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otero_cruces_puertosantamaria«Desde el alto otero de las Cruces, El Puerto parece un velero anclado o varado junto al río», describía acertadamente el desaparecido escritor portuense, Juan Ignacio Varela Gilabert. Al sol de hoy, Durango arriba, todavía queda una cruz, ahogada entre modernos edificios, sorteando los coches y algún elemento de Vías y Obras, a la que casi hay que encaramarse para ver la perspectiva del Puerto descrita por Varela. /Cruz del desaparecido hospital de San Sebastián, situada en la esquina de Santa Fe y Durango, en las proximidades de la que fue la ermita del Santo Cristo.

Otros portuenses, ilustres, especialmente ilustres en amar, escribir y reivindicar por su Puerto, por su puerto [sic] que sí, lo hicieron en el tiempo que les tocó vivir con desigual resultado. Por citar solo tres ejemplos del siglo pasado, en la década de los 20, el funcionario, escritor y pre-andalucista Mariano López Muñoz, se lamentaba en los artículos que escribía para la Revista Portuense. En ‘El río que muere en tormento’ termina: «Porque la vida de la Ciudad, que languidece con la anemia de su río, solo puede florecer en grandes empresas, si se embarcan las a’mas en bajeles de juventud». Describía en su artículo la desidia y el abandono de las fuerzas vivas para con la Ciudad.

Manuel Martínez Alfonso, portuense por elección, y alcalde que fue de esta Ciudad a finales del anterior régimen, tuvo una cruzada personal en la década de los sesenta en ‘La Voz de la Bahía’, para impedir la construcción de un edificio en el solar  de la Plaza del Polvorista. Se jugó el tipo con los poderes de la época. Y lo consiguió. Volveremos en otra nótula’ sobre el tema porque merece ser recordada la hazaña del profesor.

Agustín Merello del Cuvillo, excelente periodista, y mejor persona que nos abandonó prematuramente, tuvo una sección en Diario de Cádiz bajo el título de ‘El Ruido y las Nueces’ a principios de los setenta, antes de su vuelta como Delegado que fue del Diario de Cádiz en El Puerto. Escribía así hace 32 años, nuestro llorado Agustín: «La arborifobia, o que se diga, está a la orden del día. El alma se nos cae a pedazos cada vez que contemplamos la tala a discreción a la que muchos se han habituado a fuerza de verla repetir por doquier y por dová. No cabe duda que esto de la tala es asunto de mal “tala-nte”». Se refería Agustín en su artículo a las leyes que amparaban estas talas.

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Esto queda de la cruz, rastro semiescondido entre coches aparcados, de un edificio que testimonió la asistencia social de la Iglesia cuando los poderes públicos no se interesaban por los más desfavorecidos. Más información de San Sebastián, desconocido copatrono de El Puerto: Nótula núm. 631 en GdP.

Pero con o sin leyes, con o sin vueltas a las mismas, cada vez más se le ha ido hurtando a esta Ciudad, la memoria visual, el patrimonio ambiental y el  histórico. ¿Cuántas casas originales quedan en la calle Ganado, en el tramo que va desde Vicario a Nevería, por citar un solo ejemplo de nuestro casco antiguo?.

Así, el barco anclado que describía Varela, el bajel de López Muñoz, la lucha de Martínez Alfonso y el quejío de Agustín han pasado a ser un referente de la historia de poco menos de un siglo portuense. Alguien dijo que la perfección no existe, que por eso sopla el Levante en El Puerto. /Texto: José María Morillo.

El próximo sábado 19 de octubre, dentro del XIV Salón Internacional del Libro Teatral que se celebra este año en Madrid, tendrá lugar en el stand de Ediciones Irreverentes la presentación del libro “Celeste Flora” del escritor porteño Juan García Larrondo (ver nótula núm. 082 en GdP).

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"Celeste Flora” (2º Premio de Teatro Kutxa Ciudad de San Sebastián 1994) es una de las piezas teatrales más conocidas de Larrondo y ha sido representada con gran éxito por toda España y en algunos de los más prestigiosos festivales internacionales de otros países como Estados Unidos, Costa Rica, Uruguay, Brasil, Chile, Puerto Rico, Colombia, Perú, Argentina y Venezuela.

Traducida también a otros idiomas, la obra narra la historia de una mujer madura que ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio de las plantas. Apenas reconocida a niveles científicos, la protagonista pasa los últimos años consagrada a la investigación botánica y a las clases que imparte en una pequeña academia hasta que, inducida por unas “razones” que se irán desvelando a lo largo del drama, acaba por asesinar a varias de sus alumnas, lo que la lleva a ser recluida y condenada a muerte en una prisión de mujeres.

celesteflora_puertosantamariaEn contra de la opinión pública, un tribunal psiquiátrico liderado por una eminente doctora francesa, someterá a la presa a un estudio para determinar su estado y averiguar las razones que le llevaron a cometer los asesinatos. Si al final este tribunal consigue demostrar que Flora es una enferma mental, esta verá conmutada su condena. La tarea no será fácil. Pronto, entre ambas protagonistas, de perfiles complejos e inaccesibles, se producirá un enfrentamiento y, a la vez, un intercambio: la razón y la pasión serán puestas a prueba. Flora siempre negará su locura y justificará sus crímenes a través del profundo amor que sostiene hacia las flores y hacia la resurrección de la naturaleza. Narcisse, la psiquiatra que ha llegado desde Francia para estudiar su mente, cumplirá con ahínco su trabajo pero, a cambio, sufrirá la mayor metamorfosis de su vida. Un enfrentamiento entre vida y muerte y entre moral y libertad que dejará absolutamente desconcertada a la ciencia y que significará, en cualquier caso, el definitivo triunfo de la vida, del ser humano y del amor.

Juan García Larrondo plantea en este texto romántico y existencialista un bello ejercicio de honestidad, una reflexión sobre la sociedad y la naturaleza humana que no deja a nadie indiferente. Es, sin duda, teatro escrito desde el corazón, que destila inteligencia, humanismo, compromiso político y literatura dramática de alta calidad.

Más información de García Larrondo en GdP.

 

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Desde las almenas del Castillo vemos Cádiz.

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La calle Palacios, al fondo, la Prioral.

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Desde las ruinas de la calle Larga, al fondo los Astilleros.

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Desde la calle Ganado arriba.

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Purullena, las Concepcionistas, el Catillo y al fondo… Medina.

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Invitamos a los lectores a indentificar a la cuadrilla de cargadores del paso del Cristo de la Hermandad de la Humildad y Paciencia, que procesiona el jueves santo desde la Capilla de la Aurora. Reconocemos con la camisa de rayas, en primer término al que fuera novillero Jesús Vela Morillo, en la segunda fila a la derecha a Jesús Abelenda, encargado de las visitas al templo, y con chaqueta, medio oculto en el centro, a José Antonio Terrada Sara. También aparecen Manolo Hiniesta, Juan Luis Arévalo Espinosa, Galán, …  Año 1978.

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pacogonzalez_sjoseobrero_puertosantamariaPaco González, párroco de la parroquia de San José Obrero, cumplió en junio 50 años desde su ordenación. Nacido en Jerez y tras pasar un tiempo en Benaocaz y Ubrique, en 1970 se crea la parroquia de San José Obrero, para atender la zona norte. Por expreso deseo del cardenal de Sevilla, en septiembre aparecen Paco González y Manolo Rodríguez, al que se unió Antonio Troya y más tarde, Manolo Bellido, para intentar plasmar en El Puerto los nuevos aires que trajo a la Iglesia el Concilio Vaticano II.

Paco González es un hombre muy preparado intelectualmente, con mucha creatividad, con mucha confianza en las personas, gran trabajador, muy honrado y fiel a los principios del evangelio, amante de la naturaleza y de la amistad. Defensor de la formación, está próxima la publicación de un libro con su plan de catecumenado para personas adultas, confeccionado junto a Elisa Calderón, como elemento básico para la formación de una parroquia. /Texto: Antonio Díaz.

EL TABERNERO FIEL.

Sin casulla ni alba ni estola podría pasar por un dependiente de ultramarinos, o mejor, por un tabernero de esos de toda la vida que un día llega al barrio, alquila un pequeño local, monta un bar y enseguida se gana el respeto de la clientela. La bondad de un tabernero se refleja, claro que sí, en los productos que expende, pero también en el trato con la parroquia, y en ese sentido Paco es un currante que además de ofrecer un buen pan y un buen vino, permite, mientras baldea el serrín de su tienda y friega las copas vacías que se acumulan sobre el mostrador, la tertulia diaria y el cante los domingos. En realidad, este tabernero no ha hecho otra cosa en su vida que expender los productos más básicos a un buen precio, regalándolos casi. Y, sobre todo, atender pacientemente a sus vecinos y echarles un cable cuando vienen mal dadas.

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Manolo Bellido y Paco González, segundo y tercero por la izquierda, en la primera misa de la parroquia de San Sebastián (Vallealto), segregada de San José Obrero.

Podría pasar por un tabernero de los de toda la vida, pero Paco González es sacerdote, un sacerdote de esos  de los que desgraciadamente cada vez quedan menos en la viña del Señor. En su taberna, o en su parroquia, que viene a ser lo mismo, no ha parado de ayudar a los demás, recordándoles que tan importante como disfrutar de la cháchara y la cervecita después de dar de mano en el tajo, es hacerlo juntos. Que las tapas saben mejor compartidas. Que Dios es más creíble cuando le vemos ayudar en la cocina. Que el respeto de la clientela y de los fieles hay que ganárselo sirviendo, pues una iglesia que no sirve no sirve para nada.

Se han cumplido 50 años de su ordenación y, lejos de aburguesarse, no ha traicionado a aquel joven  entusiasta que llegó hace más de cuarenta años de Ubrique. Con la camisa remangada y la libreta llena de nombres de vecinos que ya no están pero que le ayudaron a que en el bar hubiera siempre un buen ambiente, un ambiente en el que nadie es más ni menos que nadie, sigue baldeando el serrín y fregando las copas vacías que se acumulan sobre el mostrador. /Texto: Pepe Mendoza.

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 Tomás Osborne y Guezala, paseando por la calle Fernán Caballero, cuando se presentó a diputado a Cortes y fue derrotado por el republicano Dionisio Pérez, fundador de la Revista Portuense, de acuerdo con la Ley Electoral de 1907, para diputados a Cortes y concejales.

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Al fondo a la derecha se ve la actual oficina de Osborne y Compañía, que anteriormente fue del Capitán General Francisco Uriarte y Borja (ver nótula num. 169 en GdP) y cuya portada se encuentra en el Hotel Doña María en Sevilla (ver nótula num. 1849 en GdP). Con posterioridad la casa pertenecería a los Merello y finalmente a José de la Cuesta, hasta su demolición para construir las actuales oficinas de la firma vinatera.

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Bodega de Exportación de Osborne, donde se instaló una mesa electoral para las elecciones de 1910, y no en 1907, como muy amablemente nos ha hecho llegar nuestro colaborador Bernardo Rodríguez Caparrini. Ese año era alcalde de El Puerto, Ramón Varela Campos. /Fotos: Colección V.G.L.

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En la cata se analizaron distintos cortes de un jamón ibérico de bellota de Jamones Cárdeno de Extremadura con diferentes jereces de la bodega Lustau, perteneciente al Grupo Caballero y con  vinos almacenados en El Puerto.

Una cata conjunta de jamón ibérico de bellota y jereces celebrada en la Bodeguilla del Bar Jamón confirma que se llevan mejor que San José y la Virgen. Los japoneses, que son un poquito litris pa lo que es comé, dicen que han descubierto un quinto sabor, el umami. Ni siquiera los que más saben de comé lo definen exactamente. No es ni salado, ni dulce, ni amargo, ni ácido, sino una mezcla de todo, pero en sutil. Mi madre, que es muy de resumir, diría que es como “arrejuntarlo todo y ponerle un nombre pijo”.

Los japoneses ahora mandan mucho en gastronomía. Cogieron las pavias de merluza, le pusieron agua medio congelati a la harina y ahora todos los cocineros de diseño cuando te ponen merluza rebozá, que se inventó aquí hace una jartá de años, te dicen que es una tempura…y se indignan como tú diga…lo mismo que las pavias de Paco Ceballos, pero más chiquititas y al triple de precio. No se te ocurra, evidentemente, pedirle mayonesa para ponerle por encima, porque es que el cocinero  te manda  directamente al mismisimo  “Tiriyaki”.

Pero Cádiz no se podía quedar por debajo de los nipones. Siempre les hemos tenido mucho cariño. En verdad, el cazón en amarillo se inventó aquí como homenaje a Naruhito. Por eso si ellos inventaron el quinto sabor, nosotros acabamos de inventar el sexto, un sabor que es todavía mejor que el Umami:  el “Oh Mami”.

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El lugar del descubrimiento: La Bodeguilla del Bar Jamón en el Centro Comercial Bahíamar.

El “Oh mami” se descubrió en El Puerto de Santa María el miércoles el pasado verano en el bar que tiene la Bodeguilla del Bar Jamón en el centro comercial de Bahía Mar. Fue sobre las ocho y media, de la noche, para estas cosas no se madruga. Lo sé porque estuve presente en el momento de su nacimiento. El Blog de Tubal, que dirigen dos enamorados de la gastronomía como Pilar Acuaviva y Juan Antonio Mena, habían organizado, en unión de Borja Fernández Serrano de la bodeguilla, una sugerente cata en la que se combinaban varios cortes de jamón con diferentes jereces. El jamón lo ponía Jamones Cárdeno, una empresa de Extremadura dedicada exclusivamente al ibérico puro de bellota y que es la que suministra a la bodeguilla los perniles para su famosa tosta de jamón (otro caso de sabor Oh Mami). Los vinos los puso la bodega Lustau, una firma de Jerez, de esas con doscientos años, de las que habían nacido mucho antes de que los japoneses nos colaran lo que aquí siempre le hemos dao a los que están malitos, el arró en blanco, y que ellos llaman sushi.

El ponente era el catedrático de la Universidad de Cádiz Carmelo García Barroso y su teoría a demostrar era que había un matrimonio perfecto (vamos a ver si lo aprueba Rouco Varela) entre el ibérico puro de Bellota y lo que se llaman los vinos del Marco…que no quiere decir que estén metidos siempre dentro de un cuadro.

Carmelo García Barroso sabe de jamones y de vinos. Primero los estudió en plan científico, en su composición. en sus propiedades…y en esas cosas que hacen los científicos, pero puesto a ello Carmelo ha estudiado también estos productos en el modo “pues esto me gusta más”. Así ha diseñado una cata, que  ha realizado en diversas ocasiones, en la que se analiza la relación entre el jamón y el vino.

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El catedrático Carmelo García Barroso en plena intervención acompañado "al corte" por José Manuel Hidalgo. 

Carmelo enseñó en esta sesión catedralicia sobre el pata negra que existen varias zonas porcinas en esta especie de violin que se toca a cuchillo jamonero. Así un jamón no sabe igual si se come una lonchita de la maza, más atocinada, que la babilla, donde hay más carne. Lo más apreciado es la babilla, la parte más ancha, porque ahí, cuando están colgados, es donde va a parar todo el jugo. Luego está la contramaza, la punta y ya un bocado para iniciados que se conoce como jarrete y que son unos trozos, que normalmente se comen a taquitos, que están en la parte del hueso más cercana a la pezuña.

Las palabras del catedrático se acompañaban “al corte” (como cuando un flamenco se acompaña de guitarra) con el cortador de jamón José Manuel Hidalgo que iba cortando a lonchitas el jamón entero que se comieron la treintena de asistentes al evento.

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Todo preparado para la cata maridada.

El ejercicio consistía en meterse en la boca un pedacito de jamón y un buchito de vino, dejarlos que se entiendan y luego opinar y ahí surgió el “Oh Mami”, cuando un trozo de maza, bien tocinado, se arrejuntó con un amontillado Escuadrilla de Lustao o cuando un “Puerto Fino”, un vino fino formó pareja de baile con unas rajitas de babilla. Fueron en esos momentos cuando surgió el “Oh Mami”, el sexto sabor, el del jamón acompañado de los vinos de Jerez.

Hoy habrá que subirlo ya a la wikipedia: “Oh Mami”, sexto sabor humano. Descubierto en el siglo XXI al arrejuntar en El Puerto de Santa María una lonchita de jamón y un sorbito de vino de Jerez.” Para mi gustó sólo falto una cosa para llegar al nirvana. Soy muy de acompañar el jamón con pan de viena de corteza crujientita, pero quitándole lo que es el miajón…ya ahí se hubiera llegado casi al “nirvana jamonero”, un nirvana muchísimo mejor que el que consiguen los monjes budistas. Entre el público, alguien comenta…¿y te imagina si como postre hubiera habido docena y media de langostinos de Sanlúcar?…Entonces hubieramos descubierto el séptimo sabor: El “Oh Mami… blu”. /Texto: Pepe Monforte.

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Los restos de José María Rivas Rodríguez, el añorado y querido párroco de San Joaquín fallecido el 2 de enero de 1995 (ver nótula núm. 1741 en GdP) descansan en la Capilla de San Pedro de la Prioral, en la cripta que se encuentra en los sótanos del templo, donde son depositados los restos mortales del clero local.

Su traslado se producía el 19 de enero del año 2000, al cumplirse el quinto aniversario de su fallecimiento, precisamente en la semana en la que la Prioral sufrió el robo y feliz recuperación del cuadro de Jesús de los Milagros y la parroquia de San Joaquín, donde Rivas ejerció como sacerdote durante 38 años, vivió el saqueo de sus dependencias.

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Exequias celebradas en la capilla de San Pedro. De izquierda a derecha, Juan Luis Izquierdo, Diego Valle y Manolo Santiago.

Bajo el suelo de dichas dependencias de la Iglesia Mayor, la mas antigua del primer templo de El Puerto, responsan la mayoría de los presbíteros y religiosa que en los últimos siglos han estado cumpliendo su ministerio sacerdotal en la Ciudad. Don José, como era conocido este querido sacerdote, dejó honda huella en la iglesia de la calle Cielos y su funeral, celebrado el 3 de enero de 1995 congregó a miles de feligreses en una ceremonia presidida por el Obispo, concelebrada por 34 sacerdotes venidos de toda la provincia.

Sin embargo, la ceremonia de traslado a la Prioral se celebró en la mas estricta intimidad como desearon los familiares del cura. El acto se desarrollaba aquel miércoles a primera hora de la mañana. En la exhumación fueron testigos una representación de la familia, dos feligreses: Manolo Santiago y Tily Cossi, los párrocos de San Joaquín y la Prioral, a la sazón Guillermo Camacho y Diego Valle, respectivamente, así como el que fuera sacristán de la Iglesia Mayor y responsable de la cripta, Manuel Girón Ceballos (ver nótula núm. 110 en GdP).

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El sacristán de la Prioral, Juan Luis Izquierdo, el párroco Diego Valle y el ex sacristán y responsable de la cripta, Manuel Girón Ceballos.

La bolsa con los restos fue llevada hasta la capilla donde se celebró una oración de exequias. Posteriormente, se procedió a la ceremonia de inhumación en el interior de la cripta, cuyas reducidas dimensiones obligó a que solo una pequeña parte de los asistentes  pudiera ser testigo del momento. Los restos de José María Rivas ocupan un nicho propio que irá compartiendo con aquellos sacerdotes que fallezcan en la Ciudad y expresen su deseo de reposar en la Iglesia Mayor, como así fue también con el anterior párroco de la Prioral, Manuel Sánchez Malloy, fallecido en 1998, y llevado a la cripta en 2003.

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Los restos de José María Rivas, en el catafalco de la cripta, a la derecha la lápida, poco antes de su sellado.

Casi miles de portuenses pueden decir que fueron bautizados, recibieron la primera comunión y casados por José María Rivas. Su ininterrumpida presencia en San Joaquín le permitió compartir las vivencias de varias generaciones, como ministro y testigo de ceremonias y sacramentos que forma parte de los recuerdos de muchos vecinos.

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joseantonioespanol_puertosantamariaJosé Antonio Español Caparros nació en Larache en 1924, cursó estudios de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en Madrid y, en 1955 inicia su carrera profesional como ingeniero en la térmica de Cádiz. A El Puerto llegó en 1962 como director de la Comisión Administrativa de Obras y Servicios y permaneció hasta 1982. Tres años después fue designado consejero del Consejo de Obras Públicas y Urbanismo, hasta su jubilación en 1989.

Destacó por su espíritu emprendedor y su dinamismo. Su fuerte carácter –algo que muchos recuerdan no siempre con una valoración positiva—y su capacidad de decisión que hizo que la fisonomía del muelle cambiara totalmente. Uno de sus principales logros consistió en aumentar el calado del puerto, ya que hasta ese momento, podían acceder muy pocos barcos, incluidos los de pesca. Para ello construyó el espigón de Levante y el de Poniente, y periódicamente se dragaba para evitar que se perdiera el calado.

A partir de ese momento, pudieron entrar barcos de algo más de cincuenta toneladas y toda la flota pesquera. Además, las labores de carga y descarga se intensificaron y El Puerto se independizó del muelle de Cádiz, creciendo económicamente. En la época de Fernando T. de Terry de alcalde (ver nótula núm. 749 en GdP) durante los años 1971 a 1976 colaboró con el Ayuntamiento de forma desinteresada, en varios proyectos importantes.

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La playa de La Puntilla, sin espigón, solo con escollera que definía los límites del Guadalete.

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La playa de La Puntilla, con el espigón de su nombre. Enfrente los terrenos ganados al río, procedentes del dragado, que conformaron los nuevos terrenos de la Autoridad Portuaria, entonces Junta de Obras de Puerto.

Fue muy amigo del sacerdote Ramón González Motaño, párroco del Carmen y San Marcos, con quien trabajó en muchos proyectos. El cura Ramón no entendió la postura de Español Caparrós, cuando se opuso al encierro de los pescadores, en enero de 1977 en la parroquia de la que éste era titular. Sii bien, mas tarde González Montaño conocería en profundidad todos los detalles: eran tiempos difíciles --la Transición democrática-- y todo el poder de la provincia, bajo la dirección del Gobernador Civil, puso sus miras en aquel encierro, apoyado no solo por Español Caparrós, sino por otros en el poder local. Además, fue presidente honorífico del Real Club Náutico (ver nótula núm. 1.132 en GdP).

Estaba casado con María Cruz Echániz Echeevarría. En El Puerto nacieron dos de sus seis hijos, que estudiaron en el Colegio de La Salle. Algunos ex alumnos de los años sesenta todavía recuerdan su figura en el Colegio, de cuya Asociación de Padres  formó parte.

homenaje_espanolcaparros_puertosantamariaEn 1998 recibió un homenaje conjunto de la Demarcación de Andalucía Occidental del Colegio de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, descubriéndose una placa conmemorativa del acto, situada en un pequeño monumento realizado para el mismo, consistente en un cangilón de una draga, sobre una piedra de escollera: nada mas representativo. Como recordaron en el homenaje, «cuando llegó a El Puerto en 1962, se podía cruzar andando la desembocadura del río Guadalete de una margen a otra, siendo un grave obstáculo para la flota pesquera. Gracias al trabajo profesional que desarrolló durante los años que estuvo al frente del puerto se trasladó el mismo a la margen izquierda, liberando los terrenos donde estaba el muelle, para la Ciudad. Se obtuvieron terrenos nuevos parra el puerto con los productos del dragado que se colocaban en unos recintos y se trasladó la lonja pesquera a la margen izquierda».  /En la imagen, el que fuera presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Barra Sanz, haciéndole entrega de un recuerdo en el homenaje recibido.

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El monumento homenaje a Español Caparrós que contiene la placa homenaje: un cangilón de la draga, sobre una piedra de escollera, situado delante del edificio de la Autoridad Portuaria.

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Personal de la Autoridad Portuaria asistente, entre otros muchos, al homenaje ofrecido a José Antonio Español, delante del monumento que le dedicaron. De pié y de izquierda a derecha: Ramón Sánchez Mendoza José Ramon Bravo Garcés, Ricardo Mena (Consignatario),  Rafael Catalán Alonso, Rafael Barra Sanz (Presidente de la APBC), Cristina Guerrero, Ignacio Höhr Gómez, Juan Garcia Ragel, Luis Peral García, Manuel Albert Gálvez, Santigo Acuña Camacho, Luis Pablo Duque, Antonio Magariño Rivas; agachados de izquierda a derecha, José Luis Sánchez Pacheco, Jose Maria Romero Peña, Juan Luis Sánchez Leveque, Francisco Manuel Rodriguez, Lorenzo Chacón, Armengol Viñas (fallecido y Director de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cädiz entonces) y Juan José Rosano. Año 1998.

Fallecido el 26 de abril de 2004, hubiera cumplido 80 años. Las banderas del Ayuntamiento ondearon a media asta por la muerte de Español Caparrós, único homenaje que le realizó la Ciudad en su conjunto a quien, a pesar de su controvertido carácter, tanto hizo por el desarrollo de la misma desde los terrenos portuarios y colaborando en otras iniciativas de corte social.

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En el salón de plenos del Ayuntamiento de Isaac Peral, mediados los sesenta del siglo pasado,durante la presentación de unos proyectos inmobiliarios al que asintió Español Caparrós. De izquierda a derecha, primera fila, Juan Melgarejo Osborne, Fernando Arjona Cía, José Puente García, Francisco de Bernardo Fernández, Manuel Rebollo Laínez, desconocido y Francisco Rábago de Celis. En la segunda fila, Maximino Sordo Díaz, José Antonio Español Caparrós y Francisco Díaz Vance, interventor municipal. En la tercera fila, José Caveda Arias, Juan Martín Vélez, desconocido y fotógrafo desconocido.

espanolcaparros_caricatura_puertosantamariaEL INGENIERO.
Reproducimos a continuación, actualizado, un artículo del experto en temas marítimos y pesqueros, Antonio Carbonell López, publicado en Diario de Cádiz en noviembre de 2003. /Ilutración: caricatura de Vicente Morató.

Durante años, con el profesor y amigo Paco Piniella, mantuve una sección en Diario de Cádiz sobre el mundo del mar, bajo el nombre genérico de ‘La Meridiana’. Comentaba la importancia de los diálogos que había mantenido con mi hermano Rafael, pescador jubilado ya fallecido; gran parte de los datos que había reflejando en ‘La Meridiana’ se debían a sus conocimientos como lobo del mar.  En una de esas ocasiones me refería la labor tan extraordinaria que había realizado el Ingeniero con los pescadores. También Manolo Roldán, estupenda persona, a quién admiro y aprecio, que trabaja desde la década de los sesenta como técnico --ya jubilado-- en lo que hoy conocemos como Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, me había referido en muchas ocasiones el buen hacer del Ingeniero en El Puerto. Y tengo la seguridad que los pescadores onubenses y gaditanos admiraban al Ingeniero.

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De izquierda a derecha, Manuel Martínez Alfonso, José Alvarez Sevilla 'Gavina', Manuel Pérez Pichaco (Montero), Antonio Cólogan Osborne, desconocido, Comandante Jefe del Puesto de la Guardia Civil, José Nowel del Río segundo comandante de la Ayudantía de Marina de El Puerto, el Administrador de Aduanas, José Antonio Español Caparrós y Manuel Sañé, Comandante de Ayudantía de Marina. Misa celebrada en la Lonja del Pescado con motivo de la festividad de la Virgen del Carmen. Año 1974.

Pues resulta que antes de construirse los espigones de Poniente y Levante en la desembocadura del Guadalete, obras que finalizaron en 1970, la entrada de arenas que arrastraban las corrientes litorales y formaban la barra en la boca del río, impedían, al existir peligro de accidente, que los barcos pudieran pasar por el Guadalete a media marea o bajamar escorada. Precisamente sobre uno de los puntos considerado fatídico por la marinería debido a los naufragios que ocasionó porque había un bajo de piedras, el Ingeniero construyó el espigón de Levante. Desde entonces, y han transcurrido 43 años, ninguna embarcación se ha perdido y tampoco se ha ahogado ningún trabajador del mar.

Me han dicho que el día que se hundió la última embarcación en la entrada del río, la recordada ‘Santa Teresa’, había buen tiempo con un poco de mar de leva, incluso el entrañable Pepe ‘el del Vapor’ a bordo del Adriano preguntó a los pescadores si necesitaban ayuda, continuando su recorrido hacia el muelle al no recibir ninguna señal de socorro. Pero en un santiamén el barco se destrozó en el mismo momento que la marea comenzaba a subir y siete pescadores murieron ahogados. El caso es que también los hundimientos en el mismo lugar de los barcos ‘Santa Ines’, ‘Josefa Caturla,’ y el conocido por el apodo de ‘Ojos Verdes’, son referencias de la importancia que hoy tienen las obras que acometió y dirigió el Ingeniero que ejerció la profesión en la Bahía de Cádiz durante 23 años.

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De izquierda a derecha, Antonio Carbonell, Juan Manuel Pedreño, presentador del acto, su esposa Susi Weber, Lourdes Zuriaga y Basilio Rogado, de Televisión Española y la Cadena Ser respectivamente. En el Restaurante El Resbaladero durante Homenaje del sector pesquero  a José Antonio Español Caparros, ‘el ingeniero’;  al exportador de pescados y mariscos José Gutiérrez, ‘Pepe el Chófer’ y al pescador Manuel Bernal Genaro. 14 de julio de 1985. /Foto Garpre. Colección ACL.

Por aquel entonces, una vez construidos los espigones, el Ingeniero mantenía el calado del río al contar con un tren de dragado continuo donde la inolvidable draga de cangilones, la ‘Cinta’, velaba por la seguridad de los trabajadores del mar porque sin ningún peligro los barcos pesqueros y mercantes navegaban por el río. Por eso , recordaba en 2003, hace 10 años, cuando la Iglesia celebraba el Día del Hombre del Mar y se rendía homenaje a pescadores y colaboradores del sector, como al bueno de Pedro Herrera Vaca, patrón y marinero de la Bahía, que había fallecido hacía escasas fechas, también me acordaba de la trayectoria del muy particular y controvertido, pero eficaz y trabajador don José Antonio Español Caparrós, Ingeniero Director de la Junta de Obras de Puerto en El Puerto de Santa María, que todavía nombramos, sin más, como el Ingeniero. /Texto: Antonio Carbonell López.

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En el Puerto de Santa María, hay un bar emblemático, el Bar Vicente Los Pepes, que conserva el sabor de los viejos bares del sur: un gran espacio con todas las puertas abiertas a la calle, mesas y sillas de madera, techos altos y paredes adornadas con carteles antiguos y fotos de gente del pueblo que se hizo célebre a nivel local, por el baile, por el cante, o simplemente por adornar a diario las calles del Puerto con su presencia extravagante. Hasta hace un año, cuando todas las señoras antes de entrar a la Plaza (el mercado) iban allí a tomar el cafelito con leche y un mollete de Antequera, reinaba en un rincón privilegiado de la sala el patriarca, el señor Vicente, quien en tiempos había estado presidiendo el mostrador y, ahora, en la vejez, disfrutaba en su trono de rey padre del orgullo de mirar, de ver cómo el negocio sobrevivía a pesar de los malos tiempos, y admiraba los cambios sutiles que el hijo había ido adoptando para adaptarse a una clientela que cambia, como cambia el mundo.

Hay un momento en todo negocio familiar, un momento crítico, con tintes melancólicos, en el que el hijo debe conducir al padre a su sillón de mirar la faena desde la barrera. Hay padres que se resisten porque los padres y las madres, cegados por un amor protector, tendemos a hacer compatible la creencia de que nuestros hijos son excepcionales con que al mismo tiempo son un poco inútiles y sin nuestra continua vigilancia no sabrán salir adelante. También hay padres que no saben vivir sin mandar, y menos sin mandar a sus hijos, y les resulta realmente traumático aceptar que su tiempo como patrón pasó y que sus descendientes pueden incluso superarles en las destrezas del oficio.

El día en que los padres advierten que los hijos saben más que ellos se produce una especie de destronamiento tácito, que hay quien asume o quien se rebela ante esa perspectiva. Lo que ya es un completo disparate, y yo he sido testigo en alguna ocasión de esta circunstancia, es que un padre esté tan empecinado en la idea de que solo él puede llevar el bastón de mando que aun estando enfermo sea incapaz de delegar en los suyos. Hay negocios, quién no ha visto alguno, que incluso se paralizan por enfermedad del patrón y que van perdiendo poco a poco una clientela que no acaba de entender que la empresa esté en la cabeza de una sola persona. Los negocios son así, tienen sus momentos gloriosos y sus tiempos de decadencia. Hay veces que dependen de la mera voluntad de la clientela, que considera que el negocio ya no vende un producto necesario. Pero es lógico que antes de claudicar y de echar el cierre los propietarios quieran salvarlo.

borbones

En el caso de este peculiar negocio familiar que es la monarquía (por aquello de que el título se hereda de padres a hijos) está claro que se encuentra en un periodo de pérdida de clientes. Los hay que sin duda alguna defienden otro modelo de negocio, o de Estado; los hay que, habiendo sido fieles a eso que se dio en llamar el Juancarlismo, no entienden hoy por qué el viejo patrón no reconoce en su hijo un sustituto con más cualidades para lidiar con este complicado presente. Mientras al Príncipe se le aprecia cada vez mayor desenvoltura en su labor diplomática, al Rey se le advierten unas dificultades físicas que agrían su carácter y desconciertan al público. No sé qué asesor le habrá aconsejado al Rey que el antídoto de la impopularidad es la sobreactuación, quien sea se equivoca. O se equivoca él mismo. O se equivoca el Príncipe por no tener el Elvira-Lindovalor de tomar a su padre del brazo y llevarlo hasta ese rincón privilegiado donde todo viejo patrón observa el curso de los nuevos tiempos. Si no lo remedian pronto, perderán la cada más exigua clientela y al Príncipe solo le quedará la opción de presentarse como candidato a la presidencia de la III República, que tampoco está mal. /Texto: Elvira Lindo.

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