puerto -el Mercedes- acudiera en su auxilio y lograra atracar el barco, salvándose los nueve pasajeros y la tripulación (el patrón, un mecánico y dos marineros). Después, al ser remolcado para vararlo en lugar más protegido, se hundió. Al paso de unos días se reflotó y se puso en reparación, pero las averías que sufrió impidieron que el Punta Umbría volviera a navegar. Me suena.

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El Adriano I atracado delante del Parque Calderón, junto a unos faluchos. Detrás podemos ver el imponente edificio que existía con anterioridad a la actual sede de Romerijo.

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El desaparecido edificio donde hoy se encuentra Romerijo, y donde en las dos puertas de la derecha se encontraba el antiguo Bar ‘La Draga’. Enfrente, cruzando la calle Jesús de los Milagros, el actual Bar ‘La Herrería, ‘El Antiguo Dragón’, cuando El Puerto era más marítimo y marinero.

...continúa leyendo "2.021. LOS ADRIANO. La herencia de una tradición. 4: Adriano I (1930-1955) y Punta Umbría (1929-1934)"

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Santo Tomás de Villanueva, en su hornacina de la Prioral. /Foto: Curro Orgambides.

Rafael Alberti, en La Arboleda Perdida, rememoraba a un santo limosnero cuya imagen  podemos ver en la Iglesia Mayor Prioral, el obispo Santo Tomás de Villanueva:

alberti-90_puertosantamaria«Recuerdo, por visitarla casi todas las tardes, la de Santo Tomás de Villanueva. A ella llegábamos, a través de naves misteriosas, coincidiendo casi siempre con el instante en que el campanero —un hombre amarillento con cara de verdugo guillotinado—, en un ángulo oscuro de la iglesia, manejaba como cuerdas de horca las crujientes de las campanas que hasta la mar durmiéndose mandaban su quejido por las almas en pena. Delante de la verja cerrada del santo, de pie y ambos con la mano en súplica de limosna, mi madre me hacía repetir una oración, de la que hoy sólo recuerdo su principio y los versos finales:

Santo Tomás de Villanueva, 
santo querido de Dios,
esa bolsa que en tus manos tienes 

el Señor te la envió
para socorrer a tu bienhechor. 

Ése soy yo...

Lo que sigue, nunca he logrado reconstruirlo. Pero, en cambio, su precioso final, lleno de finura y de gracia, siempre me ha resonado en el oído, abriéndomelo desde entonces, y sin yo saberlo hasta más tarde, a esa ventana por donde lo popular andaluz, sobre todo, había de entrárseme tan de lleno:

...y por esas olitas de la mar 
que van y vienen,
lléname mi casa 
de salud y bienes».

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La imagen del obispo sin mitra, pero con solideo. /Foto: F.A.Gallardo.

Lo cierto es que, la oración completa que pronunciaban ante el santo las familias con la mano extendida cuando los negocios no iban muy boyantes, al completo, e intentando mejorar la memoria de Alberti, reza así:

Santo Tomás de Villanueva,
Obispo de Casasanta,
una limosna te pido
que me hace mucha falta.
Por tu padre,
por tu madre,
por las olitas del mar
que van y vienen,
que se me llene la casa
de salud y bienes.
Por la Santísima Trinidad,
que en mi casa no falte pan.
Y de una limosna que das todos los días
que la última no sea la mía.
Y, tú, que eres tan bueno
y tan querido de Dios,
sácame de esta aflicción.

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Esta oración impresa era de Aurora Gutiérrez Rodríguez-Madrazo --abuela del colaborador de GdP, Luis Suárez Ávila-- y era muy común rezarla a Santo Tomás de Villanueva, en la Prioral. /Ilustración: Colección L.S.A.

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vapores3_1_puertosantamariaLos tres Adriano que surcaron la bahía entre El Puerto y Cádiz durante 81 años (1930-2011) para siempre irán asociados a la figura de José Fernández Sanjuán, Pepe ‘el del Vapor’. Y es de justicia, porque en su prolongadísimo día a día –-donde se conforman las pequeñas-grandes historias de la cotidianidad--  fue un ejemplo de vocación y entrega a un oficio y a una sociedad.

Pero su figura y la historia de los Adriano no puede entenderse sin la de otro personaje,  su tío Antonio Fernández, quien diseñó, financió y puso a navegar a los dos primeros Adriano. Con la intención  de recuperarlo del olvido, esbozaré en esta página la vida de este singular y brillante gallego. /En la imagen de la izquierda, Antonio Fernández diseñando ¿alguno de los Adriano?

EN LA EXPOSICIÓN IBEROAMERICANA DE SEVILLA.

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Nuestro protagonista, Antonio Fernández Fernández, al que apodaban ‘el Adriano’, el nombre de su padre, arribó a Sevilla en octubre de 1929, cuando tenía 64 años. Desde mayo venía celebrándose en la ciudad  -tras una larga espera de veinte años desde que se concibió el proyecto- la Exposición Iberoamericana, donde se dieron cita, además de las regiones españolas y las provincias andaluzas y Portugal, algunos de los países de la otra orilla para mostrar sus culturas, sus realidades, sus avances.

Antonio llegó al Guadalquivir navegando desde la ría de Ferrol en su barco Adriano I, que desde que lo construyó en 1927 cubría, sólo los veranos y con miras turísticas, la línea Ferrol-La Coruña, tripulado por su hermano José como patrón y tres hijos de éste, Eduardo, Andrés y, de maquinista, José (nuestro ‘Pepe el del Vapor’, cuando llegó a Sevilla, un joven de 20 años). En aguas gallegas, tras salir de la ría de Ferrol y cruzar mar abierto, el Adriano viraba hacia La Coruña pasando por el castillo de San Antón, la Torre de Hércules y La Marola (marejada en gallego), un islote peligroso por sus bajos al que sólo se podía acercar con buen mar. Un dicho gallego lo dice: ‘Quen pasou A Marola, pasou a mar toda’; ‘Quien pasa La Marola, pasa la mar toda’.

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Entrada a la ría de Ferrol, protegida por los castillos de San Felipe y La Palma. Al fondo, Barallobre.  

En la larga travesía a Sevilla (613 millas) acompañaron a Antonio su hermano José, su sobrino Pepe ‘el del Vapor’ y un maquinista (que al poco tiempo, de regreso a su tierra, al entrar en la ría de Ferrol naufragó y pereció ahogado).

vapores_3_4_puertosantamariaEl motivo de la venida al Guadalquivir, participar en el acontecimiento alquilando la motonave a grupos de turistas que quisieran navegar entre Sevilla y Sanlúcar; como ya lo hizo otro Adriano a partir de 1840 con sus “hermanos” los vapores Trajano y Teodosio (los nombres de los tres emperadores romanos nacidos en Hispania). /En la imagen de la izquierda, José Fernández Fernández, el primer patrón del Adriano I, en 1955, a bordo del Adriano II.

En El Puerto hacía tres meses que se fue a pique, al explotar la caldera, el vapor Cádiz cuando estaba atracado al muelle del Vapor, que también quedó destruido. Sus propietarios, los ‘Herederos de Antonio Millán’, después de haber estado a cargo de la familia la explotación de la línea El Puerto-Cádiz durante 57 años, decidieron no continuar con las travesías con otro vapor de su flota y, al paso de unos meses, renunciaron a la concesión municipal del muelle (cuya reversión se cumpliría en 1950), “en atención –le decían en una carta al alcalde- al cariño que tanto nuestro padre como nosotros hemos profesado siempre al Puerto”.

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El Adriano I en el Guadalquivir, en 1929.

En noviembre, José María Millán marchó a Sevilla y contactó con Antonio Fernández. Le contó lo de la explosión del Cádiz y su intención de no emplear otro barco en la travesía. Y le ofreció que se hiciera cargo del servicio el Adriano I  a condición de que la familia Millán siguiera siendo la consignataria de la línea, con base en El Puerto. Y Antonio Fernández, ‘el Adriano’, aceptó la propuesta. Lo que iba a ser un periplo de ida y vuelta a la ría de Ferrol cambió, porque el Adriano I  nunca más volvería a navegar en aguas gallegas. Se hizo andaluz.

EL POLIZÓN QUE TRIUNFÓ. 
Antonio Fernández había nacido en 1866 en la parroquia coruñesa de San Pedro de Eume, en el concejo de As Pontes de García Rodríguez, en un paraje envuelto por las hermosas Fragas del río Eume. Aquí, con su familia, dedicada a las labores del campo, pasó sus primeros años hasta que en 1882, al cumplir los 16 y buscando nuevos horizontes de vida y futuro, como tantos otros gallegos, decidió emigrar a tierras americanas. Marchó de polizón en un carguero a Cuba, sólo con el bagaje de su corta experiencia como aprendiz de carpintero. Pero también le acompañaba una recia personalidad, una inteligencia natural y muchas ganas de abrirse camino. Y bien que lo consiguió.

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La ciudad cubana de Cienfuegos, la Perla del Sur. Plaza de José Martí.

Se asentó en Cienfuegos, el activo puerto comercial situado a orilla de la bahía de Jagua o de Cienfuegos, en el mar de las Antillas. Comenzó a trabajar en el sector del ferrocarril, y después en el de la construcción, donde encontró su sitio y su porvenir. Pese a su escasa preparación técnica y cultural, su tesón y talento natural lo convirtieron en un apreciado contratista y constructor, alcanzando al paso de pocos años una holgada posición económica. Lo suficientemente sólida como para decidir, en 1900, cuando tenía 34 años, en una Cuba recién independizada de España, regresar, a los dieciocho años de su partida, a su Galicia natal, convertido en indiano. Motivos de salud, una frágil salud de hierro que siempre acompañó a Antonio, también le inclinó a saltar de nuevo el charco.

DE VUELTA A CASA.

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El astillero de Antonio Fernández (segundo por la izquierda) en Maniños, donde nacieron los Adriano I y II.Cuando Antonio Fernández volvió a España no se asentó en las tierras interiores de su Eume natal, sino en la margen izquierda de la ría de Ferrol, en la parroquia de Barallobre. Sus años vividos en la bahía de Cienfuegos le habían apegado más al mar que a la tierra. En Barallobre instaló, en memoria de sus primeros años de aprendiz, una carpintería, y en la inmediata playa de Maniños un pequeño astillero, donde se construyeron, en 1927 y 1932, los dos primeros Adriano. En ambos negocios y quehaceres pasó el resto de su vida, diseñando y trazando planos, incluidos los de los Adriano, porque Antonio era más que apañado y habilidoso para todo lo que se proponía.

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El Monumento al Caminante Desconocido, un “capricho” de ‘el Adriano’.

Aún hoy la huella de este gallego bajito, enjuto y todo nervio, perdura en Barallobre:  en el ‘Monumento al Caminante Desconocido’ que de su bolsillo construyó en 1934 a las afueras de la población, consistente en una biblioteca al aire libre rodeada de un jardín con los nombres de destacados personajes gallegos en el respaldo de los bancos (que en 1984, con motivo de la reurbanización del entorno, reubicaron junto a la carretera de Perlío a Maniños).

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El Cine Adriano en Barallobre, en 1960.

O en el imponente Cine Adriano que construyó en 1947. Pero la más destacada huella de Antonio en su tierra es la casa de estilo colonial que para habitarla diseñó y construyó entre 1918 y 1921, con la ayuda de sus tres hermanos: Perla del Sur la llamó, como era y es conocida Cienfuegos, la hermosa ciudad cubana que le dio todo.

vapores_3_10_puertosantamariaPERLA DEL SUR.
Esta singular construcción,  hoy más conocida como la ‘casa del Adriano’ y ‘casa de la maleta’, se levanta en la ladera de una colina que desde Barallobre domina, en una vista impresionante, la ría de Ferrol. Es una vivienda realmente peculiar, en la que Antonio Fernández dio rienda suelta a su ingenio y experiencia como constructor, resultando una casa a modo de palacete con planta de flecha biselada formada por ocho fachadas, en el que se entremezclan diversos estilos –propio del eclecticismo imperante en la época- pasados por el tamiz de ‘el Adriano’. /En la imagen de la izquierda, la Perla del Sur, la casa de ‘el Adriano’ en Barallobre.

En la siguiente foto reproducimos una imagen, de cuando aún la Perla del Sur no estaba concluida, del centenario tejo –el árbol sagrado celta- que plantó junto a la casa, en el que aparece la familia de Antonio –él en la cúspide- sobre tres plataformas de hormigón dispuestas entre la podada copa. Las cosas de ‘el Adriano’…

vapores_3_12_puertosantamariaDe tan singular arquitectura destaca el mirador que levantó sobre la terraza, dando vista a la ría y asentado sobre ocho columnas a modo de un templete circular en las que descansa una cúpula nervada (muy similar al del Palacio de Ferrer, al fondo de la foto de Cienfuegos adjunta), y rematando el conjunto, la estatua de un hombre, el propio Antonio Fernández, que simboliza el regreso del indiano, portando una gabardina bajo el brazo, a sus pies una maleta (de aquí el nombre con el que es conocida la casa), y levantando con el otro brazo un faro, que de noche emitía destellos, símbolo del éxito alcanzado y guía para quienes siguieran el camino que él emprendió en su juventud. /En la imagen de la izquierda, el cenador del centenario tejo con la familia de ‘el Adriano’

Del interior de la casa resaltaría las cinco placas de mármol que Antonio dispuso en 1925 en las paredes de una de las estancias, que recogen otras tantas reflexiones filosóficas con estos encabezamientos: LA PATRIA, LO PASADO, EL PRESENTE, EL PORVENIR y QUEDA DISPUESTO. De la lectura de los textos deduzco, junto al testimonio que me contó un familiar, que Antonio fue un hombre comprometido con su tiempo, universalista, con conciencia de clase, defensor de los derechos de los trabajadores, solidario con sus semejantes, a quienes ayudó en no pocas ocasiones, republicano cuando llegó la República, multado por las autoridades franquistas cuando llegó el Movimiento...; más allá de ideologías, diría yo que un humanista librepensador. Y muy peculiar. Su lema, también grabado en la casa, era El trabajo es mi Dios y el mundo mi tumba. Falleció en 1946, sin tiempo para haber construido el tercero de los Adriano.

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La figura de Antonio Fernández dominando la ría de Ferrol desde el mirador de su casa.

DEL GUADALQUIVIR AL GUADALETE.
Antonio nunca olvidó, por todo lo que le dio, a Cuba. Así que cuando se enteró de que iba a estar presente con un pabellón en la Exposición Iberoamericana, decidió, después de 29 años alejado de la isla, reencontrarse con ella en Sevilla y organizar el periplo turístico con miras económicas que llevaría al Adriano I al Guadalquivir y, tras el evento sevillano y el acuerdo con José María Millán, a la bahía de Cádiz, en un viaje sin retorno.

No puedo precisar cuándo llegó el Adriano I al Guadalete. Siempre se ha dicho y escrito que en el mismo año 29, pero la documentación que poseo no lo corrobora. En cualquier caso, no fue hasta el 15 de junio de 1930 cuando por primera vez comenzó a anunciarse en la Revista Portuense el nuevo servicio de pasajeros entre El Puerto y Cádiz, seis días antes de que en Sevilla concluyera la Exposición Iberoamericana.

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El Adriano I (1927-1955) en el Guadalete, frente al Parque Calderón y la Casa de Rivas (hoy Romerijo).

Vivía entonces El Puerto buenos tiempos para el tráfico de barcos en el río y la bahía. En mayo del 29 se constituyó  la ‘Comisión Administrativa del Puerto del Guadalete’, dirigida por el ingeniero Ignacio Merello Llasera (tío de Rafael Alberti). Hasta los primeros años 30 la Comisión promovió, entre otras obras, el dragado del río, la apertura de un nuevo canal en su embocadura, la construcción de un nuevo muelle del Vapor, la de un transbordador aéreo de sal para transportarla desde la salina de La Tapa a las bodegas de los barcos (desmantelado a fines de los años 60), y una fábrica de cementos Portland. Con tales acciones creció considerablemente el tráfico marítimo de mercancías, permitiendo la entrada en la ría del Guadalete de buques de hasta 1.700 toneladas. La guerra civil y los primeros años de la posguerra paralizaron las expectativas nacidas durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República.

En 1930, las condiciones estaban dispuestas para que comenzara a navegar entre El Puerto y Cádiz el Adriano I, el que construyó un singular gallego en un pequeño astillero de la ría de Ferrol. Todo un personaje. (Texto: Enrique Pérez Fernández) Continuará

Más Capítulode de  Los Adriano: Historia de una tradición.
Capítulo 1. Los vapores (1840-1929). Nótula 1.986
Capítulo 2. Los faluchos. Nótula 1.993.

 

 

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luciocorneliobalbo_elmenor_puertosantamariaSe cumplen con esta de hoy, 2.000 nótulas --2.000 días-- 2.000 artículos de Gente del Puerto, tras cinco años y medio de cita diaria con sus lectores. Con tal motivo hemos querido traer a estas páginas electrónicas la historia del fundador del Portus Gaditanus --el actual El Puerto de Santa María-- realizada por el investigador, Juan José López Amador. Agradecemos a los lectores que, con su constancia, y confianza, hayan hecho que esta sea la web de El Puerto mas visitada a diario. /José María Morillo.

Nuestra ciudad, El Puerto de Santa María esconde bajo el solar del casco histórico un importante puerto comercial desde la época romana, el Portus Gaditanus. /En la imagen de la izquierda, estatua que en 1855 el Ayuntamiento de Cádiz erigió a la memoria de Lucio Cornelio Balbo 'el Menor', hoy ubicada junto a Puerta de Tierra.

Las menciones al El Puerto (Portus en los textos grecorromanos) son escasas e imprecisas. Las encontramos en los Vasos de Vicarello, el Itineario de Antonino, y el Anónimo de Rávena. La presencia de una calzada romana, la Vía Augusta, se vertebró en los años del Principado de Augusto, y partiendo de Gades,  tuvo su paso por el Coto de la Isleta portuense, cruzando el Guadalete por el puente de piedra, que la historiografía desde los siglos XII al comienzo del XX hablan de sus ruinas.  Personajes que marcaron el curso de la Historia de España como Alfonso X, Cristóbal Colón, don  Juan de Austria, Miguel de Cervantes o Felipe V, durante sus estancias en nuestra ciudad lo contemplaron en las aguas del Guadalete, continuando posteriormente la vía por la campiña por tierras de Balbaina hacia Hasta Regia, en el término municipal de Jerez.

consuldelarepublicaderomaPero este puerto, la calzada y el puente que atravesaba su río, tuvo un  creador detrás, un hombre nacido en nuestra tierra, un gaditano que hace más de 2000 años trajo parte de Gades, de nuevo a tierra firme (con anterioridad lo fue el Castillo de Doña Blanca), su fundador: Lucio Cornelio Balbo, 'el Menor', quien por circunstancias que ahora veremos, los estableció por su iniciativa a partir del año 19 a.C.

Se tiene por fundador de El Puerto de Santa María a Alfonso X  (1264), y cierto es que la ciudad que hoy habitamos debe su origen al Rey Sabio, pero también es verdad, que la arqueología  en estos últimos decenios, ha proporcionado una cantidad importante de datos de época romana, como para verificar que en solar que ocupa la ciudad actual había una población significativa, y esto ha sido ignorado debido a su desconocimiento. Hoy sabemos que tuvo un primer creador en la persona de Balbo 'el Menor'.

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Reconstrucción de la obra realizada por Balbo para abrir el canal (desembocadura del río Guadalete), donde situaría el Puerto Gaditano.

De hecho, el mayor símbolo que representa la historia portuense y que le dio la vida, la desembocadura del río Guadalete, fue obra suya, fue él quien la mandó abrir, a pico y pala, excavándose un canal en las arenas del Manto Eólico Litoral, conectando las aguas de la bahía con el cauce del río San Pedro (la Madre Vieja), que hace dos mil años era el Guadalete que desembocaba en la bahía por las inmediaciones de Puerto Real.

Sabemos de la apertura de este canal artificial llamado río Guadalete, no solo por los estudios geomorfológicos y arqueológicos realizados, además, también tenemos  un documento, su autor es Muhammad b. Abi Bakr al–Zuhri, que visitó Cádiz entre 1146–54/61, donde cuenta de forma clara su apertura, a través de  una leyenda.

balboelmenor_busto_puertosantamariaBalbo 'el Menor' fue su promotor, encargó a técnicos y operarios la apertura de la actual desembocadura del Guadalete para establecer las nuevas infraestructuras portuarias, el Portus Gaditanus. El lugar elegido no se designó al azar, sino en el espacio adecuado, el que reunía las condiciones precisas para habilitar un puerto fluvio-marítimo que estaba llamado a convertirse, por su volumen de carga, en uno de los centros exportadores más importantes del Mediterráneo. /Busto de Balbo 'el Menor'. Cádiz, 1855.

Balbo nació en una rica familia fenicia radicada de antiguo en Gadir, enriquecida con el comercio marítimo. Esta fortuna permitió a su familia y a el mismo,  formar parte del exclusivo núcleo íntimo de dos de los Emperadores más destacados en el tiempo, César y Augusto. Su familia, concretamente su tío, Lucio Cornelio Balbo, 'el Mayor', lo introdujo en ese mundo tan selecto. Los estudios del profesor Juan F. Rodríguez Neila, nos permite conocer buena parte de la historia de esta familia Gaditana.

Lucio Cornelio Balbo, 'el Menor', nació en Gades hacia el año 72 a.C. Hijo de Publio Balbo, comerciante de filiación púnica estuvo toda su vida con  los negocios familiares, mientras su hermano Balbo 'el Mayor', hizo carrera en Roma. Pronto se llevo a su sobrino para enseñarle los secretos y artimañas del poder.

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En el Museo Capitolino de Roma, edificado sobre el antiguo Templo de Júpiter, se encuentran los fasti triumphales, unas placas de piedra en las que están inscritas los triunfos que fueron otorgados por el senado romano a los cerca de doscientos  generales romanos, desde el triunfo de Rómulo sobre los caeninenses en el  752 a.c. hasta el triunfo obtenido por el cónsul gaditano Lucio Cornelio Balbo en África, en el año 19 a.c., que aparece en la imagen.

La gloria le llegó a Balbo a partir del año 21 a.C., el Senado le otorgó el título de procónsul de la provincia de África, donde dirige operaciones militares contra los garamantes, belicosas tribus nómadas, que fueron detalladas por Plinio 'el Viejo', y acabadas con éxito, es aclamado imperator por sus soldados. En Roma es aclamado por el pueblo, entrando en una cuádriga, mostrando el botín confiscado, el 27 de marzo del año 19 a.C. se celebró la ceremonia de su triunfo. Fue el primer general no romano de origen que entró triunfante en Roma, y el último senador no miembro de la familia imperial que lo consiguió.

teatro_balbo_2Para conmemorarlo, el mismo año 19 Balbo comenzó la construcción, sufragado con el botín saqueado, de un teatro en Roma, el tercero de los estables levantados, finalizado en el año 13, era el más pequeño de los tres, pero no menos suntuoso, Plinio destacaba cuatro columnas de ónice, también construyó la Cripta de Balbo. /En la imagen de la izquierda superior, dibujo del Teatro Balbo, en Roma tras su construcción. En la imagen inferior izquierda, los restos de la Cripta de Balbo, en Roma, tal y como se encuentran en la actualidad.

cripta_balbi_1Pero no solo construye en Roma, aquí en la Bahía Gaditana, creara una organización de los espacios, que cambiaran radicalmente todo el entorno. Funda el Portus Gaditanus, concluye la ampliación de Gades creando con la vieja ciudad la que Estrabón llamaba Gemela o Didyme, construye (seguramente siguiendo un viejo camino) la calzada, la Vía Augusta. También sería entonces cuando se construyó el paso de la Vía por el puente de piedra sobre el caño de Sancti Petri (puente Suazo), así como otra colosal obra, el acueducto para la conducción del agua que suministraba a Gades. Medios económicos no le debieron faltar. Su fortuna personal la incrementaría heredando la de su tío.

teatro_balbi_romaProbablemente el gaditano ya había recibido el título de pontifex, aunque no se conoce con certeza cuándo, pero debió ser hacia el año 19, tras su entrada triunfal en Roma. Existen una serie de medallones conmemorativos de su sacerdocio, pero se desconoce su data y si fueron acuñados a iniciativa del propio Balbo o, una vez fallecido, en su honor. El estudió y clasificación de las piezas,  por sus características formales y metrología se cree que fueron emitidas entre los años 8 a.C. y 4 d.C., y que serían póstumas. De ser así, sería ésta la única referencia cronológica con la que contamos para encuadrar el fallecimiento de Balbo. Como sacerdote escribió al menos, 18 libros. No se han conservado, pero por una cita de Macrobio se sabe que trató con lujo de detalles el culto a Hércules, que tan cercano, como dios tutelar de Gades, le era. De hecho, en las referidas acuñaciones conmemorativas del pontificado de Balbo aparece siempre al anverso el Hércules Gaditano con la piel de león y la clava. /En la imagen de la izquierda, restos del Teatro Balbo en Roma.

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Dibujo de moneda conmemorativa gaditana, Hércules Gaditano con la clava y piel de león. Al reverso, con la leyenda PONT BALBVS, y los atributos del pontificado de Balbo el Menor.

placa_balbo_caceresDespués del año 19, es nombrado patrono de la colonia Norba Caesarina, la actual Cáceres, como reza en una lápida de su muralla, Norba fue fundada en los años 35-34 a.C. por Gayo Norbano Flaco, su vínculo con Balbo, eran consuegros, y en muestra de agradecimiento por alguna gestión en beneficio de la colonia lusitana.  La única hija del gaditano, Cornelia, casó con un hijo de Norbano, Cayo, que fue designado cónsul el año 24 a.C. /En la imagen de la izquierda, lápida votiva dedicada a Lucio Cornelio Balbo,el Menor, Patrono de la Colonia Norbensis Caesarina (Cáceres). "L (ucio) Cornelio Balbo imp (eratori) / c (OLONIA) Norba Caesa (rina) / patrono"

Siendo que Balbo el Menor no llegó a alcanzar la alta magistratura del consulado, sí la recibieron también sus dos nietos, los Norbanos, C. Norbanus Flaccus (15 d.C.) y L. Norbanus Balbus (19 d.C.). Acaso pasó Balbo el Menor los últimos años de su ajetreada vida retirado en Roma, o en la Norba de su patronazgo, o tal vez en Gades, la vieja ciudad fenicia que lo vio nacer, a la que, como su tío paterno, siempre tuvo presente y, con sus luces y sombras, ambos convirtieron en una de las ciudades portuarias más importantes del Imperio romano.

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Plano del entorno del Castillo San Marcos. En el recuadro de la fotografía aérea marcamos el espacio que ocupa el plano, donde situamos los hallazgos constructivos de época romana exhumados en las actuaciones arqueológicas.

El Portus Gaditanus era una prolongación de Gades (Cádiz), y su papel seria canalizar por vía marítima los excedentes agrícolas de la región, y su exportación a los principales puertos del Mediterráneo. Las fértiles tierras turdetanas producían lo suficiente para abastecer tanto las necesidades propias como  las exteriores, principalmente, de vino y aceite, y en la costa, la elaboración de salazón del pescado, sus salsas y derivados

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Detalle del sondeo en la Cátedra de Alfonso X El Sabio, con la doble puerta de un edificio de época romana. Diferenciamos en colores los dos periodos presentes, romano y andalusí, y la duna sobre la que se asientan las construcciones.

Las infraestructuras principales del Portus Gaditanus, estaban ubicadas con toda seguridad en un recinto, su principal núcleo, el portuario, estaba en el entorno del Castillo de San Marcos. Procedente de la zona del Caracol discurría un manantial por la calle Ganado, el Arroyo de Zangarriana,  frontera y muralla natural para el control de quienes accediesen por el puente y la calzada de la Vía Augusta, trazado que coincide con la Cárcava y muralla almohade.

No debió ser el Portus Gaditanus una población muy extensa, sólo la necesaria dedicada a la administración de la Aduana, al control de las mercancías y productos, zonas de almacenajes, embarque, infraestructuras y servicios básicos, con diques, faros, balizas, Aduana, almacenes, astilleros, y un sistema de aguada, un núcleo industrial de alfares de ánforas y otros envases, templos, viviendas, y un mercado.

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Composición en la que hemos aislado de su enclave las diez columnas romanas reutilizadas en la construcción de la mezquita del Castillo de San Marcos. El dibujo de la planta de la mezquita sitúa la ubicación de cada una.

La máxima autoridad portuaria la ostentaría un curator o aedil, magistrados encargados de las obras públicas asociados en Gades a los quattuorviri aedilicia potestate, cargo que el propio Balbo el Menor desempeñó en su ciudad natal en los años 44-43 a.C. A un quattuorvirL. Valerius Fecula-, que probablemente fue la primera autoridad del Portus Gaditanus en años imprecisos del s. I d.C. y cuya lápida sepulcral fue hallada en El Puerto, en lugar inmediato al río.

A las órdenes de la primera autoridad se encontraría un procurador y un ingeniero portuario, y en la Aduana, un equipo formado por tabularii, que controlaban la entrada de los productos, secretarios, pesadores, contables, tenedores de libros y registros... Y con el personal administrativo, un considerable número de obreros y esclavos dedicados a las labores portuarias: estibadores, porteadores, gruistas, barqueros, calafateadores... Y ojo avizor, preparando y controlando los fletes en los barcos mercantes, los negotiatores y mercatores como representantes de los navicularii o armadores.

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A la izquierda, fotografía aérea (Google Earth ) en la que con puntos marcamos el trazado de la Vía Augusta en su tramo Portus Gaditanus–Hasta Regia. Hacia la mitad del recorrido (círculo) situamos las tierras del pago de Balbaina, que, como su propio nombre indica, debieron ser tierras de la todopoderosa familia de los Balbo.

También los Balbos, parece que tenían tierras para la producción de vinos en las campiñas jerezanas y portuenses, aún hoy en día pasando las lagunas del Complejo Endorreicos de El Puerto de Santa María, se conservan tierras de las mejores viñas con el nombre de Balbaina.

La continuidad del Portus durante el periodo tardorromano y la Antigüedad Tardía (ss. III-VII), cuando Portum (como lo nombra el Anónimo de Rávena), ya independiente de la decadente ciudad matriz de Gades y a juzgar por lo que al día de hoy señala la arqueología, llegó a convertirse en los siglos IV-V en el principal núcleo poblacional de la bahía.  /Texto: Juan José López Amador, información tomada del libro El Puerto Gaditano de Balbo.

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Para saber más sobre estos temas, aconsejamos al lector consulte los siguientes trabajos:

RODRÍGUEZ NEILA, J. F., 1973: Los Balbos de Cádiz. Dos españoles en la Roma de César y Augusto. Sevilla.1980: El municipio romano de Gades. Diputación de Cádiz. 1992: Confidentes de César. Los Balbos de Cádiz. Ed. Sílex.

LÓPEZ AMADOR, J. J. y PÉREZ FERNÁNDEZ, E., 2013: El Puerto Gaditano de Balbo-El Puerto de Santa María. Cádiz. Ed. El Boletín.

En la casona anexa a la antigua aduana ducal de los Medinaceli que se hallaba y se halla frente a la antigua iglesia de la Caridad, hoy día el abandonado y ruinoso Hospital Municipal de San Juan de Dios, casa que tiene su entrada por la calle del Palacio o de Palacio, llamada anteriormente de los Oficiales y, modernamente, Reyes Católicos, ...

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La casa natal de José Navarrete, en su fachada a Micaela Aramburu.

... aunque al igual que pasan con otras calles como Larga, Pozuelo, Arena, Nevería… el nombre oficial cuenta poco y ésta que nos ocupa es popularmente conocida como Palacio; en ese inmueble, el número 1 de dicha calle, nació José Navarrete y Vela Hidalgo hace 178 años. Su padre, Rafael Navarrete Ortega, tenía  entonces 44 años y su madre, Josefa Vela Hidalgo, roteña de nacimiento, recién cumplido los 20 y también recién casada, pues apenas había pasado un año desde que, en 1835, contrajese matrimonio con el administrador del duque de Medinaceli y padre de nuestro personaje que llevaba instalado en El Puerto poco más de un lustro en compañía de su madre viuda, abuela paterna a la que prácticamente no conoció Navarrete pues falleció dos años después.

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La casa natal de José Navarrete, en su fachada a la calle Palacios, que tomaría su nombre entre 1903 hasta 1935.

Apenas se han difundido a lo largo del pasado siglo XX datos biográficos de este ilustre paisano, amigo y camarada de Pedro Antonio de Alarcón, y de Espronceda, Campoamor, Larra o Bécquer, entre otros muchos escritores, músicos y pintores de su época. Sus simpatías republicanas y su talante liberal sin tapujos habrá influido tal vez para que las generaciones que le sucedieron y el dominante conservador imperante durante más de la mitad del pasado siglo en esta bendita ciudad negasen el “pan y la sal” a este militar y político, pacifista y adelantado a su tiempo, además de articulista, conferenciante, novelista… y, en consecuencia, no fuese resaltado entre las distinguidas “Gentes de El Puerto” de su generación años después y olvidado de la memoria colectiva de los portuenses. Hoy lo traemos a Gente y Habitantes de El Puerto.

martinezalfonso_puertoenlaliteratura_puertosantamariaMartínez Alfonso en su ensayo “El Puerto de Santa María en la literatura española” lo cita dentro de un epígrafe que rotula como “Tres nombres famosos” junto a Javier de Burgos y Federico Rubio, “los tres hijos del Puerto y ganadores de merecido renombre en el ámbito nacional”. Lo define como “militar levantisco, viajero infatigable, liberal impenitente y hasta un tanto demagogo, era, sin embargo, muy buena persona en el fondo.” Una definición inexacta e incompleta, en mi opinión. Inexacta por su calificación de militar levantisco o liberal demagogo, e incompleta por la omisión de una cualidad o característica importante de su personalidad: su gusto por las mujeres. La mejor definición la vemos en el título de una de sus pequeñas piezas teatrales: Cuantas veo, tantas quiero” comedia en un acto y en verso que fue aprobada por la censura para representarse en los teatros Cádiz, durante los carnavales de 1868 y que, posiblemente, también se estrenase en el llamado “Teatro Viejo” de la calle Misericordia, del que tanta nostalgia tenía Navarrete.

tsantasveocuantasquiero_NAVARRETE_PUERTOSANTAMARIAEn un artículo suyo publicado en el periódico capitalino “El Liberal” titulado “El Trípili”, relata que asistiendo a un concierto en el casino de Niza le sorprendió encontrar en el programa “Jota y Trípili, de M.A. Col” y comenta: “El Trípili, como sabe todo el mundo en España, es una tonadilla muy antigua, pero bonita, y que pertenece al repertorio de canciones andaluzas que no deben jamás confundirse con los cantos importantes de los gitanos. Esta tonadilla, se cantaba medio siglo há (cuando él tenía diez o doce años) en el teatro, que ya entonces llamábase viejo, sito en la calle de Misericordia, en el Puerto de Santa María.” Refiere también una jocosa anécdota de aquellos años infantiles en El Puerto, recordando “al gracioso (actor) Guerrero, un narigón que cantaba El Trípili con una real moza, la cual volvía loco al público de la cazuela con la copla de su invención:

Un capitán de navío
que ha venido de Lisboa,
quiere llevarse a Guerrero
para mascarón de proa.
Con el trípili, trípili, etc.”

Recordando su pasado juvenil y sus padres “veía en la calle de Palacio, frontero al paseo del Vergel y a la iglesia de la caridad un caserón de los duques de Medinaceli, en el cual vivía una señora joven, con los cabellos blancos, bien parecida y de carácter angelical, casada con un anciano valetudinario, seres que ya dieron sus cuerpos a los gusanos y velan por mí desde lo alto…”

Debemos insistir en su condición de “impenitente” admirador de la mujer, mejor dicho, de las mujeres en plural, a las que dedicó toda su producción poética. Fue muy conocida en su época una de estas poesías dedicada a “cierta Concha/más rica que las de nácar” dedicada a una dama madrileña anónima que quisieron identificar con la marquesa de Follevirle. En la primavera de 1879 participó con este poema: “A Concha”, lleno de gracia andaluza y de colorido, y versificado con singular facilidad, en una sesión de lectura poética en el Teatro de la Zarzuela, en la que intervinieron, entre otros, Núñez de Arce, Campoamor y Bécquer.

lasllavesdelestrecho_navarrete_puertosantamariaSu vida profesional se inicia cuando ingresa en la Escuela Militar de Segovia de la que sale con el grado de Alférez. En 1860, con 24 años y ya teniente, participa en la Guerra de África a las órdenes del general López Domínguez, al que dedicará su obra “Las llaves del Estrecho”, publicada en 1882. Por la ocupación de Tetuan, Navarrete, que formaba parte de la Compañía de cohetes del 3º Regimiento de Artillería de a píe, fue ascendido al grado de capitán. En 1862, cuando se evacuó Tetuan fue destinado a Badajoz y, posteriormente a Colmenar. Ya entonces colaboraba asiduamente en la revista “El Mundo Militar” y en otras revistas nacionales. También se adhirió a la Liga Internacional de la Paz, descubriendo en este concepto –la paz- su autentica vocación, iniciando una serie de conferencias  en el Ateneo Militar de Madrid, con títulos tan sugestivos y comprometidos como: “La fuerza pública en sus relaciones con el Derecho” o “¿Cuándo concluirá la guerra? En  otras conferencias censuraba abiertamente la organización de los ejércitos y en todas ella recibió una crítica favorable de la prensa que alabó sus conferencias, “bellas de forma y de espíritu verdaderamente liberal.”

Su alegato como abogado defensor del alcalde de Bornos, Manuel Navarro Laporte, ante el fiscal togado que le encausó como supuesto colaborador de la partida insurrecta de Paúl y Salvochea fue también sonado. El juicio se celebró el mes de diciembre de 1869 en los pabellones de Artillería de Cádiz con un fallo absolutorio a favor de su defendido  por parte del Tribunal Militar.

COMITÉ REPUBLICANO FEDERAL DE EL PUERTO.

Posteriormente, en junio de 1871, fue elegido presidente honorario del comité republicano federal de El Puerto de Santa María, comité que presidía José Asencio y del que formaba parte, entre otras ilustres personas, el bisabuelo de Luis Suarez Ávila, Bonifacio Rodríguez Ávila.  Unos meses después, en abril de 1872, el comité local de coalición republicano lo eligió como su candidato para las Cortes por el distrito de El Puerto de Santa María. Sin embargo, sus duras, aunque justificadas críticas contra el estamento militar a que él mismo pertenecía no pasaron desapercibidas, siendo desterrado a Melilla. La prensa madrileña anunció la situación en que quedaba este “atrevido y pacifista militar portuense”, comandante graduado, a raíz de este destierro que no era otra que “supernumerario sin sueldo”.

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Congreso de los Diputados ABOLICIÓN DE LA PENA DE MUERTE.

En esta situación, suponemos que solicitando su baja del cuerpo de Artillería, resultó electo como diputado a Cortes por el distrito portuense en octubre de 1872 y el 23 de ese mismo mes suscribió junto con otros siete diputados, entre los que figuraba Manuel Becerra, una proposición para abolir la pena de muerte en toda clase de delitos políticos. Presentada en el congreso, la moción fue derrotada por 98 votos en contra y solo 78 a favor. Un primer paso, sin duda, hace casi siglo y medio, para la abolición de la pena de muerte, tal como hoy día figura en nuestra Constitución. Poco después suscribiría otra proposición de ley de un tema que es polémico en nuestros días: los gastos judiciales. En su propuesta para regular los mismos contemplaba que en ningún caso los gastos de las demandas judiciales excediesen del diez por ciento de sus cuantías.

josedenavarrete_nizayrota_puertosantamariaSin embargo, frente a estas dos proposiciones tan razonables, pecando tal vez de ingenuo, encabezó una propuesta que secundaron cuatro diputados más para que fuese incluida como asignatura obligatoria en la enseñanza secundaria ¡el espiritismo!, influido sin duda por una corriente imperante y de moda en aquellos años entre algunos sectores intelectuales. Eso le valdría el mote o sobrenombre de “diputado espiritista”. /En la imagen, portada de su libro 'De Niza a Rota'

Dejando atrás su etapa en las Cortes, donde debió ligar buenas e influyentes amistades, en 1875 volvió a entrar de nuevo en el servicio de armas pues en esa fecha lo encontramos citado como comandante entre los componentes del Gobierno Militar, aunque en el arma de Caballería, si bien se le concede el retiro poco después, en el verano de 1876, con esa misma graduación. Es por esta fecha cuando publica en la Biblioteca de Instrucción y Recreo Desde Wad-Ras a Sevilla, una narración de conmovedores episodios de la Guerra de África. Dedicándose ya de lleno a la literatura, en 1879, publicó En los montes de la Mancha, crónicas de caza y a continuación la novela El drama de Valle-Alegre con prólogo de Pedro Antonio de Alarcón (tenía 500 páginas y se vendía a 14 reales).

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Niza (Francia), donde pasaba largos periodos y donde falleció.

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La Villa de Rota, lugar de nacimiento de su madre, donde solía pasar temporadas.

En 1883, su obra más conocida, la novela María de los Ángeles, elogiada por Carlos Fernández Shaw, cuya acción transcurre en Rota, la villa de su familia materna, donde pasaba temporadas, alternando con Niza, desde donde escribía interesantes artículos para la “Revista Europea” y también con la capital de España, donde era tertuliano habitual de la conocida como “El Parnasillo” que encabezaba Espronceda y asistía el pintor Madrazo y el malogrado Mariano José de Larra.

Al poco de fallecer, en marzo de 1901, la corporación tomó el acuerdo de rotular con su nombre una calle de la ciudad. Y así se llevó a efecto, aunque tardaría dos años en oficializarse dicho acuerdo, pasándose a llamar con su nombre: José Navarrete, la calle en la que había nacido, desde 1903 hasta 1935.

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El café Romántico 'El Parnasillo' en Madrid, que todavía existe.

Finalizamos esta semblanza de nuestro paisano, autor tambien de “Beso a Ud. la mano” y de La Cesta de la compra, con una descripción que de él realiza su camarada de armas y mejor amigo, el también escritor y novelista Pedro Antonio de Alarcón: “De porte robusto, bravo soldado, fumador empedernido, pulcro en el vestir y buen matemático es amigo cariñoso de sus amigos.”  /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

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A partir de 1840 los vapores fueron sustituyendo a los faluchos.

El brazo de mar que une El Puerto con Cádiz, el atajo y la alternativa al largo camino terrestre que bordea el arco de la bahía, fue una vía de comunicación abierta al tránsito de mercaderías y de gentes desde siempre, que es decir desde hace dos mil años, cuando Balbo el Menor fundó en la tierra firme frontera a Gades el Puerto Gaditano. Desde entonces y en todo tiempo la travesía debió realizarse en consonancia al mayor o menor desarrollo poblacional y económico de ambos enclaves en el curso de la Historia.

La primera mención a un pasaje la encuentro en la Crónica  de Alfonso X (1284), donde se refiere que en 1255, sublevado el Infante don Enrique a su hermano el rey Sabio, procedente de Lebrija y camino del destierro en el reino de Aragón, “fue al Porto de Santa María. Y como quiera que el lugar no era aún poblado, estaban  navíos y entró él en uno de ellos y fue por la mar a Cádiz…”.

UN MONOPOLIO DE LOS MEDINACELI

vapores2_2_puertosantamariaUno de los periodos álgidos de las travesías se vivió en tiempos de los Reyes Católicos, durante el último tercio del siglo XV e inicios del siguiente. En 1489 se cobraba a los portuenses por el pasaje 4 maravedís, 6 a los jerezanos y medio real a los demás foráneos, aunque los vecinos de Jerez de continuo se quejaban porque se les cobraba más de lo estipulado. Ya entonces –por antiguo derecho impuesto no sé cuándo- el paso de El Puerto a Cádiz estaba monopolizado por los señores de El Puerto, los duques de Medinaceli, y en sus manos permaneció hasta bien entrado el siglo XVIII, siempre explotado por vía de arrendamiento. /En la imagen de la izquierda, Luis Francisco de la Cerda, IX duque de Medinaceli (1689-1707). Retrato de Jacob F. Voet, hacia 1684. Museo del Prado.

Era la ‘renta del pasaje’, que proporcionaba a las arcas ducales estimables beneficios; y a quien osase contravenir el monopolio, la inmediata pérdida del barco infractor y una multa de 600 mrs. El privilegio provocó en repetidas ocasiones las quejas de los vecinos, hasta que en 1542 interpusieron pleito ante la Real Chancillería de Granada contra el duque, entonces don Juan de la Cerda, “que tiene puesta una Barca de pasaje en el Río que va del Puerto a Cádiz y no consiente que ningún vecino ni otra persona alguna tenga Barco en el dicho río ni nadie pueda pasar por otra parte sino por su Barca y la arrienda y el arrendador lleva excesivos derechos ahora sea rico o pobre el que hubiere de pasar”. Tampoco faltó por estos años la picaresca, porque fue costumbre que los tripulantes de los barcos exigieran a los forasteros “un quarto después que son salidos fuera del río”, leo en documento de 1536.

La exclusividad del pasaje continuó hasta el año 1743 (aun después de que El Puerto dejara de ser –en 1729- un señorío para convertirse en ciudad realenga), cuando una Real Orden de Felipe V eliminó el monopolio en razón a que “no ha habido título de concesión ni otro que la tolerancia anticuada, quiere Su Magestad que se quite enteramente este impuesto”. Pero los antiguos señores no cejaron en su pretensión, pues no fue hasta el año ¡1804¡ cuando la Chancillería de Granada definitivamente dio por zanjado el asunto.

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Navegando frente al Bosque de los Conejos del Coto de la Isleta. / Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

Durante el siglo XVII, los barcos ducales del pasaje eran embarcaciones de porte, fragatas, los también llamados ‘barcos luengos’, con tres palos con aparejos de cruz y unos 30 metros de eslora. Notablemente mayores que los barcos del pasaje que se generalizaron en los siglos XVIII y XIX, los faluchos (o falúas y falucas), las embarcaciones empleadas desde la Edad Media en todo el Mediterráneo para la pesca y el comercio de cabotaje, arbolado con un palo inclinado a proa y vela latina. Fueron los barcos empleados en la travesía –más o menos acondicionados para ello- desde que se “liberalizó” el servicio en 1743 hasta mediado el XIX, cuando paulatinamente fueron desapareciendo ante la llegada de los “modernos” vapores.

TESTIMONIOS DEL PASAJE

vapores2_4_puertosantamariaLos testimonios de pasajeros que realizaron la travesía y que de ella escribieron son numerosos, especialmente durante el luminoso siglo XVIII gaditano y la decadente primera mitad del XIX. Acaso el más antiguo es de 1593, de un diario que a modo de guía de viaje escribió monseñor Camilo Borghese (1552-1621), a quien el Papa Clemente VIII envió como nuncio ante la corte de Felipe II. Recaló entonces en El Puerto, procedente de Sanlúcar, y escuetamente anotó: “A la salida de Sanlúcar saldrá una guarda para saber si llevan algo que deba aduana. Digan que no. Para ir al Puerto de Santa Maria, les saldrán dos guardas a enseñarles la guía que habían pedido en la aduana y darles algo. Ir a Santa Maria a dormir, y dejar allí las mulas, y pasar a Cadiz por mar, y volverse allí.” Hizo carrera monseñor, porque en 1605, a los doce años de su paso por la bahía,  fue elegido Papa con el nombre de Pablo V (pregúntenle a Galileo por él).   /En la imagen de la izquierda, el Papa Pablo V retratado por Caravaggio. Basílica de San Pedro del Vaticano.

vapores2_5_puertosantamariaPara ilustrar cómo eran aquellos viajes en faluchos surcando la bahía de Cádiz –siempre pintados con llamativos y chillones colores, al modo de las naves fenicias- no encuentro mejor manera que interpolar algunos fragmentos de las vivencias que dejaron escritas algunos ilustres personajes; que juntos pueden componer un pintoresco, aunque incompleto, cuadro. En 1794 el joven poeta sevillano José Blanco White dejó esta impresión de la travesía Cádiz-El Puerto: “…la comunicación entre estos dos lugares es tan constante como la de una gran ciudad con sus barrios suburbanos. Barcos llenos de pasajeros cruzan continuamente  la bahía desde el amanecer a la puesta del sol, aunque el viaje no deja de ser peligroso cuando sopla con fuerza el levante en verano o con los temporales del invierno. En la barra del Guadalete […] hay grandes bancos de arena que cambian de lugar y que todos los años causan no pocas víctimas. Los barcos de pasajeros suelen ir atestados de gentes de todas clases.”  /En la imagen de la izquierda José María Blanco White (1775-1841).

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El muelle de la Pescadería en un grabado de mediados del XIX.

EL EMBARQUE

Tradicionalmente, en El Puerto los embarques en los faluchos se hacían en el muelle de la plaza de la Pescadería y en la orilla inmediata a uno y otro lado (que no se canalizó con muralla hasta comienzos del XX). vapores2_7_puertosantamaria/En la imagen de la izquierda, Joseph Townsend (1739-1816).

Como testimonio de un embarque, plasmaré el de Joseph Townsend (1739-1816), un sacerdote, médico y geólogo inglés que en 1787 vino al Puerto: “Inmediatamente que hube llegado al Puerto de Santa María me informé de un barco de paso para Cádiz. Me dijeron en la posada que no pasaría ese día. A pesar de esa respuesta, fui a la orilla, donde pronto me vi rodeado de bateleros, que me aseguraron todos que había llegado demasiado tarde para el barco de paso ordinario, pero que por dos pesos fuertes podría tener uno para mí. No queriendo verme retenido allí todo el día, acepté la proposición y fui conducido a un barco medio lleno de pasajeros. Después de haber aguardado casi cerca de una hora antes de que estuviese completamente lleno, nos dimos a la vela. Como el viento era bueno, nuestro pasaje fue corto. Al dejar el barco tuve la mortificación de ver que cada pasajero no pagó más que dos reales o cuatro peniques y medio, en lugar de los dos pesos fuertes u ocho chelines, pero hubiera sido inútil quejarse.” Como ven, la misma “picaresca” que en 1489 y 1536, aún en práctica tres siglos después.

LOS REZOS FRENTE A SANTA CATALINA

Fue costumbre adquirida de antiguo que los tripulantes y pasajeros de los faluchos, tras salvar la barra del Guadalete, frente a la ermita de Santa Catalina (fundada en 1472, donde hoy perduran, pese a los estragos del tiempo y del abandono, las ruinas de la fortaleza de su nombre), ofrecieran una oración a quienes habían perecido tras naufragar en la barra y la Punta de Sta. Catalina (la de Alejandría).

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La peligrosa Punta de Santa Catalina. /Foto, Trotones de Arcos

El primer testimonio es el de un anónimo viajero francés que en un falucho rumbo a Cádiz embarcó en El Puerto el 5 de mayo de 1670, y escribió: “El sitio donde va a juntarse el agua de su canal con el mar es muy peligroso. Se llama Santa Catalina. Hay allí una capilla donde los marinos se ponen en oración en ese paso y advierten a los que conducen que se pongan también; porque allí naufragan a menudo los barcos. 

Al paso de un siglo, otro francés, el diplomático Juan Francisco Peyron, completó en 1773: “allí perecen  a  menudo barcos y los marineros no dejan jamás, cuando están en la barra, de rezar a las almas del Purgatorio para que intercedan por ellos, y la oración no se acaba sin una colecta.” Donativos que se entregaban a la Hermandad de la Santa Caridad, que de antiguo era la encargada de recoger los cadáveres de los náufragos y de sufragar con limosnas las misas de difuntos y sus entierros. (Entre los años 1675-1786 la institución enterró 185 víctimas ahogadas en la barra.) El mayor número se produjo unos años antes de venir Peyron, el 19 de febrero de 1765, cuando un golpe de mar arrastró hasta uno de los bancos de arena, volcándolo, al barco de pasaje llamado El Leoncillo, muriendo todos sus ocupantes. Desconozco cuántos, pero la Hermandad se ocupó de dar sepultura a dieciocho, todos gallegos, que en Cádiz buscaban el sustento. En enero de 1774 naufragaría, cuando transportaba un cargamento de trigo, El Soberbio, uno de los viejos barcos del pasaje aún propio de los Medinaceli.

vapores2_9_puertosantamariaBlanco White continuaba apuntando en 1794: …en medio de toda esta risa y griterío, en cuanto el barco llega a los bajos, el piloto alza su voz con gravedad digna de un sacristán y se dirige al pasaje con palabras parecidas a las siguientes: ‘Recemos por las almas de los que han perecido en este lugar.’ La piadosa exhortación del marinero tiene un efecto sorprendente sobre los pasajeros, y durante unos minutos cada uno de ellos en particular murmura una plegaria, mientras un grumete recoge unas cuantas monedas de cobre de entre los presentes, que se gastan religiosamente en decir misas por las almas del Purgatorio. Concluida esta ceremonia se reanuda la jarana, que dura hasta el mismo momento de desembarcar.” /En la imagen de la izquierda, Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero (1796-1877).

Y Fernán Caballero, rememorando el año 1814, recién llegada con su familia a la bahía,  en Elia, o La España treinta años ha: “Pasada la barra, […] quitóse el patrón su sombrero y entonó en alta voz un Padrenuestro por las almas de los muchos que han perecido en aquel peligroso escollo.

Otro testimonio del mismo tono lo firmó, de la travesía que realizó en 1826, el marino norteamericano Alexander S. Mackenzie (1803-1848). Pocos años después debieron de perderse los tradicionales rezos frente a la Punta de Santa Catalina, seguramente cuando la ermita dejó de cumplir su función religiosa y los vapores paulatinamente se establecieron, al tiempo que los faluchos, los ‘barcos del pasaje’, fueron perdiéndose  hasta desaparecer. Pero no el espíritu y las maneras de la gente de aquí.

LAS FESTIVAS TRAVESÍAS

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Dos faluchos partiendo para Cádiz.

Es de resaltar la insistencia de muchos autores –nacionales y extranjeros- por remarcar el carácter festivo con el que los viajeros, en gran parte de las clases populares, hacían ‘la carrera’, con frecuencia convertida en diversiones populares improvisadas, envueltas por el mar, el olor, el aire, la luz y el cielo de la bahía. Muchos romances, canciones (como la célebre ‘playera’ de Curriyo el marinero), los primeros balbuceos del flamenco, los chascarrillos, las palmas, las voces altas y subidas de tono… De esto, Blanco White, que era más que medio inglés, decía: Cuando hace buen tiempo y la parte femenina del pasaje no está afectada por el miedo o los mareos, los pasajeros entablan la alegre barahúnda propia del carácter de los andaluces y que se conoce con el viejo nombre español de jarana […] No sé si seré capaz de darle una idea de esta diversión. No admite ninguna libertad de acción, pero tolera todas las palabras y frases gruesas que no constituyan una abierta indecencia. Es, si puedo usar la expresión, como una especie de tiroteo conversacional”. 

A LA FERIA Y LOS TOROS

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Faluchos abarlobados frente a la plaza de la Pescadería y el Castillo de San Marcos

Especialmente significados eran los días en que la bahía se plagaba de faluchos repletos de gaditanos e isleños y portorrealeños que a El Puerto venían a las ferias y a las corridas de toros.

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Un falucho. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1777 ya estaba establecida, en el paseo de su nombre, la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. Ésta era la del sainete La feria del Puerto, del gaditano Juan Ignacio González del Castillo (1763-1800), cuya primera escena arranca en el muelle de Cádiz con la riña de dos patrones de faluchos disputándose –como ocurría en verdad- el embarque de los pasajeros. La misma escena se repite en otro sainete, Los Faluchos del Puerto (1834), de autor gaditano anónimo, en el que muchos de los que se embarcan en faluchos en el muelle de Cádiz lo hacen para asistir a la Feria del Puerto. Esta no era la de la Victoria –hacía años desaparecida del calendario festivo-, sino la Feria de Santa Ana, ya existente en 1790 y celebrada durante tres días, del 26 de julio (su festividad) al 28, en el Campo del Socorro, junto a la ermita de Nra. Sra. del Socorro, posterior de San Antón.

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La Puerta del Mar y el muelle de Cádiz en 1904

Y los toros... capítulo aparte requeriría, por lo que me limitaré a reproducir dos testimonios. Éste de Pedro Antonio de Alarcón, rememorando su estancia en El Puerto en 1854: “Cuando estuve por primera vez en aquel país se iba al Puerto en vapor o en falucho, en tres cuartos de hora...¡De Cádiz al Puerto!, decían los cantos populares llamados caleseras, refiriéndose con especialidad a la complacencia de ir a los celebérrimos Toros del Puerto, que es como quien dice de este Puerto por antonomasia”.

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Al fondo, el muelle comercial y la plaza de la Pescadería.

Y el barón Charles Davillier,  Caballerizo Mayor de Napoleón III, apuntó en 1862: “Los toros del Puerto es el título de una canción andaluza, popular en toda España y que pinta maravillosamente el entusiasmo de los habitantes de Cádiz por la fiesta nacional.” Ciertamente, ésta fue la canción más popular y más cantada en la España de la segunda mitad del XIX: “dio la vuelta a Europa”, decía Antoine de Latour.  Se estrenó en 1841, con música de Francisco Salas (1812-1875) y letra del político gaditano Luis González Bravo (1811-1871), escrita un año antes de ser nombrado presidente del Consejo de Ministros. Comenzaba con el pregón... Que vivan los cuerpos buenos/ que viva la gente crúa. /¡Avechucho! atrácame ese falucho. / ¿Quién se viene?, ¿quién se múa? / Aquí tengo el cielo abierto, / ¡que se larga mi falúa!/  ¿Quién se embarca para El Puerto? /Texto: Enrique Pérez Fernández. Continuará 

masnionesylinajes5portadaEn esta segunda parte de los Winthuysen se aborda la historia de una de las que fueran casas principales de la familia, en la calle Pedro Muñoz Seca actual, denominada en esa época Manga de Gabán, desde su labranza hasta fines del siglo XIX, fecha en la que se convierte en colegio de niñas regentado por las Hermanas Carmelitas. De Nicoleta a Aramburu, primer y último propietario en los dos siglos investígados, pasando por Reinoso, Luyando Bermeo, Camacho Jaina y Helm, familias portuenses ilustres también propietarias, contempla una panoplia de gran variedad sociológica, finalizando con datos biográficos de los componentes de la cuarte y quinta generación de los Winthuysen, cuyos miembros son tan interesantes como la mayoría de sus antepasados, hasta completar 300 páginas, quedando pendiente para un próximo volumen, un apéndice final, el resto de miembros de esta saga, componentes de la sexta y séptima generación hasta nuestros días.

MANSIONES Y LINAJES PORTUENSES.

La lectura de los volúmenes de que consta la serie Mansiones y Linajes Portuenses, obra del investigador Antonio Gutiérrez Ruiz le permitirá abrir la puerta de la historia local y conocer a diversas familias y personajes de años pretéritos, las casas que poseyeron o vivieron y, en general, visionar como en una luminosa acuarela diversos aspectos de la sociedad portuense en varios siglos. Además del rigor exigible en este tipo de relatos se intenta amenizar la lectura trufando en los textos algunos fragmentos novelados que complementen la microhistoria que se narra sin desvirtuarla ni modificarla.

mansiones___-1Dentro de unos años será difícil poderse hacer con esta serie de libros que componen la colección “Mansiones y Linajes” que edita la Asociación Cultural Puertoguía, el relato más extenso y detallado realizado hasta el momento de algunos aspectos de la microhistoria de El Puerto de Santa María. Con el volumen que ahora presentamos, el 5º de la colección, serán mil doscientas páginas de texto de los más diversos temas, dando a conocer sagas familiares que ocuparon lugar preeminente en esta ciudad de El Puerto. Los descendientes y parientes de los Hano o Tosar (Vol. I); de Coig, Osborne o Castro Merello (Vol, II); de Terry o Ruiz Golluri (Vol. III) y de Winthuysen en sus múltiples ramas y entronques; de los Luyando, Camacho Jaina, Helm o Aramburu (Vols. IV y V), tendrán un interesante documento biográfico de sus ancestros en papel impreso y en general, a todos los interesados en el conocimiento de algunos aspectos del pasado portuense, les recomiendo adquieran toda la colección o alguno de los libros en particular, posibilitando con ello que podamos continuar editando nuevos volúmenes pues vosotros, lectores, sois nuestros únicos patrocinadores. A la venta en librerías o por correo electrónico: sedtel@hotmail.com

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tomascologanosborne_puertosantamariaTomás Cólogan Osborne nació en El Puerto de Santa María, el 4 de mayo de 1920. Era hijo de Antonio Cólogan Zulueta y de Elisa Osborne Vázquez. Tenía seis hermanos más siendo Tomás el mayor. Su infancia la disfrutó en la casa paterna de la calle Pagador frente a la Iglesia Mayor Prioral, que ahora la ocupa el Museo Municipal.

Del él solo se guardan unas pocas fotos y su breve y triste historia que nunca olvidaremos en mi familia. Sólo tenía dieciocho cuando su vida se terminó y lo hizo de una manera cruel e inhumana. Su muerte cayó como un mazazo en su familia. Moría el hermano mayor, el guía para sus hermanos más pequeños y el orgullo de sus padres. Después de su muerte en 1938 ya nada fue igual.

En la madrugada del 6 de marzo de 1938, Tomás se encontraba embarcado en el crucero nacional Baleares, que navegaba acompañado de los navíos de igual clase Canarias y Almirante Cervera, todos bajo el mando del contralmirante Vierna. En el momento en que la flota partía de Palma de Mallorca se produjo un encuentro fortuito con la flota republicana, procedente de Cartagena, a las 00:45 horas de la noche. La flota republicana estaba formada por el crucero Libertad, el Méndez Núñez y dos flotillas de destructores, que representaban una fuerza superior a la nacional y necesitada de victorias, pues su inactividad estaba ocasionando un debilitamiento de la moral en su bando. A las dos de la madrugada, tras varios contactos entre ambas flotas, se encontraron a tan solo unos 2.000 metros de distancia, abriendo fuego, inicialmente, el crucero Baleares e iluminando con bengalas a la flota republicana. A este ataque respondió el crucero Libertad, y tras él, los destructores Sánchez Barcaíztegui, Antequera y Lepanto lanzaron una andanada de torpedos que impactaron en el Baleares. Inmediatamente se divisó una columna de humo de más de 1.200 metros de altura. Tras el impacto, el almirante republicano González Ubieta, ordenó el alto el fuego y ambos bandos abandonaron el combate.

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Dos destructores británicos, el Boreas y el Kempenfelt, que observaron la explosión, se dirigieron a toda máquina a la zona de combate. A las 3:50 h, el crucero Baleares seguía en llamas y se distinguía a los hombres en el agua. Cuando el Canarias intentó ir al rescate, el Baleares ya se estaba hundiendo, arrastrando a 788 hombres, pereciendo todos sus jefes, la casi totalidad de sus oficiales y la marinería. Solo se salvaron 460 hombres gracias a la ayuda recibida de los buques británicos. Fue el mayor desastre ocasionado en un buque de guerra en la historia de la marina española. A las 07:20 horas, reaparecieron los cruceros nacionales, iniciándose el traslado de los heridos. El Canarias permaneció con las máquinas en marcha y no arrió ningún bote, en previsión de otro posible ataque, que efectivamente se produjo a las 08:58 horas, cuando una formación de nueve Tupolev SB-2 Katiuska bombardearon los buques, llevándose la peor parte el Boreas, en el que se produjo un muerto y cuatro heridos. Triste tributo para una acción tan desinteresada.

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Tomás escribió en 1937 la siguiente carta desde el crucero Baleares y a sólo cinco meses del trágico hundimiento: A bordo 5 de octubre de 1937. ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España!. Sr. D. Juan Lamamié de Clairac: Querido amigo: Como verás te escribo desde el invencible Crucero «Baleares». Por fin pude embarcar y aquí me tienes en Ferrol paseando por cubiertas y sollados o por las calles de esta simpática ciudad. Estoy muy contento, ya que es la primera vez que estoy haciendo algo por la patria en un puesto de vanguardia. Creo que dentro de unos 10 días nos darán permiso a los andaluces para ir a casa, yo me figuro estaré entre ellos, si no es así el día que llegue a esa te pondré un telegrama para que vayas a la estación y podamos charlar un rato. Yo iré con un muchacho del Puerto y  pensamos parar en las principales ciudades para aprovechar la ocasión y poder verlas, así es que espero que irás y nos enseñes algo de Salamanca.  Y de tu familia, ¿tienes buenas noticias?, espero que sí. Me he encontrado aquí a un muchacho de [...] muy amigo de Semprún y que estuvo en Curia el primer año, se llama Maríano Sachamargo, quizás le conozcas.  Bueno Juan, pues hasta pronto, porque espero que me den permiso aunque no me puedo hacer muchas ilusiones. Un abrazo muy fuerte de tu mejor amigo. (Tomás Cólogan Nº 566. Crucero «Baleares». Biblioteca. Ferrol) /Texto: Carlos Cólogan Soriano.

Más información en GdP: Nótula 1.545 Cuatro portuenses en el Crucero Baleares.

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dionisiogomezcarvajal_casa_puertosantamariaDomingo López de Carvajal vivió y murió en El Puerto, aunque nace en el pueblo gallego de Santa María de Duancos en 1697, emigra tras la muerte de su padre a México, regresando a finales de la década de los 30, para establecerse en nuestra ciudad, donde desarrolló su actividad comercial como Cargador a Indias.

Ya en El Puerto se casó con Margarita Carrión Benavides, perteneciente a una familia de la nobleza media urbana de caballeros de hábito. Domingo López asciende socialmente y solicita la hidalguía. Pasó la mayor parte de su vida en El Puerto, donde es recibido como 'hijodalgo' por el Cabildo local. En cuanto a su residencia en nuestra ciudad ocupó la casa que se encuentra junto al actual instituto de Santo Domingo, donde hasta hace poco se ubicaban unas oficinas del Área de Bienestar Social del Ayuntamiento. Perteneció a la alta burguesía de negocios, constituida por cargadores a Indias, aunque de una manera peculiar pues se interesa en la inversión en propiedades inmobiliarias y bienes muebles, siendo propietario en El Puerto de un buen número de fincas. /En la imagen, casa blasonada de Domingo López de Carvajal, en la calle Santo Domingo, donde en el siglo XX estuvo la Academia de Bellas Artes, los Juzgados y el Área de Bienestar Social.

Aunque su actividad comercial apenas ha sido investigada, el profesor Juan José Iglesias dice de él que "estaría entre los tres únicos cargadores que superan o igualan la cantidad de 100.000 reales", comparándolo con Diego Vizarrón. De la documentación consultada no parece que Domingo López fuese naviero además de cargador, más bien tienden a corroborar que cargó las mercancías en barcos que no eran de su propiedad.

domingolopezcarvajal_expediente_puertosantamariaFUNDACIÓN DE ALGAR.

López de Carvajal, vizconde de Carrión y marqués de Atalaya Bermeja funda en 1773 la villa de Algar con el nombre de Santa María de Guadalupe. Dicho noble adquirió las tierras al Ayuntamiento de Jerez por 155.000 ducados. Se dice que lo hizo para cumplir una promesa al naufragar durante un viaje desde México a España. La donación se establecía con arreglo al reparto de 25 fanegas de tierra, una yunta de vacas y casa para cada uno de los 90 pobres de solemnidad reclutados entre las poblaciones de Bornos, Ubrique, Benaocaz y Villaluenga del Rosario. Los favorecidos habrían de abonarle al fundador la octava parte del producto anual, incluyendo ganado, y sembrar la mitad cada año. Algar significa cueva en árabe, y es posible que ello derive de las muchas que existen en su dominio. El pueblo de Algar mantiene una relación especial con el virreinato, ya que ostenta el patronato, único en España, de la Virgen de Guadalupe de México. /En la imagen, portadilla de su expediente de nobleza que se conserva en el Archivo Histórico Municipal.

Aunque la leyenda relaciona la creación de Algar con una promesa realizada por su fundador a la Virgen de Guadalupe, lo cierto es que la iniciativa de López de Carvajal coincidió con la política de colonización y explotación de nuevas tierras, emprendida por la administración.

Sea como fuere, decidido López de Carvajal a establecer una nueva población, compró en 1757 las dehesas de Algar y Mesa de Sotogordo al Concejo de Jerez. Poco después, en 1766, solicitó permiso al gobierno para instalar a 90 colonos con sus familias. El proyecto, que contemplaba la cesión de una casa y un lote de tierra a cada colono -que debería entregar a cambio una octava parte de la cosecha-, fue aprobado por Real Provisión de 13 de octubre de 1773.

virgenguadalupe_puertosantamariaEl nombre está compuesto del artículo 'al' y el lexema 'gar' que significa concavidad o cueva en árabe. Este sustantivo puede deberse a la cantidad de cuevas que existen en sus proximidades. En Algar, el proyecto de López de Carvajal fue haciéndose realidad, siendo completado por sus sucesores, que dotaron al pueblo de casas capitulares, pósito, cárcel, carnicería y posada. Desde un primer momento, sus habitantes se dedicaron a tareas agrícolas y ganaderas, actividades que se combinan en la actualidad con otros sectores económicos como la industria de la piel, el trabajo de la madera y las cooperativas agrícolas y ganaderas. Fue artífice también de la fundación del municipio gallego de Castro de Rei, en 1776.

VIRGEN DE GUADALUPE.

López Carvajal dejó la impronta de su viaje a México fundando Algar y extendiendo en la ciudadanía portuense su admiración por la Virgen de Guadalupe azteca. De muestra, las representaciones guadalupanas de los conventos de las Concepcionistas o Capuchinas o los desaparecidos Monasterio de San Miguel Arcángel o de las Madres Agustinas. Octogenario, vital y perseverante, fallece en El Puerto un hombre que se debatió entre sus universos mentales y materiales, dejando a medias el sueño por cumplir, la consolidación del municipio de Algar, buen ejemplo de la aportación portuense al entorno más cercano. /Texto: Enrique Bartolomé.

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En 1914, mientras el mundo se levantaba en guerra, era alcalde de El Puerto de Santa María, Manuel Ruiz-Calderón y Paz. Los militares porteños se negaban a participar en los desfiles procesionales de aquel año.

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Anuncio en el carné de verano de El Puerto de Santa María, donde se hace un símil entre el bar llamado Verdún, en la calle Ganado y la Antigua de Cabo. En la Batalla de Verdún, los alemanes resultaron vencidos en dicha localidad francesa durante la I Guerra Mundial. /Ilustración: Archivo Municipal.

La Primera Guerra Mundial, también llamada la Gran Guerra, se iniciaría el 28 de julio de 1914 finalizando el 11 de noviembre de 1918, que involucraría a todas las grandes potencias mundiales enfrentadas en dos bandos: los Aliados de la Triple Entente y las Potencias Centrales de la Triple Alianza.

En los años de la Gran Guerra, nuestro país sirvió de sustento a las potencias que intervenían en el conflicto, exportando productos de primera necesidad, lo que elevó los precios del consumo interior, desestabilizando el poder adquisitivo de los trabajadores, dificultando el acceso a los mismos. En El Puerto se vivió una gran agitación social: la clase trabajadora solo veía como beneficiados a los patronos, tomando un fuerte impulso el asociacionismo sindical, pasando de 9 sociedades obreras en 1914, a más de 20 al finalizar la década.

José-Font-y-de-AntaEn 1914 Pedro Muñoz Seca estaba ya consolidado como autor teatral, colaborando con diversos autores, entre los que destacan Pedro Pérez Fernández y Enrique García Álvarez con quienes, ese año, estrenarían ‘Fucar XXI’, obra escrita en común por los tres autores.

En 1914 el pintor Joaquín Sorolla visita El Puerto de Santa María, buscando la inspiración para el que sería su sexto panel para la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America, una de las cinco obras dedicadas a Andalucía, ‘El encierro’.

El pintor Enrique Estévez Ochoa, más conocido por su firma ‘Enrique Ochoa’ se traslada a Madrid en 1914, con 23 años y, desde su primera exposición el año de la primera conflagración mundial, hasta la Guerra Civil, llegará a realizar una veintena de exposiciones en España, Francia e Italia, además de concurrir a otros certámenes y exposiciones colectivas, como los Salones de Humoristas, la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, los Salones de Otoño... /En la imagen foto dedicada (4/12/1914) a la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia del violinista y compositor José Font y de Anta que a los 22 años conquistó el primer premio del Conservatorio de Bruselas, y que fue miembro de una generación de músicos -todos muy conocidos en su época- por sus importantes contribuciones sobre todo a la música cofrade y procesional. /Foto y pie: Academia BB.AA. Santa Cecilia.

El fundador de la Revista Portuense, Dionisio Pérez Gutierrez había resultado elegido diputado a las Cortes españolas en 1910, de la mano de Canalejas por el distrito de El Puerto de Santa María, por el partido liberal, causando baja el 2 de enero de 1914. Volvería a ser elegido diputado en las elecciones de 1918, --el año que finaliza la Gran Guerra-- también por El Puerto (obteniendo 2.787 votos de 4.632 votantes), cargo que mantuvo hasta el dos de mayo de 1919.

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Año 1914, en el Colegio de los Jesuitas. José Francisco Añino Gil, quien tuviera el taller de motos y bicicletas en la calle Albareda, es el primero por la izquierda en la segunda fila, con camisa blanca y corbata.

Aquel año de 1914, el Estado cedía al Ayuntamiento de El Puerto de Santa María los terrenos del solar y edificio de la basílica de San Juan de Letran –calle San Juan arriba, esquina con Santa Fe— pero con la condición de su reversión al Estado si al cabo de cuatro años no se edificaba en ellos.

En 1914, el Athletic Foot-ball Club, de El Puerto, recibía la invitación para participar en el Campeonato de Andalucía ‘Copa del Duque de Santo Mauro’, organizado por la Escuela Naval Militar Sporting de San Fernando, según recogía la revista decenal ‘Deportes’, dedicada a los aficionados a las Cienteas, Artes, Literatura, Sports y de Sociedad, que se editaba en Cádiz.

El que fuera Obispo de Kansas (EE.UU.) de la Iglesia Metodista Episcopal e inspector de las misiones de esta confesión religiosa en Europa, conservaba en su archivo privado sendas fotografías monumentales de El Puerto fechadas en 1914.

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Estación de Ferrocarril de El Puerto.

La Compañía Belga de los Ferrocarriles Vecinales de Andalucía, que tenía en servicio la línea Jerez – El Puerto de Santa María, puso en circulación en dicho tramo en 1914, un automotor térmico de dos ejes, motor de gasolina de 50 CV, que disponía de 8 plazas de 1ª clase, trece de segunda y 21 de tercera y furgón. El primero que circulaba con esas características por la vía ancha española. Había sido construido en Francia dos años antes.

Natalicios y óbitos: Nacía el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz Lozano, cuya abuela materna, era de El Puerto de Santa María; nacía, también, el industrial de frutas y verduras Agustín Vela Mariscal. Nos dejaba el músico Rafael Taboada Mantilla.

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La tragedia de Don Pelayo.

En mi casa, de toda la vida, ha habido una fotografía de la visita Alfonso XIII a las cuevas-cantera de El Puerto, acompañado de un personaje que siempre me llamó la atención. Era Don Pelayo Quintero Atauri.

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Joaquín Calero Cuenca (2º por la Izquierda), Eduardo Ruiz Golluri, alcalde de la Ciudad, (5º por la Izquierda), el arqueólogo Pelayo Quintero Atauri (con barbas 6º por la Izquierda), Luis Perez Pastor editor de la Revista Portuense (1º por la izquierda abajo), Federico A. Sanchez Pece, secretario del Ayuntamiento (tirado en el suelo con bastón). El de la mano en el pecho junto a Ruiz Golluri puede ser Piodela (corresponsal de la Revista Portuense) A finales de la década de los años 20 del siglo XX. /Identificación de V.G.L.

Pelayo-QuinteroEn mi casa pude leer su Compendio de la Historia de Cádiz y un Catálogo de documentos históricos gaditanos, además de tal o cual artículo sobre arqueología, turismo e historia. Para  mí que Don Pelayo era gaditano. Pero me he enterado que era de Uclés. En estos días se le está festejando en su pueblo natal. Don Pelayo estudió Derecho en Madrid, Dibujo en la Escuela de Bellas Artes y la carrera de Archivero Anticuario Bibliotecario, que después se llamaría Licenciatura en Historia. Mi ignorancia ha sido no saber que Don Pelayo, cuando llega a Cádiz, en 1904,  tenía ya una larga y nutrida trayectoria como arqueólogo e historiador. En Cádiz, es Delegado de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Académico de la Real de Bellas Artes, Vocal de la Comisión de Monumentos, Cónsul de Colombia, etc., etc.

En 1880, de forma fortuita, se halló en Cádiz, en Punta de Vaca, el  impresionante sarcófago antropoide, masculino, que indicaba a las claras la presencia fenicia en esta zona. Don Pelayo siempre soñó con encontrar el sarcófago femenino. Porque mantenía que obras de esta importancia eran encargadas por el matrimonio para su muerte. Don Pelayo murió en 1947.

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«Quintero Atauri tuvo, en fin, un sueño, pero nunca supo que dormía sobre ese sueño.. Jamás se nos ocurre mirar la tierra que pisamos cada día de nuestra existencia, aunque la mayoría de las veces esa tierra pisoteada es el único tesoro accesible: un lugar insignificante en el universo» /Felipe Benítez Reyes.

En 1980, el 26 de septiembre, en unas obras de excavación para construir unos cimientos, se halló el sarcófago femenino. Pero no en cualquier lugar, sino precisamente donde estuvo la casa de Don Pelayo, en la calle Ruiz de Alda, debajo de donde tenía la cama, donde dormía y soñaba con su Dulcinea gaditana. Esa fue su tragedia. En 1988, en el patio del Palazo Grassi, en la Plaza de San Samuel de Venecia, ante la Dama de Cádiz, allí expuesta, en la exposición I Fenici, oí esta historia trágica de boca de Sabatino Moscati. ¿Qué habría hecho Don Pelayo para merecer esto? No parece sino que alguna flamenca de Cádiz, Rosa La Papera misma,  lo hubiera engafado cantándole aquello de “No te deseo más castigo/ que estés durmiendo con otra/ y estés soñando conmigo”.  /Texto. Luis Suárez Ávila.

 

rafaelalberti_lasvinas_puertosantamariaSe cumplen hoy 732 años de la fundación de El Puerto de Santa María por Alfonso X 'el Sabio' y 111 años del nacimiento del poeta universal Rafael Alberti Merello. El historiador Enrique Pérez Fernández nos hace un recorrido por las seis casas en las que vivió nuestro paisano en El Puerto antes y después del exilio. /Rafael Alberti en su casa de la calle Albarizas, en la urbanización Las Viñas.

17 de diciembre de 1902. En el Teatro Principal de la calle Luna, tras la actuación de Antonio Flores, “célebre transformista rival de Frégoli”, la compañía que dirigía el actor Manuel Correjel representó la comedia en un acto Marinos en tierra, del gaditano José Sanz Pérez (1818-1870), impresa en 1882. ¿Casualidad? Pues sí, pero parece un presagio.

El día anterior nació Rafael Alberti Merello en el número 46 de la calle del Palacio (en singular, por el de los duques de Medinaceli), entonces nombrada José Navarrete, en homenaje al militar y escritor portuense que meses antes falleció en Niza, también nacido en esta calle, esquina a Micaela Aramburu, en la que fue Aduana de los Medinaceli. 1902, año en que en Madrid murió otro escritor portuense, sainetista de éxito en su época: Javier de Burgos, al tiempo que Dionisio Pérez publicaba La Juncalera, novela que refleja en calles y personajes el ambiente de la ciudad de entonces.

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CALLE PALACIO 

El padre de Rafael, Vicente A. Sánchez-Bustamante, comerciante de vinos de la bodega familiar y después de otras, al nacer su quinto vástago tenía 40 años; María Merello Gómez, la madre, 33, y sus hermanos, Vicente 6, María 4, Agustín 2 y Milagros un año. En diciembre de 1905 nacería Josefa, ‘Pipi’.

Convivía con ellos la sirvienta Josefa Álvarez Balduino, viuda de 63 años. La familia comenzó a habitar la casa en 1900. Sus anteriores inquilinos fueron Enrique de Echávarri, recaudador de impuestos, y María de las Nieves Silva, viuda con cuatro hijos. Los padres de Rafael nacieron en inmuebles contiguos de la calle Fernán Caballero, núms.  7 y 9.

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/Rafael Alberti, en la sillita, con sus hermanos. Foto, Justino Castroverde.

El domingo 21 era bautizado en la Iglesia Mayor por el sacerdote Ricardo Luna, siendo los padrinos sus tíos Agustín Merello y Milagros Alberti. “Concluida la ceremonia fue llevado el pequeño al camarín de Nuestra Amantísima Patrona, y colocado bajo su real manto. De la iglesia se trasladaron todos los concurrentes al domicilio de los señores de Alberti, donde fueron espléndidamente obsequiados con selectos vinos, fiambres, pastas y dulces”, contaba en los ‘ecos de sociedad’ la Revista Portuense.

Casa lindera con los Alberti, a la izquierda vivía José Molleda Colosía, que con su hermano Sinforiano era propietario en La Placilla del Café Moderno (el posterior y recientemente cerrado Cafetín). En el inmueble de la derecha vivía María Teresa Martínez Colom con cuatro hermanos. Uno de ellos, José María, se trasladó con su esposa Eloísa Gobantes a fines de 1904 al inmueble que habitaran los Alberti, instalados ya en otra residencia.

En el nº54 de Palacio vivía Paquillo, aquel amigo de la primera juventud de Rafael a quien recordara en La arboleda perdida –“compañero de pecado”- y en el poema ‘Retornos de una tarde de lluvia’: “Saldría yo con Agustín, con José Ignacio / y con Paquillo, el hijo del cochero, / a buscar caracoles por las tapias / y entre los jaramagos de las tumbas, / o por la entretramada arboleda perdida / a lidiar becerrillos todavía con sustos / de alegres colegiales sorprendidos de pronto”. Fue Paquillo –fallecido a comienzos de los años 90- el hijo menor de Vicenta Simeón y José Manuel Buhigas, el cochero de José Merello –tío de Rafael- y recadero en casa de su tío-abuelo Vicente Merello Alberti, en la calle Pagador nº1.

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Calle del Palacio, nº46. 1859. Archivo Municipal.

Más arriba de Palacio --nº60-- estaba la segunda escuela a la que asistió Rafael, la de Nuestra Señora de Guadalupe, inmueble propio de las hermanas Gumersinda y Antonia García Guilloto que regentaba aquella señora de la que escribió: “…mi madre me mandó al colegio de doña Concha, de la que recuerdo más que nada su odio a las Carmelitas y demás escuelas de párvulos, por considerar esta vieja señora, muy económicamente pensando, que todos los niños del Puerto debían ser sus alumnos”.

CALLE SANTO DOMINGO

ALBERTI-7En 1904 la familia Alberti-Merello se mudó de Palacio al número 21 de la calle Santo Domingo, hoy sede de la Fundación Rafael Alberti. Casa que parcialmente describió en 1959, en La Arboleda: “Vivíamos por estos años en una de la calle Santo Domingo, con un patio de losas encarnadas y un gran naranjo en el centro. Tan alto era, que siempre le conocí podadas sus ramas superiores. Así, el toldo contra el sol del verano no sufría, al extenderse, sus desgarraduras. El pie del tronco lo abrazaban varios círculos de macetas, todas de aspidistras oscuras y jugosas. Bajo la escalera que arrancaba del patio y subía al primer piso, se agachaba la carbonera, el cuarto lóbrego de los primeros castigos y terrores. Enfrente, pero siempre cerrado, estaba el del Nacimiento, que sólo podía abrirlo unos días antes de Navidad quien guardaba durante todo el año la llave: Federico.”  /La casa de Santo Domingo, hoy Fundación Rafael Alberti.

Personajes populares como éste, arrumbador en la bodega familiar, Paca Moy, la nueva sirvienta y confidente, Pepilla la lavandera, la gitana Milagros Maya, costurera de la familia, María la cocinera o Andrés ‘el Beato’, compartieron con el joven Rafael vivencias cotidianas entre los muros de la casa de Santo Domingo, algunas revividas en sus memorias.

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alberti_luna40_puertosantamariaDe nuevo los Alberti cambiaron de casa, a la vez que los negocios y el dinero iban menguando, trasladándose a la calle Luna. Así, en La arboleda perdida escribe: “…he pasado por mi casa de la calle de la Luna, y he recordado el gran Teatro Principal, ya desaparecido. La parte alta del teatro, la de las buhardillas, daba a unas ventanas que caían sobre la azotea de mi casa. Desde allí se veía todo, y muchas veces, cuando niño, mis hermanos y yo subíamos a escuchar a los actores, cuyas voces nos llegaban clarísimas desde el escenario…”. El edificio, de sobrio y elegante empaque, fue derribado hacia 1970. Su fachada había sido reconstruida en 1859 por su entonces propietario, Críspulo Martínez, que también lo era del Teatro Principal. /En la imagen, la calle Luna hacia 1960. Junto al Teatro, la casa de los Merello. Foto, Rasero.

Según los padrones vecinales que consulté en el Archivo Municipal (desde 1906 sólo se han conservado por estos años los de 1911 y 1916), el inmueble, el nº40, pertenecía a Isabel Ribera López, viuda que vivía con sus hijas Cecilia y Carmen Álvarez Ribera. Otra de las hijas, María, se encuentra en el padrón de 1920 viviendo aquí con sus once hijos y su marido, Jesús Merello Gómez, tío de Rafael.  rafaelalbertimerello_ninio_puertosantamaria

En  cambio, el padrón de 1911 indica que Rafael y su familia se hallaban establecidos en la casa número 52 de Luna, indicándose al margen que para la confección del empadronamiento de 1912 constara que ya no residirían en ésta. Es de suponer que sería entonces cuando se mudaron a la casa de los Merello, la lindera al Teatro. En ella volvió a alojarse unas semanas durante la visita que giró a la ciudad en 1928. Tuve ocasión de preguntarle a Rafael sobre esta segunda casa de Luna, pero no la recordaba (la habitó unos meses cuando tenía 9 años), y por eso no la rememoró en La Arboleda.

Pero los documentos cuentan –y a ver quién le dice lo contrario a un papel oficial- que al menos durante unos meses de 1911 (recoge el padrón que la casa de Santo Domingo se encontraba ya vacía) la familia Alberti-Merello vivió en Luna 52. Hoy el inmueble se encuentra completamente reformado. Compartieron el inmueble con Pedro Urri López, viudo de 76 años, de oficio el alquiler de carros para el transporte de vino y que compartía techo con tres hijos solteros. Enfrente vivía el historiador Juan Cárdenas Burgueto, y un poco antes, aunque después en el tiempo, Hipólito Sancho.

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Luna en los años 40. En la segunda casa vivieron los Alberti en 1911. /Imagen cedida por Miguel Sánchez Lobato.

En esta calle Luna transcurrió una de las vivencias que jalonan La arboleda perdida, que evocó en junio de 1993 en el discurso que ofreció al nombrársele doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid: “Incluso recuerdo cómo Manolillo, el barbero de la calle Luna, llegó a dejarme crecer una coleta que con gran dificultad y orgullo torero llevé escondida bajo la gorra durante un tiempo”. Existiendo entonces otras dos barberías en Luna, probablemente fuera la de Manuel García Ramos, en el nº38, junto a la casa de los Merello.

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Plantas y alzado de la casa de Nevería en plano de 1841. Archivo Municipal.

Durante los últimos años de su estancia en El Puerto, la familia residió en el nº28 (hoy 34) de la calle Nevería (frente al antiguo Centro de Acogida de la Cruz Roja), inmueble que se derribó hace unos años y que sigue en alberca: “Mi padre seguía de viaje por el norte de España, y la familia, mamá con sus seis hijos y Paca Moy, nos habíamos mudado de casa y vivíamos ahora en una de la calle Nevería, calle de los helados y refrescos durante las noches de verano”. Tuvieron por vecino, en el nº30, a Pantaleón Sánchez Robledo, joven médico natural de San Vicente de la Barquera asentado en El Puerto desde 1903 y casado con la lebrijana –también de origen montañés- Anastasia Sánchez Cossío. Miembro del Partido Republicano Radical, desempeñó desde su cargo de concejal, entre 1910 y 1917, una firme y honesta labor pública. En el nº32 vivía con ocho hijos Justino Castroverde, el popular fotógrafo de la época. Más arriba, en el 44, en 1879 nació Pedro Muñoz Seca, donde entonces vivía su hermano Francisco, médico, casado con Elisa Bela y con cuatro hijos.

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Patio principal del Colegio de las Carmelitas en 1925.

De su primer colegio, el de las hermanas Carmelitas de la Caridad, radicado en esta calle, contaba Rafael: “De mi infancia en aquel colegio de monjas, recuerdo más que nada un jardín enchinado en el que había un retrete –diminuto lugar conocido por ‘el cuartito’- a donde la preciosa hermana Jacoba y la finísima hermana Visitación llevaban a los niños más chicos, volviendo ambas muchas veces a la clase rociados de pis los feos zapatos”. Se apunta en el padrón de 1911 que eran Jacoba de Alba Martínez, vallisoletana de 39 años con seis de residencia en El Puerto, y Visitación López Elgnezábal, madrileña de 30 años asentada en la ciudad hacía dos.

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La casa de Nevería poco antes de su derribo. /Foto, Fito Carreto (Diario de Cádiz).

En mayo de 1917 Vicente Alberti, María Merello y sus seis hijos marchaban definitivamente a Madrid. Al joven Rafael Alberti, entre añoranzas y recuerdos, se le abrieron nuevos caminos en la capital.

CALLE ALBARIZAS (LAS VIÑAS)

Pasaron 75 años para que el anciano Alberti volviera a tener un hogar en El Puerto. Fue en 1992, cuando el Ayuntamiento en pleno le cedió una casa en Las Viñas (construida en el 81 para que la habitara el Secretario municipal), en el solar que hasta entonces ocupó la casa del último guarda del Coto de la Isleta y Valdelagrana, Manuel Orellana.

oramaritima copiaNo le era extraño el entorno de su nueva casa, porque desde su más tierna infancia en el Coto de la Isleta vivió algunas de sus correrías infantiles, que evocó en La Arboleda, en terrenos que durante siglos fueron de los señores de El Puerto, como apuntó en el libro primero: “Aquellos bosques eran del duque de Medinaceli, como muchos palacios y casas del Puerto. ¡El duque de Medinaceli! ¡Qué misterio para nuestra imaginación en pañales!” Pinar que certeramente llamó “viejo bosque sucedido”, porque lo fue desde 1643, cuando se plantó por primera vez para fijar las arenas y evitar en lo posible la sempiterna barra del Guadalete. /Los azulejos de su casa ORA MARÍTIMA en Las Viñas.

De aquellos recuerdos suyos en el Coto me quedo –por estos días que están a punto de llegar- con éste: “Cuando se acercaba la Nochebuena, Federico, los ojos bien repicados por el jerez, acudía a casa para llevarnos a los bosques de la orilla del mar en busca del enebro, el pino y el lentisco que luego habían de arborear los montes y los valles empapelados por su fantasía. También nos acompañaba la Centella, una perrita negra, moruna, nacida el mismo día que yo en el rincón de una alberca sin agua. Aquellos bosques eran del duque de Medinaceli... 

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En primer término, el pinar del Coto de la Isleta, hoy Las Viñas. Foto, Rasero. Archivo Municipal.

Aquí pasó Rafael los últimos años de su vida, en la compañía de su esposa, María Asunción Mateo. De su vida en su última casa, hoy que se cumple el aniversario de su nacimiento, extraigo algunos fragmentos del último volumen de sus memorias: “Hoy contemplo mi mar desde un balcón de El Puerto de Santa María, en espera de poder trasladarme con María Asunción a una hermosa casa, con frondosos árboles, con seis chopos altos y prolongados como los mismos castellanos de Antonio Machado, un árbol de la pimienta igual que otro que se alzaba en el jardín de mi abuela aquí, en El Puerto, con sus ramas como tramados de encaje, pinos parasoles como los viejos del pinar de Valdelagrana, dos palmeras: una muy alta, que semeja a un cocotero, y otra más baja pero frondosa. […]

rafaelalberti_gato_puertosantamariaNuestro gato Juan Gris ya ha hecho varias visitas a su próximo hogar, acaba de pasar de nuestra terraza madrileña al íntimo y umbroso jardín de la nueva casa. […] a  nuestra casa de El Puerto queremos darle el mismo nombre que el escritor latino Avieno dio a su relato, Ora marítima, cuyas letras estoy dibujando en azules para que la maestra mano de Pepita Lena traslade a la cerámica […]

A mis 89 años vivo en esta bahía, incansablemente cantada por mí, una espléndida etapa sólo comparable a las mejores de mi vida, rodeado de auténtico afecto y de marítimo color, con esa joven araucaria recién plantada traída desde Alicante que comienza a erguirse en mi jardín, con esas ramas de álamos machadianos derramándose sobre la ventana frente a la que acostumbro a trabajar.

Ya las últimas hojas de mi Arboleda perdida están cayendo, ya van neblinándose los últimos renglones de mi vida, aunque mis ojos siguen conservando la suficiente luz para distinguir las flores que brotan en este sencillo y tembloroso jardín, gracias a una mano celestial que, siempre junto a mí, hace el diario milagro de que todo parezca estrenado. 

Todo es belleza a mi alrededor, lianas perfumadas me rodean y arrebatan de los aterradores y oscuros abismos de la vejez, de la muerte. Me voy con los ojos llenos de los acontecimientos de un siglo. Un siglo de horrores, de enfrentamientos, de dolorosísimas separaciones, de hechos que habitan en mis bosques interiores y en los que, casi a mis 94 años, aún puedo caminar sin perderme entre su frondosidad.  /Texto: Enrique Pérez Fernández.

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(Continuación). El centro urbano de El Puerto de Santa María se fue quedando sin habitantes. Los grandes palacios se van quedando vacíos. Pero ni la Administración puede, ni debe, retomar todos esos edificios para convertirlos en oficinas y espacios públicos, ni  puede haber tanta demanda de centros oficiales.

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El Palacio de Vizarrón, --la Casa de las Cadenas-- donde se hospedaron en 1729 y 1730, los reyes de España, Felipe V e Isabel de Farnesio, hoy en estado ruinoso y apuntalado. /Foto: V.G.L.

Muchas entidades bancarias han derribado edificios singulares y se han establecido en otros construidos de nueva planta sobre sus solares. El centro sestea entre bancos, bares y algún comercio, pero sin habitantes. Algún palacio se convierte en hotel, en apartotel, o es dividido en apartamentos de uno o dos dormitorios. Nada se ofrece en el centro para una familia con tres o cuatro hijos.

Y, mientras tanto, a nuestras autoridades, se les llena la boca afirmando que El Puerto es Ciudad de Historia y Turismo; que es Conjunto Histórico-Artístico; que es la Ciudad de los Cien Palacios. Y no ponen remedio, ni coto con la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico en la mano, que pueden ponerlo legítimamente. A veces hemos tenido a patuleas de inservibles vitaminados por mandatarios y así nos luce el pelo.

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El palacio de los Montes de Oca, en la calle Nevería, restaurado por el arquitecto Rafael Manzano, que fuera restaurado por los Melgarejo-Torrecillas. /Foto: F.R.L.

Alguna iniciativa particular digna de todo elogio, sin embargo, aflora: es el caso de Fernando Melgarejo Osborne y su mujer, mi prima Quiqui Torrecillas (q.e.p.d.), que, luego de haber vendido su finca de Vista Hermosa,  emprenden la labor titánica de restaurar –bajo la batuta de Rafael Manzano--, el palacio que fuera de los Sánchez Montes de Oca, en la calle Nevería. Para ellos mi aplauso.

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Casa Palacio de los O'Ryan, en la calle Larga, propiedad de Tomás Terry, arrendada a unos extranjeros. /Foto: F.R.L.

Tomás Terry mantiene el palacio de O’Ryan, en la calle Larga, aunque lo tiene dado en arrendamiento a unos extranjeros. Palacio, como el único con portada gótica que nos queda, el llamado de Torrejón, en la calle Larga, es restaurado por mis amigos José Mari Lazcaray y su mujer, Gloria Moreno, y lo mantienen espléndidamente amueblado. Pizca Romero Caballero, restaura la gran casa, con torre, que fuera de Eligio Pastor, y la amuebla y alhaja con verdaderas piezas de museo.

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La Casa de Pavón, en Larga, 23, tiene su protagonismo histórico dado que albergó al Duque de Angulema durante la ocupación francesa de 1823 y por la prolongada estancia del Infante Francisco de Paula Antonio y su familia en el verano de 1832. /Foto y pié de foto: AGR - Puertoguía.

El palacio de Pavón, en la misma calle Larga, ha sido restaurado y lo vive Juan Luis Menacho Moscoso; María Soto Osborne ha restaurado con mimo la casa neoclásica que fuera de Don Agustín del Toro, en la calle Cruces.

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Esta casa, esquina de Larga con Ángel Urzáiz fue labrada en los primeros años del siglo XIX en una parcela segregada de la finca colindante de calle Larga por Joseph Bellido, Factor de las Reales Provisiones y Víveres de la ciudad de Cádiz y Comisionado de Guerra de los Reales Ejércitos. A destacar de ella, aparte su armonia y belleza arquitectónica, que fue cuna de Angel Urzaiz. Al que ostentó en varias ocasiones la cartera ministerial, lo parió entre esos muros doña Maria Dolores de la Cuesta Nuñez, una joven viguesa, en 1856. Y la corporación local, sesenta años después,en 1916, coincidiendo con el nombramiento de este portuense de nacimiento Ministro de Hacienda, acordó poner su nombre a la calle donde está ubicada la casa, antes denominada Curtidores, Sarmiento, Puerto Chico y Plata. En 1930, al reestructurarse el callejero se ratificó esta denominación que continúa vigente. /Foto y pié de foto: AGR - Puertoguía.

El americano Mr. Thorpe, ha restaurado y vive la casa de Osborne Tosar, Larga esquina y vuelta a Plata, o Ángel Urzaiz;  Mariano Bobo y su esposa Reyes Aritio viven, han consolidado y restaurado la magnífica casa, con patio de columnas toscanas, lindera a la antigua del Marqués de Arco Hermoso, en la calle Durango; Antonio Sánchez Cortés mantiene con mucha dedicación y exquisito gusto la muy bien pertrechada casa antigua de Bish;  Milagros Osborne Domecq (q.e.p.d.) y su esposo Carlos Martell mantienen la llamada “casa de tía Joaquina”, en la calle Fernán Caballero en perfecto estado de revista y amueblada con exquisito gusto; los hermanos Osborne Domecq, las suyas en Fernán Caballero y Jesús Nazareno que, aunque de nueva planta, han utilizado materiales nobles y están repletas de obras de arte y mobiliario suntuoso; o Serafín Álvarez-Campana y su esposa Elisa Osborne Domecq, con casa en la Plaza de la Iglesia, con patio con columnas toscanas, muy luminosa y llena de objetos artísticos, cuadros y mobiliario  procedentes de sus familias, en particular de los Oneto, los Álvarez-Campana, los Osborne y los Domecq; o Catherine Lacoste, (sí, la de “les chemises Lacoste” del cocodrilo) que se ha labrado en la calle Espíritu Santo su espectacular casa, con torre, donde vive grandes temporadas.

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Patio de la calle San Juan 19, casa del matrimonio Suárez Ávila y Lena Terry. /Foto: F.R.L.

Todos, incluso mi mujer y yo mismo, somos unos pertinaces, empeñados en vivir en el centro, en nuestras casas, como un único lujo; yo, en la que nací y en la que fue de mis bisabuelos, de mis abuelos y de mis padres, como unos “últimos de Filipinas”, empeñados todos en no dejar el centro la ciudad, salir a la calle y dar los buenos días a personas que siempre has visto, o cerrar el portón de la calle y aislarnos del mundanal ruido. /Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

Ver nótula núm. 1.831 en GdP del libro de Fátima Ruiz de Lassaleta 'La Ciudad de los Cien Palacios' pulsando aquí.   Palacio.

(Continuación). Es para echarse a temblar cuando un arquitecto mete mano y se pone a crear con un ordenador y un par de revistas extranjeras de arquitectura que no sabe leer, porque desconoce el idioma.

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Vista aérea de la Plaza de Toros. Año 1940.

O cuando te plantan una cosa “clásica”, a escala de la Señorita Pepis. Los arquitectos deben tener la cautela de saber nadar por las aguas de las invariantes arquitectónicas locales, mirar y admirarse de lo que han hecho otros. Incluso crear, como los músicos, “variaciones” sobre un tema arquitectónico local y enraizado. Pero sobre todo pasar desapercibidos por donde actúen. Eso es pedir mucho, lo sé.  Yo les temo como a una vara verde. Tanto como Séneca, cuando escribió en  la Epístola moral a Lucilio: «Créeme, yo era feliz en aquel tiempo en que no había arquitectos». Y esa frase ha merecido estar escrita, en una lápida de mármol, en el Instituto del Restauro de Roma.

Sin embargo, las prestigiosas y amplias familias bodegueras, instaladas en la zona desde principios del XIX y aun a finales del XVIII, se dotaron de suntuosas viviendas y palacios. Unos, heredaron palacios que habían quedado inhabitados; otros los adquirieron y mimaron, los dotaron con ricos muebles, plata, pinturas, porcelana y pareció que las casas  volvieron a tener su anterior esplendor.

tomasosbornebolhdefaber_puertosantamariaUnos, heredaron las notables casas y fincas de recreo que fueron, por ejemplo, del hispanista Juan Nicolás Bölh de Faber, e incluso adquirieron otras muchas; otros, fueron comprando palacios y fincas que tuvieron, en otro tiempo, gran lustre. Criadores y exportadores de vinos generosos, también  fueron generosos con sus conciudadanos. El empleo de una gran mano de obra y la benéfica influencia que tuvieron en todos los órdenes de la vida, los hizo gente singular. Brillaron, unos, en el mundo de la diplomacia, de la literatura, de la arqueología, del toro –no sólo como ganaderos de bravo, sino siendo los promotores de la construcción en 1880, de la Real Plaza de Toros, sociedad que presidió Don Tomás Osborne Bölh de Faber--,  y, otros, en el mundo de las relaciones humanas, de la historia,  el arte, de los caballos y los enganches: entre los primeros, los Osborne; entre los segundos, los Cuesta, los Sancho de Sopranis, los Jiménez Loma, los Merello, los Terry y los Caballero. Y, todos en la beneficencia. /En la imagen de la izquierda, Tomás Osborne Bölh de Faber, presidente de la sociedad promotora de la Plaza de Toros.

felipe_V_puertosantamariaSi en el XVIII y en el XIX, los palacios de don Juan Vizarrón acogieron durante dos veranos (1729 y 1730) a Felipe V y a toda su  fastuosa corte, con los infantes que después fueron Luis I, Carlos III y Fernando VI; o el del Marqués del Castillo de San Felipe, al felón Fernando VII, que allí, en 1823, derogó la Constitución de Cádiz; o el Marqués de Villarreal de Purullena, en 1862, recibió, en su palacio a Isabel II y al infante Don Alfonso, luego Alfonso XII; no se quedaron atrás, Don José Moreno de Mora, que acogió en el suyo, de la calle de los Moros, a los Duques de Montpensier;  ni los Pavón recibiendo en su palacio de la calle Larga (luego de Tosar) al Infante Don Francisco de Paula de Borbón y a sus hijos, en 1832, para tomar baños de mar por prescripción de los médicos de la Corte; ni los Osborne, recibiendo a mucha nobleza de la Baja Andalucía con la que entroncó y, desde Bölh de Faber, dando cobijo y amistad a toda la intelectualidad de la Ilustración y el Romanticismo.

josecabaleirodolago_puertosantamariaO los Caballero --sobrino-nietos de Juan Ramón Jiménez, el poeta de Moguer, Premio Nóbel de Literatura--, que mantuvieron los lazos con la monarquía destronada y eran sus huéspedes los Infantes de Sanlúcar, Don Alfonso y Doña Beatriz y realizan una gran labor de mecenazgo con el castillo de San Marcos—el Santuario alfonsí de Santa María do Porto la de las Cantigas--, con la Cátedra Alfonso X y con las publicaciones sobre el Rey Sabio que van poblando los anaqueles de las universidades españolas y extranjeras; o los Terry, que hicieron ejercicio del mecenazgo y del apoyo de las bellas artes, enriqueciendo sus fincas y casas con la dirección de Don Juan José Bottaro y Palmer (ver nótula núm. cxx en Gente del Puerto) pintor, escultor orfebre, jinete, preceptor, fotógrafo, cámara aficionado y un verdadero hombre del Renacimiento, y tuvieron sus puertas y sus caballerizas abiertas a toda la nobleza de la zona y, en las grandes batidas de perdices, en El Pedroso, o en El Montañez, o en La Micona,  a Ministros del Reino y al anterior Jefe del Estado… /En la imagen de la izquierda, José Cabaleiro do Lago, fundador de Bodegas Caballero.

luismigueldominguinTambién la gente de la farándula,  la aristocracia o la de papel couché. Me vienen a la memoria Jacqueline Kennedy, la Duquesa de Alba o Bo Derek montando los caballos del hierro del bocado de los Terry, o los toreros, que se vestían de luces en las casas portuenses. Recuérdense a Currro Romero que se vestía en el Cerrillo de Rafael Osborne Macpherson o a Luis Miguel Dominguín en el palacio de Oneto, cuando lo vivió Miguel Castro Merello.

Hasta los años 1920, el veraneo portuense no era de playa, a menos que estuviera usted raquítico y que el Doctor Joaquín Medinilla Bela o el Doctor Tolosa Latour le hubieran recomendado los quince baños de mar terapéuticos, desde luego después que la Virgen del Carmen hubiera bendecido, en su día, las aguas.

El veraneo era en el campo, en los recreos. La Julia, Las Banderas, Fantoba, El Cerrillo, el Palomar, Villa Magdalena, Las Marías (que nosotros llamábamos “Ravina”), La Belleza, El Caserón, El Caracol, Wenceslao, la Carlota , La Lusiana...

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Y otros como el Recreo de los Trapos (Nuestra Señora de los Dolores), Villa Ángeles, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Crevillet, el Recreo de Haro, Los Pinos, El Pinar,  La Hacienda San Martín, Vista Hermosa, la Granja de la Misericordia, La Manuela, La Torre, La Rufana, Nuestra Señora de los Milagros (conocido como Recreo de Monís), El Almendral,  Mazzantini, El Camaleón, El Levante, Micateco,  el Recreo de Rioja, el Manantial, San José, la Huerta de Quijano, la Granja de Tejada, la Sericícola, las Huertas de Romero, de Alcántara, del Granado, de Cuesta, de Malacara, de Vinagre... y un sin fin de fincas, amén de las casas de viñas, eran el lugar de bucólico esparcimiento, durante el verano, de muchas familias portuenses que, abandonaban sus casas urbanas y se trasladaban al campo. Por el contrario, durante todo el año, los mayetos, hortelanos y viticultores, tenían en la ciudad sus “paraderos”, en algún partido de casa alquilado con su cuadra corrida para alojar a las bestias con las que se trasladaban para hacer la compra de la semana o recoger la “muda” limpia.  /Pedro y Francisco Muñoz Seca, en el portuense Recreo de los Trapos.

Sin embargo, en 1968 se produjo la urbanización de la finca de Vista Hermosa y otras adyacentes que se le incorporaron.  Con ser un proyecto urbanístico sin parangón, numerosas familias portuenses abandonan sus casas y se van a vivir allí y toda Sevilla se vuelca  construyendo sus “segundas residencias” en  Vista Hermosa. Algunas familias portuenses ya habían abandonado sus casas del centro y se habían trasladado, definitivamente a las fincas de recreo, que acondicionaron  como verdaderos palacios.

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La Casa Grande data de principios del siglo XX, erigida por miembros de la familia Osborne que residían en Sevilla, cuando fundaron la cervecera La Cruz del Campo.

Al calor de todo ello, se urbanizan El Manantial, Valle Alto y Valdelagrana. Pero surge un fenómeno mimético al que no ha habido voluntad alguna de poner coto: las parcelaciones y construcciones ilegales que han roto todo el equilibrio de nuestro paisaje rural  y causan un desagradable impacto medioambiental, pues todo el término municipal se ha convertido en  pobladitos sin infraestructura urbana, y, lo que es más grave, han contaminado, con los pozos negros, los abundantes y ricos acuíferos. (continuará). /Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

Que el Gran Puerto de Santa María fue “la Ciudad de los cien palacios”  es lugar común y dicho que corría de boca en boca, que utilizaron como título para dos artículos, por los años 1950, en “ABC” de Sevilla, Pepe de las Cuevas y mi padre, Luis Suárez Rodríguez.

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Cartel promocional de la Ciudad de la temporada veraniega de 1896. Obsérvese en la esquina superior izquierda el escudo de la Ciudad con la estrella en lugar de la imagen de la Virgen de los Milagros, sobre el torreón.

Ciertamente, por aquellos años, comenzó un periodo de decadencia que terminó en los años 1960 y siguientes hasta la actualidad, en una pérdida absoluta del respeto, no sólo por los edificios notables, sino, lo que es más grave, por nuestro urbanismo en damero que fue modelo para el trazado de las ciudades que  fueron fundando “los españoles de ambos hemisferios”.

En nuestra novela picaresca del XVI y el XVII, los pícaros llaman con motes a cada carta de la baraja, para entenderse furtivamente. Al seis le llamaban “las calles del Puerto”, por la forma en que estaban dispuestos los palos y los espacios –calles--, que quedan entre ellos. Las calles de El Puerto  que, trazadas a cordel, en la parte de la bajamar, forman abanicos que lo defienden del viento de Levante. El abanico más notorio es el de la Plaza de la Herrería que tiene sus varillas en las calles Misericordia, Ganado, Curva, Ribera y Jesús de los Milagros, que, a su vez entroncan, en damero, con las demás; o la Cuesta del Carbón –la Plaza de Cristóbal Colón--, que distribuye  y amaina el Levante por Jesús de los Milagros, Alquiladores y la Plaza del Castillo; o la Plaza del Polvorista a la que le entra el Levante por la Calle de las Cadenas y el Callejón de Aguado y se abre en abanico entre Aurora, Ximénez de Sandoval, Fernán Caballero o Sol… para, luego,  volver al damero.

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Figuras de espadas de la baraja española.

El haber sido Capitanía General de la Mar Océana y Capitanía General de las Costas del Andalucía, antes, y, luego, con la Casa de Contratación en Cádiz, en el XVIII, lugar donde sentaron sus reales muchos cargadores a Indias y la llegada de irlandeses, sobre todo, que se apercibieron de las posibilidades de criar vinos para exportar que, antes,  estuvieron en manos de montañeses, hacen de El Puerto de Santa María una ciudad singular. Montañeses, genoveses, flamencos, francos, irlandeses, germanos…, constituyen, con los naturales, un sustrato demográfico enriquecedor para la Ciudad.

Poco a poco, emerge la riqueza que requiere labrarse un palacio, dotarlo de mobiliario nobilísimo y ajuar de ricas telas, bordados y brocados, tapices, reposteros, vajillas de la Compañía de Indias, cristalerías, colecciones y hasta galerías de pinturas y estampas, esculturas, plata, porcelana, gabinetes de arqueología, colecciones de numismática y grandes bibliotecas que llaman la atención de los escritores viajeros. Casos paradigmáticos de ello son los de Don Guillermo Tirry, Marqués de la Cañada o Don Agustín Ramírez Ortuño, Marqués de Villarreal y Purullena, o los varios palacios de los hermanos Vizarrón, o el del Marqués de Cumbre Hermosa, o el del Almirante Valdivieso, o el de Don Juan de Aranibar,  el de Barrios, el de Vos, el de Winthuyssen, el de O´Neale,  el de O´Ryan, el del Marqués del Castillo de San Felipe, o el de Moreno de Mora, entre otros muchos, con oratorios devotos, con caballerizas y guadarneses,  con amenos jardines, a la francesa, o botánicos aclimatadores de plantas exóticas de las Indias, o con embarcaderos propios, en la Ría del Guadalete, a las espaldas de sus palacios.

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Vista desde la plaza de Colón.

Pero no se crea que solamente la nobleza dispuso de casas equivalentes a un palacio. El paisaje urbano estaba poblado de edificios domésticos ciertamente singulares y sus interiores eran ricos y muy bien amueblados. Yo he conocido en mi niñez, magníficas casas residuales, de señoritas “prolongadas”, esto es, que nacieron solteras y murieron solteras, últimos bastiones de familias ricas, que, venidas a menos, conservaban la dignidad de sus ampulosos muebles, ajuares, galerías, cortinajes, relojes, porcelana, plata…, y tapaban los desconchados de las paredes, poniendo un valioso cuadro. Cuando murieron dejaron todo, generalmente, a la fiel sirvienta que las atendió, con empleo pero sin sueldo, que, viéndose rica, se apresuró a vender en almoneda todos aquellos tesoros. Los años 1960 fueron idílicos para toda clase de anticuarios, chamarileros, almonedistas, derribistas, casas de subastas… que ofrecieron lo mejor de lo que había  amueblado y alhajado muchos palacios portuenses.

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Calle Palacios abajo, esquina con Micaela Aramburu.

Casas de familias acabadas o de familias numerosísimas, aventadas a otros lugares, luego fueron convertidas en casas de vecinos, divididas en “partiditos”, pero con techos y bóvedas pintados, con grandes artesonados, con yeserías, a los que se accedía por patios con columnas toscanas y por escaleras con barandales de palosanto y grandiosas fresqueras semicirculares. “Partiditos” de sala y alcoba con puertas de cuarterones de cedro o de caoba y guarnición de pino de Flandes; con ricas solerías de mármol de Italia; con cerámica trianera del XVII o del XVIII, o de Delf, en algún caso… El Texto Refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964, con las prórrogas forzosas, ha prolongado hasta nuestros días muchos contratos de rentas verdaderamente miserables, aun actualizadas en 1995, para “partiditos” de casas también miserables. Las declaraciones de ruina, muchas veces puniblemente provocadas,  terminaron con esos contratos eternos y con el desahucio de los inquilinos molestos para los compradores, generalmente promotores inmobiliarios de fuera, que dejaron muchos palacios convertidos en solares. Pero es que, además, hicieron su agosto con los materiales de derribo. Molesta ver en revistas de decoración chalets en Marbella o en Sotogrande, por ejemplo, en que las chimeneas de mármol, o los barandales de escalera de caoba o palosanto, o las puertas de casetones, o las rejas de forja del XVII o del XVIII, dicen, en los pies de fotos, que fueron de  palacios de El Puerto de Santa María, o en catálogos de subastas, por ejemplo, los gruesos ladrillos de portabla , pintados a mano en cobalto y vidriados en los hornos de Triana del XVIII, todos distintos, que fueron expoliados del Palacio de Purullena…

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Mobiliario y pinturas del Palacio de Purullena, antes de su expolio.

Hace unos meses, en Madrid, sonó a bombo y platillo, la exposición que la Fundación Juan March hizo de diez óleos de Tiépolo que había adquirido en los años 60 procedentes de una antigua colección de El Puerto de Santa María. (ver nótula núm. 1.288 en GdP). Y, suma y sigue.

Mi padre, con mucha carga de verosimilitud, llamaba “paracaidistas” a los que aparecían por estos lares, de improviso, sin saberse de dónde, siniestra e inesperadamente, y se instalaban, bullían, apabullaban, trepaban, derribaban uno o varios palacios, construían, o no –que alguno permanece todavía en alberca--, uno o varios estafermos, hacían caja y, adiós-que-me-voy, que-ahí-os-quedáis. Los promotores y los arquitectos están casados con la Ley del Suelo y divorciados de la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico.  (continuará).

/Del Prólogo del Libro de Fátima Ruiz de Lassaleta ‘La Ciudad de los Cien Palacios’, por Luis Suárez Ávila.

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Fue uno de los establecimientos hosteleros más populares con los que contó El Puerto. Se ubicaba arriba de la calle Luna, al fondo, entre las calles Santa María y Vicario, en un inmueble que se derribó en agosto de 1946 para dar más amplitud a Luna y crear la plaza Juan Gavala.

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El edificio (que lindaba con el que alojó a la Ferretería Zaragoza) era, como reza en los antiguos callejeros, el primero de la calle San Juan. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1873 era una hostería (con las habitaciones de hospedaje en el piso superior) de Severiano Ruiz Calderón, quien, andado los años, en 1895, llegó a ser alcalde de la ciudad. A fines de los 80 pasó a ser, ya como taberna, de José Clement González (que también llevó Casa Clement, en la plaza del Castillo, en una accesoria del palacio de Araníbar, donde está la Oficina de Turismo), al comienzo de los años 10 de José García Fernández (después dueño de Las Columnas), desde 1915 de Victoriano Gil Sánchez (de la familia de ‘los Giles’), entonces llamada Antigua Sacristía, en la década de los 30 e inicios de los 40 de Antonio y Enrique Garrido y en sus últimos años, hasta su derribo, del montañés Enrique Conde.

severianoruizcalderon_p_puertosantamariaSu nombre hacía referencia, no a la inmediata sacristía de la Prioral, como tal vez podría suponerse, sino al lugar específico de una bodega –su ‘sancta sanctorum’- en donde se conservan, como auténticas reliquias, las soleras más antiguas. /En la imagen de la izquierda, el que fuera propietario de la hostería en 1873 y  alcalde en 1895, Severiano Ruiz Calderón.

Desconozco quién captó la imagen que ilustra estas líneas y que generosamente me ha facilitado Miguel Sánchez Lobato, pero por su calidad sospecho que bien pudo ser Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’ o Justino Castroverde, los más destacados fotógrafos portuenses de la época. Tampoco sé cuándo se tomó. Estimo que fue a fines de los años 20, cuando llevaba la taberna Victoriano Gil. Convendrá el lector conmigo en que es una escena coral espléndida pese a su imperfección por el fogonazo de luz que entra por la puerta de Vicario y que nubla el mostrador y el rostro del dependiente, que más que restarle valor le proporciona encanto y cierto aire espectral.

tabernasybaresconsolera_portada1_puertosantamariaEsta es la imagen que he elegido para la portada del libro ‘Tabernas y bares con solera’ cuya segunda edición actualmente preparo (la primera, ed. Hospor, 1999). Recientemente he tenido ocasión de consultar un inventario de los enseres con los que contaba la taberna en 1926, facilitado por Antonio Gil de Reboleño Insúa. Algunos de sus elementos (los tipos de mesas, de sillas, la ubicación del salón con sus ocho camarotes…) me hacen dudar si el establecimiento en verdad se corresponde con La Sacristía. Sigo creyendo que sí, pero no tengo la certeza, y no quiero errar en un elemento importante como la portada de un libro. Por ello, si algún amable lector tuviera la convicción de su identificación o no con La Sacristía, le agradecería que lo hiciera constar en un comentario en esta nótula. /Portada de la primera edición de 'Tabernas y Bares con Solera'.

Para su identificación me parece determinante el arco con el contundente y legendario letrero del ‘SE PROHIBE EL CANTE’, que me hace recordar,  por cierto, esta noticia que publicó la Revista Portuense en julio de 1925:  “Anoche a las diez se encontraba una reunión de siete individuos en la tienda de bebidas La Sacristía, tomando unas copitas, originándosele a alguno de los concurrentes lanzar una coplita. El sereno del distrito llegó imponiendo silencio, argumentando los juerguistas para proseguir cantando que debía ordenarse que cesaran de funcionar los gramófonos [como el que aparece en la foto] que poseen diversos establecimientos del centro de la población. Observando el empleado que no eran obedecidas sus órdenes, y juzgando poco prudente imponer su autoridad contra siete individuos, hizo mutis para buscar refuerzos. Efectivamente a poco, cuando los juerguistas ya en la calle comentaban escandalizando el caso de que no se les dejara cantar, entonces aquel sereno y dos compañeros más se llevaron a tres de los escandalosos a dormir la mona en la Prevención.”  /Textos: Enrique Pérez Fernández.

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La calle Luna al comienzo de los años 40. Al fondo, La Sacristía. En el acceso de la puerta visible fue donde el fotógrafo captó la imagen de arriba que ilustra el inicio de esta nótula. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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