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Fue en 1967 cuando a un grupo de portuenses se les vino a la idea colaborar en algo que diera otro talante, otra imagen a la celebración ambiental y pública de la Navidad. No existía por aquella época un ambiente precisamente navideño por las calles de El Puerto, ni tampoco en sus actos públicos. La Navidad en las calles de nuestra ciudad pasaba casi desapercibida. Con el ánimo de revitalizarla nació la campaña “Navidad con amor”. Su desarrollo se expuso al municipio y hubo visto bueno inicial de la alcaldía que entonces ocupaba don Luis Portillo Ruíz, que aparece en la imagen de la izquierda.

Con no pocos esfuerzos, los organizadores lograron un reconocible apoyo de determinados comercios para poner algunos exornos en las principales calles del centro histórico. Los exornos del primer año fueron muy tímidos en cuanto a esa ascua de luz navideña que la campaña logró en años sucesivos. Las calles con esta iniciativa lograron tener iluminación y adornos especiales, incluso con su mezcla correspondiente de propaganda comercial, algo sin precedentes en la historia de El Puerto. Hace 43 años los portuenses pudieron disfrutar por primera vez de la iluminación extraordinaria de sus calles más importantes por Navidad.

Los primeros alumbrados extraordinarios de Navidad con Amor. Calle Luna arriba, a la derech 'La Bota de Oro'.

Pero cuando la ilusión de cristalizar la idea ya estaba en marcha, surgió el inconveniente. Del Ayuntamiento llegó una contraorden: “que se retirasen los exornos de las calles, y que se volviese a exponer antes de seguir adelante un nuevo planteamiento”. Para salvar la iniciativa fue persona clave con su implicación desde el primer momento el teniente de alcalde delegado de fiestas Juan Melgarejo Osborne, quien con su empeño personal logró que la primera campaña de “Navidad con Amor” siguiera adelante.

Juan Melgarejo Osborne, alcalde de la Ciudad en 1970, en la entrega de premios en la Gala del Teatro Principal de ese año, junto al Teniente de Alcalde de Fiestas, Francisco Javier Merello Gaztelu. A la derecha, sosteniendo los Trofeos (unos bambis de alpaca plateada servidos por Joyería Díaz), el ordenanza Juan Valiente Moreno.

La Gala de Navidad, protagonizada por niños, que se celebraba en el Teatro Principal los días 25 de cada año, mientras duró la Campaña. La primera gala fue presentada por Pilarín Merello Peñalver, Amparo Unzueta Melgarejo y Aurora Melgarejo.

El acto central de la campaña giraba en torno a la ‘Gala Infantil’  benéfica en el Teatro Principal que, con la complicidad expresa del profesorado de los colegios de la época lograron la participación de infinidad de coros de chiquillos; sus villancicos y sus voces blancas contribuyeron al éxito popular de aquella primera experiencia solidaria en días tan señalados. El local de más capacidad de la ciudad abarrotado hasta el gallinero de un público expectante para contemplar a niños, entre los que muchos de ellos tenían las más cortas edades. El Puerto entero se volcó con esta primera edición y sucesivas campañas y galas de “Navidad con amor”.

De izquierda a derecha, Fernando T. de Terry, alcalde de la Ciudad; Francisco Javier Merello Gaztelu, Teniente de Alcalde Delegado de Fiestas, José María Morillo,  --que recitó unos versos de José Luis Tejada en representación del Instituto Técnico-- y Antonio Romero Castro, Jefe del Negociado de Fiestas del Ayuntamiento. 25 de diciembre de 1971.

Tal fue la singularidad de la iniciativa que llegó a tener especial eco en distintos medios de información a escala nacional, e incluso en el quinto aniversario Televisión Española dio cobertura a los actos. La campaña, por la calidad de las interpretaciones de los niños mereció ese mismo año el premio “Paz en la Tierra”, concedido por el Ministerio de Información y Turismo siendo su titular Alfredo Sánchez Bella, y alcalde la ciudad Fernando T. de Terry Galarza.

La Pastora Mayor que en 1971 recayó en la hija de un marinero con serios problemas de salud y empleo, y la corte de pastorcillas y pastorcillos, en la puerta del antiguo Ayuntamiento en la Plaza de Isaac Peral.

La Pastora Mayor fue una designación que no se incorporó hasta el tercer año de la campaña. Es decir 1969. Las distintas proclamaciones se realizaron en el salón de plenos del Ayuntamiento. La idea surgió con el propósito de ofrecer a una niña de familia trabajadora la alegría navideña de unos días inolvidables. La primera Pastora Mayor era hija de un obrero del municipio; la segunda de una viuda de modesta condición económica; la tercera de un marinero; la cuarta fue una niña del Asilo de Huérfanas, y así sucesivamente…

Otros actos paralelos a la Gala Infantil fueron las visitas a los ancianos de las Hermanitas de los Pobres, o la ofrenda oficial en fin de año ante el Belén de la plaza del Polvorista, así como concursos de redacción y dibujos de temas navideños. Una fiesta-cena benéfica ayudaba con su recaudación a las familias más necesitadas, origen y fin por sí mismo de toda la campaña.

Martínez Alfonso, en la entrega de premios de la Gala del año 1973. A su derecha, Enrique Pedregal Valenzuela.

La Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia organizaba todos los años la cabalgata de Reyes Magos, pero al llegar el X aniversario de “Navidad con Amor” cedió los bártulos a la Comisión Organizadora sin menoscabo de su continuada colaboración.

Siendo alcalde de la ciudad Manuel Martínez Alfonso, el poeta y escritor portuense Juan Ignacio Varela Gilabert dio el primer “Pregón de la Navidad con Amor” en un acto celebrado en la Casa de la Cultura el día 16 de diciembre de 1976. Para este primer pregón también se barajaron los nombres de José Luis Tejada y Montero Galvache.

Curiosamente esa Navidad y debido a la falta de presupuesto municipal se redujo considerablemente el alumbrado extraordinario, si bien se compensó en parte con la incorporación de un equipo de ambientación musical navideña.

Por aquella época existían serias discrepancias entre los regidores de la ciudad y la representación eclesiástica del municipio que, a través del asesor religioso de la Comisión Organizadora y en escrito dirigido a la misma, les conminaba sobre la organización de los actos relativos a la Navidad dentro del primer templo de la ciudad “como criterio que tiene la Iglesia para tenerlo en cuenta”.

La Navidad con Amor, al principio de los ayuntamientos democráticos. La instantánea en el Teatro Principal en 1979. El macero Camacho, los ordenanzas municipales Ullén y Polanco, el Teniente de Alcalde Delegado de Fiestas, Manuel Espinar Galán, el miembro de la Comisión de Navidad con Amor, Enrique Pedregal Valenzuela, el alcalde de la Ciudad, Antonio Álvarez Herrera y el miembro de la Comisión, Miguel Lobato Quintero. Año 1979.

El devenir de los tiempos, la propia inercia de la sociedad y la desaparición del añorado Teatro Principal fruto de la barbarie especulativa e incendiaria de unos desalmados, propició el desvanecimiento paulatino de la “Navidad con Amor” a comienzos de la década de los 80 del siglo pasado.

El coro de niñas del Maestro Dueñas, dirigido por él que aparece a la izquierda de la imagen junto a Antonio Romero Castro --Jefe del Negociado de Fiestas del Ayuntamiento-- y a la directora del Asilo de Ancianos, en la visita y ofrenda que hacían durante la Campaña. Año 1972.

Todavía perduran y resuenan en la memoria de varias generaciones de porteños, los sones y cantares cultivados por la sabiduría musical del Maestro Dueñas.

"Un saludo cariñoso
a la Pastora Mayor
por estar representando
la Navidad con Amor"

(Texto: Manolo Morillo. Fotos: Rafa. Archivo Municipal).


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"Aquí viene un servidor,
para no perder costumbre;
no lo tome a pesadumbre,
recíbame, por favor.
¡Navidad! Dicha del alma,
doquier alegra canciones,
bebidas, dulces, turrones,
paz serena, duce calma.
Olvida el triste su llanto
se siente al anciano, niño,
porque es Navidad cariño,
alegría y gozo santo.
Y yo le deseo, señor,
pase alegres Navidades
salud y felicidades
y un Año Nuevo mejor".

EL CARPINTERO.

A mediados del siglo XIX surge en el mundo de las representaciones gráficas una modalidad de impreso estrechamente relacionada con diversas actividades sociales. En el ámbito de las relaciones de la vida familiar y social burguesa se generaliza el uso de una serie de elementos impresos para recordar las fechas señaladas: felicitaciones de todo tipo llegan en el día de la onomástica o del aniversario, en las fechas de Navidad o Año Nuevo, el día de los enamorados y tantas otras fiestas.

Se considera generalmente que la primera tarjeta de Navidad se editó en 1843 por iniciativa de un editor inglés, Henry Cole, que encargó unos dibujos que luego imprimió y remitió a sus amistades. Con el paso del tiempo su idea fue calando y se generalizó su empleo en Gran Bretaña y otros países europeos. Sin embargo, con anterioridad a esa fecha, se tiene constancia en España de una primera felicitación navideña impresa en 1831, obra de los repartidores del Diario de Barcelona.

Las felicitaciones de los trabajadores de oficios públicos eran repartidas por éstos con la manifiesta intención de obtener una gratificación. La llegada de la cromolitografía al mundo de las artes gráficas, a partir de mediados del siglo XIX, inunda de color las felicitaciones que cada año mandaban imprimir los servidores públicos. Serenos, panaderos, lecheros, electricistas, aprendices, barberos, repartidores de periódicos y otros trabajadores felicitaban las Pascuas por medio de tarjetas con una estética propia muy característica.

En la mayor parte tarjetas destaca la figura del trabajador con uniforme de gala, como en el caso del sereno, o con atuendo de trabajo mientras desempeñan las tareas propias de su oficio; en un segundo plano aparecen escenas de la Natividad, alimentos y bebidas típicos de estas fiestas: turrón, pavo, uvas, champán, etc. Posteriormente van apareciendo otros elementos que poco a poco se incorporan a los demás símbolos navideños: el abeto y objetos para su decoración, hojas de acebo y escenas de familias comprando figuritas del belén.

Las fórmulas o frases de felicitación son casi siempre las mismas y están impresas o estampadas en el anverso de la tarjeta: “El cartero felicita a usted las Pascuas de Navidad” o “El farolero les desea Felices Navidades”; mientras que el texto en verso con el que el trabajador pide el aguinaldo hace referencia a las peculiaridades de cada oficio y está impreso en el verso de la tarjeta.

La Biblioteca Nacional de España conserva una excelente representación de felicitaciones de oficios desde finales del siglo XIX hasta 1960 que permite estudiar y comprobar la evolución de estas tarjetas en cuanto a su iconografía, técnica y estética. (Textos: Rosario Ramos Pérez. Biblioteca Nacional de España).

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Los pisos de la Pescadería, todavía en pié, en su fachada a la Avda. Micaela Aramburu. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

Casi 50 años después de su inauguración, el 25 de julio de 1962, se han empezado a derribar los dos bloques menores del Grupo de Pescadería desalojados durante el verano pasado, construidos en el antiguo solar de la Plaza de la Pescadería. La demolición de los dos bloques con fachada a la avenida de la Bajamar esquina y vuelta  con Domingo Veneroni y Compositor Javier Caballero, que albergaban un total de 16 viviendas. En 2006, la desaparecida Cofradía de Pescadores tuvo igual fin. En el futuro, desde la recuperada Plaza, se construirá una pasarela peatonal y de servicios que comunique ambas márgenes del río Guadalete.

Acto inaugural de las viviendas el 25 de julio de 1962. En la presidencia, el alcalde de la Ciudad --a la izquierda del Arcipreste, Don Manuel Salido Gutiérrez, párroco de la Prioral. Le acompañan también los hermanos Manuel (izda.) y Carlos (dcha.) Román Ruiloba, présbíteros coadjutores de la Prioral y a la izquierda de Carlos, Anastasio Pérez Andrés, Pbr. capellán del Penal y del Hospital Municipal. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

La corporación y otras fuerzas vivas de la época, en la tribuna instalada en el patio interior formado por los bloques de viviendas. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

La Cofradía de Pescadores, demolida el pasado año de 2006, también se engalanó para la fiesta de inauguración. Vemos al fotógrafo de las anteriores imágenes, Fariñas, inmortalizado por su compañero, el también fotógrafo, Rafa. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

En 1962 era alcalde de la Ciudad Luis Portillo Ruiz. Se inauguraba el Hotel Meliá ‘El Caballo Blanco’. Rafael Alberti publicaba ‘Poemas Escénicos’ primera serie.
El ayuntamiento concedía la Medalla de Oro de la Ciudad al dictador y Jefe del Estado, Francisco Franco. Nacían el investigador Bernardo Rodriguez Caparrini, el compositor carnavalesco Luis Galán Pérez y la actriz Montse Torrent, entre otros.

La Plaza de la Pescadería, al fondo el Resbaladero y el Castillo de San Marcos. A la izquerida, la Real Fábrica de Arguardientes y Licores, luego Casa de la Aduana. En el agua, un barco a vapor. (Grabado del Siglo XIX. Plaza de la Pescadería. Cahpuy).

«El 19 de abril de 1939 se crea el Instituto Nacional de la Vivienda dependiente primero de la Organización Sindical y posteriormente (2 de enero de 1942) del Ministerio de Trabajo. Su dirección en un primer momento recae en la persona de Federico Mayo. La misma ley de abril de 1939 crea la figura de "vivienda protegida". Según esta Ley el INV es el único organismo capacitado para aprobar los proyectos de construcción de "vivienda protegida" y para lo referente a todo tipo de normas. Su función principal era diseñar un plan nacional de vivienda protegida para todo el Estado, de donde nacen los Planes Nacionales de Vivienda». (Jesús López Díaz).

Almacenes existentes frente al Resbaladero, en cuyo lugar se construyeron los pisos. Albergaron durante un tiempo el Parque de Bomberos de la Ciudad. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería con los almacenes al fondo. vista del desaparecido muelle de madera existente. A la izquierda la Casa de la Aduana (que había sido Real Fábrica de Arguardientes y Licores). (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería, desde la Otra Banda. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

Estas viviendas fueron cosntruidas en la Plaza de la Pescadería, derrumbando para ello unos almacenes existentes desde al menos, el siglo XIX. Hubo un intento de construir pisos en la Plaza del Polvorista, pero la fuerte oposición, a mediados de los sesenta de Manuel Martínez Alfonso y otros, impidió que ocurriera lo mismo que con la Plaza de la Pescadería, llamada en otros tiempos Plaza de la Virgen del Carmen.

La Plaza de la Pescadería, al fondo la Casa de la Aduana. En esta plaza se solían instalar los Circos cuando visitaban la Ciudad. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería en 1890. A la derecha, los almacenes frente al Restaurante El Resbaladero. En el centro de la imagen, la fuente del Convento de Santo Domingo, que permanecería mcuhos años en los jardines de la Estación de FFCC y que, desde que se encuentra reubicada en el Parque Calderón ha sufrido todo tipo de actos vandálicos. (Foto: Colección Antonio Leveque).

VUELTA A LA CORDURA (Por Luis Suárez Ávila).

"El urbanismo de El Puerto, logrado a base de siglos, ha tenido sus peores enemigos en el siglo XX y lo que va del XXI. A mí, al menos, eso me parece. Ahora que se están derribando los bloques de viviendas construidos indebidamente en un espacio público, la Plaza de la Pescadería, me vienen a la memoria las acciones de quienes éramos muy jóvenes en 1962 para impedirlo. Recuerdo que, en tiempos de Luis Portillo como alcalde, este quiso construir la Plaza del Polvorista y recuerdo también las protestas en la entonces Voz de la Bahía, incluso con un artículo y un dibujo-propuesta de Faelo Esteban Poullet, en que figuraba, en el centro de la Plaza del Polvorista un monumento ecuestre de Felipe V, muy bien concebido, como todo lo que hace Faelo.

Derrumbando... 1 (Foto: Vicente González Lechuga)

La Plaza de la Pescadería, llamada luego Plaza de la Virgen del Carmen, fue, durante nuestra niñez, solar de juegos, como que allí estaba nuestro Colegio, el de San José y San Estanislao, conocido por "el de la Pescadería". En esa plaza corríamos, hacíamos gymkanas en bicicleta, jugábamos a los bolis, consumíamos las chucherías que comprábamos en el puesto de La sargenta, y, en fin, fue un espacio muy querido por toda mi generación. Se trataba de una plaza con mucha historia. En ella estaba la casa de la Aduana, que había sido Real Fábrica de Licores, con su fachada neoclásica, y su templete con la maquinaria del reloj y su esfera; su escalera imperial, y sus amplios bodegones, donde estuvo "La Lucha", con su estanco, y Ezequiel y su mujer ofrecían buenos guisos marineros; "El Resbaladero", con la historia de Primo Díaz y el Saboné y, luego de Maximino, famoso en toda Andalucía, que se ponía de bote en bote los días de toros.

Derrumbando... 2 (Foto: Antonio Gutiérrez Ruiz).

En la fachada opuesta, la casa de Anelo, con el surtidor, por la calle de la Bajamar, con aquel aparato de manubrio, al que había que darle al contrario para que saliera la gasolina. Y, en el muelle pesquero infinidad de barcos, cientos, atracados de cuatro en cuatro o de cinco en cinco, las redes puestas a secar, con olor a mar y a brea; los hiladores, los Camacho, con aquellos utensilios para torcer el cáñamo que me parecían más bien instrumentos de la Inquisición, tal como me los había descrito Lola Blandino. O la nave, que fue lonja del pescado, donde se guardaba el coche del agua, un hispanosuiza que conducía Antonio Espino Pino. En fin, que vuelven las aguas a sus cauces y las perspectivas antiguas vuelven a ser iguales. Todo es un vaivén, sin criterio, en esto del urbanismo de nuestra ciudad. Pero esta vuelta a la cordura, bienvenida sea."

La plaza, tras el derrumbe del 21 de diciembre de 2010. (Foto: Vicente González Lechuga)

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José Ángel Chacón Tenllado nació a finales de 1933 en Aguilar (Córdoba), hio de Ángel Chacón Crespo y Enriqueta Tenllado Pérez pero pasó la primera parte de su infancia, que recuerda nítidamente, en El Puerto de Santa María, con sus abuelos Rafael Tenllado y Enriqueta Pérez y su madre, también Enriqueta, joven viuda por la barbarie de la Guerra Civil, hija única con dos hijos de cuatro y seis años que se vino a nuestra Ciudad, donde sus padres tenían una tienda de tejidos y confecciones en la calle Ganado, junto a una tienda de ultramarinos que hacía esquina con Nevería.

«Hace unos años pasé por esa calle, como hice siempre que visité El Puerto; aún existía la casa donde viví y tenía un letrero de “Se vende”. Desde ese día, en sueños, la he comprado varias veces. Me imagino que ya la habrán vendido y derribado. Todavía existía el cierro donde, desde el recuerdo, puedo ver a mi madre, pegando tiras de papel en diagonal sobre sus cristales, ante posibles bombardeos, para que los cristales rotos quedasen pegados al papel»

José Ángel Chacón Tenllería y José Ángel Chacón Escobar, padre e hijo, ambos luthiers.

En 1943, la familia se trasladó primero a Lucena y luego a Málaga. Allí estudiaría  Peritaje Industrial, trabajaría en diversos oficios y continuaría los pasos que había empezado en El Puerto, hacia sus dos pasiones la música y la lutheria (construcción de instrumentos musicales de cuerda). Mas tarde trabajaría en Mercedes Benz, en Alemania, como modelista y en Málaga en una Inmobiliaria. Pero su pasión por la construcción de instrumentos musicales le llevarían en 1974 a la ciudad italiana de Biella, ciudad del Piamonte, entre Turín y Milán y cercana a Cremona. Allí perfeccionaría sus conocimientos hasta que, en 1983 regresaría a Málaga, donde establecería su taller y crearía una Escuela de Lutheria. Medalla de Plata de las Bellas Artes, su hijo continúa en la profesión de constructor de instrumentos musicales cordófonos.

A sus 77 años, estos son sus recuerdos de El Puerto.

MEMORIAS DE EL PUERTO: 1937 – 1955
«Mis recuerdos de niño grabados con bastante claridad, empiezan en El Puerto de Santa María, hacia el año 1937. Yo era el más joven de una familia acomodada, compuesta por mi abuelo Rafael Tenllado, como cabeza de familia, mi abuela Enriqueta, como mi madre, y mi hermano Rafael, casi dos años mayor que yo, con una minusvalía psíquica que lo hacía diferente de los demás. Mi padre, Ángel Chacón murió trágicamente en Puente Genil, en Julio del treinta y seis y nos fuimos a vivir con nuestros abuelos. Yo tenía cerca de cuatro años, y el cambio que originó su muerte no podía apreciarlo entonces, de él solo me quedaron vagos recuerdos, pero no pasó mucho tiempo para sentir su falta, más de lo que podía imaginar. (En la imagen de la izquierda, los abuelos de José Ángel, Rafael Tenllado Lechado y Enriqueta Pérez).

A pesar de la tragedia familiar, en aquel tiempo éramos una familia privilegiada, con medios económicos suficientes para vivir cómodamente dentro de la escasez que había en aquellos años de guerra. Entonces no podía saber la tragedia que vivían miles de personas, sufriendo los horrores de la guerra civil; perseguidos o encarcelados, humillados y pasando mucha hambre, víctimas de la barbarie, del odio o del fanatismo. Para muchos, la guerra no había terminado. Recuerdo que jugábamos en un llano, junto a las puertas del célebre Penal, sin saber que detrás de ellas solo había tortura, odio, desesperación y muerte. (En la imagen de la izquierda, el padre de nuestro protagonista, Ángel Chacón Crespo, natural de Puente Genil).

Mi familia no tenía una afiliación política definida, pero estaban con los nacionales. La muerte de mi padre ya era un motivo suficiente, y en casa solo se hablaba de los horrores que habían cometido los “Rojos”. Durante algún tiempo, esos comentarios me produjeron horribles pesadillas que me despertaban temblando y corría a la cama de mi madre.

Recuerdo que en aquellos días, en casa se escuchaban las charlas radiofónicas de Queipo de Llano. Pasarían años, antes de saber que se trataba de uno de los generales más controvertidos, entre los sublevados, al mando de Andalucía. Su audacia al tomar Sevilla con escasos recursos, abrió las puertas de la península a las tropas africanistas y su chulesca actitud en las charlas radiofónica, con el menosprecio de la vida de sus semejantes, durante la contienda como “Virrey de Andalucía” no tuvieron límites;  “darle café” era la orden de fusilamiento para muchos infelices. A la muerte del general, en el año 1951, sus restos mortales serían enterrados en una popular Iglesia sevillana. Este es un hecho por el que considero lógica, la pregunta que muchos se hacen, ¿Cómo se puede hablar hoy de abrir heridas, cuando se intenta poner nombre a los miles de andaluces anónimos, “que tomaron su café”, antes de ser enterrados en fosas comunes? (En la imagen de la izquierda, el general Gonzalo Queipo de Llano).

Tampoco entendía entonces, cuando se comentaba que algunos niños  se comían las cáscaras de plátanos y unas bolas de maíz, que daban racionadas, mientras mi hermano y yo teníamos nuestros caprichos para comer. A los pocos años, con la familia arruinada, empecé a entenderlo, y de aquellos niños pobres del Puerto, de los que llegábamos a pensar que estaban tontos por comer desperdicios, me acordé durante mucho tiempo, y empecé a comprender muchas cosas que antes no entendía.

LA MÚSICA

De aquel pasado recuerdo con envidia algo que desgraciadamente se ha ido perdiendo, se cantaba o canturreaba acompañando los quehaceres cotidianos dentro de la casa, incluso en algunos trabajos. Esta costumbre fue el primer estímulo a mis sentidos que despertó mi pasión por la música. Mi abuelo cantaba en el baño, de “El Puñado de Rosas”, “Pues óyeme paloma, tengo yo allá en Triana, en medio de los campos….”, mi madre cantaba y tocaba el piano y tenía un repertorio mucho más extenso, que abarcaba varias zarzuelas, tangos de Gardel y algunas canciones populares. Además teníamos una lavandera que cantaba flamenco, con exquisita gracia repetía todos los cantes de Canalejas de Puerto Real. Ella fue el principio de mi amor por nuestro flamenco, nunca olvidaré cuando cantaba aquella petenera que decía, “niño, que encuero y descalzo, va llorando por la calle…”.

COLEGIOS CLASISTAS.
Mis abuelos no tuvieron más hijos que a mi madre y disponiendo de los medios económicos suficientes, se volcaron en su educación. Desde los cuatro años la internaron en los mejores colegios de religiosas, en Sevilla, Antequera y Lucena. Aprendió lo que en la época se entendía como educación para una ‘señorita de clase’.

Relacionado con las clases, me contaba mi madre, que en uno de los colegios, tenían niñas pobres de forma gratuita, y que estas niñas tenían que hacerle las camas y limpiarles el cuarto a las internas de pago, además de hablarles de usted. Las religiosas, en casi todos los tiempos han sido fieles conservadoras de las diferencias de clase, a las que han sabido sacarle partido. Me imagino que a las niñas pobres, aplicando su personal interpretación de los Evangelios, las educaban para que fuesen buenas, respetuosas y humildes criadas para todo.

A mi hermano y a mí nos pusieron en una de las mejores escuelas privadas del Puerto. Desde el principio la escuela me encantó, tenía cinco años y en poco tiempo empecé a destacar, los maestros le decían a mi madre que yo era un niño muy inteligente. Podía haber sido muy bonito, y de hecho lo era, pero sufría mucho cuando algunos alumnos me llamaban “el hermano del tonto”, por el comportamiento anormal de mi hermano, y más tarde comentarios familiares relacionado con mi madre y su pretendiente, que mi hermano se encargaba de hacer, hábilmente manipulado por uno de los maestros, que a pesar de no comprenderlos, sabía que eran ofensivos para ella. Dentro de la clase me sentía feliz, era distinta a la de mi hermano que estaba más atrasado. (Los hermanos Chacón Tenllado, en una fotografía de estudio coloreada, tomada en Cádiz).

LOS ITALIANOS.
En 1938 mi madre tenía treinta años, era una viuda guapa, con una exquisita educación y buena posición, que a pesar de tener dos hijos, su situación le habría permitido elegir entre algunos pretendientes conocidos de nuestro entorno, pero la fatalidad quiso que se enamorara de un soldado italiano de los que mandó Mussolini en ayuda de Franco: Nicolás Monteleone.

Tropas italianas acuarteladas en El Puerto, recibiendo un homenaje en la Plaza de Isaac Peral el 1 de octubre de 1938. (Foto: Francisco Sánchez Pérez).

Mi madre contra viento y marea defendió sus sentimientos hacia esta ‘oportunidad’, con la habilidad propia de una mujer inteligente dominada por la pasión, frente a los razonamientos de sus padres y algunas amistades. Este tipo de relaciones estaban mal vistas, y a ciertos niveles eran muy criticadas por la sociedad de entonces. Se hicieron populares unas coplillas que se cantaban por las calles, dedicadas a las señoritas de El Puerto, con música y estribillo de una canción muy conocida en los frentes de guerra. La letra decía:

«Las señoritas del Puerto- Puerto
le piden a Mussolini- ini
que deje a los italianos- anos
para poder ir al cine».
Y seguía el estribillo:
«Carrascá- carrascá
que bonita serenata,
carrascá- carrascá
ya me estás dando la lata»

que terminaba siempre con gritos que yo no entendía.

Yo adoraba a mi madre y todo lo que ella decía era la verdad absoluta, por tanto, el italiano era para mí un héroe, guapo e inteligente, casi un médico. Por lo visto se hizo practicante en la guerra.

La madre de José Ángel viajaría desde Barcelona a Roma en avión.

CASAMIENTO POR PODERES.
El italiano se marchó con las demás tropas italianas, y siguió su relación por carta, hasta su casamiento por poderes, en el 1941. Para hacernos una idea de la odisea del casamiento y su viaje a Italia, habría que tener en cuenta las dificultades que existían para salir fuera de España en aquella época.

Aún estando Italia metida hasta el cuello en la segunda guerra mundial, mi madre consiguió pasaporte italiano y permiso de salida. No hay que olvidar que mi padre fue víctima de los llamados rojos, así, además de víctima de la Guerra Civil, era caído por Dios y por La Patria. Resulta triste pensar que la pérdida trágica de un ser querido, la sociedad dañada por la guerra, le diese distintas categorías que determinaban quién podía andar libremente con un salvoconducto, sin problemas, y quién tenía que moverse con miedo, solo por ser familia de algún fusilado, también por Dios y por La Patria.

Resuelta la documentación necesaria, marchó de Cádiz a Barcelona en barco, y de Barcelona a Roma en avión. Tenía dinero suficiente, pero salir de España en avión, en plena Guerra Mundial, era una proeza al alcance de pocos. Allí la esperaba su marido, soldado del Ejército Italiano con un permiso de cuatro meses, y pienso que con un sueldo ‘de acuerdo a su categoría’.

LANJARÓN
En estos cuatro meses cambió todo en la casa. Mi abuelo, que padecía del hígado, tuvo una crisis y se marchó a Lanjarón para tomar las aguas, aconsejado por su médico. Mi abuela, mi hermano y yo nos marchamos, primero a Granada, donde estuvimos hospedados por unos días en el hotel La Perla, (recuerdo de haber comido chirimoyas por primera vez), y luego a Pinos Puente, en casa de una hermana suya. Aquello fue una aventura para mí hermano y para mí. Algunos años después, pensando en estos desplazamientos, me preguntaba ¿estarían huyendo mis abuelos de la crítica que había despertado, en El Puerto, la relación de mi madre con el italiano?, si no fue así ¿porque cerrar un negocio próspero, que gozaba de prestigio, recién ampliado y reformado, los cuatro últimos meses de ese año 41, y dejarnos sin Escuela?

Rafael, Enriqueta y Ángel; siempre se que se hacían una fotografía de estudio se desplazaban a Cádiz o Jerez. «Con el tiempo me haría más preguntas relacionadas con esta época, sin encontrar una respuesta lógica. Hoy se, que el día que mi madre nos sacó de paseo, a mi hermano y a mí y conocimos al italiano, marcaría un antes y un después en nuestras vidas. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, veo al soldado acercarse a nosotros y preguntarle a mi madre si los dos niños eran suyos.»

REGRESO A EL PUERTO.
Con su vuelta se volvió a la vida normal en El Puerto, al menos así lo veía yo, feliz por mi incorporación al Colegio, mi abuela en su tienda, y mi abuelo en una actitud de silencio total o perdido en viajes. Paraba poco en casa y los pocos días que estaba comía solo en su dormitorio. (En la imagen de la izquierda, Enriqueta Tenllado).

Del embarazo de mi madre me enteré cuando ya se le notaba, aunque ella ya me había dicho algo de un hermanito, sin explicarme el porqué de la gordura, yo lo sabía por los comentarios que los niños hacíamos en el colegio. Lo sabía mal, como sabíamos los niños de entonces todo lo relacionado con el sexo.

Recuerdo mi primera comunión, junto a mi hermano, a la vuelta de mi madre y antes del nacimiento de Fernando. Mi ingenuidad de entonces me hace reír y asombrarme hoy. En el equipo de comunión teníamos unos rosarios que mi madre trajo de Italia, bendecidos por el Papa Pío XII, que imagino los compraría en la Plaza de San Pedro en algún tenderete de artículos para regalos, pero yo lo imaginaba de otra manera. Estaba convencido, teniendo en cuenta la influencia que yo atribuía a mi padrastro, que el Papa en persona, le había entregado los rosarios a mi madre para sus hijos y me sentía tan orgulloso que se lo contaba a todos mis compañeros de Colegio como un hecho real. Quizás, en mi subconsciente se fraguaban esas fantasías en mi deseo de ayudar a mi madre, convertida en blanco de algunas críticas.

UN NUEVO HERMANO.
Llegamos al acontecimiento de mayor trascendencia que cambiaría muchas cosas, el nacimiento del hermanito. La noche en que nació, a mi hermano y a mí nos cambiaron de dormitorio en una habitación que daba al pasillo y recuerdo un tráfico de personas que llevaban palanganas de agua caliente al dormitorio de mi madre. Al fin de tanto ajetreo me quede dormido y por la mañana todo había terminado. Mi madre estaba radiante, no paraba de comentar lo guapo que era el niño y los ojos que tenía.

Al principio sentía envidia por mi nuevo hermano, y era lógico, mi madre seguía siendo cariñosa conmigo, pero le faltaba tiempo para serlo como antes, mi abuela que demostró en la dificultad ser una mujer maravillosa, entregada a los demás, nunca fue cariñosa, mi abuelo no hablaba con nadie y mi hermano mayor seguía  en su mundo particular, ¿Qué otra cosa podía sentir un niño con menos de diez años? Estos sentimientos modifican nuestro comportamiento, guardando lo que pensamos sin compartirlo con nadie. Son los primeros brotes de aislamiento e  independencia y los primeros desengaños.

CIERRE DEL NEGOCIO: LUCENA Y MÁLAGA.
Mi abuelo empezó a decir que quería morirse en Lucena, pueblo que le vio nacer, pero la verdad es que no podía aguantar por más tiempo vivir en El Puerto. Dicho y hecho, quitó el negocio, que acababa de ampliar y nos mudamos a Lucena. Allí alquiló una casa amplia, de dos plantas y un patio con una zona cubierta, donde se acopló todo el mobiliario del negocio y las existencias en una de las habitaciones repartidas en estanterías.

Como he dicho antes, estaba más tiempo en la calle, por tanto no dispongo de recuerdos directos de cómo se fue desarrollando el encuentro de este hombre con la realidad y tampoco recuerdo como se decidió venirnos a Málaga, seguramente, pensando en que una ciudad ofrecería mejores oportunidades que un pueblo, para una familia arruinada. Para financiar la operación, se malvendió el mobiliario junto con las existencias, de lo que fue un negocio y nos vinimos para Málaga en tren, cargados de muebles y enseres. De nuestra llegada a Málaga, recuerdo los dos carros, tirados por mulos, que transportaron nuestros muebles y sentir el aroma del mar que me transportó al Puerto de Santa María

EVOCACIÓN DE EL PUERTO.
Para terminar incluyo el último fragmento de mis recuerdos relacionados con El Puerto. Se trata del recuerdo de una evocación mucho más reciente, de un día especial, en los últimos años que viví en Italia. Recuerdo uno en especial, mi último viaje a Génova para una gestión de pasaporte. Me encontraba bastante deprimido y distraído con mis pensamientos, cometí algunas torpezas conduciendo y decidí pararme a descansar un poco. Ya había coronado los Apeninos; aquella cordillera me recordaba algo. Intentando descansar un rato, y distraído en el paisaje pensaba que estaba cerca de la costa. Efectivamente, Genova y la Costa Lígure se dibujaban al fondo. Fue entonces cuando mis sentidos, ante el paisaje y el aroma del mar, se concentraron en lejanos  recuerdos del Puerto de Santa María. No sé, el por qué, en aquel momento, empecé a evocar sensaciones vividas en la niñez, del Puerto y no de Málaga; quizás porque el final de mi niñez, vivida en Málaga, siempre quise borrarla de mi memoria. Al final reanudé mi viaje contento, en un estado de placidez y concentración,  distinto al que traía cuando salí de Biella.

Falangistas en formación, en la calle Larga.

La casa donde vivíamos en la calle Ganado en 1937, entre las dos plantas que tenía, vivíamos tres familias: Joaquina, su marido Alfonso y su hija, recién nacida, que vivían en la planta baja, y arriba mi familia y otra, que llegó poco antes de irnos, quiero recordar que eran los dueños del Cacao Pico.

Saliendo del portal, a la derecha estaba la calle Luna, y al fondo a la izquierda, la Plaza Peral y el Ayuntamiento. Frente había una tienda de muebles, de un tal Pedregal que estaba en el mismo colegio de mi hermano y mío. Era el Colegio de Don Alfonso Cárdenas, en la calle Luna. De este primer Colegio, conservo recuerdos muy bonitos en la clase de la señorita Paca. Lamenté dejarlo cuando nos fuimos del Puerto en el año 1943. Recuerdo la muerte del alumno Jaime Benjumeda  Osborne --hijo de Manolo Benjumeda y Margot Osborne-- por tétanos, que desarrolló después de una caída  en la parada de coches de caballo, de la Plaza Peral, junto al Bar Paquito.

La parada de coches de caballos en la Plaza de Isaac Peral.

Más recuerdos: la playa de la Puntilla, la Plaza de Toros, la Virgen de los Milagros. El orgullo que sentía entonces, por haber recibido la Confirmación por el Cardenal Segura en La Prioral, y por haber incorporado a mi nombre José, el de Ángel en memoria de mi padre. El pasar de las Cuadrillas en coches de caballo, por la calle Nevería en días de Toros. También una Corrida con Manolete y El Estudiante, en la que no se pudo ver nada de Manolete, por una cogida en su primer toro. Lo guardo en mi memoria, por los comentarios de mi vecino, buen aficionado que además, creo que tenía algún empleo en la Plaza de Toros.  También había un magnífico artesano que hacía figuras de Nacimiento; las modelaba y policromaba con verdadero arte. Les ponía un sello con su nombre, ¿podría ser Ángel Martínez?

Mi madre nos llevaba a la playa de La Puntilla, a mi hermano Rafalito y a mí, y a la niñera uniformada con su delantal blanco, me imagino que para distinguir nuestro rango. Lo más desagradable era la zambullida obligada que nos daba, una especie de marengo que cobraba por ello, cuando mi madre comprobaba que nos habían mojado bien la cabeza. Estoy seguro que aquel marengo es el responsable del exagerado respeto, por no decir miedo, que siempre le tuve al mar. (En la imagen, la madre de José Ángel con sus hijos en la Playa de La Puntilla. Cuando no le gustaba una fotografía a la madre de José Ángel, rayaba la cara).

Otras veces, con otros niños del colegio, íbamos al puerto a coger cangrejos, y en El Parque, paralelo al puerto, nos ocurrían cosas propias de una edad, que las hace inolvidables; yo tendría nueve años y mi hermano cerca de once. Había tres niñas quinceañeras o más, no sabría precisar, solo recuerdo que eran guapas, que tenían buen porte y cuyos nombres, que recuedo, voy a omitir. A él y a mí nos separaban del grupo, sabían nuestros nombres, y nos llevaban a los sitios más solitarios del Parque, nos cogían la mano y nos la ponían entre sus piernas, jugaban con nosotros y se reían de nuestra excitación. Aquel secreto de mi intimidad, que comparto por primera vez, se repitió varias veces, y aunque mi sentido de culpa me avergonzaba, recuerdo que sentía verdadero placer.

El taller del luthier, en Málaga.

A pesar de haber vivido muchos años en Málaga, solo de aquella época de El Puerto, mi memoria se impregnó del intenso olor de su puerto y de sus barcos, en contraste con el suave aroma de sus playas, ¡siempre ese olor que llevo conmigo! También de sus ardientes y luminosos colores del verano o de los grises violáceos del invierno, y la sensación de infinito en aquellos días en que el horizonte se funde con el cielo, o el rugido de las olas embravecidas, frente al murmullo de las mismas  olas, ya en calma, cuando mueren sobre la playa adornadas con su espuma blanca. Al contemplar, aunque solo sea en el recuerdo, toda la riqueza sobrecogedora que nos brinda la naturaleza desde el mar, nuestros sentidos se tranquilizan y olvidan lo cotidiano, gozando la nostalgia de lejanas alegrías y melancólicas tristezas.

Al despertar de aquella evocación, comprendí mejor los versos de aquel poeta de El Puerto, Rafael Alberti, en su Marinero en tierra: «Si mi voz muriera en tierra/ llevadla a nivel del mar/ y dejadla en la ribera.»

Hace 108 años, durante la tormentosa madrugada del 16 de diciembre, en El Puerto de Santa María, nace Rafael Alberti, el poeta considerado como uno de los principales autores de la literatura del siglo XX y uno de los principales pilares de la literatura española. Un portuense que llevó Cádiz y El Puerto por todo el mundo. Unos días más tarde, con apenas siete días de vida, el pequeño Rafael Alberti Merello ya fue noticia. Diario de Cádiz publicó el 23 de diciembre de 1902 el bautizo del portuense en la iglesia de la Prioral. Sin duda, una primicia mundial, y una premonición del brillante futuro que le esperaba, y del que este periódico ha sido testigo desde su nacimiento hasta su muerte, en 1999.

Según recoge la hemeroteca del Diario, ese mismo día también fue bautizado en la iglesia de la Prioral el hijo de Eduardo Tejada, "que pusieron de nombre al pequeñuelo José Luis y fueron sus padrinos, sus hermanos Amalia y Eduardo", señaló este periódico hace 105 años. Las noticias portuenses que aparecieron en el Diario ese 23 de diciembre se completaban con el fallecimiento del farmacéutico José García Vergara, persona muy estimada en El Puerto. Asimismo, contaba la representación de una comedia en el teatro Principal. "Muy animado estuvo el teatro Principal, viéndose en los palcos a las distinguidas familias de Cuesta y Aldau, Arsilla, Puente y Portillo. El libre cambio fue la comedia que hizo reír al respetable muchísimo durante toda la representación. Hizo su debut en esta obra la actriz Castro, muy conocida del público portuense por haber actuado como tiple en el teatro de verano que el señor Chaves instaló en la calle Misericordia. Distinguiéndose en la interpretación de la obra la expresada actriz, las señoras Santiago y Mora, así como los señores Correjel, González, Oliver y Zavala".

Rafael Alberti fue descendiente de familias de estirpe italiana (ver nótula 688 en Gente del Puerto) y el quinto hijo de los seis que tuvieron Agustín Alberti y María Merello. Precisamente estos días la Fundación que lleva su nombre ha celebrado por todo lo alto en su sede de la calle Santo Domingo el 105 aniversario de su nacimiento. Quién hubiera dicho en aquel diciembre de 1902 que ese niño iba a ser con los años una de las principales figuras de la cultura española. (Texto: Diego Joly Palomino).

LA ARBOLEDA PERDIDA.
Leemos en las primeras páginas de La Arboleda Perdida:
«En la ciudad gaditana del Puerto de Santa María, a la derecha de un camino, […] había un melancólico lugar de retamas blancas y amarillas llamado la Arboleda Perdida.
Todo era allí como un recuerdo […]. Todo sonaba allí a pasado, a viejo bosque sucedido. Hasta la luz caía como una memoria de la luz, y nuestros juegos infantiles, durante las rabonas escolares, también sonaban a perdidos en aquella arboleda.
Ahora, según me voy adentrando, haciéndome cada vez más chico, más alejado punto por esa vía que va a dar al final, a ese «golfo de sombras» que me espera tan sólo para cerrarse, oigo detrás de mí los pasos, el avance callado, la inflexible invasión de aquella como recordada arboleda perdida de mis años»
. Rafael Alberti. (Retrato de Hernán Cortés).

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¿Nadie se ha acordado que, tal día como hoy, el 16 de diciembre de 1281, martes, Alfonso X 'el Sabio' rey de Castilla, condeció a la antigua aldea musulmana de al-Kanate, los privilegios de su fundación como ciudad con el nombre de El Gran Puerto de Santa María? El repartimiento de tierras entre sus pobladores se había hecho en años anteriores. Con la nueva Carta Puebla se establecieron privilegios e instituciones. Más de 40 testigos, nobles y obispos del reino y ante los notarios de Andalucía y León, rubricaron el documento. Ya vamos por 729 años...

3

(continuación)

«Durante la Guerra Mundial he sido el dibujante de la Casa Americana en Madrid, desde donde he ilustrado artículos para la prensa. En el año 1940 me llamaron para ilustrar la Revista literaria "Novelas y Cuentos", y he sido su dibujante portadista durante 17 años.

Y quedé como nos dejó Franco a todos los madrileños, porque el dinero de la Republica quedó sin valor. Guardando colas para recoger una lata de sardinas y mis hermanas en las colas de Auxilio Social para coger en una cacerola el rancho que nos daban, y así muchos días, por la mañana y por la tarde.

A los amigos que venían de zona Franquista, a esos había que huirles, no se sabía nunca como iban a reaccionar, y a los que les había cogido aquí pero se habían acomodado enseguida, te decían que te escondieras y que ya te avisarían cuando el pastel fuera repartido por si quedaban migajas o te metían en la cárcel.

Portadas de novelas y cuentos, que estaría realizando por espacio de 17 años.

Así y todo había que trabajar y buscar por donde fuera. Un día me avisaron de la Cámara de Comercio Alemana, que en aquellos días ya estallada la Segunda Guerra Mundial, victoriosas sus armas y amigos de Franco, era lo mas ambicionado por todos.

Y empezaron a darme trabajo. Cuando esto se supo, me pusieron una denuncia a la Embajada, con el deseo de que me hubieran detenido y haberse quedado con el trabajo, porque en la denuncia ya se ofrecían a cubrir mi puesto. Esto en aquellos días era muy peligroso. Pero esta denuncia cayó en manos de D. Juan Frank, alemán, Director de la Cámara, que me llamó y me dijo: --¡Ud. Tiene muchos enemigos! Pero nosotros no nos dirigimos a nadie sin antes tener todos los informes. Sabemos de Ud., tanto como Ud., y además sabemos que es Ud., honrado. Me preguntó que documentación tenía. Yo le enseñé la que teníamos todos en aquella fecha, un papel en el que constaba como que era prisionero de guerra, con la clave E, clave que nadie sabía el significado. Me dió un puro, creo como desagravio, y me mandó a su abogado. El abogado me dijo que estaba clasificado como indiferente, que volviera a mi trabajo que ellos se ocuparían de todo. Esto se supo y a partir de entonces me dejaron tranquilo. Luego supe que el que me puso la denuncia estaba en un Organismo Oficial y lo echaron a la calle.

Yo cobraba de los alemanes por trabajos hechos. No tenía sueldo de ninguna clase. ??Mediada la Guerra Mundial me ofrecieron una colocación con sueldo en la Embajada de los Estados Unidos y fui a comunicárselo a los alemanes. Ellos comprendieron que esto significaba una seguridad. Yo ya estaba casado y tenía una hija, y me autorizaron, agradeciéndome los servicios prestados. Aún después de terminada la Guerra, varios años he recibido por Navidad felicitaciones de D. Juan Frank. Y pasé a pertenecer a la Sección de Prensa de la "Casa Americana", desde donde he ilustrado artículos para toda la prensa con el seudónimo   de "Tete". Cuando llego Truman a la Presidencia de los EEUU empezó reduciendo gastos, y el mío tenía que ser insoportable para el país americano y fui uno de los primeros despedidos. (En la imagen de la izquierda, cartel de la Feria de El Puerto del año 1953, realizado por Manolo Prieto).

Estuve dando tumbos hasta que me avisaron de "Publicidad Azor" en donde he sido Director Artístico y Jefe de Estudio durante 17 años, y allí hubiera seguido si otro americano no me hace la puñeta.

En 1954 Manolo Prieto crea en "Publicidad Azor", de donde es Director Artístico y Jefe de Estudio, la famosa valla publicitaria para la empresa Osborne, "El toro de las carreteras", valla que no es aceptada con mucho entusiasmo por el cliente, pero que acabará convirtiéndose en icono para   la sociedad española llegando incluso a traspasar su fama las fronteras españolas.

Cuando llegó Kennedy, el Mundo entero padeció el sarampión de la juventud, y en España el sarampión y la tos ferina. Todo aquel que no fuera con el pecho sacado y no se subiera la escalera a la pata coja, había que echarlo a la cuneta. Llegó el dinamismo ¡No había tiempo que perder!.Se necesitaban en todas partes hombres "con 20 años" y mucha experiencia. A mí me cogió con 50, no había más remedio que sucumbir, y me echaron.

Uno de los 90 toros existentes en las carreteras españolas.

Y otra vez a empezar, y era la tercera. Esta vez me costó mas trabajo, por mi edad el clima era contrario, y por lo que era, por mis éxitos y por el puesto que ocupaba en la profesión, puesto jerárquico, había muchas envidias solapadas. Este final que yo no esperaba me desmoralizó y baje la guardia y todos a una como manadas de lobos, se cebaron conmigo. En esta fecha, también terminó mi colaboración como dibujante de "Novelas y Cuentos", después de 17 años ininterrumpidos. (En la imagen de la izquierda, autorretrato de Manolo Prieto).

Reaccioné y gracias a mis hijas que me ayudaron a mantenerme a flote, mandé a todos a hacer puñetas y viré en redondo, empecé una nueva profesión, donde los principios no han sido fáciles porque los escultores me recibieron con recelo y se cerraron como almejas. Ellos también sabían que yo en cualquier especialidad en el Arte fuera lo que fuera, tenía lo importante, la materia prima, solamente necesitaba el oficio y eso era lo que me negaron, pero yo con constancia me lo he inventado, y aquí estoy. Hoy soy profesional de la medalla, con piezas en Museos y premios en Concursos Nacionales e Internacionales, y considerado como escultor de medallas de primera clase».

"En el Museo Municipal de El Puerto de Santa María encontramos una colección de monedas así como una selección de dibujos preparatorios. Esta obra es testigo de la madurez intelectual, la destreza técnica y la seguridad y determinación del artista por adentrarse en referencias universales que traspasan las de la propia Literatura. “Eva y la manzana”, “El campo”, “Casada infiel”, “Abelardo y Eloísa” y “El manantial de la doncella” son los títulos de estas medallas de la que vemos  el anverso y el reverso. En esta última, la cual aparece en la fotografía, el artista va más allá de la referencia literaria  acercándose al mito del amor. La escena encuadrada muy cuidadosamente en el paisaje presenta a los personajes por un lado de la medalla, por el otro el amor, el deseo, “El manantial de la Doncella”, lo tituló él" (Lola Caballero, Restauradora de Obras de Arte).

Manolo Prieto escribió esta autobiografía a los 66 años de edad. Una lástima que dejara 12 años de su vida sin relatar, pero quizás esta autobiografía sea la que más nos acerca a sus sentimientos y a su modo de ver la vida. Falleció el día 5 de mayo de 1991 a los 78 años de edad. Durante este tiempo siguió con su faceta de escultor de medallas, cosechando éxitos, tanto nacionales como internacionales, que le alzaron como uno de los más prestigiosos medallistas españoles del siglo XX, exponiéndose sus creaciones en las más importantes ferias internacionales de la FIDEM (Federación Internacional de la Medalla).

Calle Manuel Prieto, por el Paseo de los Enamorados.

En 1980 el Ayuntamiento de El Puerto le rinde homenaje poniendo su nombre a una calle En 1986 es nombrado académico de la Academia de Bellas Artes ‘Santa Cecilia’, lugar donde comenzaron sus primeros pasos como artista. Su discurso de ingreso, en 1987,  versó sobre "El cartel, arte y ciencia y lo que sé de su historia", siendo contestado por el académico Juan Ignacio Varela Gilabert.

Al año siguiente, en 1988, se inaugura una Exposición antológica de Manolo Prieto bajo el nombre "50 años de bocetos de carteles y medallas" en el Palacio de Oneto de nuestra Ciudad, y para la que el artista portuense realiza un autorretrato como cartel anunciador de la Exposición. Manolo Prieto hace donación de las obras expuestas al Museo Municipal de la ciudad. Coincidiendo con la exposición se celebra un curso sobre realización de medallas impartido por Manolo Prieto. Esta es la última visita del artista a su ciudad natal.

Hasta días antes de su fallecimiento estuvo trabajando en la colección de medallas sobre las   Comunidades Autónomas de España. Nunca aceptó que un artista se pudiera jubilar, ya que según su pensamiento, un artista siempre debe estar ideando y creando nuevas obras que ofrecer. (Textos: Fundación Manolo Prieto)

1

Me nacieron en El Puerto de Santa María (Cádiz) un día 16 de Junio de 1912. Mi madre me contaba que en aquel momento pasaba por la esquina de mi casa una Procesión, a la que tan dadas son aquellas tierras de María Santísima. Único sobrino varón entre muchas tías, me despertaron un mal genio fenomenal, yo creo que debido al mucho besuqueo. Mis primeros recuerdos son los de limpiarme la cara con un manotazo cada vez que me llenaban de besos los carrillos. (Manolo Prieto en la capilla del Castillo de San Marcos, el día de su ingreso como académico de la de Bellas Artes Santa Cecilia, en 1987. Foto: Academia de Bellas Artes).

Parece ser que fui un niño normal hasta los 3 años, que me dio el sarampión y de él salí con un asma bronquial que me cambio en un enfermito que me ahogaba constantemente al menor esfuerzo. El no poder jugar como los otros niños me hizo observador y medidor, dos cualidades básicas para que surja un artista. Recuerdo mis dibujos infantiles como los de todos los niños, y cómo descubrí un día que las patas de un burrito no eran todo seguidas sino que al final había un volumen de distinta calidad, las pezuñas, y que había que destacar.

Otro día descubrí la forma de que el burrito estando de perfil volviera la cabeza para mirar de frente. Todos estos recuerdos son de antes de ir a la Escuela de Párvulos, supongo que a los 4 años. Me llevaron a los Párvulos y estuve hasta los 7 años. Recuerdo en aquellos años, el sarampión, la tos ferina y unas anginas tremendas. Recuerdo también empezar mis escritos a lápiz con el año 1916, y recuerdo las canciones de columpio que me cantaba mi madre.

A partir   de los 7 años en que me llevó mi padre a una escuela de maestros, creo que recorrí todas las escuelas del pueblo, porque como siempre estuve malo, no sé si eran los maestros los que no me querían o que a mi padre le deba vergüenza llevarme al cabo de dos meses de faltas. Yo creo que todo el tiempo sumado hasta que mi padre me quitó y me puso a trabajar, no suman un año.

He sido aprendiz de carpintero, aprendiz de relojero y chico de tienda de comestibles en la tienda de mi padre. De la carpintería salí porque el trabajo era muy fuerte para mí por mi enfermedad, y de la   relojería porque le hice una caricatura al maestro y éste me llevó a mi padre y le dijo que no fuera más porque tenía la certeza de que yo no sería nunca relojero ni artista. Y me quede en la tienda ayudando a mi padre. (Caricatura realizada con 16 años).

Por aquel entonces apareció en el pueblo un caricaturista, hijo del Puerto, [Carlos García Gil], que empezó a hacer caricaturas en el periódico local de señores conocidos. Tenía yo entonces 16 años, y esto fue para mí como un latigazo. Terminada su colaboración porque había terminado con los señores, yo me presente en el periódico con una colección de tipos muy populares, y con una innovación, mis tipos se publicaban y se harían sin poner quienes eran, los lectores tenían que adivinarlos, y fue un verdadero éxito. Se escribió de mí en el periódico y me hice popular. Ingrese en la Escuela de Bellas Artes local, donde me enseñaron a conocer los colores, porque otra cosa no podían enseñarme por su carácter particular. (En la imagen de la izquierda, carnet de la Academia de Bellas Artes).

(En la imagen de la izquierda, pintando en una calle de El Puerto, con el caballete. Realiza su primera Exposición en solitario, titulada "Manolo Prieto y los patios andaluces", donde vende sus primeros cuadros.?La crítica empieza a mostrar interés por el artista Manolo Prieto, así en la Revista Portuense del 27 de Agosto aparece un artículo firmado por Gilberto Savile bajo el título "Manolo Prieto y los patios andaluces"Año 1929).

Como mi asma no iba mejor, mi padre me dejó dos años para ver si sin obligaciones me podía mejorar, o porque como yo escuche alguna vez, por el poco cuidado que ponían en hablar delante de mí los mayores, de que quizás yo no podría superar el desarrollo y moriría. ¡Cuantas veces he llorado cuando nadie me veía mirándome en el espejo y viéndome como me ahogaba!. Mi abuelo que me quería mucho me compró una bicicleta, y creo que ha sido la alegría más grande de mi vida. Pues bien, esta bicicleta la vendí y me compré colores e hice dos Exposiciones.

En la fotografía, tomada en 1930 en el patio del convento Santo Domingo, sede entonces de la Academia de Bellas Artes, Juan José Bottaro Pálmer, en el centro, debajo del busto de Goya, que descansa sobre un capitel corintio. En la fila del suelo, el tercero por la izquierda es Manolo Prieto. A la derecha del capitel, en la fila quinta desde el suelo, Juan Ávila. En la cuarta fila desde el suelo, el tercero por la derecha es Felipe Lamadrid. En la fila tercera desde el suelo, primero  por la derecha, el escultor José Ovando Merino. En la fila segunda desde el suelo, el segundo por la izquierda, Manuel Lojo Espinosa, a continuación, de negro, el pintor Juan Lara Izquierdo y el quinto por la izquierda, José Antonio Lojo Espinosa; en la misma fila, tercero por la derecha, Francisco Moresco Farfán. En la fila del suelo, cuarto por la izquierda, Manuel García, padre de Manolo García Campos. (Foto Colección LSA).

Con el producto de estas exposiciones, le pedí a mi padre venirme a Madrid, y lo hice el 22 de Octubre de 1930, tenía 18 años. Madrid fue mi salvación, porque aunque de una forma paulatina, Madrid me ha curado, su altura topográfica, su aire seco o no sé qué hizo el milagro. Los médicos que visité en Madrid cuando pude pagarlos me diagnosticaron Asma Climática producida por la proximidad de la costa. Los Ataques fueron cada vez mas espaciados y mi organismo se fue fortaleciendo, hasta el punto de que hoy a mis 66 años es solo un recuerdo.

Me vine a Madrid a esperar una beca que se había pedido para mí a la Diputación de Cádiz. Ingresé en la escuela de San Fernando, y como la beca no llegó, me tuve que salir y ponerme a trabajar. Trabajé de escenográfo e ilustré en la novela "La Farsa", y en el año 1932 me coloque en una casa de Publicidad y pude traer a mis padres y hermanas a Madrid.

Con mis padres conmigo y por mi culpa, me eché la obligación de sacarlos adelante y he trabajado para ellos hasta que los mantuve a flote. He trabajado doce horas diarias y noches enteras. He fabricado y pintado muñecos que mi padre vendía en los mercados. He sabido de un traje único que había que conservar y de unos zapatos rotos que no podían sustituirse. He conocido Noches Buenas que no fueron buenas. Empecé a presentarme en los Concursos de Carteles, y el año 1935 obtuve mí primer galardón, dos primeros premios.

Y estalló la guerra. Por mi profesión de dibujante, en ella no hice más que dibujar y procurar protegerme y proteger a los míos. Cuando estalló la guerra yo trabajaba en una Agencia de Publicidad. En ésta como en los demás sitios de trabajo en Madrid, quedó sólo gente mayor y las mujeres, y no todas.

Yo pasé a trabajar para la Guerra en el "Altavoz del Frente" como dibujante de propaganda. Cuando el Gobierno de la Republica marchó a Valencia, el Organismo al que yo pertenecía marcho con él. Como el asma que yo padecía aún no estaba dominada, el puerto de mar empezó a dañarme, y pensando en mis padres y hermanas que dejé en Madrid, solicité el traslado, que solamente se podía conseguir presentándome voluntario en las fuerzas que defendían Madrid, y en las que yo podía conseguir un trato especial porque el que las mandaba era el General Modesto, para mí y para mi familia Juan Guilloto, paisano, vecino de casa y amigo. Ingresé en el Comisariado del 5º Cuerpo del Ejercito como dibujante.  (En la ilutración: «¡Miliciano! En tus manos está el destino de España y de la República Democrática. Antes morir que retroceder». Autor: Manolo Prieto. Ministerio de Instrucción Pública - Dirección General de Bellas Artes).

Un día fui trasladado a la 46 División, 209 Brigada, con el empleo de Sargento de Zapadores. Este ascenso y este puesto fueron para justificar mi puesto (que siguió siendo de dibujante) y darme un mando para que la gente me obedeciera en mi cometido. En la 46 División hacíamos un periódico para la tropa, en la que yo era su Director Artístico y dibujante y Antonio Aparicio, poeta sevillano su Director Jefe, y teníamos a nuestro mando todo el personal de la imprenta, también militar. Cuando la batalla del Ebro, mi unidad estaba luchando allí y desde aquí les llevábamos el periódico al frente.

En la imagen cartel litografiado original de Manolo Prieto. Imprensa S. Durá (socializada).  50,5x70 cms.Valencia. 1938. (Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca).

Lo que voy a contar pudo haber cambiado totalmente mi vida. El periódico había que llevarlo aquel día. Todo estaba listo para partir. Yo estaba enamoriscado con una novia y necesitaba no salir. Convencí a un compañero para que cambiara conmigo, él salió y yo me quede. Pues bien, aquella noche quedó cortado el frente y mi unidad con el que llevaba los periódicos, al otro lado. Si yo hubiera sido el desplazado, mi suerte habría sido la de otros amigos y compañeros que estaban en situación como la mía. Primero salvar la vida, luego el campo de concentración francés, y el paso a México reclamado por los intelectuales mexicanos.

En la imagen cartel litografiado original de Manolo Prieto. Imprensa S. Durá (socializada).  50,5x70 cms.Valencia. 1938. (Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca).

Con todos los desconectados se hizo un acuartelamiento y empezó a formarse una Brigada, que en cuanto estuviera lista saldría para el frente. Yo me encontré con un problema tremendo, había perdido a mis jefes que eran los que conocían mi labor, y para y porque yo era Sargento de Armas. Pero para mis nuevos jefes yo era eso, un Sargento con todas sus consecuencias. Tuve más miedo a mi situación que ir al frente. Entonces decidí presentarme a reconocimiento y alegué mi asma, que aunque estaba mejor aún la padecía, y me dieron un mes de permiso. Cuando volví pasado el mes, ya la Brigada se había marchado al frente. En el nuevo reconocimiento me dieron otro mes y cuando me dieron el tercer permiso, me licenciaron.

Rafael Alberti y Miguel Hernández, a quienes conocería Manolo Prieto. También a la mujer del primero, María Teresa León.

Ingresé en la "Delegación de Propaganda y Prensa del Ministerio de Turismo", donde se hizo la mejor propaganda de Guerra, comentada inclusive en la zona Franquista, y en este sitio y trabajo me sorprendió el final. Durante esta ultima etapa fui también dibujante político del Periódico " El Sol". A Alberti lo conocí en una comida. Iba con su mujer María Teresa León, también estaba Miguel Hernández y una periodista, creo que chilena, que nos leyó las manos a Miguel y a mí. (Textos: Fundación Manolo Prieto) (Ilustraciones del libro: Facetas artísticas de Manolo Prieto. Fernando Pérez Mulet Ed.) (continuará)


23

El Banco Hispano Americano ha tenido una larga trayectoria en El Puerto desde que abriera como agencia hasta su implantación definitiva --y final, al incorporarse a una rueda de fusiones-- en la esquina de la casa de la calle Larga con Luna, con la nueva obra de aquella casa que tenía un tacón y que, con la reedificada albergando en sus bajos el citado banco.

A la izquierda, colegio de las Esclavas. A la derecha, a media calle, el tacón que desparecería con la construcción de la nueva sede del Banco Hispano Americano.

Este banco fue fundado en 1901 con el capital que algunos emigrantes y sus descendientes españoles habían amasado en tierras americanas y que, a su regreso tras los desastres de 1898 harían tomar conciencia a España cual era su papel entonces, en la historia y en el mundo.

En 1991 se crea el Banco Central Hispano, fruto de la fusión de los bancos Central e Hispano-Americano. Ocho años más tarde, en 1999 el Banco Central Hispano se fusiona con el Banco Santander, creando el Grupo Santander o Banco Santander Central Hispano, con el que permanece en la actualidad.

Despedida de Manuel Torres Vallejo, director entonces del Banco Hispano Americano, en el Hotel Loreto,  julio de 1947. De izquierda a derecha, fila inferior, Ramón Matiola Gutiérrez, desconocido, José Fernández García, José Sánchez Sánchez, José Luis Mesa González, Manuel Romero Rivas y Luis Pérez Sánchez; fila siguiente, José Luis Delgado Forjas, Antonio León Amo director, el homenajeado Manuel Torres Vallejo, José María Ruibal de Flores Jimenez, padre del cantautor Javier Ruibal y José Benítez Retamar; fila siguiente, Manuel Álvarez, Antonio García Brotons, Juan de Dios Mesa González, Juan Díaz Gómez, Antonio Ortega García, Juan Roselló Castell, Emilio Terol Escribano, José Roque Morales Augusto, Francisco Pérez Vázquez, Francisco González Rivera, Manuel Álvaro Campo y desconocido; fila superior, Antonio Castillo Padial, dos desconocidos, Manuel Torres hijo del recipiendario del homenaje por jubilación Torres, José Rodríguez López, Francisco Guerrero García, Andrés Jiménez Rodríguez, dos desconocidos, Santiago Castilla Robredo, Eduardo Cossi Aboza, Guillermo Jiménez Rodríguez, Fernando Polanco Sierpes, José Luis Gallardo Poullet y Eduardo Zamorano Lechuga.

Fila superior, de izquierda a derecha, Ramón Matiola Gutiérrez, José Fernández Gutiérrez, Antonio Ortega García, Juan Neva García, José Luis Gallardo Poullet, Juan de Dios Mesa González, Antonio Fajardo Díez, José Luis Mesa González, Francisco González Rivera, Juan Roselló Castell, Agustín Silonez Villaverde director de la entidad, José Sánchez Sánchez, Domingo Roa Duvige, Eduardo Cossi Aboza, Fernando Polanco Sierpes, y Juan Gallardo Poullet; fila del centro, Guillermo Jiménez Rodríguez, Emilio Ramírez Bermejo, Francisco Pérez Vázquez y Andrés Díaz Gómez; fila siguiente, Santiago Castilla Robredo, Manuel Romero Rivas, Manuel Alvaro Campo, Manuel Monje Alonso, José Rodríguez López, Plácido Romero Rivas y Francisco Guerrero García; fila inferior, Antonio García Brotons, Guillermo Jiménez Rodríguez y Antonio Barragán Rodríguez.

Esta otra imagen, ya a color, está tomada durante el homenaje por jubilación a Santiago Castilla Robredo y José Luis Gallardo Poullet. Fila superior, Alejandro Rodríguez Morillón, Juan Neva García, Andrés Díaz Gómez, Andrés Jiménez Rodríguez, José Luis Mesa González, Manuel Monje Alonso, Juan Gallardo Poullet y Ramírez; fila del centro, Ramón Matiola Gutiérrez, Guillermo Jiménez Rodríguez, Manuel Romero Rivas, desconocido de Jerez, que estaba en ventanilla, Santiago Castilla Robredo, Antonio Barragán, José Luis Gallardo Poullet, Juan Roselló Castell, Francisco González Rivera, José Fernández Gutiérrez, Luis Pérez Sánchez y Antonio García Brotons; agachados, Juan de Dios Mesa González, Juan Ruiz-Herrera Gallego, Antonio Matiola Mayorga, Domingo Monge Reinado, Manuel Gómez de ventanilla natural de Jerez, Manuel Álvaro y Antonio Perez Parralo.

(Imágenes pertenecientes a la Colección de Vicente González Lechuga).

3

No fueron solamente Ángel Martínez, ni su sobrina Carmela los que hicieron figuritas de Nacimiento en El Puerto, aunque es lo cierto que Angelito y Carmela fueron los más notables y famosos en toda España.

Sin embargo, esta Navidad debo traer aquí el nombre de otra artesana que, aunque natural de Ubrique, floreció en El Puerto, en los años cuarenta y cincuenta. Se trata de Juana López Ruiz, conocida por “Antonia, la de los Muñequitos”. Casada con Juan García Laynez, de Rota, ella trabajó en el Hospital de San Juan de Dios, como limpiadora, cocinera y él de enfermero. Vivieron en la calle de las Cruces, enfrente de Purullena, en la casa que fue de Bononato el de los pies grandes, y allí comenzaron a crear muñequitos de Nacimiento populares, con la ayuda, a veces, de un hermano de Juana, Alfonso López Ruiz. Luego pasaron a vivir a la “Casa de Aguado” en la Plaza del Polvorista, donde y que sea por muchos años, ha vivido hasta hace un par de meses el hijo de Antonia y de Juan, Manolín.

(En la imagen de la izquierda fotografía de Juana 'o Antonia' facilitada por la familia.)

En esa casa vivió “Antoñita, la de los muñequitos” y hasta hace un par de meses ha seguido viviendo su hijo Manolín.

Con el barro que sacaba de una cantera, en el camino de “Las Boneas” –”Las Monedas”–, en un barrero que era de la Viuda de Terry, a la que, anualmente, Antonia, pedía un papelito, para que el guarda no se metiera con ella, tenía ya la materia prima. El resto era dar forma a la arcilla, blanquecina y albariza. No tenía moldes, ni modelos. Lo suyo era la inspiración, movida por los dedos, de la que salían amagos de la Virgen, de San José , del Niño, de los pastores, de las ovejas, de las cabritas, de los camellos con los Reyes, de ángeles, de Herodes y sus soldados romanos… todos cocidos rudimentariamente en un bidón lleno de serrín, y, finalmente, decorados con unas pinturillas que Antonia compraba en casa del Cárave. El resultado era de lo más “naïf” y tierno que pueda pensarse. Y de lo más primitivo. Estaban –sin saberlo ella–, umbilicalmente entroncados con el arte ibérico, o con el púnico, como si el tiempo y los milenios no hubieran pasado.

Remigio Andújar, el de la Electra Peral, el del tambor de la banda de Dueñas, el de la Cruz Roja, llegó a tener un completísimo Nacimiento con figuritas de Antonia y todos los años lo colocaba –distinto– en su casa. Muchos clientes hubo en Rota, en Jerez, en Puerto Real, en Cádiz… Pero, pasada la Navidad, Antonia, o Juana, se dedicaba a crear figuras de toreros, de picadores, de toros, de alguacilillos, de mulillas, con la misma ingenua gracia. (En la imagen de la izquierda, Remigio Andújar).

Los puntos de venta fijos estuvieron en la Zapatería del Tito, en casa de “La Trabuca”, en la calle Ganado, frente a “Rueda”, y el marido de Antonia, Juan, tenía puesto ambulante que situaba, en la misma puerta del Bar Rábago, en La Pacilla.

Yo, cuando vi la exposición de “i Fenici”, en el Palazzo Grassi, en Venecia, el año 1988, me acordé, asombrado, de Antonia y me vino a la cabeza aquello de Juan Ramón Jiménez, tajante: “No existe arte popular, sino tradición popular del arte” (Texto: Luis Suárez Ávila).

2

En El Puerto de Santa María, en la desaparecida avenida de Rodrigáñez, núm. 6 y al final del Paseo de la Victoria se encontraba la Huerta de Tía Pilar, junto al Penal de la Victoria (Monasterio de la Victoria).”[…] la puerta de entrada al Penal será inmediata la entrada del recreo de don Miguel Palacios”. (Revista Portuense, 4 de mayo de 1918).

Elena de Winthuyssen con su nuera, Antonia Muñoz Seca en la Huerta.

Ya se acabaron los momentos en los que se la mencionaba en el periódico de la época por ser el sitio escogido para ciertas celebraciones familiares y que en aquellos años eran de interés y uno de los objetivos en la sección de sociedad; o tan solo por ser la casa de mis tatarabuelos don Miguel Palacios y Guillén y doña Elena de Winthuyssen y Urruela, tan queridos y respetados ambos en esta ciudad.

De fachada larga y lindante con el penal, al entrar había que bajar un par de escalones y ya una vez dentro, mirando a la izquierda, se encontraban los dormitorios y a la derecha el comedor y demás habitaciones, todas ellas con ventanas al exterior. Quizá lo más atractivo, además de un piano muy antiguo, fuese esa interminable galería con esas cristaleras por las que parecía que el mismísimo sol entraba inundándolo todo de luz; y esos cuadros, retratos de ilustres antepasados nuestros que la adornaban y que casi parecía que custodiaban la finca por la seriedad y rotundidad de sus semblantes.

Plano Geométrico realizado por Miguel Palacios y Guillén en 1865 y redibujado por él mismo para una guía geográfica hacia 1889.

Al salir al jardín se podía apreciar una pequeña huerta donde tía Pilar y tío Antonio, los dos únicos hermanos solteros de los seis que eran, sembraban y recogían para su propio consumo; también una pequeña gruta con su fuente  de agua, obra de tío Miguel, en la que más de una vez y según me confesó mi tío abuelo Jesús Palacios, se metía de pequeño a escondidas, supongo, de tía Pilar. Árboles frutales, palmeras, granados y demás hacían de ese pequeño jardín todo un espléndido paraíso de ensueño, donde no les faltaba la distracción a esas generaciones de niños anteriores a la mía y que ya de mayores, nos han contado lo que yo, en este preciso momento, comparto con vosotros.

Recuerda mi madre, como aun siendo muy pequeños, una tarde de invierno de esas Navidades que pasaban en El Puerto en casa de Tita (María Teresa Muñoz Seca) en la calle Nevería, decidieron ir a dar un paseo, evidentemente acompañados por una muchacha que los cuidaba y no les quitaba ojo en ningún momento; la ‘vueltecita’  terminó en el Paseo de la Victoria, teniendo mi madre y sus hermanos la buena idea de ir, ya que estaban tan cerca, a visitar en la huerta a tía Pilar y a tío Antonio, ya bastante viejecitos. Pero olvidaron algo importante, pedir permiso a la pobre chica y  coincidiendo con un descuido de ésta, los críos se esfumaron. Cual sería su impresión viéndose completamente sola y sin la menor idea de donde se habían metido. (En la imagen de la izquierda, cuadro de D. Juan de Winthuyssen y Gallo (1689-1751), Teniente Coronel del Ejército, casado con Dª Estefanía Tisyo y Salas, padres de Francisco Javier Whintuyssen y Tisyo, Jefe de Escuadra de la Armada Española. Cuadro existente en la Huerta).

Lo pasaron de maravilla hasta que ya de vuelta a casa de Tita la que les esperaba y lo que se encontraron es imaginable. Dicen que aún tienen la imagen de esa jovencita llorando desconsoladamente y la preocupación de todos a flor de piel. De ahí la oportuna bronca.

Para terminar, me gustaría mostrar un artículo que se publicó en la “Revista Portuense” con motivo del bautismo de mi tío abuelo don Manuel Palacios Muñoz-Seca, donde se hace mención de la huerta y una foto del evento.

DE SOCIEDAD
UN BAUTISMO
El domingo a las dos de la tarde se
verificó en la Iglesia Mayor Prioral,
con gran pompa y solemnidad el acto
de administrar el Sacramento del Bau-
tismo, al primer hijo de los señores de
Palacios ( D. Manuel ).
La capilla bautismal estaba ador-
nada profusamente con luces y flores
y el órgano acompañó con sus vi-
brantes ecos la sagrada ceremonia, en
la que ofició el señor curade la Igle-
sia auxiliar de San Joaquín D. Barto-
lomé Carro, quien impuso al recién
nacido los nombres de Manuel, María
del Perpetuo Socorro, Ignacio, Mi-
guel, José, Carlos de la Santísima Tri-
nidad.
Fueron sus padrinos y lo tuvieron
en sus brazos, sus abuelos paternos
don Miguel Palacios Guillén y doña
Elena Winthuyssen y Urruela.
Terminado el bautismo y siguiendo
tradicional costumbre, fue llevado el
recién nacido en brazos de la madrina
al camarín de la Santísima Virgen de
los Milagros, poniéndolo bajo su man-
to por breves instantes.
Al acto concurrieron las señoras de
Muñoz Seca ( D. Francisco), Bela Ne-
rini  (D. Luis ) y D.ª Pastora Winthuy-
ssen Vda. De Gonzalez.
Srtas de Haros, Palacios, Jiménez
Mateos, Jiménez González, Muñoz
Seca, Vergara, Polavieja, Ramos Iz-
quierdo y Loma.
Sres. D. Francisco Muñoz Seca,
D. Antonio y Pedro Palacios, D. Fran-
cisco Fernández Tejada, D. Felipe Ri-
gozzi, D. Luis Pérez, D. Luis Bela Ne-
rini, D. Pedro Luis Lassaletta, don
Joaquín Escudero, D. José Jiménez
González, cura de la Iglesia Mayor
Prioral D. Ramón López Arenas y don
Hugo Richter.

Grupo de señoras posando para la foto, en el jardín de la Huerta.

De la Iglesia se trasladaron en ca-
rruaje los invitados y familia, a la
pintoresca huerta de los Sres. de Pa-
lacios ( D. Miguel ), donde se pasó un
rato agradabilísimo.
Los Sres. de Palacios ( D. Miguel ) y
Don Manuel Palacios, colmaron de
atenciones a sus invitados, obsequián-
doles con rico vino de Jerez, del Mar-
qués de Bonanza, pastas y dulces.
Después el Sr. Palacios ( D. Manuel ),
aficionado a la fotografía, hizo en el
jardín dos grupos, uno de las señoras
y otro de los caballeros. Y por último
se hizo música un rato al piano, pro-
longándose la reunión hasta última
hora de la tarde.

Martes 12 de Noviembre de 1907
Revista Portuense

Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios
Juan de Winthuyssen

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